Caminando por el horizonte ancho

“Para hablar de la realidad me sirve más la fantasía”, entrevista con Max

Para mí, Borges es también literatura de fantasía, Kafka es literatura fantástica para mí, las mitologías antiguas. De todo eso yo me he nutrido para mis cómics. Un buen día me di cuenta de que para hablar de la realidad a mí me sirve más usar la fantasía, o sea, hacerlo metafórica, no realísticamente.

Max. Imagen tomada de http://www.peatom.info

Francesc Capdevila, mejor conocido en el medio del cómic y la ilustración de España como Max, estuvo en México hace unas cuantas semanas. El motivo: su participación en el Tercer Encuentro de Edición Gráfica que tuvo lugar en el Centro Cultural de España en México el 12 y 13 de noviembre, el cual incluyó la inauguración de “Panóptica”, una exposición retrospectiva de su trabajo de 38 años (de 1973 a 2011) y que estará expuesta hasta el 22 de enero del año entrante.

La exposición incluye dibujos originales, revistas, discos singles de Radio Futura, videos, displays luminosos, pinturas, una máscara de su personaje Peter Pank, una reproducción en miniatura de la mascota que diseñó para el Barcelona en los años noventa, el reloj Swatch con sus dibujos y una carta de Patricia Highsmith.

Esta selección transita por las diferentes décadas de su carrera, y sólo hay un rasgo que se repite en todas las muestras de su trabajo: el cambio permanente. De sus principios en el cómic underground barcelonés que tuvo como punto culminante la fundación de la mítica revista El Víbora a sus pósters para festivales de cine y música en los dosmiles se puede notar una falta de tranquilidad estética que lo ha mantenido presente a lo largo de todas estas décadas sin desgaste.

Actualmente puede verse sus ilustraciones semana tras semana en el suplemento Babelia, del periódico El País, en donde ilustra “Sillón de orejas”, la columna de Manuel Rodríguez Rivero. Cada semana sus viñetas son un ejercicio de imaginación y narrativa gráfica —que incluso se comparten en el Tumblr de Fantagraphics; hay que recordar que la editorial de Seattle ha publicado su álbum de Bardín, el superrealista.

La siguiente charla tuvo lugar un día después de una charla en el CCE en la que también participaron los mexicanos Edgar Clément, Teresa Martínez y Hugo Arámburo, en la que se discutieron las diferencias y similitudes del cómic y la ilustración. Y a partir de un comentario que salió en esa plática es como comienza la nuestra.

—Ayer estaba viendo la transmisión de la charla, y una parte que me interesó mucho fue el momento en el que un chico empezó a hablar de que él prefería cómics con un dibujo de calidad aunque tuvieran un guión mediocre. Quería preguntarte qué es lo que has percibido tanto en el público como en los creadores de México, ¿cuáles son las inquietudes con respecto al trabajo, al cómic?

—No puedo hablarte mucho de ello, porque los días que he estado aquí he estado dedicado al montaje de la exposición por un lado, y por otro a hacer de turista. Realmente el primer contacto con autores de aquí lo tuve ayer.

—¿Y conoces el trabajo de alguno de ellos?

—Estuve viendo ayer por internet lo que hacen, pero realmente no lo conozco a profundidad. Realmente apenas conozco el cómic mexicano. Conozco a Rius desde hace años, es muy conocido. Pero, prácticamente, apenas nada más.

—¿Y cuáles son tus expectativas? En términos generales noto que hay una moda o boom, ya ni siquiera del cómic, sino de la novela gráfica. Creo que en los años noventa fue el cómic, algo muy orientado hacia los superhéroes y el manga, y ahora es la novela gráfica. Tú tienes muchos años de carrera en el medio, ¿cómo lo interpretas?

«Así que, si llevamos tantos años reclamando que el cómic es un arte igual que cualquier otro, entonces es natural que reclamemos la absoluta libertad de actuación, como existe en la pintura, en la música, donde coexiste todo, desde lo más clásico hasta la experimentación más loca»

—Bueno, en realidad la novela gráfica es un concepto, no una etiqueta comercial. Es algo que han inventado los autores, por su propia necesidad de no limitar su expresión a los formatos convencionales del cómic. Así que, si llevamos tantos años reclamando que el cómic es un arte igual que cualquier otro, entonces es natural que reclamemos la absoluta libertad de actuación, como existe en la pintura, en la música, donde coexiste todo, desde lo más clásico hasta la experimentación más loca. En el cómic, hasta los años ochenta, no se había llegado a ese punto. Todo estaba muy constreñido por fórmulas comerciales que, en el caso de Japón eran esos tochos que editan ahí, en Estados Unidos —por citar las industrias más grandes— era el comic book grapado y en el caso de Europa era el álbum grande, de tapa dura.

”Eran estos formatos que la industria mantenía como estándar y que gozaban del favor del público. Sin embargo, desde el momento en que los autores nos empezamos a sentir realmente autores, con cosas personales que comunicar, esos formatos se nos quedan pequeños. Necesitamos libertad de actuación, y de ahí, yo creo que Will Eisner quizá fue el primero en reclamar esto, pero el que dio el primer golpe contundente fue Art Spiegelman con Maus. Nos abrió los ojos a muchos en el sentido de que podíamos caminar hacia un horizonte muy ancho.

—Pero en España y Europa en general hay una tradición del cómic, muy diferente a la de Estados Unidos o Japón, que ha transitado por caminos diferentes: el erotismo, los temas de autor… ¿no se percibía eso hasta la llegada de Spiegelman?

—Sí se percibía, pero las editoriales estaban atadas a un formato específico. Estos grandes autores como Moebius, Milo Manara, estaban experimentando con historias contadas de una manera diferente, pero en el formato existente. Más que cómic alternativo, nosotros preferimos verlo como cómic de vanguardia.

—¿Entonces es una cuestión de formato?

—Sí. Llegó un momento en que un autor ya no se ceñía ni al formato ni a la periodicidad de los cómics tradicionales. Si tardaba un año en tener una historia, estaba bien, y en el formato que quisiera.

—Ya que hablas de esto, quiero preguntarte si tienes calculado el tiempo que te lleva realizar un cómic.

—Primero tengo que decir que tengo la fortuna de no dibujar cómic para vivir. Hago ilustración, que es lo que me deja dinero. Si hiciera cómics para ganar dinero, tendría que publicar con mayor periodicidad y al final eso se vería reflejado en la calidad de mi trabajo.Por otro lado, en los años ochenta, y creo que fue algo fundamental en mi aprendizaje, realizaba un cómic mensual, lo cual me enseñó muchas cosas. Como nunca he sido un éxito de ventas, me puedo tomar cinco, seis años en completar un libro, sin ninguna presión. Si sólo me dedicara al cómic me tardaría quizá sólo un año.

—¿Cómo atacas una ilustración? He notado que tus ilustraciones de Babelia siempre tienen una narrativa.

—Sí, desde luego. Tiene que ver con lo importante que es en mi vida el cómic. Siempre trato de que los personajes que aparecen en mis ilustraciones tengan un antes y un después, y que eso se note.

—Llevas muchos años en el medio y tu trabajo no se ve envejecido, sino al contrario. Quiero saber cómo has logrado eso, pues me parece que no es algo muy común entre los autores.

—Tiene que ver con mi forma de vida. Nunca he sido un culoquieto; no puedo estar haciendo lo mismo todo el tiempo. Me aburriría si así fuera. Por eso es difícil encasillarme, no he tenido un solo estilo durante estos años.

—He notado que muchos autores de cómic ahora dicen que ya no leen cómics. ¿Es ése tu caso?

—Ahora no tantos. No es lo único que leo. Chris Ware es un autor al que sigo mucho, Seth es otro, Charles Burns, de Europa David B. —quizás mi favorito en Europa—, en España, mi favorito absoluto es Keko. También Javier Olivares, Santiago García. En fin, sigo cosas, pero no todo el tiempo, no puede ser.

—Tienes una tendencia hacia la fantasía, pero no de una manera tradicional.

—Exacto.

—Es una especie de fantasía punk.

«Primero tengo que decir que tengo la fortuna de no dibujar cómic para vivir. Hago ilustración, que es lo que me deja dinero. Si hiciera cómics para ganar dinero, tendría que publicar con mayor periodicidad y al final eso se vería reflejado en la calidad de mi trabajo»

—Bueno, a veces es el punk… a mí me gusta llamarle “metafísica” (risas), sin pretender darme aires de nada. Siempre he tenido esta tendencia natural hacia lo fantástico, la ciencia ficción, que han sido mis lecturas. Ya de joven me gustaba leer estos géneros; pero, vamos, para mí “fantasía” es mucho más que eso. Para mí, Borges es también literatura de fantasía, Kafka es literatura fantástica para mí, las mitologías antiguas. De todo eso yo me he nutrido para mis cómics. Un buen día me di cuenta de que para hablar de la realidad a mí me sirve más usar la fantasía, o sea, hacerlo metafórica, no realísticamente. Prácticamente todos los cómics que hago están enfocados desde ese punto de vista: ya sea el mítico, el mitológico, desde la ciencia ficción o desde el surrealismo; pero todo está anclado en la realidad. No estoy hablando de mundos inventados que no tienen que ver con el nuestro, sino siempre todo remite a nuestro mundo contemporáneo. Mi fantasía no tiene que ver con la capa y espada.

—Con los juegos de rol.

—Exactamente (risas).

—Leía en tu blog que no tenías mucha afición por un escritor como Charles Bukowski, ¿es por el realismo?

—Sí, es por el realismo.

—Y, por ejemplo, estas novelas gráficas de autor que son muy personales, ¿sí te ofrecen algo?

—Sí, algunas sí, pero tampoco todas, porque de hecho se ha convertido en una moda el hecho de contar tu vida. Independientemente de que esté bien dibujado o mal dibujado, tú tienes que tener una vida interesante para contar tu vida. Entiendo que si Spiegelman cuenta la vida de su padre o la suya propia es porque es una vida muy interesante; o si Joe Sacco se va a Palestina o a Yugoslavia y cuenta lo que está pasando, es interesante. Pero hay chavales de veinte años que cuentan su vida y su vida no es interesante para nada. Ahora me enamoro, ahora la chica me deja, ay, qué mal estoy. Esto es tan común que difícilmente es interesante.

—Tendría que ser alguien fascinante como Oscar Wao, el personaje de la novela de Junot Díaz.

—Eso no quita que de repente alguien, trabajando en este tema, haga una genialidad, como El guardián en el centeno.

—…o La conjura de los necios.

—Exacto. Hay que tener mucho genio.

—He pensado si, así como pasó con el manga y los superhéroes, el cómic de autor o alternativo tiene ese riesgo de volverse ya ni siquiera un género, sino un estilo. “Yo dibujo cómics indie”, algo que no decide uno.

—Sí tiene ese riesgo. Es muy peligroso. ®

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Publicado en: Cómic, Diciembre 2011

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