Alberto Fuguet y su novela incómoda

Una especie de documental histórico sobre el hoy

Sudor es un libro que circula ya para los lectores y entre la gente que habita el cosmos literario de Hispanoamérica, pero que al menos en México pareciera que su presencia se disimula, se tolera, pero no se hace del todo explícita.

Fuguet suda. Foto © Perú21.

Fuguet suda. Foto © Perú21.

Por el lado público, presentaciones de libros, conferencias, mucha prensa tratando de captar onliners para titular sus artículos, autores que se encuentran en el mejor de los casos con sus lectores, y, por otro, el backstage de esa feria de vanidades, cocteles, alianzas, cotilleos de los demás: justo ahora que se vive la euforia de la FIL, quizá sea momento ideal para adentrarse en una novela que retrata todo ese mundillo que se desprende de una feria del libro y que parte de la FILSA: Sudor, del escritor y cineasta Alberto Fuguet.

Sudor (Literatura Random House) es un libro que circula ya para los lectores y entre la gente que habita el cosmos literario de Hispanoamérica, pero que al menos en México pareciera que su presencia se disimula, se tolera, pero no se hace del todo explícita. Y no porque el gueto literario haya reparado en su contenido sarcástico de ese universo editorial que se desprende de una mirada aguda, ágil y sin duda irreverente como la de Fuguet, en esa exploración de las relaciones íntimas a partir de las redes sociales y aplicaciones como Grindr, o en la posibilidad de mostrar un escenario gay en el que los homosexuales pueden ser muy varoniles.

No.

La razón es más simple y a la vez compleja: el autor de novelas como Mala Onda, Missing o Por favor, rebobinar; el guionista y director de películas como Se arrienda, Música Campesina, Velódromo e Invierno narra la fallida y lastimera vida privada de una vaca sagrada de las letras, una relación padre–hijos que terminará de forma trágica, y para cuya ficción —porque en esencia es eso: una novela— Fuguet se basó en la figura de Carlos Fuentes y su hijo Carlos Fuentes Lemus, y eso no le ha agradado mucho a las buenas conciencias de nuestro ámbito intelectual.

Tras algunas cuantas notas y entrevistas publicadas en la prensa nacional que han posicionado la novela como un historia rica y lúcida que aborda diversos temas de la actualidad (una especie de documental histórico sobre el hoy, dice Fuguet) y que ahora toca tanto a la generación de cuarentones como a la de millenials, un par de plumas columnistas de nuestro país han querido ver en Sudor un simple ataque a una figura icónica de la cultura y a su familia, una muestra de vileza y cobardía por parte de Fuguet.

Pero eso, desde luego, es una mirada estrecha que pareciera no querer visualizar el alcance o, si se quiere, las limitaciones de una obra (604 páginas) que apunta con humor, con ternura, con la valentía del infiltrado, el egocéntrico panorama de las letras, tanto como las frágiles relaciones de los seres que buscan conectar sin lograrlo del todo en las sociedades urbanas contemporáneas.

Tras algunas cuantas notas y entrevistas publicadas en la prensa nacional que han posicionado la novela como un historia rica y lúcida que aborda diversos temas de la actualidad y que ahora toca tanto a la generación de cuarentones como a la de millenials, un par de plumas columnistas de nuestro país han querido ver en «Sudor» un simple ataque a una figura icónica de la cultura y a su familia, una muestra de vileza y cobardía por parte de Fuguet.

En exclusiva para Replicante, Alberto Fuguet (que el 28 de noviembre estuvo presente en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, pero invitado más bien para presentar otro de sus flamantes libros: Juntos y solos, una antología arbitraria de cuentos, Almadía) comparte un adelanto de esta novela que se ha hecho escandalosa en parte por el silencio que ha provocado en el ambiente de las letras mexicanas.

Una historia en la que Alfredo Garzón (“pueden llamarme Alf”) es un editor cuarentón que utiliza el vientre creativo de sus autores para sacar sus libros y potenciarlos. Trata de superar el quiebre con el Factor Julián, un milenio que se creía top–model y cuya seguridad le enloqueció al grado de condicionar su carnet amoroso, paliado sin saciar con la interminable cacería de sexo en la aplicación de encuentros casuales para homosexuales, Grindr, que tiene instalada en su smartphone.

Antes de freelancear, Alf trabajaba en el área de no ficción de Alfaguara, Chile y, en medio de una ola de calor que hace sudar a la ciudad de Santiago, descorre con acidez, humor e incluso ternura, el velo sobre el impulso creativo de los escritores, sus inseguridades, el ego desmedido, la fragilidad etérea de sus proyectos literarios y los diversos entresijos del mundillo editorial.

Alf describe su intención de escribir un libro que documente los calientes días en que Rafael Restrepo Carvajal y Rafita Restrepo Santos llegaron a Santiago para promocionar El aura de las cosas, intragable mamotreto en edición de lujo con textos del padre y fotografías del hijo —un Rafael Antonio frágil, hemofílico, gay, reventado y melindroso mirrey que acarrea todo el tiempo a su osito Bernard y reniega pero usufructúa el estatus de sus progenitores— tomadas a múltiples personalidades del mundo entero en una clara presunción del universo jet set del que forman parte, de la punta de la pirámide sociocultural en la que habitan.

De esos días de feria del libro y vanidades, de olorosos matches en Grindr que se impregnan en el cuerpo, de emotivos pasajes de solidaridad entre amigos y, en plano principal, de un affaire con Rafita Restrepo Santos que ocurrió cuando aceptó ser su ataché, acompañante, escort, durante la gira de aquel dúo dinámico y sobrevalorado de Restrepos, escribirá Garzón.

Sudor

Un adelanto

Por Alberto Fuguet

Don Rafael, le dice Montalva, que intenta demorar su salida, le recuerdo que la cena es a eso de las nueve.

Ahí estaremos, muchacho, no hay nada de qué preocuparse. Y si se atrasa un poco, pues ni modo. The show will go on. Y que esta chica Montt…

Montt. Fedora Montt.

Usted sabe a quién me refiero.

God, what a name, comenta Rafa para sí mismo. This beats Barranquilla, father.

Indeed, dear boy, le responde sin mirarlo pero con complicidad y con un acento de Downing Street.

Dios, pienso: ambos son, a pesar de todo, un equipo. A team. Socios. Cómplices. Esto va a estar duro, acá todo puede pasar, con razón no hemos sabido de Buenos Aires. Nos están protegiendo.

¿En qué estábamos?

Quería solicitarle algo a Fedora…

Ah, claro. Dígale a esta niñita tan curiosa que llame a Lily Urdinola, a ver si puede ir a la cena de esta noche, lo mismo que los señores embajadores y mis nuevos amigos agregados culturales.

Los contactamos de inmediato.

Han debido invitarlos diez días antes. Eso habría sido lo correcto, ¿no cree?

Pensamos que usted quería estar en familia.

Mi familia son las delegaciones de mis patrias, no ustedes. ¿Algo más?

No, creo.

Entonces, por favor, señor Montalva, salga para que podamos seguir con la reunión y volver al itinerario. Esto es de coordinación, no literario. Lo vemos más tarde.

Montalva cierra la puerta y no me mira, como si yo hubiera puesto en jaque esta operación que, ahora capto, significa para él y para todos algo así como una prueba de fuego. Nada puede salir mal y ya partieron tropezando. Y todo por culpa de este Rafa que tomó otro avión (¿se quedó dormido?, ¿hubo una discusión entre ellos?, ¿se quedó con un taxiboy en un telo?).Y ahora el viejo está furia porque a la cena de bienvenida no fue invitado el cuerpo diplomático.

Sigamos, ¿les parece?

Ahora son cuatro los que están alrededor de la inmensa mesa de vidrio. Alfredo se focaliza en las manchas de las huellas de los dedos de aquellos que ya abandonaron la sala. La cara de todos se refleja en la mesa como si fuera un espejo maldito.

¿Cómo solucionamos esto?

Silencio.

Father: I need a break. Truly.

Do you?

I just want to be alone. Is that too much to ask?

Would you really dare to say so, my dear boy?

Necesito un entretiempo. Un descanso, papacito. Una pausa. Se lo solicito.

Un libro mal visto por las buenas conciencias.

Un libro mal visto por las buenas conciencias.

You say this chap will help you achieve a certain peace? Hay que decir que usted no se portó como era de esperar en Buenos Aires. Lo tiene claro, ¿no? Este periplo, Rafita, no está resultando como yo confiaba.

Yo tampoco pensé que sería así.

¿Cree que fue agradable abordar el avión sin usted?

Me quedé dormido, papi. No quise ni planeé que me asaltaran. No fue por insultarlo a usted, créame. El agredido fui yo. Esos tipos me quitaron todo lo que tenía. Malvados. Usted sabe que cuando yo quiero agredir, cuando quiero armar una escena, lo hago.

Yo sé.

Que Santiago de Chile sea el sitio donde probemos una nueva forma de hacer las cosas. ¿Le parece? Juntos pero no tan unidos, papi .No tenemos que estar siempre juntos. Do we? Yo, como le dije, puedo ir a radios o programas de televisión de cable o hablar con periodistas de sitios web.Y para eso necesito agenda propia, hotel propio y un encargado de prensa. ¿Pido tanto?

El padre de Rafa, don Rafael, me mira fijo, detenidamente, como si me tasara.

A usted, joven, ¿le interesaría dejar de lado sus ocupaciones por estos días y ser el ataché, el acompañante, de este chico malcriado y egoísta que está acá a mi lado intentando llamar la atención?

¿Lo he logrado o no?

Rafael Antonio, ahora no. Menos en público.

Alf sabe todos mis secretos. O los sabrá.

Debí haberle hecho caso a su madre. Debimos mandarlo a la casa en Tulum.

Siempre quieren deshacerse de mí. Esta es su oportunidad. Pues, adelante. Be my guest. Ya despacharon a mi hermana.

Niño del demonio.

Hijo suyo, sí señor. De ustedes lo he aprendido todo. Qué lástima, ¿no?

Not here. Not now.

When?

Rafa se levanta y corre al ventanal que da a la construcción y aplasta el oso contra el vidrio. Si hubiese sido un cachorro o un conejo, ya las vísceras y los órganos estarían repartidos por todo el ventanal y por el cuerpo de Rafa. Entonces suelta a Bernard y se tapa las dos orejas con las manos y comienza a gritar como si fuera uno de esos cantante líricos que van a los programas de televisión a quebrar copas de cristal con sus notas sostenidas. O, de pronto me doy cuenta, chilla como lo hacía el niño Damián en La profecía.

Cállese en nombre de Dios. Se lo ruego. Please! Ganó.

Rafa calla y se tira a la alfombra donde se coloca en posición fetal y abraza al oso.

Rafael Restrepo Carvajal se saca los lentes y los deja en la mesa. Nos mira a los dos buscando complicidad y luego fija la mirada en la construcción. Por bien conservado que se vea, de pronto su cara se llena de cansancio, sus ojos ceden, sus manos tiritan levemente y el agotamiento de un hombre de ochenta años con un hijo indomable en medio de una gira interminable se hace presente.

Uno cree que los hijos le van a dar felicidad. No es cierto. Es un mito. Dividen, cansan, destrozan. Un libro, incluso de esos que son destrozados por la crítica, nunca tendría el mal gusto de gritar.

Respira hondo, toma algo de agua Panna y se echa para atrás en la silla, agotado, rendido, capitulando.

Mi hijo me dice que quiere que usted sea su escort.

Ataché, corrige Rafa desde el suelo. Escort es otra cosa. Alf no cobra. Es parte de la editorial. Es editor. So he says.

La Victoria me mira por un instante y capta lo que estoy pensando, ve cómo voy perdiendo el control y con sus ojos me suplica y me aconseja que me calme. Deseo decirle, en un tono seco y masculino, «disculpe: no soy el escort de nadie», pero la precisión de Rafa me descoloca: que soy gratis. Que me creo editor. ¿Por qué dijo eso? ¿Quién mierda es o quién se cree?

Editor. Mire, qué bien. ¿Cuál era su nombre?

Alfredo Garzón.

Tratemos de llegar a un entendimiento. Creo que estar unos días con Rafita puede ser una gran oportunidad.

Permiso, ya regreso. Estaré afuera, papi. Tengo cosas que organizar. Gente a quien contactar. Ya saben lo que quiero. Lo que exijo. Si no, le diré a la gordita del vestido de lunares que me busque un vuelo y me regreso a París.

Al DF. Tu mamá está en Arizona, lo sabes.

Mejor. Lo importante es no verla. Le tengo coraje. No debió abandonarnos. Ella sabía que esto iba a ser difícil. Permiso.

Rafa deja el oso en el asiento que ocupaba y sale.

Todos evitamos mirarnos.

Dejamos que pase un rato.

Dígame, Alfredo: ¿su padre a qué se dedicaba?

Agricultor. Frutos de país.

Veo.

¿Usted ha escrito libros o sólo los ha revisado?

No he escrito ninguno. Hago algo más que revisar.

¿Por qué?

¿Por qué qué, señor?

Un editor revisa. Los correctores de estilo sugieren. ¿O usted es de lo que cree en el american way?

Creo que a veces un escritor puede estar abrumado o…

Yo no creo. ¿Cervantes tuvo editor? ¿Góngora? ¿Borges? ¿Usted cree que un editor puede mejorar Doña Bárbara o Pedro Páramo? Paco Porrúa fue un gran editor. Carlos Barral también. Pero eran publishers. Dueños de las editoriales. Como tal ambos hicieron lo imposible para lograr que sus títulos llegaran a los lectores ávidos. No hubieran osado opinar o reescribir o cambiar un título.

No cambiamos, sugerimos.

Cállese, mejor. Nada agota tanto como escuchar necedades. Ha sido un día largo. La literatura, señor Garzón, no es un diario vespertino. Cuando es buena, no hay nada que editar. Mi impresión es que pasar unos días con un chico tan clever y viajado y creativo como Rafita sería algo así como una educación para usted. Mal no le haría. Nunca está de más rozarse, acceder aunque sea tangencialmente a aquello que no se logró. ¿Me hago entender? Imagino que estará de acuerdo. Rafita además es autor. Es el autor o co-autor de El aura de las cosas. Por algo estamos acá. Estamos de gira de prensa, ¿no es así? Sacrificando nuestras energías, nuestros tiempos. Si acepta, lo trataremos como si fuera de la familia. Puede ser muy rentable para usted a largo plazo. Cuando vaya a México o a París. Tenemos un departamento muy agradable en Nueva York en el sector que ahora se llama Tribeca.

Es que siento que lo que me pide no es mi terreno.

Un hombre se demuestra hombre según cómo enfrenta los desafíos que se le imponen sin aviso.

No soy experto en los temas de prensa ni en los lazos con los medios, que están llenos de gente complicada.

¿Usted no sabe ser amable? ¿No se siente cómodo siendo anfitrión? ¿Nunca ha tenido visitas del exterior?

Sí, claro.

Eso es: es preocuparse por otro. Empatizar. Atender. Yo no estaba tan de acuerdo, les voy a confesar, pero ahora me parece que sí: no está mal que Rafita tenga un poco de espacio y tiempo para rearmarse. Lo bueno es que Chile es un país civilizado. No hay de qué temer. ¿Qué dices, Victoria? ¿Este joven Garzón es de fiar?

Sin duda, don Rafael. Es de los nuestros.

¿Lo soy? ¿Y si aceptara? ¿Qué tanto?

¿Acaso esto no es más que una previa, un regaloneo cachondo, un foreplay donde yo tengo el poder? ¿Y si cediera a los deseos de Rafa? El chico quiere sexo o quiere jugar o quiere que yo mire mientras él posa o se prostituye. ¿Cómo será culiárselo? ¿El osito nos va a mirar? Sin duda que debe chuparlo como los dioses. Es bonito a su manera. Es atractivo, es rico y está culiable el pendejo culeado. Por qué no. Vivir como estrella unos días.

¿Quizás busca un amigo?

¿Alguien con quien jugar?

Ya no puedo hacerme el no gay: ya me tomó la foto. El semen lechoso de Renato seguía vivo en mi camisa. Eso es lo que busca: un cómplice, un guía, acaso un escort. Como dice el viejo de mierda: qué me cuesta ser amable. Ellos pagan todo, me dan hasta una propina. ¿Y si le propongo arrancarnos a Valparaíso? A ver: ¿qué quiero o qué me parece menos mal? ¿Quiero cobrar o quiero ser gratis? ¿Me conviene ser parte del paquete, o mejor dicho del deal, del inventario: un bonus track por cortesía de la casa?

¿Deseo tener acceso privilegiado a este melodrama filial?

¿Me corresponde?

¿Quiero?

¿Qué me dice, joven? ¿Me ayuda? Se lo pido como favor. Puede haber un bono. Un extra. Un incentivo. Yo hablo con Elvira y con los Polanco en Madrid. Le puedo asegurar que al menos será intenso. Y no es malo. Es un buen chico, aunque no lo crea.

Feliz, don Rafael. Yo me hago cargo. Cuente conmigo.

No esperaba menos, joven. No sabe el gusto que me da.

Me alegra que esté más tranquilo.

Estoy aliviado: esa es la palabra. Aliviado. Ahora Victoria, si fuera tan amable, ¿se puede retirar? No, sabe. Quiero un café. Necesito un poco de aire. ¿Bajemos, joven? ¿Hay un café cerca, Alfredo?

Hay uno abajo.

Bajemos, pues. Los dos. Hablemos de hombre a hombre. ¿Le parece? ¿Me llama a los chicos de seguridad? ®

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Publicado en: FIL

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