SOBRE EL CARTÓN POLÍTICO EN MÉXICO

Rius y el capitalismo

Muchos transitamos por una especie de socialismo-guerrillerismo-marxistoide durante nuestra infancia y adolescencia hasta que, de alguna manera, llegamos a enterarnos de que el mundo en blanco y negro de los caricaturistas de la izquierda mexicana era una trampa: que había más y mejores explicaciones para comprender la realidad.

1. Cartón político y estilo

El cartón político en México es una de las formas de periodismo más populares: hay quien, antes de leer los titulares le echa una mirada a los cartones del día, que son auténticos editoriales gráficos, muchas veces con una contundencia superior a la que pueda tener cualquier articulista “especializado”.

Con rasgos propios, formas discursivas muy específicas e incluso técnicas particulares, el cartón político mexicano se diferencia de la caricatura política de otros países; posee un estilo propio, aunque en ocasiones ese estilo parece más una muletilla: los nuevos moneros parecen tratar de alcanzar ese estilo, arrastrando incluso sus vicios: sus lugares comunes, sus técnicas y su manera de resolver los gags. Ted Rall, el monero estadounidense, ha criticado que sus colegas connacionales sigan usando la técnica del ashurado y ha apostado por una camada de caricaturistas “nuevos” (no tanto, pues varios de ellos vienen publicando desde la década de los años ochenta) que han roto con el estilo perdominante en el medio. Línea limpia, trazos en computadora, estilos más modernos. Algunos ejemplos: Tom Tomorrow, Lalo Alcaraz, Clay Butler. Para ahondar sobre el panorama de la caricatura política estadounidense los invitamos a leer este texto [link al texto La nueva subversión].

En México, parece ser, aún no hay quien haya propuesto un viraje de tal magnitud, fuera de algunos ejemplos de caricaturistas que poseen un estilo marcadamente diferente del resto de sus colegas —el tapatío Jabaz fue uno de los primeros en dar ese salto cuántico,amén de Magú y sus bizarros monos. Ya veremos con los años si el cartón político mexicano decide madurar un poco. Por lo pronto, Kabeza, Jans, Paco Calderón y uno que otro pueden ser considerados dentro de ese grupo menos convencional.

2. La Coca-Cola es agua puerca

El pasado mes de enero el diario La Jornada —el Ocosingo Times, como se le ha llamado— y Grijalbo pusieron a la venta los que consideran los doce mejores libros de Eduardo del Río, mejor conocido como Rius. La primera entrega: La Trukulenta Historia del Kapitalismo, editado originalmente en 1976 y que, se explica en la contraportada, “es uno de sus mayores éxitos”. Como Rius explica, “el 50% de este libro fue tomado por cesión de los editores, del libro Historie Boken, de Annika Elmquist, Pal Rydberg, Gittan Jönson y Ann Marie Langemar, editado por Demos en 1971 en Suecia, Noruega y Dinamarca”.

Se trata, también, de uno de los clásicos manuales didácticos del maestro de Zamora, en los que suele explicar de manera muy clara temas en ocasiones difíciles de comprender por un público no iniciado.

En la página 72 nos encontramos con esta extraña joya:

A lo largo del libro se respira una atmósfera naturalmente anticapitalista, a veces rayando en un extremismo militante pro-socialista (hay que tomar en cuenta el tiempo que ha pasado desde que fue editado por primera vez). Desde luego que el capitalismo sí es todo lo malo que se narra en el libro, pero algunas sentencias en verdad que impresionan: “Si es usted capitalista, no necesita trabajar para vivir”, y por otro lado: “Si no es usted capitalista, tendrá que trabajar para vivir (y trabajar para el capital)”. Aún no decido si frases como éstas me resultan cándidas o convenencieras.

Por un lado, resulta que el estalinismo fue, solamente, un bache en la vida del socialismo, mientras que al capitalismo se le endilgan todos los adjetivos pues, a fin de cuentas, es el origen de todos los males de la humanidad. La globalización, por su parte, es sólo un nombre más para llamar al imperialismo. Resulta muy interesante que para explicar ciertos temas se dediquen libros enteros en los que éstos se desmenuzan a profundidad y, para otros, todo se reduzca a explicaciones tan simplonas.

Al final, el maestro se cura un poco en salud:

Este tipo de capitalismo, supongo, sí está bien. Este tipo de publicidad sí es válida. Estos productos sí deben promocionarse, venderse y comprarse. La presentación de esta promoción de La Jornada y Grijalbo —el libro y el cómic que lo acompaña vienen pegados en un cartón, de la misma manera que se promocionan otros productos/ofertas editoriales de colección— sí es correcta.

Varias generaciones crecimos leyendo a Rius. Muchos transitamos por una especie de socialismo-guerrillerismo-marxistoide durante nuestra infancia y adolescencia hasta que, de alguna manera, llegamos a enterarnos de que el mundo en blanco y negro de los caricaturistas de la izquierda mexicana era una trampa: que había más y mejores explicaciones para comprender la realidad. (La actualización al final del libro, hecha en 1998, incluye dibujos tomados de las historietas de El Fisgón, quien sigue la brecha ideológica y discursiva de Rius, sin variaciones).

De regalo con esta promoción se incluye un ejemplar con una historia del libro de Mis Supermachos y que, aparentemente, se completará en las doce entregas semanales de los títulos de Rius. En esas historietas se puede disfrutar el gran sentido del humor de Rius. En ese ámbito, y en la manera de contar historias, no se le puede reprochar nada. Una muestra:

Pero es indudable que su ideología es más maniquea que socialista. En la introducción a Mis Supermachos Rius se justifica así: “En mi descargo diré que debe tomarse en cuenta que tenía treinta años de edad, que militaba en el Partido Comunista, que nunca había hecho historieta y que estaba estrenando mi paternidad responsable”.

Dos días antes de que en los puestos de revistas se pudiera encontrar esta promoción, hojeaba La Jornada en la redacción de Milenio. El día: 19 de enero. La portada del día:

“¿De plano?”, le pregunté a Juan Alberto Vázquez, mostrándole la portada del periódico. “En todo caso”, me contestó, “yo habría puesto eso en la contraportada”.

Buena idea, pero antes La Jornada tenía un compromiso más importante por cumplir en su contra:

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Publicado en: Cómic, Septiembre 2010

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