Hasta gustoso le daría bofetaditas cortas cuando BC se pone a llorar, pero no puede por razones obvias… Y sobre todo porque no tiene otra chamba para mandar a BC a freír churros a Aldo Bonzi. Así que como el mexicano sabe que no vive en un mundo justo y tampoco puede manejar la situación, soporta metido para adentro.
Si hay algo que a la mujer sudaca de Alejo Bayote le revuelve las tripas es que, cuando le pide algo a su marido —una cosa que él claramente no quiere hacer—, el mexicano se tira para atrás como para tomar aire, estira el corto pescuezo que sostiene una gran cabeza maya, entorna los ojos, pone cara de galán de los setenta y entona:
Eso que tú me pides… Es imposible…
Y ahí empieza el suplicio para la argentina.
Porque la cerrazón mexicana puede ser cabrona y más si suena con notas musicales de José José. Porque por más que ella insista, cuando al yucateco se le pone algo entre ceja y ceja es difícil hacerlo cambiar de opinión.
Por eso, si ella necesita que Bayote tienda la ropa en la terraza, él se niega rotundamente y le lanza, como respuesta ensayada:
Recuerda cuántas veces te lo dije, cuántas veces te advertí
Soy así, así nací y así me moriré…
Si la pobre mujer solicita, desesperada, que cambie el cuerito de la canilla que chorrea incesantemente desde hace semanas, Bayote mueve la cabezota de izquierda a derecha y entona:
Nunca seré tu Ángel de Belén, menos tu títere…
Si la sudaca reniega porque Bayote se quita la ropa y la deja tirada en el suelo desde hace catorce años, el meridano practica una risita tediosa y lanza:
Nunca te engañé, nunca te mentí, nunca lo negué
Soy así, y sé muy bien que nunca cambiaré…
Ahora bien, algo pasa si la argentina le pide al mexicano que pelee por un sueldo más digno en el trabajo. Es cierto, en primera instancia Bayote entona, sin pensar:
Yo sé que no he nacido para rey, ni para príncipe
Tú quieres admirarme, te has confundido…
Pero se nota que algo le molesta, como una basurita atravesada en algún lugar inhóspito de su anatomía. Y si su mujer osa tocar el tema de la jefa de Bayote (léase superior inmediato en el trabajo, no madre), el mexicano estalla como si tuviera seis años y alguien intentara robarle los juguetes y grita:
¡Notemetasconmitrabajoqueyonomemetoconeltuyo, coño!
Y desaparece de escena, llevándose muebles por delante hasta que se encierra en el baño. Fuentes no develadas informan que desde el interior del toilette se escuchan grititos, puteadas y llantos, todo ahogado y a media voz.
Porque Bayote se siente con toda la autoridad del mundo para cantarle a su mujer sudaca “Soy así” con la única finalidad de restregarle en la cara su machismo grandilocuente pero (pero, pero) cuando se trata de “la jefa”, la cosa cambia y el mexicano se mete para adentro como bicho bolita.
Y desaparece de escena, llevándose muebles por delante hasta que se encierra en el baño. Fuentes no develadas informan que desde el interior del toilette se escuchan grititos, puteadas y llantos, todo ahogado y a media voz.
A la jefa de Bayote desde este momento la llamaremos BC, como la línea dietética de La Campagnola. Y no es casual, a BC LE FALTA AZÚCAR.
Es joven, egresada de alguna universidad católica, soltera, debe andar en su treintena, flaquísima, de buen vestir… Pero es una argentina triste, oprimida, nerviosita. Da la sensación de que vive con el agua al cuello. Y no sabe nadar.
BC se ahoga muy a menudo en el trabajo, y no hay salvavidas que la rescate. Cuando de otros sectores del trabajo le exigen que acelere una presentación/modifique un powerpoint/revea un procedimiento en plena “deadline”, a BC le empieza a faltar el aire y, aunque bracea como loca, sólo logra hundirse en su propia angustia. Y normalmente Bayote es su línea de escape.
Entonces, aunque el yucateco tenga a mano el salvavidas para rescatarla, BC se la agarra con él. Si la presentación no está lista, Bayote tuvo algo que ver; si al powerpoint le falta un simbolito, seguro que el mexicano no lo revisó correctamente; si el procedimiento debe ser modificado, el yucateco queda en la mira de BC, siempre.
Pero en el fondo BC sabe que no es tan así todo. Porque ella es la jefa y algo no funciona bien si el sector no avanza con ella en el timón. Entonces, en medio de los reclamos de novia abandonada a Bayote, y ante la cerrazón del mexicano, BC llora. Sí, la jefa de Bayote estalla y llora.
El procedimiento es siempre el mismo: comienza con los reclamos, se agita, le falta el aire y larga un sollozo. El mexicano, aturdido y mirándola como sapo de otro pozo, trata de calmarla con palabras inconexas pero sólo se hunde más en el fango. Porque BC se vuelve más amarga que nunca.
“¿Cómo tratarla? ¿Cómo correrme de su mira?”, se pregunta Bayote día y noche. Porque las mujeres siguen siendo un misterio para él, aunque conozca féminas de distintas nacionalidades y conviva con ellas día a día.
¿Qué si daría un riñón por hacerle entender a BC lo injusta que es con él? ¡Pos claro! ¿Que si le gustaría revolearle el powerpoint por la cabeza? ¡Por supuesto, coño! Hasta gustoso le daría bofetaditas cortas cuando BC se pone a llorar, pero no puede por razones obvias… Y sobre todo porque no tiene otra chamba para mandar a BC a freír churros a Aldo Bonzi. Así que como el mexicano sabe que no vive en un mundo justo y tampoco puede manejar la situación, soporta metido para adentro.
Pero cuando se acuesta, todo es distinto. Porque hay noches salvadoras en las que sueña que es el merito José José elevándose del suelo hasta el techo de la oficina y sobrevolando el escritorio de BC, mientras le canta:
Quieres que pise el suelo, yo no podré jamás
Siempre estaré en el aire, corazón, como las águilas…
Y está tan alto que apenas puede ver las manitas de BC tratando de atraparlo. Y lo mejor de todo es que, desde allá arriba, ya no escucha sus llantitos. ®