La izquierda partidaria que se unió a AMLO no sólo se unió: se sometió y se suicidó como izquierda. Y se suicidó no sólo por pragmatismo sino por no entender: no entendieron el fondo priista de López Obrador y su propio pragmatismo, combinación que lo ha convertido en un presidente autoritario priista y neoliberal, políticamente reaccionario y económicamente conservador. Amén de militarista.
Cada vez son menos quienes dicen que AMLO y su gobierno son de izquierda, pero decirlo todavía es una inercia. Quienes lo repiten —y lo hacen a favor o en contra de la izquierda— se valen de muchos dichos y pocos hechos, como el aumento al salario mínimo. Hace unos días, en la ciudad de Puebla, fui invitado a hablar en la reunión bimestral de un grupo de “discusión” sobre la política económica actual. En ese grupo hay más obradoristas que independientes y, tengo la impresión fundada en su historia, esa mayoría pretendía vengarse por mis críticas a su ídolo, el reysidente de México. Me parece que creyeron haber encontrado que con los temas de otro salario mínimo (real) y “la reducción de la pobreza” (supuesta) podían refutar eso que les molesta tanto que diga y que algunos de ellos me han oído decir desde antes de la década pasada: que AMLO es una falsa izquierda. No pudieron.
Tomé los temas y, claro, me propuse no sólo refutarlos sino hacerlos enfurecer —sospechando su intención y sabiendo de su confusión, por eso acepté ir—: les dije que el aumento al salario mínimo de estos años no significa lo que ellos dicen y deciden creer, que en realidad no conocen la historia de la izquierda sino que repiten consignas, que su izquierda es superficial y que su defensa de este presidente y su gobierno, una defensa tanto superficial como partidista, invita a la mediocridad y el conformismo. Sucede que ellos, como tantos otros “intelectuales”, pasaron de hablar casi utópicamente, y caer en excesos de voluntarismo y retórica, a defender rabiosamente que lo hecho por López Obrador en la presidencia es lo único que se podía hacer y que el resultado es extraordinario. Se equivocaron antes, cuando creían que todo era fácil y no se hacía nada sólo porque no se quería —bastaba que llegara López Obrador al poder para que se hiciera lo que se tenía que hacer— y se equivocan hoy, cuando creen que lo posible no es mucho y que todo lo posible se ha hecho por AMLO, por lo que al final sería mucho más… Lo que dicen sobre salario mínimo resume la tragedia de su posición. Yo resumo aquí la crítica que les hice, cuyo resultado fue el esperado —el enojo negacionista sin argumentos.1
Como dije, y es evidente, se han creído que su líder, con el salario mínimo y “programas sociales”, ha reducido admirablemente la pobreza. Despacho de entrada ese “argumento” como lo despaché en el encuentro: esa reducción es supuesta y además mínima y dentro de la pobreza, esto es, con algunos datos oficiales —u oficialistas— se supone que hubo una pequeña caída en la pobreza extrema por ingresos. Es algo muy diferente a reducir relevantemente la pobreza, la pobreza toda o como tal, el conjunto sin los adjetivos de todo lo que incluye. Paso, pues, a refutar su creencia sobre el salario mínimo y la izquierda.
Veamos gráficamente su confusión y luego el error de su interpretación:
Venezuela, Argentina, Brasil, Colombia y Bolivia tienen o han tenido recientemente gobiernos de distintos tipos de izquierda y los cinco tienen salarios mínimos menores a los de El Salvador y México. Salarios en valores nominales al cierre de 2023. ¿Son más de izquierda los presidentes Bukele y AMLO? No. No son de izquierda, ése es el punto…
Costa Rica y Uruguay, por poner dos ejemplos y ambos con alternancia izquierda–derecha, tienen o siguen teniendo salarios mínimos mucho más altos que los de México. En Brasil, Costa Rica y Uruguay tienen mejor calidad de vida los trabajadores así asalariados. ¿Dónde está lo extraordinariamente único e internacionalmente admirable del caso pejista?
Bajo las presidencias (autoritarias) de López Obrador y Bukele han subido los salarios mínimos. ¿Quién en su sano juicio puede creer que Bukele es de izquierda? Lula y Petro sí lo son y han hecho aumentos pero menores a los de México y El Salvador y, sobre todo, hicieron algo mayor en Brasil y Colombia: empezaron reformas fiscales en la dirección correcta, que es lo que no hace, ni hizo ni intenta, el jefe de los obradoristas. Petro y Lula fueron hacia la reforma fiscal porque son de izquierda y podían hacerlo; AMLO podía hacerlo, de hecho con más probabilidad que ellos, y no lo hizo, ni siquiera habló como ellos sino como Milei —“ni crear ni subir impuestos”—, porque el licenciado es un parroquial atrasado y un farsante. De todos modos, Costa Rica y Uruguay, por poner dos ejemplos y ambos con alternancia izquierda–derecha, tienen o siguen teniendo salarios mínimos mucho más altos que los de México. En Brasil, Costa Rica y Uruguay tienen mejor calidad de vida los trabajadores así asalariados. ¿Dónde está lo extraordinariamente único e internacionalmente admirable del caso pejista? Repito: lo que hizo AMLO también lo hizo el derechista autoritario Bukele y no pone a México por encima de los mejores casos, pues la mejora lograda no es estructuralmente igualitaria ni radical —finalmente es paliativa.
Así, el aumento al salario mínimo no es El Indicador de Izquierdidad que los obradoristas creen. Este aumento puede ser contextualmente urgente pero nunca es suficiente, contemporáneamente no significa por sí mismo el cambio de la estructura económica, nunca corrige los problemas estructurales de la desigualdad, nunca es El Fin o La Meta de la izquierda —sino uno de muchos medios posibles y no el principal—, no será la solución ni a la desigualdad ni a la pobreza como conjunto, siempre termina siendo… mínimo. El aumento al salario mínimo por sí mismo no hace de izquierda a nadie. AMLO no es de izquierda por haber subido —con acuerdo de los empresarios cupulares— el salario mínimo. Ni me opuse a esos aumentos ni estoy improvisando: cuando no se habían hecho los defendí, sigo sin oponerme a ellos, pero también desde hace años dije que eso terminaría siendo poco y que no era ni es de lo que se trata un gobierno de izquierda tan realista como actualizada. No me moví al ultraizquierdismo “contreras”, los obradoristas se movieron hacia lo que dijera el dedito de su señor… Siempre propuse aumento al salario mínimo, porque no se había hecho ni siquiera eso, pero propuse mucho más, que fuera posible, como lo fue la reforma fiscal en 2018–2019.
¿Qué más hizo AMLO para acompañar lo del salario y entonces ser de izquierda? ¿La pensión de adultos mayores? Ya existía. ¿Calderón y Peña Nieto eran gobernantes de izquierda? La pensión no contributiva para ancianos existe en Inglaterra desde 1908–1909 y existía en México en este siglo antes de que AMLO fuera presidente.
Subir el salario mínimo es algo que pueden hacer gobiernos de derecha, no sólo de izquierda, y éstos pueden no hacerlo para buscar algo mayor y mejor, y si lo hacen —subir el mínimo— no es lo único que hacen. Se lo he explicado a Hernán Gómez Bruera en otra parte pero Hernán es otro farsante al que no le conviene entender. ¿Qué más hizo AMLO para acompañar lo del salario y entonces ser de izquierda? ¿La pensión de adultos mayores? Ya existía. ¿Calderón y Peña Nieto eran gobernantes de izquierda? La pensión no contributiva para ancianos existe en Inglaterra desde 1908–1909 y existía en México en este siglo antes de que AMLO fuera presidente; lo que ha hecho él con ella es jugar con el monto y usarla electoreramente. ¿Qué más? ¿Qué más ha hecho que haga una diferencia igualitaria en el país y lo haga a él un gobernante de izquierda? Nunca responden con hechos esta pregunta.
He dicho varias veces que una parte de la actual oposición falló miserablemente al interpretar a López Obrador más allá de lo políticamente obvio. Entendieron que era/es autoritario pero quisieron ver en AMLO a un autoritario por culpa de la izquierda y que esa izquierda era chavista, por lo que no entendieron el proyecto económico. Siguen sin entenderlo. Ese proyecto no tenía ni tiene nada de igualitario fuera del discurso, hecho por el cual no puede ser de izquierda. Ni siquiera es cierto que quiera igualar hacia abajo: su intención es amarrar electoralmente, sea cual sea el efecto socioeconómico mediato e inmediato de la cuerda. Lo que le importa es lograr ese amarre, lo demás no le importa, sea lo que sea. Ese mismo interés —el poder por el poder— explica un dato más que ya no puede escaparse a nadie con dos ojos sanos y un poco de memoria: la mayor parte de la oligarquía está aliada a López Obrador desde 2019. Lo está porque él lo quiso. Incluso la cancelación del aeropuerto de Texcoco no fue un gran “palo” para los más grandes empresarios —sí para el empresario mediano, por la señal de poder caprichoso que puede acordar por fuerza sólo con sus pares de poder real, y para el país, por los costos en dinero tirado a la basura—; fue el “palo” presidencialista para acompañar y reforzar las muchas “zanahorias” que se les darían, como no llevar a cabo la reforma fiscal que igualitariamente se necesita, reforma que podía hacerse con el poder de envión o el poder de inicio del gobierno que se consumió en la cancelación del aeropuerto; con esos empresarios, indemnizados o recontratados en otros “megaproyectos”, y por ser las cabezas del empresariado, AMLO acordó hacer el mínimo conveniente: subir el salario mínimo.
Los pejistas “de izquierda” defienden la estabilidad macroeconómica, la austeridad pública en educación y salud, el “superpeso”, el T–MEC, el no subir impuestos a nadie, la llegada y anuncio de IED (Inversión Extranjera Directa), y no critican ni la amistad con Blackrock y Larry Fink ni el uso del outsourcing en la administración federal
El error de esa parte de la oposición que se enfrentó a López Obrador creyendo que enfrentaba la venezolización mientras casi todos sus empresarios más admirados negociaban con el presidente, en el fondo, es el mismo error de los obradoristas. La izquierda partidaria que se unió a AMLO no sólo se unió: se sometió y se suicidó como izquierda. Y se suicidó no sólo por pragmatismo sino por no entender: no entendieron el fondo priista de López Obrador y su propio pragmatismo, combinación que lo ha convertido en un presidente autoritario priista y neoliberal, políticamente reaccionario y económicamente conservador. Amén de militarista.
Hoy los pejistas “de izquierda” defienden la estabilidad macroeconómica, la austeridad pública en educación y salud, el “superpeso”, el T–MEC, el no subir impuestos a nadie, la llegada y anuncio de IED (Inversión Extranjera Directa), y no critican ni la amistad con Blackrock y Larry Fink ni el uso del outsourcing en la administración federal, aun cuando el outsourcing es antiderechos laborales y el obradorismo ve “antiderechos” en todos los críticos y opositores. Tales son la mayoría de las causas por las que el gobierno de López Obrador no es antineoliberal ni postneoliberal; no es en sí neoliberal pero tampoco anti ni post… Por tanto, el caricaturista Helguera demostró su desesperación violenta y confundida y su pobre capacidad de observación cuando gritó:
Porque, por ejemplo, hoy nos dicen: “No, ustedes son oficialistas”. A ver, sí, pendejo, de un gobierno que es postneoliberal. ¿Pues qué esperaban? ¿Qué coño esperaban? A eso nos hemos dedicado toda la vida profesional. Yo todos mis monos (sic) son contra el neoliberalismo. Pues esto es lo que me esperaba.
Pero lo que ocurrió no es lo que Helguera esperaba. Ocurrió un gobierno que no está fuera ni por encima del neoliberalismo. Un gobierno autoritario y militarista, además, lo repito. El monero no lo vio, no entendió, o se calló, y se dedicó a defender al falso prócer.2
La decena de datos referidos —arriba, antes de la cita de Helguera— no son las únicas causas por las que el presidente AMLO no ha salido del neoliberalismo y sí son sólo algunas de las causas por las que no es de izquierda. Ese 80%, más o menos, de la economía obradorista es algo que defenderían con gusto Sergio Sarmiento o Pablo Hiriart si no lo hiciera AMLO, y que los obradoristas atacarían hasta el exceso si lo hiciera alguien que no fuera su líder.3 Toda esa maraña de contradicciones es regada con las babas del discurso de “el pueblo” y servida al mismo y a los medios con la guarnición de la pensión y el salario mínimo. Ya vimos, con argumentos lógico–empíricos, por qué esas dos últimas cosas no constituyen una izquierda de AMLO en el poder. Así que la narrativa del nuevo salario mínimo como máximo de izquierda es un indicador más de la farsa confusa que es el obradorismo, porque, de entrada, su dueño lo es. ®
Notas
1. No es nuevo que obradoristas poblanos que supuestamente cumplen funciones intelectuales intenten transformar actividades académicas en tontas emboscadas o en oportunidades de promoción partidista que les revientan en la cara. Dos ejemplos de varios más a lo largo de los años: poco antes de que AMLO llegara a la presidencia participé en la UPAEP en un foro sobre partidos políticos de izquierda en el que hablaron —mostrando su bajo nivel— políticos de los partidos supuestamente izquierdistas (PRD, PT y MC), excepto Morena, representando informalmente al obradorismo un exfuncionario del gobierno del Distrito Federal con origen en el conservadurismo católico, Mauro González Luna; ante mis críticas al autoritarismo y la hipocresía de López Obrador —todas confirmadas por su sexenio—, un vacío y agotado González Luna reaccionó con la típica y ridícula “indignación moral”, como si no apoyar a AMLO fuera intrínsecamente inmoral; el lidercillo de MC, un grillo que no llegó a nada, pretendía insultarme quinceañeramente dirigiéndose a mí preguntando cada vez mi nombre “porque se me olvida” —¿se puede ser más integralmente pendejo?—, y dos “espontáneos” asistentes, silenciosos en todas las intervenciones, gritaban tonterías cuando yo hablaba, tonterías como que criticar a su dios me hacía falto de conciencia social. Levanté la voz sobre los gritos adolescentes e insistí contra el representante conservador, el grillito perdido de MC y los “reventadores”, que regresaron a sus cuarteles fracasados: sin haber podido callarme ni suspender el foro. Más recientemente, un profesor desconocido de la Universidad Iberoamericana–Puebla, Eduardo Sabugal, consiguió un minuto de fama entre negativa e inútil al intentar descarrilar en esa universidad la presentación del libro La democracia no se toca, de Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, mediante gritos de consignas. Los “intelectuales” y propagandistas locales son particularmente grillos, mezquinos, necios y torpes. Su actuación por mucho más de seis años indica que con la chispa necesaria podrían transformarse fácilmente en fascistas —se transformaron fácilmente en priistas y podrían volver a transformarse por el líder–dios—. Como escribió Curzio Malaparte en El Gran Imbécil, nada reaviva “los antiguos instintos ferinos como la consciencia de la propia abyección y la propia impotencia”. En el fondo de sí mismos saben que son abyectos e intelectualmente impotentes, mas se consuelan repitiendo que la lucha contra “el PRIAN” justifica todo, incluso reclutar políticos “prianistas” y repetir políticas de esos gobiernos. Son casos patéticos que quedan para la historia crítica. Otra historia verídica sobre ellos y con ellos, aquí.
2. Recupero las ciegas palabras de Helguera por medio de esta buena crítica de Jorge Flores-Oliver a los moneros oficialistas.
3. Por lo mismo, ni los pejistas que atacan a Javier Milei ni los antiAMLO que defienden al argentino pueden ver las similitudes.