Con más de veinte años en nuestro país, y sin olvidar su origen caribeño, la autora transita sin ninguna dificultad de un registro narrativo a otro para mostrarnos la miseria que viven sus personajes en ambas naciones.
Perdónala, chica, tú sabes que aquí se vive con mucho miedo.
—Odette Alonso
“Para todos los hombres”, dice Georges Bataille, “existe un reino precioso del cual dependen esencialmente: es el reino de la poesía, de lo sagrado, de la tragedia, y he de decir que es, al mismo tiempo, el del miedo, el de la angustia”. En Hotel Pánico, publicado en 2013 por la Universidad Veracruzana en su colección Ficción, Odette Alonso (ganadora de los premios de poesía “Adelaida del Mármol” en 1989, “Pinos Nuevos” en 1996 y “Nicolás Guillén” en 1999, entre otros) escribe de eso que vale la pena: la juventud, la esperanza, la pasión y la memoria. Temas que, con añoranza encendida, toca en los dieciséis cuentos que conforman su segunda entrega dentro del género cuento.
Sin embargo, el hilo que une estos relatos es la violencia; ímpetu desgarrador que, como el mal, es también un misterio. Aguda violencia que va más allá de las bandas del crimen organizado y la estridencia de los periódicos que han transformado a la muerte en una forma impúdica del espectáculo.
En los dos grupos de textos que integran este libro, “La casa vieja” y “Hotel Pánico”, asistimos al infortunio cotidiano, el que ocurre en los entornos que suponemos conocidos. El hogar, la escuela, los centros de trabajo, espacios donde deberíamos sentirnos menos vulnerables, son los sitios donde se manifiestan los celos, el abuso, las pequeñas y grandes traiciones que, junto a la muerte, parecen acechar en todas partes. No obstante, también en ellos hay lugar para el deseo como proyección de los instantes en que la vida se manifiesta en perfección. Un ejemplo de ello es cuando en “Desde el pasado” las protagonistas “acercan las bocas en medio del canto hasta encontrar sus labios, suaves, sedientos. Alargan el beso tierno, mientras que sus manos toman valor para explorar y los cuerpos se deciden a juntarse”.
El hilo que une estos relatos es la violencia; ímpetu desgarrador que, como el mal, es también un misterio. Aguda violencia que va más allá de las bandas del crimen organizado y la estridencia de los periódicos que han transformado a la muerte en una forma impúdica del espectáculo.
Además, en los cuentos de Odette Alonso, nacida en Santiago de Cuba en 1964, se nota también la templanza de la visión polifacética sobre la realidad mexicana. Con más de veinte años en nuestro país, y sin olvidar su origen caribeño, la autora transita sin ninguna dificultad de un registro narrativo a otro para mostrarnos la miseria que viven sus personajes en ambas naciones. Sin importar si están situadas en la orilla del mar como en “Cuentas para su padre” o en el metro de la Ciudad de México como en “Bajo la jacaranda”, las desdichas de estos seres están relacionadas con la humanidad toda.
Aunque en Hotel Pánico la desesperanza y las traiciones tienen un papel predominante, no es un libro cruel. Las historias son narradas con pasión pero sin desgarramientos; con crudeza, sí, pero sin alardear de los dolores con el propósito de buscar la fácil compasión. Con Alonso somos testigos de situaciones límite, ausentes de heroísmo, libres de moralejas y, especialmente en la segunda sección, con finales abiertos. ¿Para qué intentar atar todos los cabos si, como señala Borges en el Aleph: “la solución al misterio siempre es inferior al misterio”?
En el cuento que le da nombre al libro, por ejemplo, el asistente Fernández responde al detective Cañizares, durante la indagación sobre la muerte de una joven pareja:
Crimen pasional, pacto suicida, misa negra, cine snuff, tráfico de órganos… Habrá que esperar a que reclamen los cuerpos porque, como usted imaginará, poco aportan las huellas levantadas en un hotel de paso y, en este caso específico, las evidencias parecen pocas. Yo diría que esto lo hizo un verdadero maestro. Y si me permite una opinión, tiene toda la tipología de los casos que nunca llegan a resolverse.
El silencio que sigue a la violencia, a la tragedia sin explicación, nos impulsa a la búsqueda de interpretaciones. La estancia en el Hotel Pánico nos revela, gracias al talento de Odette Alonso, zonas extrañas, ocultas, de la realidad. No salimos indemnes de estas dieciséis habitaciones pues, aquí, se vive con mucho miedo. ®