Cinema chirundo y su axolote fílmico

El cine latinoamericano va desnudo

Disfruten la película, dicen al momento de cortar los boletos para entrar a la sala, como si fuéramos a divertirnos brutalmente. No es que vaya al cine a amargarme el día, tampoco que busque la frustración o el dolor por vocación. Voy al cine por una experiencia total, un momento cinemático. Disfrutar va más allá de ocupar una butaca significa pensar y vivir el filme.

I. La ficción minimalista e insolente del Uruguay

Pablo Stoll

El término “aburrido”, por ejemplo, es una de aquellas palabras indeseadas, es decir, es castigada desde el momento de pensarla, y aún más al decirla; personalmente me remite al cine uruguayo que tiene esa fenomenal carga de “aburrición” con la que logra entrañables historias, como el filme: Whisky (2004), dirigida por Pablo Stoll y el fenecido Juan Pablo Rebella, o Ruido (2005), realizada por Marcelo Bertalmío. Ambas películas cuentan la rutina de oficios poco revisados como la vida de un fabricante de calcetines o la de un joven llamado Basilio, que además de quererse suicidar vigila que los ruidos de la ciudad no afecten la convivencia en el vecindario, por lo que funge como el aguafiestas oficial. Películas que contrastan con las historias excesivas o muy comunes del típico joven clasemediero de la gran metrópoli, repetición al hartazgo de los Amores perros de Alejandro González Iñárritu, en la que la espectacularidad, al igual que la próxima a estrenarse Días de gracias, de Everardo Gout, se convierte en un anestésico visual plagado de violencia, futbol y mucha estridencia.

II. La docuficción animalista mexicana

En la primera década del siglo XX la imagen del derrumbe de las Torres Gemelas en Nueva York en las televisiones del mundo occidental y el desarrollo veloz de tecnologías como celulares, aunado a la cada vez más habitual costumbre de la comunicación entre individuos por las redes electrónicas, los blogs, chats, etcétera, ha producido formas nuevas de relacionarse y de incidir en la forma de contar historias en el cine. El documental ha comenzado a mover el sitio predilecto que tenía la ficción en el gusto del espectador.

El valor del Verano de Goliat, quinta película de Pereda, radica en la visión mexicana de lo rural más allá del folclorismo, en donde se desarrollan historias reales, tocadas por la mano de un artista y vistas desde los ojos de un cineasta que arriesga en su narrativa.

En México cada vez es más común ver filmes de ficción cuya raíz es un hecho real y donde sus personajes son personas reales en situaciones de aparente ficción. Directores como el mexicano Nicolás Pereda tienen en su filmografía trabajos que pueden llamarse “docuficción”, como la ganadora en la Muestra Internacional del Arte Cinematográfico de Venecia 2010: el Gran Premio Orizzonti, Verano de Goliat, que cuenta la vida de un pueblo, en algún lugar de México, en el que la experiencia real y la ficción comparten el mismo sitio mediante, por un lado, la historia de Teresa, que es abandonada por su marido y desesperada no logra sanar el dolor de la ausencia y, por el otro, la de Goliat, un niño del pueblo que es acusado por el supuesto asesinato de una niña, que se dice era su novia, hecho que éste niega rotundamente frente a la cámara del cineasta.

El valor del Verano de Goliat, quinta película de Pereda, radica en la visión mexicana de lo rural más allá del folclorismo, en donde se desarrollan historias reales, tocadas por la mano de un artista y vistas desde los ojos de un cineasta que arriesga en su narrativa.

III. El cine chirundo

Otro caso es el filme El Calambre, de Matías Meyer, en el que conviven un actor francés (Julien Catteareau), quien durante diez años fue mimo en el Circo del Sol, y Pablo López, un lanchero oaxaqueño, que interactúan en la historia realizada en las lagunas de Chacahua, Oaxaca, basada en un cuento homónimo del escritor chino Gao Xingjian.

En algún momento del año 2011 le pregunté a Meyer sobre el momento que está viviendo el cine en Latinoamérica y en particular en México, que va muy en este tono de ficción casi documental que vi en su película El Calambre.

El director me respondió: “Pienso que hubo un cine que se hizo en México durante muchos años en donde había mucha superficialidad, que se notaban las paredes del set, se notaba la actuación chafa, las pelis de ficheras, todo muy artificioso. Igual que en las telenovelas, donde nos presentan una supuesta realidad, pero que es completamente irreal, en donde se habla casi siempre de la clase alta y de sus sueños y de sus historias de amor y luego sale la sirvienta interpretada por no sé quién… De haber visto tanta falsedad que la tele propaga yo creo que hubo esa reacción.

”Yo creo que este tipo de cine, como con un ritmo muy contemplativo, es una reacción al abuso de la velocidad, del ritmo, en muchas películas de acción o videoclips. Es una especie de decir que el ser humano necesita de tiempo para procesar las cosas. Tal vez sea muy pronto para decir por qué está sucediendo y creo que esto forma parte de una brecha artística que se abrió y en la que todos nos hemos metido.

”Yo creo que forma parte de un movimiento artístico en donde se busca autenticidad; el género documental es el género que está más cerca de la realidad y se ha metido en este cine de ficción. Parecería que preferimos, por ejemplo, la búsqueda de actores no profesionales que van a actuar en su propio papel en vez de contratar un actor que interprete un papel, lo cual creo que es más auténtico. Prefiero el rostro de Pablo [el lanchero oaxaqueño que actúa en El Calambre], que es un verdadero pescador, que el rostro de un actor al que tendríamos que maquillar. Dar un reflejo más real de nuestro país.

Le pregunto a Meyer: ¿Cómo empatar una película con estas cualidades [lenta y sin cosméticos] con el espectador que está condicionado a un tipo de cine de historias lineales. Responde: “Yo creo que tiene que ver con un grado de conciencia del espectador porque ésta es claramente una película abierta, es una película que pide aportación del espectador”.

”Creo que también tiene que ver con que nos tocó el mundo de los festivales, como el Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México (FICCO). Todos empezamos a ver este cine tan raro o de pronto tan lento, abstracto, sugerente, que nos influenció mucho y entonces nos fuimos encaminando por ese lado; fuimos una generación de cineastas-cinéfilos como de festival y no vamos a negar la influencia de cineastas como Gus Van Sant o Apichatpong Weerasethakul, que son los que de pronto abren el camino. Por ejemplo, Gus Van Sant está influenciado por Béla Tarr, un director húngaro, y Béla Tarr seguramente estaba inspirado por Tarkovsky y Tarkovsky era más o menos del tiempo de Bresson, quien trabajaba con actores no profesionales porque él buscaba distinguirse del teatro.

”En muchas de las películas mexicanas el diálogo es lo que lleva todo. Cuando preguntan: ¿Tú a qué vas al cine? Casi siempre se responde A ver una buena historia, a que me cuenten una historia. Eso no es la especifidad del cine. La especificidad del cine es el movimiento, es el espacio, es el tiempo, es la fotografía, es el sonido, es la atmósfera; no solamente la historia, claro, cualquier película termina contándote una historia, por más minimalista que sea la historia no puedes evitarlo, te están contado un relato, pero tal vez te lo puedan contar con sensaciones en vez de diálogos”.

Le pregunto a Meyer: ¿Cómo empatar una película con estas cualidades [lenta y sin cosméticos] con el espectador que está condicionado a un tipo de cine de historias lineales. Responde: “Yo creo que tiene que ver con un grado de conciencia del espectador porque ésta es claramente una película abierta, es una película que pide aportación del espectador”.

México vive momentos de transición. El adolescente tardío madura obligado por las circunstancias. El cine chirundo [chirundo significa desnudo, un regionalismo utilizado en la Costa Chica de Guerrero] es ese espécimen que se encuentra entre la frontera de la ficción con raíces sembradas en la realidad, es el punto intermedio entre el cosmético telenovelero, como señala Meyer de su película El Calambre, una axolote movie, un juguete de agua fílmico, aquel “animal extraño que tiene paralizado el poder metamórfico […] Señal altamente contradictoria, es la larva del animal de fuego, la salamandra, sin embargo habita en las aguas lodosas de los lagos del valle de México” [Roger Bartra, Axolotiada. Vida y mito de un anfibio mexicano].

IV. El documental mexicano la ficción chilena

El documental mexicano está dando estructura al imaginario colectivo, también es un negocio cada vez más redituable para las cadenas televisivas y exhibidoras oportunistas. Y aparecen frases como “entre más ficción veo más me gusta el documental”. Esperemos, eso sí, no caer en apoyar el documental mexicano por decreto sino por su diversidad, fuerza y creatividad.

El escritor español Jorge Fernández Gonzalo expresa en su libro Filosofía zombi: “El documental constituiría entonces el género del siglo XXI, no tanto por levantar acta de verosimilitud, sino por todo lo contrario, por registrar toda una serie de convenciones narratológicas a partir de las cuales hacer más real lo real. ‘Si no pasa ante la cámara es como si no pasara, ¿verdad?’, nos dice sarcásticamente uno de los personales de El diario de los muertos”.

Por otro lado, habrá que poner atención en la ficción chilena de realizadores como Dominga Sotomayor con su De Jueves a domingo (Chile-Holanda, 2012) o Pablo Larraín con su Post mortem (Chile-México-Alemania, 2010); también habrá que mirar La nostalgia de la luz (2010) del documentalista Patricio Guzmán. Ahí están las señales del otro cine que Chile está comenzando a filmar desde la orfandad y la invención pospinochetista. En otras palabras, mientras más películas de nueva ficción chilena veo, más me gusta el neodocumental mexicano. Ya lo dijo el actor francés Alain Delon en la séptima edición del Festival Internacional de Cine en Acapulco: “En nuestra época la gente iba al cine para soñar, en este momento el cine es demasiado social. El cine actual es una imagen de la sociedad de hoy, ya no es un sueño”. Otro cine es (Im)posible. ®

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Publicado en: Cine, Marzo 2012

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