Una computadora agonizante, un pizarrón de corcho donde destacaba un recorte del Granma con la cara del Che y una página entera de un periódico semiclandestino en el que se le mentaba la madre diez mil veces al gobernador, conmemorando el Día de la Libertad de Expresión; el aire contaminado con humo de cigarro, cocacolas y boing eran la escenografía de la redacción del diario donde ingresé a trabajar a los diecinueve años.
Pensaba en Graham Green escribiendo con olor a sangre lo que vivía en el sudeste mexicano. Pensaba en Cortázar exigiéndole a las palabras que mostraran vívidamente lo acontecido en aquel mayo parisino que se dejaba arrastrar por la muerte del Sena. Pensaba en Kapuscinski metido hasta las entrañas en la mierda del mundo para enseñarnos que si algo demuestra la historia es que la estupidez humana no tiene límites. Pero todo fue un sueño, pues la realidad ni siquiera alcanzaba para pesadilla.
No fue difícil aprender y aprehender los paradigmas del oficio. Volverse un hijo de puta nunca es tan complicado. El periodismo se trata, sin duda, de una muy grata profesión; de las mejores, siempre y cuando se arriesgue más que la tinta en la hoja en blanco. Pero convertirse en un periodista exitoso en estos tiempos de transición y demolición del México moderno conlleva una serie de esquemas implantados hasta el tuétano de la profesión para sobresalir entre la horda de comunicólogos profesionales que buscan el reconocimiento si no fácil, por lo menos sí estruendoso para alimentar un ego igual de estéril que su propia labor informativa. A continuación expongo diez pasos sencillos para ser el nuevo adalid del periodismo en el país.
1) Usted tiene que hacerse visible. Es indispensable contar con una columna —si es diaria qué mejor— en algún medio nacional, en la que se haga notar radical, es decir, inventar relaciones inexistentes entre acciones y políticos; ofrecer un análisis psicótico y hasta apocalíptico de los hechos relatados y, por último, finalizar con un sello de identificación que puede ser un pequeño párrafo donde diga algo sin decir nada o una frase tan lapidaria como estúpida que le recuerde al lector que sólo usted pudo escribir tal bazofia.
2) A la par de su columna puede incrementar su presencia en los medios si conduce algún noticiero de televisión o, por lo menos, colabora como analista en alguno de estos espacios. Cuando el conductor anuncie su intervención, usted tendrá que aparecer a cuadro con un rostro adusto, nunca sonreír y hablar con voz impostada como si sufriera algún problema en el recto.
3) Aparecer en alguna nómina oficial, de algún partido político o, por lo menos, de alguna empresa trasnacional. Si carece de este aspecto, su carrera está en grave peligro.
4) “Pegar y sobar”, decía uno de los primeros reporteros que conocí. Es decir, criticar las acciones gubernamentales sin afectar e incluso alabando al funcionario que lo ingresó a la nómina oficial. Se necesitaría ser pendejo para pelearse con quien te da de comer.
5) Acudir por lo menos una vez al mes al palacio de gobierno, según el orden al que esté asignado: municipal, estatal o ya de plano a Los Pinos. En esas visitas siempre es bien visto saludar de abrazo a cualquier funcionario conocido, sin importar que sea el asignado de lanzarse por las tortas: nunca se sabe quién será el próximo candidato.
6) Calificarse de izquierda para ser bien visto por la academia y la intelectualidad mexicanas. Pero autodefinirse de izquierda sin renunciar a la tradición liberal con Juárez como estigma y celebrar el 12 de diciembre en la basílica de Guadalupe te abre las puertas del cielo nacional: empresarios, líderes sociales, políticos y zapatistas te admirarán y leerán.
7) Fungir como corresponsal de guerra. Bueno, en México, esto puede modificarse por ser corresponsal de desastres y, al momento del reporte, escribir narraciones que “retraten” la penosa realidad: “Doña Chonita llora. Sus lágrimas son como los últimos vestigios del huracán que terminó por vulnerar la ciudad…”
8) Sufrir un atentado es una de las claves para ser el nuevo superestrella de la pluma y la información. Incluso padecer un despido injustificado funciona igual y es menos peligroso. A esto se le conoce como el síndrome de la víctima, tan gustado en México.
9) Criticar el premio nacional de periodismo… hasta que lo gane. Entonces en ese momento podrá argumentar que es la primera vez que la presea se entrega por méritos de los comunicadores y no por compadrazgos. Cuestión de óptica.
10) Escribir un manual de periodismo en donde exprese lo aprendido durante años de labor en la redacción, ya cuando pueda alzar la voz a quien sea y escribir cualquier estupidez sin temor a las críticas debido a que ya cuenta con “una presencia” en los medios. Por lo menos puede intentar hacer un decálogo sobre el oficio y, en resumen, decir las mismas chingaderas. No hay límites, usted apuéstele. ®
MARLENERCP
DIVERTIDO TEXTO :D