Cuna de la ciudad, Analco es un barrio que una vez fue el alma artesanal y obrera de Guadalajara; hoy sobrevive entre el deterioro y la indiferencia.
Iglesia de San Sebastián. Foto Rodrigo Estrada.
De cuna de Guadalajara a territorio marginado
En el corazón de Guadalajara, a la sombra de su catedral y de los edificios modernos que han transformado el paisaje urbano, yace Analco, un barrio que fue cuna de la ciudad y que hoy, para muchos, es sólo una zona de tránsito, un vestigio de lo que fue. Su historia es la historia de la propia Guadalajara: un territorio primero habitado por indígenas, luego evangelizado y transformado por los españoles, más tarde convertido en el epicentro de la vida obrera y artesanal de la ciudad. Pero también es la historia del abandono, del desplazamiento y del olvido.
Los orígenes: un barrio fundacional
Cuando los conquistadores españoles decidieron trasladar la ciudad de Guadalajara en 1542 a su ubicación actual, lo hicieron con la ayuda de la población indígena tlaxcalteca, que se estableció al otro lado del río San Juan de Dios, en una zona a la que llamaron Analco, que en náhuatl significa precisamente “al otro lado del río”. Este asentamiento se convirtió en uno de los barrios más importantes de la naciente ciudad, no sólo por su cercanía con el centro de poder español, sino por su valor como núcleo de trabajo y producción. Además de ser, en esencia, el primer barrio de Guadalajara.
Iglesia San Sebastián de Analco, Guadalajara, Jalisco, 1930. Foto tomada de Facebook.
Fue aquí donde surgieron las primeras manifestaciones de mestizaje cultural, donde la mano de obra indígena se mezcló con las tradiciones europeas, dando origen a la identidad de la ciudad.
Mientras los españoles fundaban el núcleo principal de la ciudad, con su Plaza de Armas y la catedral en el centro, los indígenas que los acompañaban comenzaron a levantar sus hogares en Analco. Fue aquí donde surgieron las primeras manifestaciones de mestizaje cultural, donde la mano de obra indígena se mezcló con las tradiciones europeas, dando origen a la identidad de la ciudad.
Durante siglos Analco fue un barrio de artesanos, alfareros y curtidores. La vida giraba en torno a sus calles empedradas, sus talleres y sus plazas, como la emblemática Plaza de Analco, donde la comunidad se reunía para las festividades religiosas y el comercio.
La Iglesia de San Sebastián de Analco: uno de los templos más antiguos de Guadalajara
En el corazón del barrio se encuentra la Iglesia de San Sebastián de Analco, uno de los templos más antiguos de la ciudad. Su construcción original data del siglo XVI y es testigo de la profunda influencia franciscana en la evangelización de la región.
Este templo ha sobrevivido al paso del tiempo, a terremotos, a la modernización de la ciudad y, más recientemente, al abandono generalizado del barrio. A lo largo de los siglos ha sido un punto de referencia para la comunidad, un símbolo de resistencia y un recordatorio de la historia viva de Guadalajara.
La transformación: de barrio obrero a zona marginada
El paso del tiempo fue cambiando la identidad del barrio. La industrialización y el crecimiento de Guadalajara absorbieron poco a poco a Analco dentro del entramado urbano, pero sin integrarlo del todo. Mientras otras zonas de la ciudad crecían con nuevos desarrollos y mejor infraestructura, Analco quedó relegado. La modernización no llegó de la misma manera a sus calles, que comenzaron a deteriorarse.
La tragedia dejó, oficialmente, 212 muertos, 69 desaparecidos y 1,800 heridos. Las explosiones destruyeron más de ocho kilómetros de calles, afectaron 1,142 viviendas, 450 comercios, 100 centros escolares y 600 vehículos.
Después de las explosiones del 22 de abril de 1992 en Analco. Foto: Gobierno de México.
El golpe más fuerte para Analco llegó en 1992, cuando las explosiones en el sector Reforma marcaron un antes y un después. La tragedia dejó, oficialmente, 212 muertos, 69 desaparecidos y 1,800 heridos. Las explosiones destruyeron más de ocho kilómetros de calles, afectaron 1,142 viviendas, 450 comercios, 100 centros escolares y 600 vehículos. La calle Gante fue la más afectada, y los daños económicos se estimaron en alrededor de 10 millones de dólares —aunque testimonios de sobrevivientes y voluntarios indican que el número real de víctimas podría haber sido mucho mayor. El barrio nunca se recuperó por completo. A partir de ese momento la zona quedó estigmatizada, las inversiones se fueron y la inseguridad tomó el control de sus calles.
Analco hoy: entre la nostalgia y el olvido
Actualmente, Analco es un barrio con historia, pero también con cicatrices. La marginación y la delincuencia han hecho que muchas de sus calles luzcan abandonadas, sus casas deterioradas y su esencia opacada. Según datos de la Fiscalía General del Estado, en 2017 se registraron 62 delitos en Analco, de los cuales las lesiones dolosas (29.03%), el robo a persona (20.97%) y el robo a negocio (17.74%) son los más comunes. Además, informes indican que Guadalajara tiene cuatro de las cinco colonias con más delitos registrados en el área metropolitana, con el robo a persona, el robo a negocio y el robo a vehículos particulares como los más comunes —aunque en años recientes vecinos y comerciantes han señalado una disminución en los robos a personas y negocios, atribuyéndolo a una mayor presencia policial en la zona.
Analco es el espejo de una Guadalajara que creció olvidando sus orígenes. Sus calles cuentan una historia de grandeza y de pérdida, de identidad y de abandono. Pero, como todo barrio con raíces profundas, quizás aún tenga la esperanza de renacer.
Un barrio de artistas y leyendas
A pesar del abandono que hoy enfrenta, Analco ha sido cuna de grandes figuras que dejaron huella en la historia de México. Entre ellas destacan las Hermanas Águila, Paz y Esperanza, cuyo inconfundible estilo de bolero romántico marcó la Época de Oro de la música mexicana. Originarias del barrio, su talento vocal las llevó a colaborar con artistas de la talla de Agustín Lara y Pedro Infante, interpretando temas icónicos como “Perfidia” y “Alma de acero”. Su éxito internacional es un recordatorio de que Analco no solamente ha sido un enclave obrero y artesanal, sino también un punto de partida para el arte y la cultura mexicana.
María Esperanza y María Paz Águila Villalobos, un dúo mexicano de la música ranchera, oriundas del barrio de Analco.
Este barrio también ha dado al país grandes exponentes de la lucha libre, la tauromaquia y el fútbol, demostrando que su historia está llena de personajes que han trascendido más allá de sus calles empedradas. Sin embargo, en las últimas décadas, el deterioro ha opacado esta herencia, dejando en el aire la pregunta de si algún día Analco podrá recuperar su esplendor y volver a ser cuna de nuevas generaciones de artistas y deportistas. ®
Este artículo es parte de la investigación que el autor realiza en torno a este antiguo barrio en el PAP “Mirar la ciudad con otros ojos. Memorias e identidades” en el ITESO, Primavera de 2025.
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