Trenza francesa

Análisis de un sueño

Freud descubrió que los sueños tienen sentido, y descubrir el significado de un sueño es un evento parecido al que experimentó Arquímedes cuando gritó ¡eureka! al sumergirse en la bañera. Les cuento un sueño mío…

Desde que empecé a estudiar psicoanálisis el análisis de sueños me fascinó.
Freud descubrió que los sueños tienen sentido.
Están muy lejos de ser pura actividad residual del cerebro.

El método para analizar un sueño es a la vez sencillo y complejo. Se debe registrar su contenido, tal como la persona lo recuerda al despertar, a lo que se  llama contenido manifiesto, y después pedir asociaciones de cada uno de sus elementos.

Esto último es el contenido inconsciente.

El inconsciente tiene un modo de funcionar diferente al de la conciencia de vigilia. Los humanos no sabemos entender el lenguaje que usa el inconsciente para expresarse, así como tampoco tenemos conocimiento y control voluntario de cómo funcionan nuestros órganos.

Habitamos una tierra desconocida, cuyo lenguaje ignoramos.

Por eso cualquier avance en el desciframiento de nuestros enigmas es muy apreciado.

El análisis de sueños contiene dos momentos después de escuchar el relato del sueño: primero, recabar la información que se le ocurra a la persona, con lo cual tendremos cualquier cantidad de datos en expansión, y el segundo es la síntesis que se deriva de encontrar los factores comunes en las asociaciones, de deshacer los desplazamientos y las condensaciones, y de usar la comprensión de los símbolos que descubriremos al cuestionar los detalles de las fantasías del soñante.

Descubrir el significado de un sueño es un evento parecido al que experimentó Arquímedes cuando gritó ¡eureka! al sumergirse en la bañera.

Para muestra, un botón. Les comparto este sueño…

Soñé que sentía el cuero cabelludo exageradamente apretado, como si me hubiera peinado con unas trenzas muy tirantes. Me miré al espejo y vi dos hileras de ampollas intensamente rojas, con puntos blancos, que me parecieron absolutamente repulsivas.

Con enorme asco, me exprimí una de ellas y, como catarata, a borbotones salió una sustancia blanca. Entonces, en medio de un flashazo de  conciencia, recordé que sabía que nunca se me debería ocurrir hacer eso, porque el resultado sería fatal.

Vi en el espejo cómo mi cabeza se deformó desinflándose cual si le hubieran quitado el nudo a un globo y solamente sentí la terrible preocupación de ser encontrada muerta por mis seres queridos, en medio de un charco blanco de pus y sesos.

Asociaciones

Seguramente tengo pensamientos que no son muy presentables, por decirlo de algún modo, o recuerdos de los que no quiero saber nada, y la sesión de constelaciones familiares que tomé ese mismo día por la mañana activó algo en mi inconsciente que surgió de esa manera repugnante durante el sueño de la noche siguiente.

Estaba asustada y con el corazón roto, sintiendo lo que en el fondo siempre siento, que no me doy a querer con la gente, que para mí no hay amor y la primera reacción de los demás, cuando me conocen, es rechazo.

Lo que recuerdo de la sesión terapéutica de ese día es que me sentía muy vulnerable antes de ir, hacía mucho tiempo que no tomaba terapia de ningún tipo y el recuerdo de mi psicoanálisis siempre contiene enorme dolor. Tendría que entrar en detalles acerca de esa larga historia de más de diez años para explicarlo, pero independientemente de los incontables detalles penosos, el resultado final fue bueno, porque escogí lo que me hacía bien y deseché lo que no.

De cualquier manera, remover los recuerdos de ese tiempo me sobrecogía.

Para calmar mis temores contaba con que Patricia iba a formar parte del grupo terapéutico, y como ella es de las bancas de adentro de este grupo de constelaciones familiares, la imaginaba protegiéndome. Para mi decepción, la tarde anterior me dijo que no iba a poder asistir, con lo cual estaba yo sola a merced de mi propia suerte. Estaba asustada y con el corazón roto, sintiendo lo que en el fondo siempre siento, que no me doy a querer con la gente, que para mí no hay amor y la primera reacción de los demás, cuando me conocen, es rechazo.

Para mi sorpresa, todo transcurrió muy bien, las personas que amablemente se prestaron para desempeñar los papeles de mi hija y mío fueron gente muy grata que participaron amorosamente y realmente sentí una enorme gratitud hacia ellas. La coordinadora fue atinada y pertinente en sus comentarios, y aunque conservé la calma la mayor parte del tiempo, hubo un momento en el que empecé a llorar con tales sollozos que creí que se me vendría un diluvio de lágrimas, porque una vez que permito que se abra la llave del llanto, no parece tener fin.

Preocupada porque cuando lloro la cara se me deforma y desde que era niña me decían que me veía muy fea llorando, me la cubrí  con un pañuelo desechable y me entregué a la tristeza y a la culpa que sentía en ese momento.

La coordinadora tuvo a bien interrumpir mi desbordamiento emocional y con suavidad me trajo de nuevo a la realidad.

Podría decir que mis fantasmas de rechazo no aparecieron en lo más mínimo y sentí un gran agradecimiento por la madre que me representaba y que lloraba sin cesar, así como por la hija que fue tan valiente para alejarse y acercarse en los momentos clave de la dinámica familiar, que en la vida real a mi hija y a mí nos tocó vivir.

El resultado fue muy liberador, pude ver a mi hija tomar la vida en sus manos con mucha seguridad, perdonando mis errores y los de su papá y sintiendo amor y gratitud por nosotros.

Terminamos la sesión en menos de una hora y salí cansada, pero contenta, con el día por delante para descansar y relajarme, porque tenía una sola paciente por la tarde.

Volviendo al sueño repugnante, recuerdo que de chica mi mamá nos peinaba a mis hermanas y a mí, con una cola de caballo estirada a más no poder y, para que el cabello no se moviera, utilizaba la mitad de un limón, el cual frotaba fuertemente contra el cuero cabelludo, de manera que frecuentemente se quedaban pequeños gajos entre el cabello, produciendo una irritante picazón durante el día.

Considero que hay muchas otras razones por las cuales mi cuero cabelludo tomó un papel protagónico en este sueño. Uno de ellos es el recuerdo que de pequeña mi mamá solía bañarnos a mis dos hermanas y a mí juntas bajo el chorro de la regadera.

El ritual del baño consistía en meternos a las tres niñas juntas en la regadera e ir tallando de una por una, primero el cuero cabelludo y después el cuerpo. La forma de tallarnos la cabeza era utilizando las uñas, como si estuviera removiendo toneladas de tierra y grasa. No sé cuánto nos podríamos haber ensuciado, pero supongo que con ocho días de no bañarnos no solamente la cabeza estaría muy grasosa y sucia, sino todo el cuerpo.

El caso es que el llanto no se hacían esperar.

Siempre comenzaba con mi hermana mayor, y esta parte del aseo se convertía en una batalla campal, porque ella no se quería dejar, gritaba, lloraba y pegaba intentando zafarse de las manos firmes de mi mamá, mientras mi hermana menor y yo esperábamos aterrorizadas nuestro turno.

Recuerdo sólo el terror que sentía y también mi reacción, que era totalmente opuesta a la de mi hermana. Me dejaba llevar mansita, con los ojos cerrados, a sentir las feroces uñas tallando mi delicada piel, sin emitir un solo grito, esperando que pronto terminara el martirio. Sabía que no había escapatoria, de manera que mientras menos me resistiera, más pronto terminaría. Así era, mi mamá se enojaba menos y soltaba un poco más, sin olvidar nunca la finalidad principal de su labor que era dejarnos rechinando de limpias.

Hay otra cosa más que se viene a mi mente en estos momentos respecto a mi cabeza, y es que tres veces me caí, que yo  recuerde, aunque hay una caída mucho más temprana, cuando era yo bebé, que después de muchos años me confesó mi mamá. Por lo tanto fueron cuatro las veces que me caí y me rompí la cabeza. La primera que no recuerdo fue cuando tenía menos de seis meses y ocurrió, obviamente, por un descuido de mis padres que me dejaron acostada en una banca.

Esta información me la dio mi mamá a propósito del hallazgo de un tumor en mi hipófisis, cuando ya adulta empecé a tener problemas hormonales. Se descubrió que tenía un microtumor en alguno de los bordes de la glándula, el cual causaba una alteración consistente en la producción de demasiada prolactina y al mismo tiempo inhibición de estrógenos y progesterona.

Dicen que a veces los golpes en la cabeza producen daños en alguna parte del cerebro y no sabemos si fue ése el caso, pero, si así fuera, tuve varias ocasiones de remachar el pobre cerebro, porque las otras tres veces que me caí tuve heridas grandes que me causaron un sangrado muy profuso.

En esa ocasión me acosté en el diván temblando, sin saber por qué. No es que se viera fea, solamente me pareció totalmente extraña y sentí terror.

Respecto a las hileras de ampollas rojas con puntos blancos me hacen pensar en las montañas que protegen nuestro país por ambos lados, el occidental y el oriental. Es como si fueran la Sierra Madre Occidental y la Sierra Madre Oriental. Y, sin embargo, se parecen también a la trenza francesa con que se peinaba mi psicoanalista. Ella solamente se hacía una trenza central, de ésas que van integrando todo el cabello desde la cima de la cabeza hasta el cuello. En alguna ocasión estuvo de moda este tipo de peinados y ella, que era muy novedosa y siempre le gustaba variar sus peinados, llegó a peinarse así en varias ocasiones.

Este recuerdo me lleva a otro, de cuando la vi totalmente cambiada, con el cabello corto peinado en forma de rulos por toda la cabeza. En esa ocasión me acosté en el diván temblando, sin saber por qué. No es que se viera fea, solamente me pareció totalmente extraña y sentí terror. Al averiguar la razón recordé que mi mamá se había ido a operar la nariz a la capital del país y cuando regresó no la reconocí. Llegó con la cara totalmente hinchada, los ojos rojos y la nariz muy diferente. Había estado fuera dos meses y la operación había sido tan salvaje que todavía no recuperaba ni remotamente su tamaño normal. El impacto que tuvimos sus hijos fue tan grande que más de alguno salió corriendo a vomitar.

Las dos hileras de montañas protegen de los huracanes a los estados que se localizan en el centro del país.

Pensar que tengo en la cabeza dos hileras de montañas protegiéndome de los huracanes podría significar que tengo dos madres, una que cuida y protege y otra en la que se convierte cuando se vuelve extraña y violenta. Si necesitara dos hileras de montañas para estar segura, indicaría que existe una amenaza potente a mi integridad.

Sin embargo, en mi sueño veo pústulas purulentas, que deben referirse principalmente a sentirme fea y repugnante. Sentimiento que puedo rastrear desde el rechazo inicial que recibí cuando nací al no gustarle a ninguno de mis padres, que me vieron fea, prieta y flaca.

En este punto entra también lo fea que me decían que me veía al llorar, y durante el día, en la sesión de constelaciones, había venido a mi mente esa misma preocupación.

Todo esto derivó en un sentimiento de desvalorización y enojo que me acompañó desde la infancia, convirtiéndome en una niña llorona y molesta.

Es probable que todas estas imágenes se hayan abarrotado en mi cabeza después de la sesión, para reclamar un lugar en mi conciencia y volver a repasar los contenidos que han amenazado mi integridad y salud personal.

Tal vez el final del sueño en el que el cerebro se desinfla es una indicación de que esos traumas iniciales de mi vida por fin fluyen hacia afuera, y al vaciarse se muere esa imagen dolida y maltratada que no tiene razón de continuar y que, en esta terapia de constelaciones familiares, afortunadamente ya no tuvo vigencia, porque lo que encontré fue empatía y cariño por mí, provista por personas desconocidas que ya no leen en mí la palabra rechazo y me muestran, en cambio, su aceptación.

Así, lo que parece ser un sueño dramático de la propia muerte, resulta ser en el fondo la manera que tiene el inconsciente de expresar que se ha desbaratado una imagen del yo y esta muerte representa la liberación de un dolor antiguo, que ha perdido su carga afectiva y su vigencia. ®

Compartir:

Publicado en: Apuntes y crónicas

Apóyanos:

Aquí puedes Replicar

¿Quieres contribuir a la discusión o a la reflexión? Publicaremos tu comentario si éste no es ofensivo o irrelevante. Replicante cree en la libertad y está contra la censura, pero no tiene la obligación de publicar expresiones de los lectores que resulten contrarias a la inteligencia y la sensibilidad. Si estás de acuerdo con esto, adelante.