No hay dogma que se le resista a la publicidad. En el comercial de tele de las barras Bran Frut Energy lo que llama la atención es el jingle de “Blietzkrieg Bop”. El spot no se recuerda con claridad, pero ¿qué tienen que ver Los Ramones y el Osito Bimbo?, ¿saca de onda que el dueño del pan en México se ponga a rockear con música punk?
Como diría Fernando del Paso en El viaje de Palinuro por las agencias de publicidad y otras islas imaginarias: en el fondo hay una buena idea. Los creativos del anuncio identificaron en la canción el beneficio de unas barras enriquecidas con guaraná: energía y salud. ¿Alguien duda de que el rock de Los Ramones sea más energético que una bomba de Speedy? Aquí la canción es el comercial, lo único memorable que logra la deseada conexión con la marca.
Oye, pero es la marcha de guerra que se convirtió en himno punk, la institución de la que habla Seymour Stein —dueño de Sire Records—, el llamado a la acción relámpago y a la revuelta musical. Todo eso reducido a un jingle de 30 segundos (Los Ramones hicieron canciones de 1:03). La típica expropiación rockera que hace la publicidad. El saqueo de la cultura popular. El arte siempre ha sido un banco de ideas maleables para los redactores y diseñadores en las agencias. La diferencia consiste en que el artista crea y el creativo recrea, recicla, retoma y deforma. La actividad creativa publicitaria obtiene con sus fusiles de asalto nocturno cualquier referencia cultural para comunicar. El fin justifica los medios.
La publicidad no respeta a la hora de agarrar lo “sagrado” para manosearlo a favor de una marca, un producto o un servicio. Aun así, las ideas más canijas se quedan en los cajones porque siempre hay valores y temas intocables que pueden ser un bumerang. A veces se cometen estupideces pretendidamente atrevidas que resultan grotescas, ofensivas y denigrantes, como el reciente caso de las marcas MAC y Rodarte, que lanzaron una línea de cosméticos con el tema de los feminicidios de Juárez, campaña que suspendieron por la respuesta que tuvieron e incluso fueron obligados a disculparse.
La publicidad no respeta a la hora de agarrar lo “sagrado” para manosearlo a favor de una marca, un producto o un servicio.
Sin embargo, diría Dylan, los tiempos cambian: hace diez años se solicitaron unas imágenes de la revolución mexicana al archivo fotográfico Casasola para una campaña publicitaria. Se negaron indignados, ¿a quién se le ocurre utilizar un documento histórico tan importante con fines comerciales y, peor aún, publicitarios? Hoy esas imágenes decoran las fachadas de Liverpool con motivo del Centenario.
En el caso del punk, un movimiento artístico del siglo XX, la regla del reciclaje creativo se cumple cual orden militar dada por Johnny Ramone. Se convirtió en moda publicitaria a partir de los Sex Pistols, los maniquíes creados tras una boutique de ropa por el fallecido Malcolm McClaren.
Un jingle no es para rasgarse las vestiduras, como algunos proponen; hay cosas peores y, además, Los Ramones ya usaban las ropas rasgadas en los setenta. No es la primera vez ni será la última que su rock musicaliza comerciales, programas de televisión y películas, empezando por la suya, Rock & Roll Highschool, producida y dirigida por el master de las b-films, Roger Corman. Hace unos años, por ejemplo, se usó “I wanna be sedated” para un anuncio de Fanta en el que dos niños futbolistas de equipos contrarios entran al hospital y en urgencias siguen disputándose un refresco. El rock siempre han sido un fix.
“Blietzkrieg Bop” en el comercial de las barras es más divertida que la cantidad de infamias que escuchamos a diario. El jingle es malo, se salva porque la canción es una clásica a la cual se le han hecho incontables versiones instrumentales, en diversos idiomas y ritmos, covers surf, indie, rockabilly, metal, infantil y ahora jingle. Una curiosidad para coleccionistas Ramones to the Bones. Por el contrario, si alguien se toma el rock y la publicidad en plan de punk dogmático, con solemnidad y recelo, mejor que organice un boicot hardcore contra el Osito Bimbo.
Seguro que en algún momento de la vida todos abrazamos al rock como una forma de vida y el punk como pensamiento existencial, pero esta idea de que el rock es intocable ya expiró. Es preferible disfrutar la música y quedarse con las ideas esenciales y prácticas que resultan útiles, como la de concentrarse en la sustancia al crear y la de hacer las cosas uno mismo al producir.
Seguro que en algún momento de la vida todos abrazamos al rock como una forma de vida y el punk como pensamiento existencial, pero esta idea de que el rock es intocable ya expiró.
También existen comerciales indignantes, programas lascivos y películas desenfrenadas que usan las rolas de Iggy Pop, la encarnación del rock, para musicalizar escenas clave. El legendario flaco de acero tiene un historial de voces prestadas (es un decir) a la publicidad, además de pleitos rudos con patrocinadores como Pepsi, que lo demandó cuando tiró sus logotipos que pendían sobre un escenario donde se presentaba. Experiencias que le dieron material para componer “Supermarket” del disco Skull Ring: “I’m proud of the corporate logo / writen on my box / it says that I’m ok / for the company stock / what I am I do not know / I don’t know who does / maybe any, some institution / with no flesh or blood”.
Seamos honestamente punks, ¿qué fueron los Sex Pistols sino 90% publicidad y 10% rocanrol? ®
Joe Santos
La mayor destrucción de empleo en el sector se produjo justo en el primer trimestre de 2008, cuando pasaron a tener 294.500 trabajadores, aunque a http://www.sanidadprivada.es partir de la segunda mitad de este año empezaron a repuntar y hasta finales de 2009 no habían presentado una caída en el número de trabajadores.