Me desmoralizaba el hecho de que me quisieran vender como a un jabón Zote; además de la presión de mantener un alto nivel de creatividad y productividad todo el tiempo, porque, si no publicas, para ellos no eres nadie.
Señoritos calavera y gitanas de arrabal
los nombraste caballeros, Padre
en busca del Santo Grial.
Cuando el ansia se hizo furia en casa
la prendiste con alcohol
por seguir un verso que hace plata
se quemó mi corazón
—Christina Rosenvinge, Romance de la Plata
No atiendo a la escuela
no tengo patrones
no acepto impuestos.
¿Usaron al caos?
Pues, ¡De regreso va el caos!
No muero por credos
ni marcas, ni patrias
defiendo a la vida
respeto a quien se de a respetar.
No creo en abogados
no creo en doctores
no creo en los medios
ni en lo que venden.
¡Se ve ya la fecha de caducidad!
Yo soy el outsider, yo soy el sidestepper.
—Rubén Albarrán y David Byrne, “El outsider”
Anclamos en kilómetro cero en 1988, a una división bautizada como Soledad, al norte de la ciudad de los suicidas. Un baldío azotado por el Sol y emancipado por la basura, en el que los primitivos construyeron una ermita para venerar a la Virgen antigregaria, del destierro, una efigie española que representa a María en soledad, tras sepultar los restos de su hijo. Alquería de menestrales y carretoneros: obreros de la bazofia que veían en la miseria un patrimonio.
Nunca fui de cantera débil. En aquellos solares baldíos sembré sangre y nervio, de los que crecieron fuertes ortigas de espinas afiladas; palabras ordinarias sobre carne pútrida. Fue ahí donde aprendí el oficio de escribir, escupiendo para arriba.
A los confines sólo podían llegar dos tipos de personas: los delincuentes y los gitanos. De los primeros nos vino la casta, de los cíngaros la fiesta.
“Pueblos del mundo, ¡extinguíos!”, berreaba Siniestro Total en “Me gusta como andas”, álbum publicado por aquellas fechas. ¡Juntos de la mano hacia la extinción!, se escuchaba fuerte en el extramuro, estercolero de la ciudad y destino de aguas residuales de toda la mierda metropolitana; ese culo del mundo donde se cimentaron alguna vez el jardín de niños Hans Christian Andersen; la escuela primaria Francisco González Bocanegra y el centro de educación secundaria Ignacio Manuel Altamirano, feos bastimentos de la arquitectura improvisada, seguidos por lo que pudo ser una pintura de Géricault: la fábrica de cal del grupo Calidra, factoría de nubes tóxicas para niños perdidos.
El marginal es el no invitado al banquete común de nuestros propios códigos, de nuestro propio léxico cultural, nuestra propia literatura; el que pernocta —digo bien: pasa–la–noche, fuera de la luz confortadora de nuestro propio hogar, en el extrarradio de nuestro solar materno, de nuestra única patria que es la palabra.
El extranjero, alejado del mainstream, de la tramoya y de todas las editoriales que al día de hoy se empiezan a caer a pedazos porque sus egos son más grandes que sus plumas. El desemejante. El marginal es el no invitado al banquete común de nuestros propios códigos, de nuestro propio léxico cultural, nuestra propia literatura; el que pernocta —digo bien: pasa–la–noche, fuera de la luz confortadora de nuestro propio hogar, en el extrarradio de nuestro solar materno, de nuestra única patria que es la palabra, es decir, del suelo natal y la lengua de nuestras categorías geográficas y mentales, la nación chica de “nuestra razón”: el fuera–de–la–ley, el “loco”, el “delincuente”. El excluido. El otro.
La palabra marginal generalmente significa “fronterizo”, “periférico” o, escuchen ustedes: “no importante”. Pero, en realidad, cada persona es significativa y valiosa; todos somos parte de la misma comunidad global, por lo que no debería existir el calificativo. Absolutamente nadie es marginal. Es otro invento de eso que llaman mainstream, lo que está en la corriente principal, lo que se considera multitudinario en números, likes y views u omnipresente en la cultura popular, que también nos arrebataron.
En este sentido, no hay nada inherentemente malo en lo mainstream, pero a veces puede ser difícil encontrar cosas frescas, propositivas, nuevas y sobre todo, con filo —como me dijo alguna vez Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacvuba: “Yo prefiero el otro lado, el outsider, donde radica la verdad y la belleza de las cosas. El bendito underground es verdad porque es arte, y es arte porque es verdad”. ¡Dios salve al Underground!
Como dijo Kafka: “Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros.
Los escritores con un bajo perfil, cuya editorial no paga miles de pesos para que ingrese a la mesa de novedades de las librerías, ofrece una visión única e innovadora de la realidad que puede ser muy reveladora. Mi invitación es: ¡Escriban! ¡Escriban! ¡Escriban desde donde ustedes estén parados!
Un escritor “marginal” según el “canon” sería aquel cuya obra no se reconoce en los círculos literarios principales o no “alcanza” el reconocimiento que se espera. Sin embargo, esto es muy ambiguo, porque no significa que no tenga valor. Los escritores con un bajo perfil, cuya editorial no paga miles de pesos para que ingrese a la mesa de novedades de las librerías, ofrece una visión única e innovadora de la realidad que puede ser muy reveladora. Mi invitación es: ¡Escriban! ¡Escriban! ¡Escriban desde donde ustedes estén parados!, porque el mundo es un misterio insondable.
He trabajado, redactado, literalizado, colaborado, corregido, estilizado y editado para varias revistas y periódicos del país y el mundo. Medios como Vice, Gatopardo, La Tempestad, Playboy, Vogue, Cosmopolitan, Harpers o Noisey, y he escrito columnas para los diarios Chicago Tribune, Los Angeles Times, New York Daily News, Orlando Sentinel, El Clarín de Argentina, El Espectador de Colombia y El País de España, mis textos han sido traducidos al inglés, francés, holandés y gilipollés. Estuve en la cima de la agenda cultural del país; aparentemente lo tenía todo, pero no estaba satisfecho, cada publicación en Vanidades me desalentaba más. Me desmoralizaba el hecho de que me quisieran vender como a un jabón Zote; además de la presión de mantener un alto nivel de creatividad y productividad todo el tiempo, porque, si no publicas, para ellos no eres nadie.
El autor, por lo general, es una persona solitaria. La sensación de aislamiento y encierro que se experimenta cuando se trabaja en reclusión del mundo durante largos periodos puede mermar la salud mental de cualquiera. Es algo que nadie te va a decir. Así que prefiero hacerlo yo.
Preferí entregar mi trabajo y el dolor de esa soledad adquirida, la meta–Soledad en la que vivo, a las publicaciones de autogestión, independientes, radicales, de bajo presupuesto y de filosofía Do It Yourself; comencé a publicar en fanzines, es decir, transformé mi trabajo, lo puse de cabeza, así como la carta número doce del Tarot, “El Colgado”, ese arcano o arquetipo que significa entrega, renuncia y suspensión. Representa la necesidad de hacer sacrificios, ver las cosas desde una perspectiva diferente y aceptar la espera. Carta relacionada con el dolor y la pérdida del ego que el alma necesita para completar su búsqueda espiritual. Nada más cercano a la realidad de un autor que voltea para verse a sí mismo. No es tan difícil desasirse un pie cuando te das cuenta de que sólo cuelgas por una extremidad.
Mi vida ha cambiado desde ese entonces, supe por fin dónde estaba el lector, mi lector; no lo estaba buscando yo a él, fueron ellos quienes vinieron a mí, bailando slam en fila india desde un desarrapado concierto de punk.
Los fanzines son importantes en la contracultura, porque sirven como plataformas para artistas emergentes y subculturas minoritarias, a los que otros medios no dan cabida. Esto permite a las voces marginales expresarse y compartir su punto de vista, sin restricciones editoriales o marginales.
Mi recomendación, por ahora, es tener confianza en tus propias opiniones y experiencias. No debes sentirte presionado por las expectativas de la carne del mercado y las editoriales; que su voz sea auténtica como el agua, y que su obra refleje sus valores y creencias personales.
Escojan la senda menos transitada, la más difícil y arriesgada. Vivan sin miedo, sigan sus sueños y construyan su propia realidad a través de la palabra. La verdad reside en la marginación y sólo allí podrás encontrar la libertad absoluta para expresarte.
La luz que brilla en la oscuridad, ¿dónde se esconde? En el corazón del marginado. Su palabra es el arma más poderosa contra el silencio y la oscuridad. Sus voces brotan del fondo de nuestra alma, desafiando el destino y la adversidad. ®