¿Qué se sentirá ser judío?

A un año de la masacre en el sur de Israel

¿Cómo me sentiría si se dijera todo eso sobre mí? ¿Será sencillo vivir bajo la acusación de ser una fuente de todos los males de la humanidad? ¿Será sencillo vivir bajo la amenaza de violencia porque se es judío? Debe ser muy complicado conciliar siquiera una buena siesta cuando se piensa y se sabe que para demasiados se es un enemigo.

Escena en el Arco de Tito que representa el saqueo de Jerusalén durante la Guerra Judía, del 66 al 73 d.C.

Desde pequeño me ha gustado imaginar que soy alguien más. Más allá de la época de juegos infantiles de ser un súper héroe, soldado, policía, vaquero y demás, llegó el momento en que imaginaba estar, por usar esa frase trillada, en los zapatos de alguien más, en el tratar de ver el mundo como esa persona lo veía. Sería hasta tiempo después que me enteraría de eso llamado empatía y de la Teoría de los sentimientos morales, de Adam Smith.

Contrario a lo que se pueda pensar, es un ejercicio sumamente complicado. Por una parte, requiere mucha información en cuanto a lo que afecta a la persona que tenemos en mente. Tal vez alguien pueda pensar como grupo. A mí no se me da eso. Puedo pensar como alguien con ciertas características, lo que me lleva a informarme sobre lo que se dice sobre esa persona; es decir, me entero de lo que dirían de mí si fuera él o ella. Por otra parte, hay que ir más allá de esa información objetiva. Hay que hacer el esfuerzo por buscar cómo se sienten diferentes individuos dentro de los parámetros relevantes, es decir, hay que tratar de entender qué es lo que les afecta más desde un punto de vista emocional. No todo es, ni puede ser, acerca de lo objetivo o lo racional —sin que por ello diga que sea necesario caer en lo irracional, meramente tomar en cuenta que existe esa categoría residual siendo que las emociones no tienen por qué ser irracionales.

Claro, hablar directamente con los individuos que nos interesa entender no deja de ser de gran relevancia, cuando ello es posible. Difícilmente podremos tratar de entender a alguien del pasado hablando con él, por recurrir a un ejemplo algo innecesario. En la época en que no se piensa con claridad y cuidado es necesario aclarar hasta lo que hace no muchas décadas hubiera causado asombro o incluso molestia.

A veces he imaginado ser judío. Sé que una parte de mi familia lo es, pero ante tantos desacuerdos y desencuentros no sé ahora ni quiénes sean. Tampoco me he reforzado por saberlo. Como sea ¿qué se sentirá ser judío en nuestro mundo?

Es algo curioso que mucho de aquello que nos hace cristianos no es otra cosa que una transformación del judaísmo. Y, sin embargo, renegamos de los orígenes. Por ello es que es casi imposible de entender cómo podamos renegar con tanta facilidad de la familia.

Empecemos por algunos elementos. Son el único pueblo en la historia que ha recibido un tratamiento industrial para buscar su exterminio. Basado en una serie de fantasías perversas, en las que la obra de Marx tiene cierta relevancia, se ha considerado que el amor por el dinero y su habilidad para moverse tras bambalinas para mover hilos han sido uno de los peligros para la humanidad. Si ellos controlan las finanzas mundiales, si ellos son la sangre del capitalismo, ¿no acaso es condición necesaria lograr que dejen de ser judíos —dice Marx— o, si no lo quieren dejar de ser, acabar con el origen del problema por los medios que sean necesarios? Si tan sólo el amor por el dinero y el poder dejara de existir viviríamos en el paraíso, creen los ilusos, porque, claro, los demás, independientemente de la religión, no son amantes del dinero o del poder. Cierto. Es más sencillo considerar que la naturaleza humana es el problema y que en ello, en esos defectos, no somos diferentes. La ironía es que los ciegos no ven que en las virtudes tampoco somos diferentes. San Pablo, por si es necesario decirlo, era judío y es uno de los fundadores más importantes del cristianismo. Un judío, por si se necesita la aclaración.

Ésta es la historia reciente. Está la historia un poco más antigua de haber asesinado a Cristo, siendo que, si era un plan divino, entonces no tenían mucha opción, pues ante los designios de Dios no hay mucha capacidad para elegir ¿no? Pero la mentira sigue viva entre muchos. ¿Y por qué no lo sería? ¿No acaso en la Biblia se alega que los hebreos, así llamados entonces, conspiraron contra el faraón y no acaso se habla de lo intransigentes que eran con su religión? ¿No acaso los romanos se quejaban de lo mismo? ¿Y no acaso Cristo mismo dijo que Pedro sería la base de su Iglesia, en parte por inamovible y en parte por intransigente?

Es algo curioso, pues, que mucho de aquello que nos hace cristianos no es otra cosa que una transformación del judaísmo. Y, sin embargo, renegamos de los orígenes. Por ello es que es casi imposible de entender cómo podamos renegar con tanta facilidad de la familia. Es imposible en este espacio desarrollar un argumento adecuado a la altura del tema, pero debería quedar claro que por un lado objetivo hay demasiado que es mentira sobre los temores sobre los judíos —si aman tanto el dinero ¿por qué la gigantesca mayoría son personas comunes y corrientes y por qué tantos han contribuido a las artes, algo que dista de ser una puerta a la riqueza?

Pero ¿cómo me sentiría si se dijera todo eso sobre mí? ¿Será sencillo vivir bajo la acusación de ser una fuente de todos los males de la humanidad? ¿Será sencillo vivir bajo la amenaza de violencia porque se es judío? Debe ser muy complicado conciliar siquiera una buena siesta cuando se piensa y se sabe que para demasiados se es un enemigo, y todo porque en su religión había cierta dureza para poder mantener la cohesión de humanos, como todos los demás, tentados por la separación. Y sí, debe ser terrible lo de ser un pueblo elegido. Será por ello que llevan muchos siglos unidos incluso en la separación y la creación de una democracia exitosa. Y sí, debe ser terrible que ingleses y estadounidenses se vieran a sí mismos como nuevos pueblos elegidos con la responsabilidad de ser un ejemplo a la humanidad. Por ello se justifica el odio y envidia a ese éxito ocultando la falta de visión e inteligencia de los «perdedores». La peor parte, empero, la siguen llevando los judíos y ahora los israelíes también.

Es un acto de injusticia dar el beneficio de la duda a quienes buscan la destrucción de Israel y todo porque odian a esa democracia basados en argumentos de dudoso origen o dudosa validez.

Hoy hace un año ocurrió un ataque brutal. Un año después ¿quiénes parecen ser los responsables de la violencia? No los grupos terroristas o quienes los apoyan sino Israel, es decir, una abstracción que a veces se identifica completamente con las políticas que sigue Netanyahu. Así que el atacado pasa a ser el culpable de todo. Se les culpa, otra vez, de todo lo peor que podemos ofrecer como especie, desde violencia hasta destrucción y, además, con intenciones genocidas. Ahora se nos dice que son culpables del asesinato de menores de edad. Hasta se alega que todo es un plan premeditado para exterminar a una serie de tribus que lo harían con gusto entre ellos si no existiera Israel y que buscan ese exterminio de Israel. Porque si grupos terroristas buscan acabar con Israel no es un acto criminal. Nos dicen los ilusos que es «justicia».

Así que ¿qué se sentirá ser judío? No dudo que mucho orgullo y agradecimiento por seguir existiendo a pesar de todo, como no dudo que un temor permanente y extrañeza ante ese deseo que pague por todo aquello en que la humanidad participa. Tampoco dudo de que haya una gran confusión ante quienes se dicen enemigos jurados del nazismo y que, sin mayor empacho, apoyan a grupos como Hamas o Hezbollah por ser tan cercanos a los objetivos de los nazis. ¿Es la forma en que los cristianos creemos que nos podemos liberar del pecado original? Sería irónico.

Al final del día tal vez pueda entender mejor aquello que vive un judío en épocas como ésta, pero al no serlo sólo puedo aproximarme a lo que se sienta ser judío. Por ello no se puede decir que no pueda tratar de sentir o tratar de ver el mundo desde otras perspectivas. Lo trato y no puedo dejar de concluir que, por terribles que sean algunas acciones militares de Israel, no son por el gusto de llevarlas a cabo. Es difícil dar la otra mejilla cuando el objetivo de otros es tu destrucción. Es un acto de injusticia dar el beneficio de la duda a quienes buscan la destrucción de Israel y todo porque odian a esa democracia basados en argumentos de dudoso origen o dudosa validez. Israel seguirá existiendo porque quienes han sobrevivido por siglos lo seguirán haciendo, y no se darán el lujo de perder aquello que por fin lograron a pesar del odio y desprecio de tantos. Sería mejor aprender de ellos. ®

Compartir:

Publicado en: Apuntes y crónicas

Apóyanos:

Aquí puedes Replicar

¿Quieres contribuir a la discusión o a la reflexión? Publicaremos tu comentario si éste no es ofensivo o irrelevante. Replicante cree en la libertad y está contra la censura, pero no tiene la obligación de publicar expresiones de los lectores que resulten contrarias a la inteligencia y la sensibilidad. Si estás de acuerdo con esto, adelante.