No son pocos los literatos no intelectuales a los que por sus pretensiones y consecuentes acciones públicas es conveniente llamar “escritores-intelectuales”. El escritor como “intelectual público” poco o nada responsable argumentativa, ética, crítica y democráticamente; el “intelectual público” común. Figura que, dicho sea de paso, no solamente existe en las democracias, también en ciertos autoritarismos, como el mexicano del siglo XX del PRI.
Indudablemente, existe —dicho con Rogelio Villarreal— el “esnobismo del escritor [pretendidamente] omnisapiente que cree que puede hablar impunemente de todo”, literalmente todo. Y no sólo lo cree: lo hace, en lo público-mediático y no necesariamente de manera literaria. Es el “escritor-intelectual” (no todos los escritores, o literatos, son intelectuales, pues no todos trabajan preferentemente con el intelecto; no todos los intelectuales son novelistas o poetas. Por cierto, no son pocos los literatos no intelectuales a los que por sus pretensiones y consecuentes acciones públicas es conveniente llamar “escritores-intelectuales”). El escritor como “intelectual público” (no todos quienes trabajan con la cabeza tienen vida pública como tales) poco o nada responsable argumentativa, ética, crítica y democráticamente. El “intelectual público” común; figura que, dicho sea de paso, no solamente existe en las democracias, también en ciertos autoritarismos, como el mexicano del siglo XX del PRI; pero en aquéllas su presencia es mayor y mejor, en términos de derechos y libertades: las democracias pluralizan auténticamente la existencia de esa figura y la sostienen —frecuentemente, sin que el sistema democrático, que es más que un gobierno o que el desempeño de la clase política en un momento, reciba mucho de algo bueno a cambio, como defensas ético-racionales e históricas necesarias, no dogmáticas o ciegas ni idealistas, o como críticas, incluso propuestas, sustentadas empíricamente e igualmente aprovechables, no descalificaciones ideológicas ni ataques retóricos con fines político-partidistas o con generalizaciones/particularizaciones falsas o extrapolaciones inadecuadas. En general, esto último es posible y permitido, hasta favorecido, por la propia democracia realmente existente.
Guillermo Fadanelli es ya un escritor famoso. Independientemente de su nueva fama, es, para mí, un buen novelista. He leído y disfrutado algunas de sus obras literarias. Pero, si bien lo respeto como literato y no me atrevería a publicar crítica literaria sobre él, su faceta (reciente) de “escritor-intelectual” me resulta muy criticable; de hecho, lo vuelve públicamente criticable por mí como practicante de una ciencia social. El problema es que Fadanelli nos dé —haya dado, vaya a dar— textos como “Las tres plagas”, publicado en el diario El Universal, en el que hace unas afirmaciones falsas y otras ligeras y ofuscadas que deberían ser revisadas. Veamos. (Me concentro en ese artículo, sobre todo por el tipo de espacio que es éste, pero no es la única publicación no literaria de Fadanelli que puedo criticar analíticamente. Se equivocaría quien crea que esta crítica es demasiado exigente tratándose de un “texto de periódico” escrito por alguien que no es analista sociopolítico profesional. Primero, los diarios no son cualquier cosa, mucho menos si son “nacionales”, y siguen siendo el medio de expresión regular de los “intelectuales públicos”. Segundo, el hecho de publicar en un diario no da licencia para ser impreciso, falto de rigor o poco claro, todo ello en relación con hechos y lenguaje; tampoco significa que se tiene que serlo o que no se puede sino serlo. Quizá el hecho en cuestión explique las faltas, en algunos casos, pero no las justifica. Los textos breves no son confusos, ni laxos ni oscuros por definición o naturaleza. Las limitaciones que impone ese medio escrito-impreso son cuantitativas, no cualitativas: cuánto es posible escribir, no qué se escribe y cómo se escribe. El articulista debe ser tan cuidadoso y detallado, otra vez en lo que hace a palabras y datos, como sea posible en el marco de la escasez espacial. ¿O no hay ninguna obligación, no relación de obediencia, para con los lectores? Tercero, una pregunta relacionada: ¿podría yo decir con validez “esto es sólo una entrega de una columna en una revista cultural ahora digital, así que al carajo con la precisión, el rigor y la claridad todas, diré sobre Fadanelli y su trabajo lo que se me ocurra”? No. Cuarto, Fadanelli no es científico social. ¿Y eso no tiene que ver con mi punto básico?)
“Se puede decir que soy un relativista…” Mejor: es lo que Fadanelli puede decir. Pero si eso dice, así, sin adjetivo, en realidad está diciendo nada. ¿Relativista en qué, sobre qué? ¿Qué tipo de relativista? No hay sólo un relativismo; ser relativista no significa o implica lo mismo en todo ámbito. Adivino lo que querría decir, pero… ¿también la mayoría de sus lectores? ¿Es improbable, o hasta imposible, que esos lectores se confundan o no destierren una confusión y terminen “rebotando” en posiciones equivocadas como las “absolutamente relativistas” (relativismo con respecto a todo) o “absolutamente absolutistas” (absolutismo con respecto a todo)? El punto es que no lo dice, o no lo dice bien, lo que además es imperdonable en un texto que tenga algo que ver con filosofía analítica, se publique donde se publique.
Más adelante Fadanelli aumenta y agrava la falta de tino: “No son los narcos el enemigo más importantes [sic] de nuestra sociedad. Eso es una falacia y también un señuelo. Es la policía corrupta e inmoral”. Falso. Son los dos, narcos y esa policía; además, muchos policías son narcos, esto es, lo son directamente o están corrompidos por el narco, por lo que, en este sentido, lo que dice Fadanelli contradice a Fadanelli. Y “es la policía corrupta e inmoral que tiene como objetivo brindarnos seguridad la que ha puesto en peligro la idea de un estado sólido”, escribe, provocando otras preguntas, derivadas del análisis lógico del lenguaje: ¿el objetivo de la policía corrupta e inmoral es brindarnos seguridad? ¿Por qué es, entonces, corrupta e inmoral? Si su objetivo es tal, ¿cómo es que la policía en realidad se corrompe y trabaja inmoralmente? Lo cierto es que hay, cuando menos, un error de redacción. Al respecto, lo correcto sería esto: el objetivo de la policía debe ser, o debería ser, brindarnos seguridad, pero no lo es; es corrupta e inmoral y no nos brinda seguridad. Aunque el problema no se acaba: ¿qué es lo que ha sido puesto en peligro por esa policía, “la idea de un estado sólido” o la solidez efectiva del Estado? Sigue Fadanelli: “Contra ellos [los policías] debe llevarse a cabo la verdadera guerra. No sé de qué manera podría realizarse acción tan importante, pero es necesaria la denuncia ciudadana y el escarnio público, señalar a sus familias, quitarle derechos a quienes los rodean…” De la última parte se desprende un olor parecido al del autoritarismo, un aroma que se antoja antiliberal. ¿Verdadera guerra? ¿Guerra? Pero sobre todo: ¿señalar a las familias y quitar derechos a quienes los rodean? ¿Qué podría significar todo eso? Así, “rodear” ¿qué significa aquí? Sus hijos niños rodean a los narcos, ¿que se les quiten derechos? ¿Cuáles, cómo? ¿Y por qué, es decir, aunque “ni la deben ni la temen” en cuanto niños? Lo mismo vale para el caso de los policías. Me parece que Fadanelli no sabe, como tampoco sabe, y esto sí lo reconoce, “de qué manera podría realizarse” lo que dice que se debe hacer. (Ya tocado el tema, ¿y qué hay de la legalización de drogas? Yo estoy a favor de ella.)
Algo acaso menos relevante para todos o cualquiera, pero que no lo es para mí y que lleva a un terreno donde dar vinculación a los dos puntos anteriores: “Uno de los principios de Rawls que más aprecio”, suelta Fadanelli anunciando que ha leído a John Rawls, filósofo político y moral de corte analítico y liberal (cuyos trabajos principales, “anuncio” yo, conozco bien); el “principio” es bueno y Fadanelli lo cita bien (véase su texto), pero nada de lo que he leído de este escritor mexicano lleva siquiera a suponer con fuerza que sea un lector serio, verdadero, de Rawls. Sinceramente, uno no encuentra humanismo, ni liberalismo, en general, ni “rawlsianismo”, en particular, cuando lee y piensa frases como “quitarle derechos a quienes los rodean”. Siendo estrictos y duros no podemos decir que Fadanelli es un filósofo (mucho menos un científico, aunque supongo que no se autonombra uno ni otro); lo que yo puedo decir, con todo respeto, es que, hoy, me parece un novelista que quiere dejar de ser novelista pero no puede volverse filósofo. (Por otro lado, si regresamos a lo del relativismo y lo hacemos a partir de Rawls, resulta que, en relación con la ética y lo ético, un rawlsiano cabal no puede ser relativista; en todo caso, solamente podría ser relativamente relativista, pero eso es motivo de otro texto. En lo que hace a la moral religiosa, Rawls mismo no fue personalmente un relativista, lo fue como filósofo, en grados variables según el tiempo.)
Fadanelli en otra parte de su texto: “La tercera plaga a la que me referiré es de todos conocida. La muerte de la representación pública en [a] manos de los partidos políticos. Ocupados en sus propios intereses, en el ascenso jerárquico de su posición, en su bienestar económico[,] no son capaces de unirse ni de acordar medidas para remediar los problemas…” Para empezar: unirse los partidos, ¿de qué modo o dónde, por qué, para qué? Lo pregunto porque Fadanelli escribe “no son capaces de unirse ni [énfasis mío] de acordar”, por lo que nos habla de “unirse” y “acordar” como dos acciones separadas, diferentes. Si no habla de unirse —en el Congreso de la Unión, por ejemplo— para acordar decisiones públicas, ¿de qué habla? ¿Unirse en alianzas electorales o para formar gobiernos de coalición después de elecciones sin alianza, o político-mediáticamente en torno al presidente sin integrarse formalmente en algún lugar institucional? La respuesta no es obvia. ¿O hay un error de redacción y la intención era escribir que “no son capaces de unirse y acordar”? Sea como fuere, hay un error. Por lo demás, cabe recordar que los partidos no pueden ni deben estar siempre unidos. Si las sociedades fueran homogéneas o uniformes no habrían surgido los partidos (ni las elecciones); si los individuos y grupos fueran, para bien o para mal, iguales en todo aspecto, no habrían creado ni crearían partidos políticos (ni siquiera habría “grupos” dentro de una sociedad). Si siempre pudieran coincidir y decidir todo todos juntos, si nunca fuera debido o deseable que se opusieran, ¿habría partidos? No serían necesarios siquiera (ni las elecciones, de tipo democrático, desde luego).
Asimismo, aunque lo parezca a alguien, de eso que dice Fadanelli no sigue de manera lógica, ni empírica ni normativa lo que literalmente pide a continuación: “buscar alternativas a estas instituciones”. ¿Alternativas respecto de qué: gobernar, legislar? En fin… Si nos apegamos a su literalidad, Fadanelli habla de “los partidos”, ellos como tales, no de “estos partidos” (de y en este momento mexicano), por lo que su “buscar alternativas” es “sustituir”, sustituir a los partidos, que no cambiar sus versiones mexicanas actuales por versiones mejores, lo que sería lo mismo que desaparecerlos todos y para siempre. Eso, simplemente, es una tontería. Los partidos, ya se dijo, son “males necesarios”. Existen y seguirán existiendo, tampoco deben dejar de existir (piénsenlo, lean ciencia al respecto); deberían ser reformados para una actualidad democrática, que es otra cosa. El sentido que adjudico lo confirma Fadanelli al final del artículo cuando dice “todo menos partidos políticos…” ¿Todo? Hablar en abstracto de un mundo democrático sin partidos es muy fácil, y suena bonito. Sin embargo, por un lado, si se revisa la Historia, una democracia real moderna, sea esto último sinónimo de pre-contemporánea, contemporánea o nueva, que carezca de partidos no aparece en ninguna parte; por otro, la democracia tiene partidos pero no se reduce a ellos. Si las democracias modernas (actuales) y su futuro se piensan, tanto seria como pro-democráticamente, a partir de la realidad pasada y presente, ese futuro resulta con partidos, aunque no idénticos a los que estamos viendo. La vida política con partidos puede ser México hoy, pero la vida política sin partidos (en plural) es el totalitarismo, una dictadura o cuando menos, si casi no hay partidos en cuanto tales, el Perú de Fujimori. Un sistema de partidos muy fuerte —y bien protegido legalmente, como en México— puede bloquear la consolidación democrática o la elevación de la calidad de la democracia, si se combina, entre otras cosas, con una sociedad civil muy débil; pero un sistema de partidos débil es peor, ya que puede no sólo disminuir esa calidad, a veces combinándose con elementos como la acción de una sociedad civil vigorosa y antipolítica, sino hacer globalmente vulnerable a la democracia hasta el punto de ser condición para la caída de la misma. Finalmente, la política con partidos pero sin democracia es el México del priato. ¿Qué es lo que se quiere? ¿Regresar a una época que no fue de oro? ¿O mejorar esta nueva época que no ha sido ni será dorada? ¿Partidos con democracia, esto es, partidos, decisiones electorales ciudadanas, división de poderes, sociedad civil, pluralidad de medios, con proyectos múltiples a favor de la rendición de cuentas y el buen gobierno? ¿O partidos sin democracia? ¿O lo que sea sin partidos?
Continúa el autor de Lodo: “Los políticos siempre han sembrado la desconfianza y no han sido el medio natural para la transición hacia una democracia moderna”. No queda claro si se refiere sólo a los políticos mexicanos o a todos los políticos; de cualquier forma, la primera parte de la oración es correcta (válida tanto para casos mexicanos como no mexicanos) y la segunda es un error grande. Ninguna transición democrática se ha logrado en ausencia total real de políticos. Éstos podrán disfrazarse de ciudadanos sin más, o estar en una oposición que en el agregado lo que hace es resistencia civil u “ocultos” en el aparato del Estado, pero ahí están. Tomemos el caso de Polonia y Solidaridad y Lech Walesa. Puede parecer que la transición democrática polaca se dio con y por muchos polacos, o por un polaco, pero sin “polaca” de por medio, siendo un sindicato y el movimiento social los actores protagónicos del colapso comunista. Pues bien… Walesa no era sólo un líder social, tenía agenda política, quería acabar con un Estado pero también llegar al poder del (otro, nuevo) Estado. Y logró ser el presidente de Polonia… aunque extrañamente ya en el cargo llegó a comportarse antipolíticamente. Partes de Solidaridad y varios de sus líderes no se limitaron a enfrentar al “viejo régimen” para derrumbarlo, compitieron en las nuevas elecciones para ocupar espacios de poder en el nuevo. Entonces, sin ser santos o perfectos, a veces sin ser auténticos demócratas, muchos políticos han sido decisivos para llevar a cabo las transiciones democráticas. La transición mexicana a la democracia (que ya se concluyó; estamos en otra etapa, aunque la mayoría de quienes dicen cosas sobre el tema no lo entienda, fundamentalmente porque no entienden lo que es y no es la democracia, lo que puede y no puede ser) tuvo como medios principales a los partidos y sus políticos, así como a los propios electores, quienes votaron por alternancias entre partidos aprovechando los marcos producto de las reformas electorales de democratización hechas (impulsadas, negociadas y aprobadas de una u otra manera) por las elites políticas de PRI, PAN y PRD, elites que también recibieron presiones para ello por parte de algunos medios y sectores de la sociedad civil. ¿Será que Fadanelli quiere referirse a la democracia mexicana como no moderna, queriendo denotar así un sistema democrático pero de alguna manera históricamente atrasado? No se sabe. Es posible decir que la democracia mexicana no es contemporánea de otras democracias en aspectos como rendición de cuentas y, más generalmente, Estado de derecho. No obstante, no es muy exitoso ni necesario el adjetivo “moderna”. Lo mejor es decir lo que México es, tal cual: una democracia no consolidada y de baja calidad; una democracia defectuosa, o liberalmente incompleta (con sus particularidades, tiene todo lo que todas las democracias tienen; pero no tiene todo lo que las mejores democracias tienen).
Igualmente, leemos en “Las tres plagas”: “Organizaciones civiles, gremios, resistencia, concertación pública, asociaciones de consumidores, consejos vecinales, redes sociales, grupos de intereses comunes que a la vez sean abiertos y participativos, alternativas para la acción política, todo menos partidos políticos…” ¿Gremios en el sentido de sindicatos? Si se refiere a sindicatos (a los sindicatos que sobreviven en este país), comete un error. ¿Resistencia? ¿Qué resistencia, o cuál resistencia? (¿la del espejismo?, por favor…). ¿Concertación pública? ¿Y qué sería eso? ¿Redes sociales? ¿Qué entiende por redes sociales? ¿Facebook? Porque las redes sociales son, hablando con propiedad, más que Facebook y cosas por el estilo. Por ejemplo, ONGs, gremios profesionales y consejos vecinales son redes sociales, es decir, asociaciones que Fadanelli menciona en su texto pero no como redes sociales son, precisamente, eso: redes sociales.
Fadanelli quiere que todas esas cosas sean “alternativas para la acción política”. Lo que no dice mucho. Por el contrario, habría muchas preguntas que hacer. Una es si borramos la distinción, democrática y liberal, con expresiones prácticas y analíticas, entre lo civil y lo político. Otra es si no se ve que una organización civil que pase a la acción política y su competencia (más allá de definiciones idealistas del peor tipo o filosóficas en general, es decir, la política como luchas por puestos de poder, lo que no es necesariamente malo) sería entonces lo mismo que un partido, sí, un partido político. Salvo que la “búsqueda de alternativas para la acción política” de Fadanelli no sólo implique la cancelación de los partidos sino de las elecciones y los congresos también (con lo que estaríamos ante más y peores tonterías). Si los comicios y los órganos legislativos desaparecen, ¿qué queda? ¿Qué habría? ¿Solamente sociedad y sociedad civil? Si no desaparecen, ¿quién va a competir en unos y a ocupar los otros? ¿Todas las organizaciones civiles, cualquiera de los ciudadanos de a pie? ¿Ellas y ellos sin que nunca sean partidos y políticos?
Por último: percibo en el artículo de Fadanelli una confianza y una expectativa demasiado grandes respecto de la sociedad civil, ese conjunto de asociaciones no estatales voluntarias. No digo, ni nunca he dicho, que la sociedad civil no sea importante, mucho menos que sea prescindible democráticamente. Lo que digo es que no es ni será perfecta, no lo puede todo ni lo podrá. No es y no debe ser ni verse como lo mismo que un partido o el Estado; no puede sustituir democráticamente al sistema de partidos, y si sustituyera a un Estado vigente dejaría de ser sociedad civil… para convertirse, obviamente, en otro Estado. No puede tener el mayor impacto democrático y socialmente bueno si su visión es antipolítica, si ignora la presencia y posición de los partidos y el Estado y jamás busca o asume interactuar y cooperar (cooperar) con ellos. En efecto, una relación de la sociedad civil con el Estado y los partidos tiene que existir, mas democráticamente no debe ser antipolítica (en contra de la existencia de) ni puede ni debe ser política (la actuación como actor político); la relación tiene que ser no política: las asociaciones civiles luchan privada y públicamente —con, sin o a pesar de partidos y Estado, pero no desde ellos— por satisfacer sus intereses sociales y por lo que creen que es el interés público, no por puestos de poder ni por que no haya Estado ni partidos ni por el bien particular de éstos. Y, a decir verdad, hay algo más: todo lo que está en la sociedad civil no es necesariamente democrático; no todo está a favor de la democracia o tiene efectos democráticos. Dos ejemplos. Uno: la consolidación democrática de la Polonia post-comunista fue obstaculizada por la sociedad civil (sigo, básicamente, el trabajo de Eduardo Guerrero sobre el tema). El otro: Pro-Vida está en la sociedad civil.
Según Fadanelli, lo que hace en “Las tres plagas” es describir “sin retórica ni estadística”. No. Estadística no hay, pero retórica sí. ®
cronopiomano
La «critica» como muchas aquí es puritana.
…continuara.
Universitario filo
Vivo en Puebla, trabajo como profesor universitario de filosofía, soy amigo de escritores chilangos y poblanos (sé cómo se las gastan en lo que escriben y lo que hay detrás). Lector de Fadanelli, de López Rubí, de Villarreal, de Replicante. Vengo aquí porque este artículo sigue dando de qué hablar. Quiero decir algo. Comento por primera vez.
Los comentarios en contra son extraños, tanto que en efecto algunos son sospechosos. Los comentarios a favor no me importan. El intercambio no va a ningún lado y suda odio personal, tal vez rencor y envidia. Penoso.
Federico Chilián IV se encuentra en movimientos de los que López Rubí es crítico. En Puebla esos movimientos cuentan con gente que ha sido exhibida, argumentando, por el joven crítico, gente que ha sido evidenciada como mentirosa y fácil y que por lo tanto odia los textos de López Rubí. Yo odiaría traer a cuento que los Chilián son poca cosa en el estado, famosos sólo por vividores intelectuales mediocres y grillosos, pero habría que decirlo ante intentos vanos de impedir la lectura de quienes son crítiicos.
Valentín Corona, ¿las oservaciones del crítico son falsas? No lo demuestras. Yo no encuentro ni una pizca de falsedad, al contrario.
Rodrigo, el texto de Fadanelli que fue criticado no expresa esa idea que citas del fabuloso Montaigne. No me cabe duda que si esa fuera la idea de Guillermo, el crítico no hubiera hecho el texto que nos lleva a comentar.
Es por esto que Richagainst comenta con error sobre los motivos del criticado. Si son lectores de Fadanelli tienen que tener muy fresco en memoria cada texto en que Guillermo cita y cita y regresa a citar nombres de filósofos, esos textos en los que no hay ninguna irreverencia, humor de veras, acidez, desenfados, lo que gusten y manden, esos textos son los que critica el joven, no las piezas de literatura. En esos productos de Fadanelli existen la santurronería de ONG, la pedantería y, uso el concepto del que parte López Rubí, irresponsabilidad. Es eso, no le busquen tres pies al gato.
Fadanelli es el que cada vez se aleja más de lo que fue (el que describe Richagainst) y quien nos quiere para verlo como pensador. Aventarnos a la cara los nombres de pensadores internacionales es una evidencia más de lo mismo y por lo tanto de lo que embistió con tino y precisión López Rubí.
La crítica es compleja pero clara, coherente, armónica, e irrefutable, los errores de Fadanelli quedan demostrados, con exhaustividad lógica que transparenta la responsabilidad intelectual de López Rubí. Nunca deja de argumentar, lo hace rigurosamente, insiste para que lo veamos todo, y si me apuran diré que nunca deja de ser generoso dando información al lector que con razón cree que la necesita; lo que pide a cambio es esfuerzo, querer ver, pensar para entender, lo que los comentaristas negativos no dieron. No hay que perder de vista que no estamos hablando de un poeta ni de un periodista, como bien dijo otro comentarista, y a todas luces López Rubí tampoco es, si me permiten ponerlo así, un populista de la publicación. Los comentarios negativos reflejan la superficialidad, bilis o poca capacidad de lectores. Perdón. Son excesos de grupi de escritor que no ven que defienden los excesos de political correctness y poses de name dropper en un texto de Fadanelli. A esos excesos reacciona el columnista Replicante y no más.
Los comentarios de Antonio Rangel son una locura. Perdón, pero qué hay que tener en la cabeza para creer que el texto de Fadanelli que fue deconstruido tiene sentido del humor y profundidad. Hombre, si Guillermo lo que publicó fue un texto, en efecto de opinión, pero buscando lo serio y profundo, que nunca encontró. Es completamente evidente que Las tres plagas es un texto no irónico, no sarcástico, etcétera. No es literatura. Prescribe. Quiere ser abanderado social. Quiere liderar y crear opinión pública. Es una opinión de Guillermo pero presentada como afirmación de pensamiento y como propuesta social. Es por eso, con todos los errores de forma y fondo que lleva en retroalimentación la escritura de Fadanelli, que se volvió blanco de la argumentación crítica de un científico de la política. Díganme si después de esa argumentación no queda claro que es una vil opinión. Lo que demostró López Rubí es que Las tres plagas es en efecto eso, una opinión que Fadanelli creyó o decidió vender como más. El engolamiento periodístico y moralista es de Guillermo, el texto insufrible es el suyo, queriendo hacer creer a los lectores del periódico que es él quien tiene el conocimiento de su realidad y proponiéndoles un sendero de improvisación filosófica para salir del hoyo. López Rubí siempre lo vio y lo mostró argumentando en contra para que no quedara duda. Como filósofo diré que eso, no las palabras de fadanelli, es atención pública.
Rangel además recuerda algo muy valioso, López Rubí nunca toca al Fadanelli de la literatura y llega a regalarle una flor. Es responsabilidad y es caballerosidad a pesar de la crítica dura. Es eso que también se encuentra en una de las notas aclarativas del principio de la columna. Creo que esto distingue a López Rubí de su admirado Luis González de Alba. Cuando González criticó a Monsiváis no le concedió nada (que nunca hizo literatura, que nunca defendió derechos de minoría, que escribía sin sentido), el joven crítico arremetió contra el viejo Monsi, enojó a varios que no refutaron, disparó el texto de González, eso concediendo a Monsiváis que no todo lo hizo mal.
La locura de Antonio Rangel es patente al pasar de acusaciones absurdas de ataque personal a obsesionarse con una supuesta mala escritura. Eso dice, por lo tanto, que el fondo no es lo suyo, de ninguna manera. La crítica está bien escrita. Es distintiva y me atrevo a decir que es muy meritorio y raro que alguien tenga la capacidad de construir argumentos tan exigentemente. Más de hacer esas oraciones, aclarando para otros, y ponerlas en una cadena larga que, si se le analiza, no se rompe. Es una escritura de fondos, de análisis de argumentos y crítica de proposiciones, siempre con ojo al hecho. La forma no podría ser más fácil salvo traicionando. Lo leo y pienso en un Ruskin pero analítico desde las mejores ciencias sociales. Sin embargo, un lector inteligente y voluntarioso, humilde y responsable de nuevo, puede entender un texto que, no obstante cómo es, no es un texto académico.
Quisiera terminar afirmando que en donde Rangel ve errores, no hay. «Está diciendo nada» no está mal, y dicho sea en el camino que no sería un error ortográfico, como ignorantemente dice Rangel. No tuve ningún problema con los paréntesis, útiles y no injustificados. Usar paréntesis no hace por cantidad mala redacción. Es más, y esto es algo que habría que investigar académicamente (lo siento, enemigos de la academia), creo que lo más probable es que los lectores que ven en los paréntesis un elemento ajeno al discurso (no lo son en el texto que estamos comentando, para nada) sean muy malos lectores, con lo que estoy diciendo poco capaces, mal entrenados, etc., y sin duda prejuiciados e ignorantes de sus significados y usos posibles. “El escritor como intelectual público poco o nada responsable argumentativa, ética, crítica y democráticamente”, es una oración que Rangel quiere pasar como mala redacción. No es mala redacción. ¿Dónde está el error? ¿Dónde la violación? No hay. A Rangel le cuesta demasiado en la cabeza leer lo que otro ha hecho usándola. Supongo que más si se trata de una crítica a un escritor que lo complace. El comentario de Rangel que sigue a su «díganme que no es mala redacción» solo nos deja ver una lectura imbécil de su parte.
Y tú Villarreal, no caigas en el populismo con los comentaristas de Replicante, grata revista que en Puebla es conocida por chilianes y no chilianes gracias a un López Rubí que asimismo dignificó y elevó, casi solo, la crítica pública en Puebla. Saludo al analista verdadero, al crítico objetivo, al enemigo del gobernador Marín, al eterno inconforme de la academia de provincia, al transformador de estudiantes. Si en algún momento previo, por alguna de sus críticas a buena parte de los intelectuales universitarios del lugar, me sumé a hacerle el vacío, hoy no tengo duda que el mejor fue él, el que tiene la conciencia tranquila es él y no ellos. Si saldrá de aquí algún intelectual trascendente y renovador, será este joven.
Valentín Corona
»El papel de un escritor es un papel bastante vano; es el de un hombre que se cree en grado de dar lecciones al público. ¿Y el papel del crítico? Es más vano aún; es el de un hombre que se cree en grado de dar lecciones a quien se cree en grado de darlas al público… Por su parte, el público toma partido. Si la obra del escritor es mala, se burla de ella; igual que de las observaciones del crítico si son falsas» Diderot.
Antonio Rangel
A sergio el lector harto, que tuvo que esforzarse tanto para leer este texto, le agradezco la risa que me ha hecho derramar.
Antonio Rangel
Hay casi treinta paréntesis en este texto: no me digan que eso no es mala redacción. Enunciados sueltos, sin sentido, como: “El escritor como “intelectual público poco o nada responsable argumentativa, ética, crítica y democráticamente”, no me digan que no es mala redacción. Otro ejemplo: “El “intelectual público” común; figura que, dicho sea de paso, no solamente existe en las democracias, también en ciertos autoritarismos, como el mexicano del siglo XX del PRI;” ¿El intelectual qué? ¿Dónde está la idea? ¿Dónde se escondió el argumento? Veamos otro error: “—frecuentemente”. Ese guion no debe usarse en español.
Lo que hace el autor de este texto es aventar una palabrería hueca a falta de ideas. Cualquiera que sepa un poquito de corrección de estilo sentirá que ese enredijo de frases parece escrito con las patas. Y si resulta molesto este texto, no es sólo por la mala forma de acomodar palabras, es por lo pretencioso. Es por ese dizque rigor que raya en lo ridículo. Por ejemplo cuando escribe: “está diciendo nada”, un error de ultracorrección, que son, cabe decir, los errores ortográficos más ridículos.
Pero lo importante es que alguien con una pésima redacción critique a uno de los mejores escritores mexicanos por sus opiniones políticas. ¡Por sus opiniones! Lo cual significa que no sólo escribe mal, también lee mal. Porque si leyera bien, comprendería el sentido del humor de Fadanelli y comprendería la profundidad de una opinión intempestiva. Tal vez tuvo buenas intenciones al realizar su crítica, pero la academia le ha hecho mucho, muchísimo daño.
Federico Chilián IV
Cada lunes leo a Guillermo Fadanelli. Me gusta su manera provocativa de escribir, me genera unas imágenes perturbadoras. Soy morboso, lo reconozco, pero también reconozco que muchas veces se excede en sus argumentos.
De pronto, leyendo el blog de José Ramón López Rubí (Cratoscopio), me encuentro con la liga a este artículo. Vengo muy entusiasmado a ver qué me encuentro, pues Replicante desde que la conozco me ha gustado, comienzo a leer y ¡qué barbaridad! Es imposible terminar de leer este texto. Lamentablemente no se logró la crítica porque se confunde y se pierde haciendo notas aclarativas… En fin. Ojalá pronto lo critique de nuevo pero haciendo más accesible la lectura, menos soporífera.
Gracias.
Richagainst
Atrevido y polémico texto. Demasiado bien argumentado, lo cual puede ser también un defecto.
Conozco, como la moyoría de los que aquí comentan la literatura del buen Guillermo. También como la mayoría de los que comentan aquí lo conozco personalmente.
Me parece un tremendo escritor, novelista, cuentista. Su faceta como articulista o ensayista quizá no sea la más iluminada o especializada de todas, pero sin duda posee una cualidad que cualquier docto de la academia envidiaría: humor, desenfado, sagacidad.
Por otra parte, quien lea a Fadanelli cada lunes en su columna del Universal y piense que es un filósofo o una especie de analista político o pensador crítico por citar a Rawls está equivocado. El mismo ha reiterado una y otra vez que la palabra «filósofo» le queda demasiado grande. Tiene razón. (¿Quién podría autodenominarse en estos tiempos de indigencia como tal?)
Se trata más bien de un epicúreo moderno, o mejor aún, un cínico a la antigua, de esos que frente a los excesos del pensamiento lógico-deductivo -los científicos sociales que argumentan depurada y analíticamente como quiere el autor del presente texto- de Sócrates y Platón, reinvindican la insolencia política, la diatriba, el humor, la risa grotesca, y por supuesto, el cuerpo y sus excrecencias como estrategia argumentativa.
Por supuesto, los académicos nunca han sabido como lidiar contra esto.
Rogelio Villarreal
Gracias por los comentarios y por el consejo, Capitán, trataremos de no perfumarnos tanto… Saludos!
Capitan Fantasma
La intención del texto es buena, sin duda. Criticar a Fadanelli, y en ese acto hacerlo con todos aquellos hombres y mujeres de letras que piensan que porque narran o poetizan, saben.
Pero me parece que peca en el estilo. Es engolado hasta el punto de criticar ridiculeces y no profundidades, en la forma, se pierde el fondo del asunto y la flema de «yo poseo la verdad sobre la democracia y el sistema que representa» es, por decir lo menos, insufrible. Lo que los doctos lectores confunden con sapiencia y gran y demoledor estilo.
Se apluade, eso sí, la intención de exhibir con argumentos, a todos aquellos que sueñen con ser Monsi II, incluido usted, maese Villarreal, que con tanto replicar y patalear contra el stablishment, de repente se le olvida que éste, también es un espejo. Si no, vea al buen Fadanelli, que de radical outsider que no se bañaba pasó a perfumar su Moho.
Rodrigo Márquez Tizano
«No tengo duda alguna de que hablo con frecuencia de cosas que los maestros del oficio tratan mejor y con más verdad. Esto es meramente el ensayo de mis facultades naturales, y en absoluto de las adquiridas; y quien sorprenda mi ignorancia, nada hará contra mí, pues difícilmente voy a responder ante los demás de mis opiniones si no respondo de ellas ante mí, ni las miro con satisfacción. Si alguien va a la búsqueda de la ciencia, que la coja allí donde esté. Por mi parte, de nada hago menos profesión. Esto son mis fantasías, y con ellas no intento dar a conocer las cosas sino a mí mismo».
Michel de Montaigne
Ensayos; Libro dos, capítulo X
Saludos.
Manuel Romero
¿Y qué pasó con los tiempos cuando esos problemas de redacción, estilo e incluso los ortográficos eran revisados por los periódicos antes de la publicación?
Porque no hay que ser muy clarividente, para darse cuenta de que son los Diarios y Rotativos, los que por ganar la nota, el rating o lo que sea, publican cualquier cosa de la noche a la mañana.
La verdad yo agradezco en estos tiempos en que cualquier Bloguer o integrante de Big Brother puede pasar por periodista, que el Universal de un espacio a personajes como Fadanelli, para hacer y deshacer, aunque en ocasiones sus publicaciones periodísticas parezcan mas debraye de cantina escrita sobre una servilleta o un mantel.
Rogelio Villarreal
Gracias a ti, Leo, bienvenido!
leo
He llegado a la revista Replicante por el feisbuk. Me gusta bastante.
Bravo. Me sumo a la opinión de Fernando García Ramírez en Facebook sobre este artículo de José Ramón López Rubí C. “Excelente texto”.
Que los y las Antonio Rangel maduren o que hagan bien algo para que puedan aplacar su resentimiento
Lamentable el comentario de Antonio Rangel, que vaya alguien a saber si como dice el comentarista de arriba es Guillermo Fadanelli disfrazado o alguno que quiere quedar bien.
Puede que sea real Antonio Rangel pero un ardido y con autoestima inflada que no ha hecho nada que como ahora no sea enojarse cuando le callan la boca a sus queridas celebridades. Ni siquiera conozco ninguna cosa publicada por un tal Antonio Rangel.
Es fuerte esto que digo pero pasa, eso es lo lamentable. Estoy leyendo las notas de Replicante y casi todos los que las comentan lo hacen nada mas en donde se critica a esos que idolatran en las letras. El muerto reciente, Fadanelli, etc. Los temas y las argumentaciones les valen un comino. Se critica a ciertas personas y se vuelven como perros ciegos babeando espuma. Vuelven a publicar los Villarreal sus notas sobre Carlos Monsivis y les comentan varios con descalificaciones. Ya chole. Es clarisimo que esos que comentan lo que hacen es seguir personas que escriben lo que les gusta y hacerla de sus guarros gratis. Que me insulten, pero les digo que parecen mocosos de primaria enamorados con reality shows de escritores. No piensan solos, se ponen en la cola de un escritor que conocen o saben que es conocido. Si no no pudieran verlos como intocables y perfectos que todo lo que digan es bueno o lo mejor.
Esta columna es realmente buena, no tiene nada de lo que dice el tal Rangel. Creo que el que quiso atacar personalmente fue otro. Ahora que son tan bobos y cobardes que ni les sale porque quienes leemos la columna lo que luego luego vemos es que hay un reconocimiento a Fadanelli y su literatura, que la columna versa sobre lo que Fadanelli hace fuera de la literatura, que se le analiza y nunca hay chisme, insultos, nada realmente grosero. Me queda claro como el agua que el el texto mal escrito es el de Fadanelli y que lo que escribe es pura babosada. No puedo rebatir nada de lo que la columna trae y no vi que Rangel ni Fadanelli lo rebatieran. Yo creo que como nosotros Rangel no puede saber todo lo que se puso en la columna, que trae argumentos, detalles e info hasta el techo y que no son los que se suele ver. A mi me fue un reto leer esta columna, tuve que pensar de verdad, me ha quedado claro por lo que se argumenta y se va desgranando que Fadanelli habla sin saber o sin pensar, tengo nueva perspectiva sobre la sociedad civil, lo que observa sobre Provida es una luz, ahora puedo decir que conozco algo de Polonia, voy a desconfiar saludablemente de algunos escritores que salen en los diarios y no voy a leer todo rapidito, como dijo la dama que hizo su comentario, como si todo fuera lo bonito o divertido o el drama de poemas y cuentos.
Eso de la literatura del Sanborns y que Fadanelli la critica ni viene el caso con la columna, otra patinada de Rangel. Pero me da curiosidad. Yo ya vi un libro de Fadanelli en la tienda, es literatura Sanborns. Nexos siempre se vende en Sanborns y Fadanelli trabaja y sale en Nexos. Literatura Sanborns.
Saludos a todos.
Sergio un lector harto.
Marco Ernesto Paredes
Gracias Marta querida por proporcionarme este trabajo. Es bueno. He apreciado lo que se anota pues me ha obligado a pensar.
De acuerdo con que no es muy sencilla la lectura, porque el hombre no hace versos y aceptemos que no estamos bien informados de los conocimientos fuera de lo que estamos estudiando. Puedo aceptar que se nos complica a los que estamos poco cercanos al pensamiento social riguroso y sus formas.
Quiero decir que leyendo a Bartra en Letras Libres de hace poquito y las columnas de este nuevo autor de Replicante me va entrando la idea de que los escritores y los periodistas se sueltan el pelo con mucha facilidad y nadie dice nada. Es que uno lee algo de literatura y tiene que pensar pero no piensa como se necesita para entender algo de ciencias. Cuando leemos un texto como Las tres plagas no pensamos lo que ha pensado quien ha criticado a Fadanelli. Eso lo acepto sin problemas. Si no lo hubiera criticado ni nos damos cuenta, nos vamos con que sabemos que Fadanelli es un escritor importante. Por eso es mejor este texto.
Creo que los escritores se ponen felices de criticar a todos pero esperan que nunca se les critique. Es el mismo rollo con los que quieren ser escritores y los que queremos estudiar la literarura. Si se les critica sacan lo que Rangel, que es un ataque personal.
Eso es raro, lo que comenta Rangel. Ya lo dijiste Marta, el texto es sobre otro tema que la literatura. Es sobre la grilla, el pueblo mexicano y el estado. No encuentro el ataque personal. Todo es sobre las palabras de Fadanelli y sobre lo que el autor de la columna sabe sobre ciencias sociales y los problemas del pais. Si haste le dice que es buen novelista. Tampoco entiendo. A lo mejor Rangel es Fadanelli undercover. O uno de sus aduladores.
Marta E.
Es estupendo el texto. Lleno con argumentos. Muy bien redactado. Es diferente y complejo para leerlo, si se lo quiere leer rapidito no se puede en algunas partes por la compleja forma de hacer algunas oraciones, pero bien hechas. Creo que eso es porque el texto no es literario, es un texto que analiza con la academia de ciencias sociales, no busca entretener ni inventa mundos como en la literatura. No hay un solo insulto y se agradece. Reconozco que estoy sorprendida por algo que casi nunca se ve con otros autores y es que este autor no deja de aplaudir a Fadanelli como novelista aun cuando lo critica. Lo critica pero no al novelista. No entiendo el comentario de Antonio. El texto ni siquiera es sobre literatura que distribuye Sanborn’s.
Antonio Rangel
Es un texto tan mal escrito que hasta resulta difícil criticarlo. Pero, aún peor que la ortografía y la redacción lamentables, resulta la intención que se transparenta: un ataque personal. Más honesto hubiera sido decir vamos a pegarle a Fadanelli porque criticó la literatura que distribuye Sanborn’s.