Se le sentencia a cadena perpetua —dijo el juez con voz de tortura medieval.
De pronto, sin considerarlo.
El celador lo conducía por las escaleras para bajarlo a su destino presidiario.
—¡Atención, perros! —gritaba el guardia—, les llevo a un sodomita de menores —como tratando de azuzar a una jauría.
La iniciación para el proscrito, según el penitenciarista francés Arnaud Chifflet, se divide en tres partes, que llevan nombres de la mitología griega: 1. Tártaro. 2. Mnemosina. 3. Radamanto.
(Primera llamada, repicaban las campanas)
Etapa uno o del Tártaro. En esta fase el reo sufre del choque-neotérico, que constituye su entrada a la sintomatología carcelaria. Es el periodo del encuentro con la cárcel y el de la incertidumbre. Sus manos sudan (asemejan un largo orinar ininterrumpido), su corazón exaltado marca el ritmo de una presa acechada. Quemante lucidez es el darse cuenta de su condición; la humareda de ideas sobre el encierro le impiden lograr un solo pensamiento coherente; la escaramuza con la razón le provoca insomnio, su mente literalmente libra una guerra con sus pensamientos. Locura o adaptación.
El Tártaro en la mitología griega era el lugar de tormento eterno, comparado sólo al Infierno cristiano y al inframundo de las religiones paganas.
(Segunda llamada, repicaban las campanas)
Etapa dos o Mnemosina. En esta parte el convicto se la pasa recordando su delito. Película delincuencial en círculo, repasa. En cada uno de estos cortometrajes se cuestiona sin cesar: ¿Por qué lo hice? ¿Por qué no me detuve? ¿Qué bestia infernal se apoderó de mis impulsos? Preguntas como éstas atormentan fuertemente al preso.
“En el encierro se da el arrepentimiento, sin embargo, la mente criminal en libertad siempre vuelve a errar”, Chifflet dixit.
Mnemosina en la mitología griega hacía la personificación de la memoria.
(Tercera llamada, repicaban las campanas)
Etapa tres o Radamanto. Esta última instancia representa el culmen de la incoación. Aquí se imparte la justicia carcelaria. Radamanto, juez de los infiernos, dicta su fallo: “Ojo por ojo y diente por diente…”
Diácono: Señor cura despierte, es tercera llamada, tiene que oficiar misa. Otra vez se quedó dormido leyendo La Psychologie du Emprisonné, de Arnaud Chifflet.
Cura (con sobresalto y sudoración): Gracias a Dios, fue nada más un mal sueño.
Se santiguó el sacerdote. ®