Con Daddy’s Home St. Vincent ha dado otro salto de fe con sus fanáticos, presentándose como una entusiasta disco–funky que entona una carta de amor a su padre —y muestra un poco más de su oscuridad.
Annie Clark lo ha estado mascando durante más de una década. No sólo en entrevistas ha brindado transformaciones consistentes al estilo de Bowie, también lo ha hecho en numerosos LPs desde su álbum debut en 2007, Marry Me. Al escucharla ahora —en comparación con entonces— cuesta creer que sea la misma persona. La personalidad tímida que empleó en su debut es al presente una chocarrería tardía; con su sexto álbum, Daddy’s Home (2021), ha dado otro salto de fe con sus fanáticos, presentándose como una entusiasta disco–funky que entona una carta de amor a su padre —y muestra un poco más de su oscuridad.
Sin embargo, no resulta particularmente sorprendente. Clark nunca ha hecho el mismo álbum dos veces. Su segundo disco, Actor (2009), fue un argumento divertido, uno que mostró su magistral trabajo con la guitarra y su predilección por los ganchos discretos. Strange Mercy (2011) es a menudo considerado por muchos su obra maestra. Ese récord y esa joya de disco cumplirá diez años este septiembre, y fue en este punto, después de Strange Mercy, cuando Clark comenzó su ascenso al estrellato pop, mientras desafiaba sistemáticamente a su base de fans para apreciar estos giros bruscos, tanto en su actuación como en su apariencia. La bola curva anticipada con Daddy’s Home no es tan sorprendente como se esperaba en un inicio; de hecho, es más una regresión a la música de guitarra clásica de lo que uno hubiera esperado, dada la influencia electrónica en su último álbum: Masseduction (2017).
Hay un aura de depresión y nostalgia que gotea de sus palabras por todo Daddy’s Home. Ha hecho tantas transiciones a lo largo de los años que es difícil saber qué es real y qué no, pero esta colección de canciones sugiere que, debajo de las pelucas y el estilo de época, puede ser la primera vez que realmente vemos a Annie Clark desnuda.
Mientras se encuentra en un estado de evolución constante, Clark se ha esforzado por asumir riesgos con más frecuencia de lo que algunos incluso se solazarían en considerar. Los primeros sencillos de Daddy’s Home mostraban un lado diferente de St. Vincent, una Annie Clark más vulnerable y frenética que parecía sacada de las serie The Deuce o la película Boogie Nights, de Paul Thomas Anderson, atrapada en el pasado con sus abrigos de piel y su cabello rubio decolorado. Ella trasladó esta personalidad a su interpretación de “Pay Your Way in Pain” en Saturday Night Live, que fue considerada brillante o lamentable, dependiendo de a quién le preguntes —a mí me orgasmeó—. Pero, si le preguntas a ella: “The show is just beginning”. Esto hace que “Pain” sea la introducción perfecta a Daddy’s Home, ya que incorpora mucho de lo que está por venir, pero no da lo suficiente como para categorizar el álbum.
El lanzamiento gradual del disco describió a Daddy’s Home como una exploración funky, que lo es hasta cierto punto, pero se trata más de un ensayo críptico musical de la era de los setenta. Hay remolinos de doo–wop experimental y disco en “Live in the Dream”, creando algo así como un ABBA vanguardista —un descriptor en el que nadie pensó hasta 2021—. Clark siempre ha sido una esponja musical, pero en Daddy’s Home es la primera vez en que sus influencias se han apoderado de su música y estilo. “The Melting of the Sun” combina las teclas del piano con una pizca de Pink Floyd, una influencia que nunca se habría agregado a St. Vincent con anterioridad, pero está aquí.
El retroceso más obvio a las viejas fórmulas de Clark viene con “Down and Out Downtown”, un tema funk suave y fino que se las arregla para encontrar un vínculo entrañable entre esta nueva estética y sus más antiguas formas, sin dejar de darlo todo para brillar: “Hey, I was flying (Flying, flying, flying) / Over the Empire State (Over, away) / Then you kissed me (Kissed me, kissed me) / And I crashed again”, no se sentiría fuera de lugar en Strange Mercy, ya que está repleto de un ritmo de excursionistas y algún acompañamiento de crooner de la vieja escuela, que nos recuerda al Motown y Solid Gold; algo peculiar pero acogedor. Los fanáticos del incansable trabajo de guitarra de Clark estarán muy contentos, ya que regresa a granel. La falta de cuerdas en Masseduction hizo que sus fanáticos amantes del air–rock se sintieran abandonados, pero su regreso ahora no se centra en los ganchos contagiosos y coros altísimos, sino en el asentamiento de los sentimientos taciturnos que Clark decide exhibir en esta ronda. Daddy’s Home no es una celebración de ninguna manera: el padre de Clark estuvo en prisión durante nueve años a partir de 2010, se perdió sus años de formación en el rock–indie y regresó durante su tiempo de inactividad.
Ésta es la segunda colaboración con el productor Jack Antonoff (FUN), y aunque las guitarras están de vuelta, la banda de Clark no. Casi todo el trabajo pesado lo hace Clark, quien es una maravilla apoteósica al dominar la maquinaria que usa en todos sus álbumes. No hay límite para sus habilidades en Daddy’s Home, incluso usa un jodido sitar en “Down” para llorar en voz alta; Clark encuentra tiempo para tocarlo cerca del pecho y no volverse demasiado rara. De hecho, “Down” presenta algunas de sus composiciones más precisas; es compacto pero expansivo y no escatima en una instrumentación potente. A medida que aumentan sus acciones Clark trabaja diligentemente para que cada álbum se destaque por sí solo, y Antonoff tiene mucho que ver con esto. Su trabajo de coproducción con Clark es realmente atractivo; puede elevarla a las nubes con “Somebody Like Me” para así transmitir la suciedad de “Pay Your Way in Pain”. El icónico “Morning Train (9 to 5)” de la encantadora Sheena Easton (escrito por Florrie Palmer) recibe una actualización a través del encantador “My Baby Wants a Baby”, en el que Clark reescribe la letra para mostrar menos ternura y en su lugar coloca un poco de veneno en su tono afectivo: “My baby wants a baby / How can it be wrong? / But I wanna play guitar all day / Make all my meals in microwaves / Only dress up if I get paid / How can it be wrong?” No hemos escuchado a Clark hacer muchos covers o reinterpretaciones, pero “My Baby Wants a Baby” funciona en todos los niveles como un hermoso tributo a Palmer e Easton, al mismo tiempo que lo convierte en su propia explotación de sus destrozos emocionales. Lleva una fachada de amor, pero dentro de sus páginas todo es una autoconfesión penetrante: “Then I won’t have no legacy / ‘Cause I won’t write no symphony / Won’t have no streets named after me / Won’t even have your sympathy”. Dada su contribución a la música, uno podría estar en desacuerdo, pero Daddy’s Home no se trata sólo de su padre: Clark se está apuntando con esa lente crítica a sí misma y no se detiene.
Es una imagen lo suficientemente vívida que se transmite a lo largo del álbum. Durante el cierre, “Candy Darling”, es fácil imaginarse a su personaje de estrella, vestida, recostada en un sillón de vinilo bordado, dejando que la ceniza de su cigarrillo caiga sobre la mohosa alfombra del hotel mientras canta: “I never wanna leave / Your perfume candy dream”. Hay un aura de depresión y nostalgia que gotea de sus palabras por todo Daddy’s Home. Ha hecho tantas transiciones a lo largo de los años que es difícil saber qué es real y qué no, pero esta colección de canciones sugiere que, debajo de las pelucas y el estilo de época, puede ser la primera vez que realmente vemos a Annie Clark desnuda. El resultado final no le llega retrocediendo, sino revisando sus antiguas glorias desde una nueva perspectiva. Es un acto de equilibrio al revés. ®