Si su infame reconocimiento sirvió para ponerlo en evidencia, en cierta forma se está cumpliendo con la misión de promover y proteger —y casi hasta rescatar, que a veces parece que buena falta les hace— las letras.
Estimado Señor Alfredo Bryce Echenique,
Es del dominio popular aquella frase que dice que si uno no tiene nada bueno qué decir, es mejor no decir nada. En el entendido de esta máxima, quiero empezar esta carta con buenas noticias para usted: estamos jodidos. Sí, atendiendo los deseos manifestados en su expresa voluntad cuando dijo fuerte y claro al diario El País “¡Que se jodan!”, con dedicatoria para aquellos que ponemos en entredicho que le hayan otorgado el Premio FIL 2012, le puedo afirmar sin atisbo de duda que estamos jodidos. ¿Quiénes? Pues todos. Hasta usted, mire nada más lo que son las cosas. Que haya sido reconocido con este premio vino a rompernos la crisma a todos. Agarraron parejo, como se dice. A la FIL porque se desprestigia al condecorar a un plagiario comprobado y sentenciado, a la literatura porque se envía un mensaje equivocado a escritores y lectores por igual, a nosotros los estudiantes porque nos matan la ilusión y nos generan una falsa imagen de comodidad y flojera recompensada, a los contribuyentes mexicanos porque parte del dinero de su premio es financiada con recursos públicos y, sobre todo, a usted, don Alfredo, porque hasta hoy había muchos que no sabían de sus impúdicas artes de ladrón furtivo, y hoy, gracias al Premio FIL 2012, todos le conocen, y seguramente mucho mejor de lo que a usted le gustaría. Para morirse de la risa, ¿no? O de la vergüenza. Escoja usted.
¿Ya ve? No hay mal que por bien no venga (seguimos puestos a aprovechar la sabiduría popular). Si su infame reconocimiento sirvió para ponerlo en evidencia, en cierta forma se está cumpliendo con la misión de promover y proteger —y casi hasta rescatar, que a veces parece que buena falta les hace— las letras. Se ha convertido usted en un ejemplo a no seguir para decenas, quizá cientos, de escritores en ciernes. Esto no es un hito cualquiera. No. Los modelos, para acentuarse, muchas veces necesitan de contramodelos. Es ahora usted un contraídolo. ¿Qué tal, eh? Con su ejemplo —o su contraejemplo, para llamar las cosas por su justonombre— muchas plumas pueden motivarse a crear por sí mismas. ¡Contra enhorabuena, don Alfredo!
Desde la FIL, aquellos que asistiremos para disfrutar de la purísima y noble expresión de las letras tendremos a bien enviarle nuestros muy jodidos recuerdos hasta Perú, donde estará usted disfrutando de su jodido premio y sus lucrativos 150 mil dólares, los cuales estoy seguro que regresaría sin dudarlo a cambio de borrar la ignominiosa fama que se está ganando a pulso. Flaco favor el que le hicieron los iluminados jueces del Premio FIL, ¿no cree usted, don Alfredo? ®