Paul Bowles nos lleva a rincones y recovecos del mundo y de nosotros mismos que no sabíamos que existían.
Cuando leí a Paul Bowles soñé con un caimán.
Cuando sueñas con un caimán significa que has recibido una señal de advertencia para ser prudente y cuidadoso con tus amistades. Por supuesto, lo relacioné con “Doña Faustina”, uno de los primeros cuentos que aparecen en El tiempo de la amistad (Alfaguara, 1992), el libro que abarca la colección de cuentos escritos por Paul Bowles de 1948 a 1976.
“Doña Faustina” es una historia espeluznante de brujas, niños desaparecidos y caimanes.
La historia ambientada en Veracruz es narrada por una voz extraña y áspera que no pierde la sensibilidad en ningún momento, algo que el lector agradece a lo largo del libro cuando el autor hace referencia a la apariencia de la cicatriz de una pierna amputada, al fuerte olor del agua estancada o al sabor de un pescado frito frío y una correosa tortilla francesa rezumante de grasa.
Su habilidad como narrador recrea los espacios de una forma excepcional en la que invariablemente el lector se pierde dentro de la hendidura del ojo amarillo de una cobra o bajo el influjo de un espumoso Cumbiamba en una cantina abierta las 24 horas.
En esta historia, como “El hijo de todos” o “El fayir”, la sensación de alienación que manifiestan los personajes nos hacen cuestionar nuestra fe. Mientras que en “Tapiama” o el maravilloso y magistral cuento que cierra el libro, “Allal”, Bowles nos atrae hacia una especie de realidad onírica y etérea que nos aleja de nuestras ideas preconcebidas de lo que sentimos como normal e incluso de quienes somos. Su habilidad como narrador recrea los espacios de una forma excepcional en la que invariablemente el lector se pierde dentro de la hendidura del ojo amarillo de una cobra o bajo el influjo de un espumoso Cumbiamba en una cantina abierta las 24 horas.
Su capacidad para escribir sobre culturas que no son la suya, sin establecer la dicotomía nosotros–ellos, la forma en la que lee “cultura” fuera de la existencia estadounidense es fascinante y soberbia al mismo tiempo. A ello debemos la historia desarrollada de forma magistral en “El tiempo de la amistad”. Fraulein Windling, una maestra francesa, pretende que Slimane, un joven que se convierte en su entrañable amigo durante su estadía en el desierto africano, comprenda el significado de la Navidad. En los últimos días de su estadía se concentra en elaborar un Belén de arcilla para celebrar con él la Nochebuena. Otro de los cuentos escritos con esta tendencia es “Se ha dejado usted en el autobús las vainas de loto”; aquí el punto de vista del extranjero en Chao Phraya resulta completamente natural al momento en que lee el menú en un restaurante de la ceremoniosa Ayudhaya. Aun con esa escena que pareciera un chascarrillo dentro del cuento, a lo largo de este relato, y las otras historias, en su mayoría desarrolladas en el norte de África, Paul Bowles va directamente a los cimientos de la humanidad con compasión y una total ausencia de sentimentalismo.
De nuevo aparece la sensación de alienación, nos adentramos en la realidad creada por el autor en una historia donde tu mente no puede adelantarse a lo que sigue, donde no podemos asumir nada…
A unos días de Navidad, y a manera de chascarrillo pero dentro del libro, no podemos dejar de leer el cuento “Los campos helados”, en el que aparece un narrador completamente distinto, un narrador histérico que abandona toda la magia y el misticismo, que confecciona a sus personajes minuciosamente y los coloca alrededor de un pino navideño en el salón de una granja londinense. La cena transcurre en un ambiente terriblemente tenso, que pareciera que en cualquier momento podría cometerse un asesinato por una rebanada de pastel. De nuevo aparece la sensación de alienación, nos adentramos en la realidad creada por el autor en una historia donde tu mente no puede adelantarse a lo que sigue, donde no podemos asumir nada, un cuento donde al final no existe resolución. Paul Bowles nos lleva a rincones y recovecos del mundo y de nosotros mismos que no sabíamos que existían.
¿Conocería Paul Bowles el significado de soñar con un caimán al darle el título al libro? Quién lo sabe. “Hay que desechar la razón en favor de la magia”. ®