Y un cuervo,
negro de tanta infancia,
cruza la sala
sin tocar el suelo.

Toma el vaso y lo entrega al sigilo.
Lo lava como si despegara una piel.
En la casa, cada objeto
ensaya su propia mentira.
La madre que no vuelve
tiembla en el marco de una puerta.
Luz tibia donde hubo cuerpo.
Sombra aún sin permiso.
La azucarera cría una vocal dormida.
El ayer fermenta bajo el mantel.
En el piano se pudre la marcha.
En la mesa, el silencio mastica.
Visten padres muertos.
Juegan pistolas reales.
Peinan territorios vencidos.
El cuerpo no firma la paz.
Y un cuervo,
negro de tanta infancia,
cruza la sala
sin tocar el suelo. ®