Shakespeare, que se inspiró en una obra más antigua, nos proporcionó, como los romanos al copiar estatuas griegas, el conocimiento de las ideas de unos hombres de un tiempo pasado que, más próximos a la realidad, se encontraban también más próximos a la verdad.
6. Hamlet
Lo que frena a Hamlet para ejercer la acción es el conocimiento de que para castigar el mal se debe recurrir a los mismos medios utilizados por el mal. Evidentemente, los fines son distintos, pero no la forma. Así, resulta que toda manifestación de la existencia, la elevada y la vulgar, conlleva una oposición al espíritu que la genera. Incluso defender la verdad implica la destrucción de un fenómeno.
La indecisión del personaje, que tanto desmerece a ojos de los sabios, contiene una contradicción en la postura de los mismos sabios. Hoy en día nadie admitiría el crimen de Hamlet y, sin embargo, los sabios se desesperan ante sus dudas. Lo que la verdad exige, la sociedad niega. En el mundo social la verdad queda relegada al mundo del arte, una especie de mundo de fantasía al que nadie debe ya considerar ideal, en el que todo es posible, incluso la ilusión de la justicia. Por supuesto, hoy nadie cree en la justicia sino aquellos que ven esa creación social un instrumento mediante el cual obtener algún beneficio. Por eso, la razón de los justos debe quedar satisfecha mediante la literatura, de tal forma que la sociedad y los hombres vulgares no precisan que la justicia sea justa, lo justo queda salvado mediante el arte, y ellos pueden perseguir tranquilamente sus fines.
El mundo real ha quedado aplastado por el mundo de la apariencia pero surte efectos mediante la ilusión y solo esa es la verdad que defienden los sabios. Los sabios, tengámoslo en cuenta, son hombres que defienden el mundo social del que emanan.
7. Incomprensión de la obra
Toda crítica sobre esta obra coincide en admitir la diversidad de ingredientes que posee. Pero la mayoría de ellos no afectan a su estructura, hacen referencia a cuestiones que interesaban al tiempo en que se escribió. Entre ellos, las ideas filosóficas, los recursos literarios y las referencias políticas. En virtud de estos elementos ha pretendido hacerse interpretación de la obra pero ésa sería solamente una interpretación parcial. Lecturas de otro tipo también se hacen pero ya parecen forzadas e interesadas.
Este drama posee, en efecto, diversos elementos pero no se han apreciado los que poseen valor. La obra presenta cuestiones diferentes y de ellas sus diversas variantes.
Si el autor hubiera tratado sólo de la maldad habría sido fácilmente identificado el tema, y el autor relacionado con Esquilo. Si hubiera tratado sobre el carácter de un hombre, entonces, Claudio habría sido comparado con un héroe trágico. Y si sólo hubiera presentado la cuestión de la justicia eterna la obra habría sido una obra moderna.
Si el autor hubiera tratado sólo de la maldad habría sido fácilmente identificado el tema, y el autor relacionado con Esquilo. Si hubiera tratado sobre el carácter de un hombre, entonces, Claudio habría sido comparado con un héroe trágico. Y si sólo hubiera presentado la cuestión de la justicia eterna la obra habría sido una obra moderna.
Pero la obra presenta tantos colores y tantos tonos de cada color que nadie sabe qué debe mirar, y cada crítica parece consistir en la introducción de los intereses del crítico. Se diría que los críticos, en lugar de mirar la obra, se han mirado ellos mismos.
La enseñanza de esta obra es la perfecta existencia del hombre que vive en el mundo de las ideas y la tragedia que originan los individuos que valoran el fenómeno. Los hombres como Hamlet no han sido retratados con demasiada frecuencia en el arte pero, sobre todo, nunca han sido comprendidos. Cuanto más evoluciona el pensamiento del hombre y se vuelve más racional más incomprensible se vuelve esta figura y la ciencia denomina a este carácter melancólico, mostrando una completa incomprensión de su origen. Esta denominación es simple descripción hecha por hombres que valoran la acción y no conciben otro mundo que el empírico. La denominación adecuada sería la de idealista, aspiración suprema de toda religión, cuyo tipo sólo es admirado cuando se presenta como monje budista que ha alcanzada ese conocimiento mediante el estudio y la reflexión pero se desprecia al hombre que le posee de forma natural.
Los sabios han valorado la figura de Hamlet por sus acciones y la han descalificado. Pero en este personaje las acciones no son lo esencial. En contenido de este tipo de sujeto es lo que en la obra se pone en evidencia, el conocimiento sensible del carácter de los demás hombres y la deducción de los actos que serían capaces de realizar. Pero la existencia y valoración de un conocimiento irracional es inimaginable para los hombres racionales. Los hombres racionales sólo pueden defender individuos que manifiesten las cualidades que ellos poseen.
8. Análisis de la obra
El conflicto de Hamlet consiste en que, por una parte, desea mantener su ser íntegro pero, por otra parte, sabe que debe castigar la injusticia, lo que le obligaría a manifestarse como fenómeno.
La tentación del suicidio de Hamlet es también otra figura literaria con la que expresar el sentimiento del protagonista. Hamlet sabe que debe castigar la muerte de su padre pero sabe que ese obrar significa acabar con el carácter sensible de su naturaleza, por eso, en un primer momento, se abstiene de obrar, como si todavía no estuviera suficientemente preparado para dar ese paso aunque, en realidad, lo que hace el autor es presentar al público las ideas del protagonista como referencia para entender las situaciones que se producen en la obra y los principios que guían sus actos.
La locura fingida de Hamlet significa un acercamiento del protagonista al mundo empírico, un mundo demencial desde el punto de vista del mundo ideal desde el que se concibe la existencia sin una esencia como algo sin sentido. Hamlet se adentra en ese mundo del sinsentido para obtener evidencias de sus presentimientos aunque sabe que la búsqueda de datos ciertos conlleva desmerecer el mundo propio.
Cuando se llega al desenlace de la obra, Hamlet actúa para defender sus ideales pero esa actuación necesaria para mantener el idealismo lleva en sí misma una contradicción ya que el mundo de las ideas y el de los fenómenos se contraponen. Hamlet abre la puerta del mundo empírico y sucumbe ante él. La muerte de Hamlet es simbólica, lo que ha muerto es el idealismo por lo que su muerte sólo podía ser fruto de sucesos anecdóticos, es decir, de un error, según el punto de vista del actor, o de acontecimientos cotidianos, considerados desde el punto de vista del devenir de la humanidad. Si Hamlet hubiera muerto como consecuencia de una venganza justificada se habría perdido el carácter simbólico de su defunción. Pero no podría haber sido consecuencia de un hecho fortuito, se hubiera perdido la ocasión de mostrar un conocimiento sobre la existencia. Su muerte tenía que quedar explicada como consecuencia de acontecimientos anteriores y conocidos aunque de consecuencias insospechadas. Aunque su muerte es, a la vez, es un suicidio puesto que Hamlet sabía el resultado de su acción aunque no la forma en que se realizaría ni la causa que lo provocaría.
Varias de las muertes de la obra son explicadas como sucesos propios de la existencia mundana, salvo la de su tío, que aparece como castigo de una justicia necesaria en el mundo, y la de su madre, como cómplice de su delito.
La enseñanza del Hamlet es que la verdad no tiene cabida en este mundo y que lo que triunfa es la falsedad, el interés o, siendo condescendientes con los hombres, el error.
El autor, que se inspiró en una obra más antigua, nos proporcionó, como los romanos al copiar estatuas griegas, el conocimiento de las ideas de unos hombres de un tiempo pasado que, más próximos a la realidad, se encontraban también más próximos a la verdad. Por eso, esta obra, con los añadidos de que haya podido ser objeto, es, por su contenido, completa y, por su resolución, redonda. ®