Nahui Olin fue una pionera en la lucha por la igualdad de género, en el combate en contra de las leyes opresivas de la sociedad patriarcal mexicana, y además, una autora que reflexionó sobre el lado oscuro de la condición humana.
Se dice que Nahui Olin partió de este mundo el 23 de enero de 1978, hace más de cuatro décadas. Sin embargo, como bien afirmó Horacio, “Non omnis moriar”, el poeta no muere del todo, pues pervive cada vez que alguien se acerca a su obra.
Lo mismo sucede con Carmen Mondragón Valseca, mejor conocida por el apelativo que le dio Gerardo Murillo —el Dr. Atl—, quien la capturó en un par de vocablos de origen náhuatl: Nahui Olin, el cuarto movimiento del Sol, el ciclo renovador del cosmos, o, en palabras de la misma autora:
Mi nombre es como el de todas las cosas: sin principio ni fin, y sin embargo sin aislarme de la totalidad por mi evolución distinta en ese conjunto infinito, las palabras más cercanas a nombrarme son NAHUI–OLIN. Nombre cosmogónico, la fuerza, el poder de movimientos que irradian luz, vida y fuerza. En azteca, el poder que tiene el sol de mover el conjunto que abarca su sistema (Nahui Olin, 1927).
Nahui no sólo se nos aparece por todas partes con sus escritos, sus pinturas, sus caricaturas, sus desnudos y sus actitudes anticonvencionales, también resurge en estos días como poeta innovadora, ya que este año su primer poemario, Óptica cerebral. Poemas dinámicos (1922), llega a la centuria.
Por lo tanto, la recordamos por partida doble, pues estamos ante una de las escritoras y artistas más relevantes del milenio pasado. He aquí dos textos de Óptica cerebral:
—Feérica tiranía—
Son feéricas tiranías las que invaden el nuevo y el viejo continente, y los pueblos atacados de inercia en lenta marcha vegetan. —Destrozados en sus riquezas materiales y debilitados por gobiernos de poderes legislativos y gobiernos de poderes religiosos, los pueblos serviles y descarrilados en su espíritu son limitados por la tiranía de creencias y despojados de fuerzas materiales por gobiernos de poderes legislativos.—
Toda limitación ataca de lepra inmediata a los débiles.
Únicamente está fuera de todo gobierno, y dependiente sólo de sus facultades de espíritu, siendo fuerte entre los fuertes, el independiente de limitaciones, y hasta la muerte, en su fosa vivirá en sus obras eternas de la independencia, fruto que da la razón del ser —la inteligencia.—
Feéricas tiranías no atacan el cerebro en su eléctrica fuerza, y el espíritu no disputa gobiernos de amas de llaves cuidadosas del orden material y espiritual de seres sin reacción, sin rebeldía del no vegetar en feérica tiranía.—
—El cáncer que nos roba vida—
El cáncer de nuestra carne que oprime nuestro espíritu sin restarle fuerza, es el cáncer famoso con que nacemos —estigma de mujer— ese microbio que nos roba vida proviene de leyes prostituidas de poderes legislativos, de poderes religiosos, de poderes paternos, y algunas mujeres con poca materia, con poco espíritu, crecen como flores de belleza frágil, sin savia, cultivadas en cuidados prados para ser transplantadas en macetas inverosímiles —arbustos enormes, enanizados por mayor crueldad y sabiduría agrícola que la de los japoneses—y flores marchitas de invernadero, temerosas, tiemblan frágiles en la atmósfera pura —el sol las consume, la tormenta de la lucha de la vida con sólo su rumor las mata, y son víctimas de crímenes cínicos de poderes legislativos, de poderes religiosos, de poderes paternos, y esas víctimas cobardes paren, porque no tienen seguridad de ellas mismas, generaciones de nulidades enfermizas. Mas otras mujeres víctimas también de esos poderes y en las que la carne impera, saltan por todo y van por el mundo con carne temblorosa de deseos —cortesanas humilladas por leyes gubernamentales— y aunque atormentadas por las mismas pasiones, van otras, fanáticas, que azotan con religiones, y amenazan, vulgares sus carnes podridas de pasiones y deseos extinguidos…
Mas otras mujeres de tremendo espíritu, de viril fuerza, que nacen bajo tales condiciones de cultivadas flores, pero en las que ningún cáncer ha podido mermar la independencia de su espíritu y que a pesar de luchar contra multiplicadas barreras que mil poderes les imponen, más que el hombre a quien le han glorificado su espíritu y facilitado sus vicios —con esas multiplicadas barreras que mil poderes les imponen— y desarmadas, con débil carne de invernadero, luchan y lucharán con la sola omnipotencia de su espíritu que se impondrá por la sola conciencia de su libertad —bajo yugos o fuera de ellos— y la civilización de los pueblos y de los hombres hará efectivo el valor de seres de carne y espíritu como ellos.—
Mas las otras pobres flores–arbustos enanizados— traen consecuencias del cáncer hereditario a las nuevas generaciones y paren seres pequeños e intoxicados, sin fuerza de espíritu, sin fuerza de cuerpo, que significan degeneración universal —y el problema de la educación se yergue para crear la fuerza que ha de sostener a seres enfermos del cáncer que roba vida.—
Sin duda alguna, Nahui Olin fue una pionera en la lucha por la igualdad de género, en el combate en contra de las leyes opresivas de la sociedad patriarcal mexicana, y además, una autora que reflexionó sobre el lado oscuro de la condición humana, rompiendo mitos para construir una conciencia y una vida más éticas. Por ello, en pleno siglo XXI, revive cada día más. ®
Nota
Los cinco libros de la autoría de Nahui Olin–Carmen Mondragón pueden verse en: Rosas Lopátegui, Patricia. Nahui Olin: sin principio ni fin. Vida, obra y varia invención. Monterrey: UANL, 2011.