Éste es un viaje iniciático a través de un ejercicio de lúcida desnudez y un diálogo desinhibido, con el yo de Blanca Potente salvajemente expuesto. Un yo alimentado por el hedonismo, la decepción, el miedo a los abandonos muchas veces provocados, la autocrítica y la observación propia implacable a la hora de analizar fobias y complejos.
…las drogas son sobre todo certeza, aunque sea efímera,
un paliativo en un mundo de decepción generalizada.
—Alejandra Maldonado en Yoga y coca.
Ya el título de la reciente novela de Alejandra Maldonado, Yoga y coca (Dharma Books, 2021), presagia emociones fuertes y de alto contraste. El texto no defraudará las expectativas.
Blanca Potente, voz protagonista y centro absolutísimo del relato, ostenta un vedetismo irredento. No en vano es una de las reinas del underground chilango y parte fundamental de las noches locas desde que el escritor Guillermo Fadanelli, amigo y mentor, ampliamente citado a lo largo de la novela, aunque aparece bajo pseudónimo, le publicara en la editorial que dirige, Moho, sus primeros textos y un libro, Aburrida en Bouveret, historias de viajes, drogas y amores.
Una estancia prolongada en la farándula y el malditismo glamuroso, mundo que tanto Maldonado como Blanca Potente conocen bien. Noches largas, fiestas, antros, pláticas, personajes extraordinarios, drogas recreativas de todo tipo, desfase, sexo ocasional, coca y otra vez coca. Una sustancia recurrente a lo largo del relato y que insufla de gran confianza a la protagonista, para ligar o para lo que sea; incluso lo contrario, como terminar relaciones por sacar una bolsita de cocaína en el momento y lugar inadecuados.
Además, Blanca Potente, llamada así como su abuela y su madre, también trabaja en publicidad, lo que le da independencia económica y recursos para una vida sin estrecheces. En su narrativa descarnada desmenuza aspectos del oficio, bien pagado pero muy exigente, de relaciones —muchas superficiales—, reputado socialmente y con muchas drogas al alcance de la mano. Vida loca, literatura y marketing. Algunos pasajes estelares del libro son descritos con lenguaje cinematográfico, en clave de guión, con la ubicación de las tomas para que el lector asuma el punto de vista de las cámaras imaginarias, que obviamente se centran en la protagonista.
Yoga y coca, autobiografía de ficción, es un recuento de las relaciones y amoríos de Blanca Potente y también de grandes amistades, ordenados cronológicamente desde la adolescencia hasta la edad madura. Los hombres de Blanca son de todo tipo e idiosincrasia y de un amplio abanico de nacionalidades, argentinos, italianos, israelíes, colombianos, portugueses, británicos… un libro cosmopolita, sin duda. Los hay jóvenes, y muy jóvenes, coétaneos, maduros, neojipis, fresas, artistas, publicistas, programadores cocainómanos; la colección es variopinta y todos son muy atractivos cuando no muy guapos, siendo la belleza una debilidad de la narradora, a la postre una obsesión limitante que la mayoría de las veces conduce a la frustración o a la autoflagelación.
Desde la adolescencia vivida en provincia bajo la fantasía juvenil del amor romántico, una fantasía que perdurará en el tiempo y se irá derrumbando hecha añicos con el paso de los años, hasta el cinismo de cuando a una mujer se le echan encima los cuarenta, con el fantasma de la temida menopausia a la vista, y la más temida soledad.
De todos ellos hará un exhaustivo y demoledor retrato, una radiografía de la personalidad que los dejará en los huesos, finiquitados por una observadora sagaz y contundente, algo cruel por momentos.
La protagonista, después de terminar cada relación, emprende un repliegue defensivo y se prepara de manera proactiva para el nuevo amor por venir, en una acumulación de experiencias que la dejarán claramente insastisfecha, decepcionada y vacía, cuando no en una situación de franco abandono, sensación persistente cuando se han perdido a los padres de manera trágica y prematura.
La sucesión de amoríos estructura la novela en capítulos. Desde la adolescencia vivida en provincia bajo la fantasía juvenil del amor romántico, una fantasía que perdurará en el tiempo y se irá derrumbando hecha añicos con el paso de los años, hasta el cinismo de cuando a una mujer se le echan encima los cuarenta, con el fantasma de la temida menopausia a la vista, y la más temida soledad, en una sociedad que ve la soltería bajo sospecha y la edad, particularmente en las mujeres, como un obstáculo para establecer relaciones o salir de cacería sexual. Se imponen tiempos de yoga mientras los periodos de abstinencia erótica se prolongan.
Yoga y coca es un viaje iniciático a través de un ejercicio de lúcida desnudez y un diálogo desinhibido, con el yo de Blanca Potente salvajemente expuesto. Un yo alimentado por el hedonismo, la decepción, el miedo a los abandonos muchas veces provocados, la autocrítica y la observación propia implacable a la hora de analizar fobias y complejos, diseccionados con un fino cuchillo sin engaños ni complacencias, mostrando la complejidad de una mujer inteligente, y muy talentosa, en un mundo patriarcal en pleno capitaloceno, y además en México. Nos dice la narradora: “… a pesar de ser muy sociable no suelo hacer amigos en mi estado natural, debe de haber alcohol de por medio para inhibir mis complejos”.
Yoga y coca, sin duda un acierto de la joven editorial independiente Dharma, es un libro duro, engancha como telenovela gore muy aseada y es muy divertido, de narrativa ágil y bien estructurado. Blanca Potente nos regala unas confidencias propias de un diario íntimo o que, si acaso, sólo se comparten con la amiga más cercana, que logra plasmar con pasmosa naturalidad en este relato. Dice la protagonista acerca de la publicidad: “… la honestidad es algo que traspasa a todo público”. Y sobre esta premisa parece basarse la novela.
Alejandra Maldonado no es una autora tibia, más bien de actitud un tanto punk, y se nota que no escribe para complacer. Su literatura sacude a base de inteligentes y constantes ganchos al hígado, confrontando desde el ejercicio pleno de una feminidad no militante el concepto asumido de las masculinidades, que quedan desarmadas, casi desahuciadas.
Maldonado escribe con licencia para matar. Yoga y coca dinamita el universo de las relaciones heterosexuales y también sus quince minutos gay. Es una bomba en potencia, sólo hay que activarla con su lectura. ®