La máquina de hacer dinero está sentada junto a mí, Juan me la prestó, pero hemos perdido el instructivo —complejísimo— y estamos tristes.
Jamás pregunté si alguna vez funcionó. Se ve ahí la pobre, tan quieta, tan inútil, que quizá estamos más tristes por ella que por lo otro.
Muy bonita, sí, muy al tanto de nosotros. Viendo a ver qué hacemos con ella, y sin ella al mismo tiempo porque luego dicen que uno es lo que hace: nada.
Ya hace mucho que nos arrancamos los cabellos buscando el mentado instructivo. Nos hicimos viejos, y nos quedamos calvos de paso, de intentos, de todo. Ya el sol nos brilla a los tres en la cabeza; la de ella, de puritito bronce fundido, y la de nosotros, ¡quién sabe de qué! No todo lo que brilla es oro. ®