En un mundo como el futbolístico, dominado por la testosterona (es el juego del hombre, dicen) y la constante batalla de un montón de machos alfa combatiendo ante miles de personas, es normal que un tipo refinado pase por un director técnico “afeminado”.
El Futbol Club Barcelona no es sólo el mejor equipo del mundo con la pelota en los pies —por la versatilidad de su juego que alcanza niveles coreográficos y por la cantidad de variantes y cambios de posiciones que pueden efectuar sus jugadores—, también por ganar el año pasado todas las competencias en las que participó con varios jugadores surgidos de la cantera (especialmente catalanes) y justamente porque son —como dice su principal frase de batalla— Más que un club (Mès que un club).
Desde la aparición en los noventa del “dream team” de Cruyff, el Barça se ha convertido en símbolo, en medio y en mensaje cultural de un proceso sociopolítico que se cocina a fuego lento en Europa: el reforzamiento de los caudales culturales y sociales de un pueblo más allá de su condición administrativa (Estado/nación, provincia o territorio histórico).
El FC Barcelona representa a Cataluña y con ella a muchos de los pueblos que han vivido al margen de las hegemonías políticas o culturales, por no hablar de su inmersión en Estados totalitarios o centralistas a ultranza. Parte del reciente reconocimiento de Cataluña en el mundo como “algo que no es España” se lo deben al FC Barcelona, el principal embajador de esta idea cosmopolita y moderna que Cataluña ofrece al mundo.
El Barcelona es también la puerta de acceso a un modelo de futbol internacional que, aunque derrocha capitalismo salvaje sin límite, mezcla también jugadores de casa con los fichajes de grandes figuras y tiene voluntad altruista (lleva en su camiseta publicidad gratuita de Unicef). Por si fuera poco, tienen como entrenador a un tipo brillante dentro del futbol: Josep Guardiola. Otrora genio del medio campo culé, hoy convertido en un semidiós que bajó del cielo para ganarlo todo haciendo un futbol ambicioso que centra su apuesta en un medio campo de jugadores inteligentes con delanteros letales y vistosos, cuyo mayor mérito es la depuración de la técnica individual para evitar el derroche físico innecesario. Guardiola potenció la idea del futbol como espectáculo, como puesta en escena, como agradable organización performativa.
Este señor Guardiola —amigo de escritores e intelectuales— es uno de los pocos entrenadores del futbol internacional capaces de enlazar unas cuantas frases sin caer en el lugar común o en la fraseología típica de la limitadísima jerga futbolera. Además, es un símbolo sexual entre mujeres y homosexuales por su buen gusto para vestir y cierta elegancia que al parecer desprende dentro y fuera del campo.
¿Qué significa el fenómeno Guardiola en el futbol moderno? ¿Será Guardiola una metáfora de la Cataluña que nos dicen están construyendo los sectores más avanzados de esta nación sin nación, patria sin Estado?
Quizá sea apresurado investir a Guardiola como el icono social de la Cataluña que aspira a tener mayor presencia no en España, sino en Europa, ofreciendo su vida cultural y atractivos turísticos al mundo desde una perspectiva “no española”, o despojada del enraizado sentimiento nacionalista de la capital hispana, modernizando sus empresas, potenciando el catalán como lengua vehicular y adoptando a buena parte de los inmigrantes como “catalanes”.
Esta Cataluña y el entrenador de su símbolo más destacado a escala global representan un modelo contrario al tradicionalismo reaccionario que pulula en el futbol de la capital (con hinchadas neonazis en el Atlético de Madrid y el Real Madrid, además de una ofensiva campaña mediática del periodismo deportivo “español” contra el Barça).
Guardiola es además el representante de la cultura y el buen gusto en el futbol, el aprecio por la táctica y la inteligencia dentro y fuera del campo. Guardiola es la piedra de toque de ese deporte que va sofisticándose, mientras unos gritan consignas racistas desde una tribuna otros convencen a sus jugadores de jugar partiendo casi desde la danza y argumentando que fuerza física y cualidades estéticas no están peleadas.
Está claro, Guardiola es una rara avis en el mundo de la pelota en los pies (no es el único, pero sí el más representativo) y estos motivos (tanto personales como simbólicos) hacen que sea común encontrar en multitud de páginas web y foros de todo tipo de chismorreo farandulero versiones sobre la supuesta homosexualidad de Pep Guardiola. En un mundo como el futbolístico, dominado por la testosterona (es el juego del hombre, dicen) y la constante batalla de un montón de machos alfa combatiendo ante miles de personas, es normal que un tipo refinado pase por un director técnico “afeminado”. Al margen de la posible veracidad de la hipótesis, la principal sospecha proviene de su singularidad, de su diferencia. Este Barcelona es tan distinto a los demás (en la Liga española y en Europa en general) que casi por regla de coherencia Guardiola debería ser el primer entrenador declarado gay del futbol español. ®