¿Por qué apoya López Obrador a Díaz-Canel?

¿Izquierdas o intereses autoritarios?

El apoyo de López Obrador a Díaz–Canel no es una solidaridad entre comunistas ni entre revolucionarios ni entre izquierdas trasnochadas.

Arroz de Guyana, pasta de Turquía y granos de Portugal, algunos de los productos repartidos en La Habana en el «módulo». Fotografía de 14 y medio.

El autoritario Miguel Díaz–Canel condecoró al autoritario Andrés Manuel López Obrador. El primer autoritario, de la modalidad dictatorial castrista, le entregó la Orden José Martí al segundo autoritario, de la modalidad hegemonista priista, quien reciprocó por medio de una cosa llamada Águila Azteca. ¿Por qué? La explicación fácil y simplista es la solidaridad entre comunistas: Canel es comunista, AMLO es comunista, se premian mutuamente.

Es una explicación que no explica, es decir, falsa. Suponiendo que el cubano sigue siendo técnicamente comunista, López Obrador no lo es y no lo ha sido nunca. Condecorar y ser condecorado por el gobernante castrista no confirma comunismo ni convierte a él. La misma Orden Martí que se le dio a AMLO se le dio antes a otro presidente mexicano, José López Portillo. Y esa vez no la puso Canel, la puso Fidel, y —¿hay que decirlo?— López Portillo no era comunista. Tampoco Miguel de la Madrid, quien le dio el “águila” a Castro.

Entonces, ¿por qué se apoyan? Algo tendría que ver lo autoritario, la identificación entre líderes que hablan mucho de patria y gobierno popular sin que éste les guste, pero sobre todo se trata de un intercambio de favores, intercambio que también podría parecer simple pero que no lo es tanto: tiene sus antecedentes y contexto históricos y sus condiciones y envoltorios, de los que forman parte las medallitas. Que los favores no sean tan grandes, significativos o exitosos para ambas partes como lo fueran antes —el priato— no quiere decir que sean muy simples. Y de ese antes hay que hablar, hay que revisarlo y recordarlo para entender.

La misma Orden Martí que se le dio a AMLO se le dio antes a otro presidente mexicano, José López Portillo. Y esa vez no la puso Canel, la puso Fidel, y —¿hay que decirlo?— López Portillo no era comunista. Tampoco Miguel de la Madrid, quien le dio el “águila” a Castro.

Entre los sexenios de Adolfo López Mateos y Carlos Salinas de Gortari se alcanza el clímax de la hegemonía priista y también se abre, frena, acelera y termina la transición que esa hegemonía provocó en contra de sí misma (la llegada en 2000 a un régimen político imperfecto y deficiente pero básicamente distinto del priista, con otro tipo de elecciones, sin partido hegemónico y menos presidencialismo). Simultáneamente, durante esos 36 años que van de 1958 a 1994 existe un juego estratégico a tres bandas —México, Cuba, Estados Unidos— en el que todos se usan e intentan maximizar beneficios o reducir costos. México y Cuba, el régimen autoritario priista y la dictadura cubana, se relacionaron no por identificación total de valores y de proyectos sino en busca de satisfacer intereses de política interior y frente a Estados Unidos. Los presidentes priistas apoyaban a Fidel Castro/“la Revolución cubana” para 1) dar continuidad a la idea de la imperecedera legitimidad revolucionaria del PRI; 2) mantener una apariencia de dignidad constante del PRI frente a Estados Unidos; 3) ampliar o fortalecer su posición negociadora con los gobiernos estadounidenses, y 4) debilitar a la oposición de izquierda.

Cuba recibe apoyo diplomático que es oxígeno en su lucha contra “el imperialismo” y México toma un poco de distancia ante “el imperio” y se hace más respetable en su mesa de negociación, una mesa de la que en general no se puede retirar.

Dado que compartes frontera con Estados Unidos y es imposible que vivas en conflicto frecuente con ese vecino, pero también vives cerca de Cuba y ahí gobierna una izquierda revolucionaria y abiertamente intervencionista, te conviene apoyar a esa izquierda para que no intervenga revolucionariamente en México, y si logran un acuerdo tanto Cuba como México pueden usar su intercambio para lidiar con los gringos: Cuba recibe apoyo diplomático que es oxígeno en su lucha contra “el imperialismo” y México toma un poco de distancia ante “el imperio” y se hace más respetable en su mesa de negociación, una mesa de la que en general no se puede retirar.1 Además, algunos presidentes priistas podían apoyar aún más a su contraparte cubana, siempre Fidel, para parecer individualmente de izquierda, que fue el caso de Luis Echeverría y López Portillo (lea sus memorias Mis tiempos). Aquí está López Obrador.

Que el contexto ha cambiado incluye que Cuba no tiene la misma reputación hoy que en los años sesenta y setenta del siglo pasado y que nuestro presidente de inmediato se dobló ante Trump…

Así es, ahí está AMLO: apoya a “Cuba” dándole de algún modo dinero, al parecer con pretextos “médicos”, y dándole algo de legitimidad política a escala internacional, aunque al mexicano no le sobra legitimidad en el mundo; a cambio, el gobierno cubano le regala una imagen de izquierda —y de líder histórico—, lo que es una vieja obsesión del priista egocéntrico y farsante que es AMLO. Ya que éste no tiene una hegemonía como la que tuvo el PRI y el contexto general ha cambiado, gana más Canel que AMLO. Que el contexto ha cambiado incluye que Cuba no tiene la misma reputación hoy que en los años sesenta y setenta del siglo pasado y que nuestro presidente de inmediato se dobló ante Trump… Para resumir “gráficamente”, Andrés Manuel está pagando por masturbación —por lo que es como los priistas pero más barato y menos eficaz.

El apoyo de López Obrador a Díaz–Canel no es una solidaridad entre comunistas ni entre revolucionarios ni entre izquierdas trasnochadas. No. Es la solidaridad interesada que AMLO creció viendo como uno de los estándares del PRI. La misma solidaridad estratégica que Fidel Castro guardó siempre para un sistema que no era democrático, como el suyo, pero que tampoco era socialista ni de izquierda. Los discursos patrióticos y de amistad popular eran y son un toque diplomático sobre la realidad transaccional, no son La Realidad. Hay que entender la psicología histórica y el pragmatismo hipócrita de López Obrador. ®

Nota

1. Todo eso así, con los matices de las palabras que uso, es decir, sin que se llegara a verdaderos Absolutos en la relación de México con Cuba y Estados Unidos; lea más sobre la relación entre PRI y Cuba aquí.

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Publicado en: Política y sociedad

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