Siguiendo el sendero amarillo

La metáfora del patrón oro en El Mago de Oz

Oro contra plata. Banqueros contra agricultores. Oligarcas contra pequeños propietarios. Noreste contra suroeste. Una narrativa épica en manos de un escritor que hizo avanzar a una niña con zapatos de plata… sobre baldosas doradas.

Fotograma coloreado de la película El Mago de Oz, de 1939.

Reflexionar sobre unos relucientes zapatos rojos nos lleva directamente a la fascinante narrativa de El Mago de Oz. Esta obra, escrita a finales del siglo XIX por el periodista estadounidense Lyman Frank Baum, nos transporta en un viaje iniciático que trasciende los miedos de la adolescencia y nos encamina hacia una versión mejorada de nosotros mismos. O al menos eso pensábamos. Según los distinguidos economistas Gregory Mankiw y Paul Kruger esta historia está impregnada de una compleja trama de deflación, populismo y cuestiones monetarias.

Volvamos al punto de partida. A finales del siglo XIX Estados Unidos estaba inmerso en un periodo de extraordinaria deflación: los precios descendieron 23% entre 1880 y 1896. Este fenómeno desencadenó una significativa redistribución de la riqueza entre los acreedores, representados por los banqueros del noreste, y los deudores, principalmente los granjeros del sur y el medio oeste. Como nos cuenta Mankiw en su obra Macroeconomía (Macroeconomics, 9a ed. Worth Publishers), estos cambios inesperados en los precios solían desatar importantes convulsiones políticas.

Los acontecimientos de esa época sacudieron los cimientos del patrón oro, un pilar fundamental de la historia económica. El oro, al ser un metal escaso, limitaba la capacidad de respaldar la creación de dinero. La solución propuesta fue la inclusión de la plata como complemento, estableciendo así un patrón bimetálico para aumentar la oferta monetaria y detener la deflación. La contienda entre la defensa del oro exclusivo y la adopción de un sistema bimetálico protagonizó la campaña electoral de 1896 en Estados Unidos.

Dorothy, que personifica los valores tradicionales estadounidenses, hace tres amigos: un espantapájaros —el Granjero—, un hombre de hojalata —el Trabajador Industrial— y un león cuyo rugido es más fuerte que su poder —el populista Jennings Bryan.

Los candidatos se alinearon en bandos opuestos en relación con el metal. William McKinley, republicano apoyado por los banqueros del noreste, abogaba por mantener el antiguo patrón oro. Por otro lado, William Jennings Bryan, demócrata y proveniente de una familia de agricultores del medio oeste, lideraba la causa de la plata para establecer un nuevo estándar bimetálico. Oro contra plata. Banqueros contra agricultores. Oligarcas contra pequeños propietarios. Noreste contra suroeste. Una narrativa épica en manos de un escritor que hizo avanzar a una niña con zapatos de plata… sobre baldosas doradas.

La segunda revelación del día: la verdadera protagonista de la historia no es Dorothy, sino el patrón oro. El autor de Macroeconomía propone una interpretación alegórica en la que los personajes representan diversos grupos socioeconómicos de la sociedad estadounidense de finales del siglo XIX, incluyendo figuras como el candidato demócrata Jennings Bryan. En sus propias palabras: Dorothy, que personifica los valores tradicionales estadounidenses, hace tres amigos: un espantapájaros —el Granjero—, un hombre de hojalata —el Trabajador Industrial— y un león cuyo rugido es más fuerte que su poder —el populista Jennings Bryan.

Juntos emprenden un peligroso viaje por un camino pavimentado con ladrillos amarillos (el patrón oro), con la esperanza de encontrar al Mago que ayudará a Dorothy a regresar a casa. Finalmente, llegan a Oz, donde todos ven el mundo a través de unas gafas verdes (el dinero). El Mago (el candidato republicano William McKinley) resulta ser un fraude. La resolución del problema de Dorothy sólo se produce cuando reconoce el poder mágico de sus zapatillas… de plata.

¿Sorprendido?

Es importante destacar que esta interpretación socioeconómica de El Mago de Oz es una teoría sin confirmación definitiva. Ha estado circulando en el ámbito académico estadounidense desde mediados de la década de los sesenta. El autor del libro, Frank Baum, nunca la mencionó como algo más que un cuento infantil. Y su fallecimiento en 1925 dejó este misterio sin resolver.

Oz es una abreviatura en inglés de onza, una medida común del oro. Sigamos avanzando en la historia. Dorothy es la primera palabra que aparece en la primera página. El autor no pierde tiempo en presentarnos a su protagonista, una niña huérfana de Kansas que es arrastrada por un tornado hasta una tierra de fantasía.

En el título original, El maravilloso Mago de Oz, encontramos la primera referencia al verdadero protagonista: el patrón oro. Ésta es también la referencia más evidente. Oz es una abreviatura en inglés de onza, una medida común del oro. Sigamos avanzando en la historia. Dorothy es la primera palabra que aparece en la primera página. El autor no pierde tiempo en presentarnos a su protagonista, una niña huérfana de Kansas que es arrastrada por un tornado hasta una tierra de fantasía.

El tornado ha sido interpretado como una metáfora de la revolución social que se avecinaba con el movimiento populista. El aterrizaje de la casa de Dorothy en Oz, arrancada por el tornado, causa la muerte instantánea de la malvada Bruja del Este. La bruja simboliza a Wall Street, el poder financiero de los banqueros republicanos, defensores del patrón oro.

Además, Nueva York está ubicada al este de Estados Unidos. ¿Coincidencia? Dejo esa interpretación a tu criterio. La difunta bruja mantenía esclavizados a los adorables munchkins, los pequeños habitantes de esa tierra, a quienes la acción del tornado libera de la opresión de la malvada terrateniente.

Entonces aparece la Bruja Buena del Norte, que, siguiendo con nuestra alegoría, representa al votante del norte del medio oeste, sin suficiente poder para contrarrestar la supremacía del este. La hechicera obsequia a Dorothy los zapatos plateados de la Bruja del Este, como muestra de agradecimiento por haber liberado a la población. Para guiarla de vuelta a casa le aconseja que vaya a la Ciudad Esmeralda para solicitar la ayuda del grande y poderoso Mago de Oz. Y, como todos sabemos, le señala el camino.

Dorothy comienza su viaje por el famoso sendero de ladrillos amarillos, la metáfora más elocuente del patrón oro. Pronto se encuentra con tres nuevos amigos que se unen a ella y a su perro Toto. El Espantapájaros, sin cerebro aparente, representa a los granjeros del medio oeste. Este personaje, aunque carece de inteligencia convencional, exhibe virtudes de rectitud y honestidad.

El Leñador de Hojalata, sin corazón y dependiente del aceite para moverse con libertad, personifica al trabajador industrial, el clásico proletario, afectado por la depresión económica y considerado un aliado por los populistas.

El tercer compañero de Dorothy es el León Cobarde, que funciona como el alter ego del candidato demócrata Jennings Bryan, capaz de rugir, pero sin poder o influencia real. La niña libera al Espantapájaros de su estaca, aceita al Leñador de Hojalata y gana la simpatía del León para convencer a los tres de que la acompañen a buscar la ayuda del Mago de Oz. Les promete que este magnífico benefactor también puede cumplir sus deseos: un cerebro, un corazón, valor.

El grupo populista liderado por Dorothy llega a la Ciudad Esmeralda, la capital de Oz.

En una analogía de Washington, en la brillante Ciudad Esmeralda todos los habitantes ven el mundo a través de cristales verdes, tan verdes como el dólar estadounidense. El alcalde de la ciudad es el famoso y todopoderoso Mago de Oz, quien representa al candidato republicano William McKinley, rival de Jennings Bryan. El Mago resulta ser un fraude, un ilusionista que ha manipulado la percepción de los habitantes de Oz, a pesar de sus buenas intenciones.

El Mago marca el final del viaje de los personajes y los ayuda a encontrar lo que anhelan en su interior. Esos tesoros que buscaban ya los habían adquirido durante el largo camino de ladrillos amarillos. ¿Y Dorothy? ¿Cómo regresará a casa? La respuesta yace en la plata que recubre sus zapatos. La plata, símbolo del patrón bimetálico, es la única solución al problema económico de Estados Unidos.

A pesar de la apasionada defensa de la plata, incluido el famoso Discurso de la Cruz de Oro, Jennings Bryan perdió las elecciones de 1896 en favor del republicano McKinley. El patrón oro se mantuvo y, contra todo pronóstico, la inflación regresó. El descubrimiento de nuevas minas de oro en Australia, Sudáfrica y Alaska, junto con la invención del proceso de cianuración que facilitó la extracción del metal, resultaron en un aumento de la producción aurífera. El nuevo oro pudo respaldar una mayor oferta monetaria, lo que se tradujo en un aumento de los precios: entre 1896 y 1910, estos aumentaron 35%.

Pero esto no concluye hasta que resolvamos el misterio de los zapatos plateados del libro que todos creíamos rojos.

En su adaptación cinematográfica de 1939, dirigida por Victor Fleming y producida por Metro Goldwyn Mayer, el color se convirtió en una obsesión para el equipo de producción. Estaban en la era eufórica del Technicolor, un proceso que llenaba la pantalla con tonos saturados y mágicos. Sin embargo, no todos los colores destacaban por igual. De hecho, el plateado se diluía hasta volverse insignificante en medio de esta saturación cromática. El cambio a los zapatos de rubíes que usa Judy Garland acabó arraigando en el imaginario colectivo. Y así es como el color rojo se infiltró en una historia de oro, plata y verde que nunca volveremos a ver con los mismos ojos. ®

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Publicado en: Política y sociedad

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