De buenas a primeras Selva ha dejado de dirigirme la palabra. Su habitual semblante risueño, sus bailes espontáneos, su meneo de culo enloquecido cesaron. Su nueva postura es mirarme de reojo, cruzarse de brazos y fruncir el ceño cada que le pregunto qué coño le pasa. Su extraño comportamiento es la cereza del pastel a una semana negra, de tropiezos, de una avalancha de rechazos literarios.
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Si eres nuevo en el oficio de la escritura, a continuación te daré unos útiles consejos antes de que te veas en la penosa posición de experimentar en carne propia el fracaso.
Lo difícil no es terminar de escribir tu primera novela, lo titánico es lograr que la lean, ya sea amigos, familiares o editoriales. En un principio, amigos y familiares te animarán para que termines de una vez por todas de escribir tus crónicas enloquecidas, irrelevantes, pero una vez que las plasmes en papel, todos y cada uno de ellos se desentenderán para no perder su tiempo en tus dislates creativos.
Si bien te va, los amigos misericordiosos te dirán que han tenido una semana ocupadísima en el trabajo, que ya la leerán y harán sus anotaciones pertinentes a tu novela. Si mal te va, los amigos sinceros te dirán que mejor te dediques a otro oficio. Y finalmente, si tienes suerte, los amigos mentirosos, escapistas, dirán que van a la mitad de la novela, que les está gustando mucho, pero por el momento tienen muchos pendientes y apenas encuentren unos minutos disponibles en su ocupadísima agenda retomarán el hilo de tu novela para darte una opinión más objetiva del asunto, aunque la cruda y triste realidad sea que tu manuscrito o archivo se ha empolvado en un estante o extraviado o borrado en la memoria del disco duro de sus computadoras.
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Cada minuto que pasa Selva se desespera más y más. Nunca la había visto tan resentida, tan enojada. Incluso se reserva para sí misma, mascullando entre dientes, sus comentarios hirientes, lacerantes, despectivos, hacia Snooki y The Situation, basuras humanas que protagonizan un show llamado Jersey Shore que no se pierde por nada de este mundo, al igual que una retahíla de programuchos insufribles que mira con gozoso placer culpable frente a la televisión.
Decido escapar del ambiente enrarecido que reina en la habitación (enrarecido un poco por la tensión y un mucho por las bombas lacrimógenas que Selva no tiene empacho en soltar a diestra y siniestra empinando las nalgas). Con los ojos llorosos le digo que voy a la computadora a revisar mi correo electrónico. Selva se revuelve en la cama, aprieta los puños, cierra los ojos intentando mandarme un misil teledirigido mientras masculla entre dientes sabrá dios qué.
3
La última vez que abrí un archivo de Excel fue hace más de siete años, cuando tenía un trabajo decente en un corporativo transnacional que tanto enorgullecía a mamá, celdas que me servían para almacenar y dividir a todos los clientes y clientes potenciales de la refresquera; ahora, esas mismas celdas me sirven para anotar todas las editoriales que he descubierto navegando por Internet, porque a decir verdad, antes de mi exhaustiva investigación no pasaba de conocer una decena de ellas, que en realidad se transformaron en solo tres editoriales porque una editorial resultó ser un corporativo inmenso que abarca 80% de los sellos que creía eran editoriales independientes.
La primera acción fue dividir a las editoriales según su grado de importancia en el mercado, o sea, según su poderío económico o nivel de distribución. Si hiciéramos una analogía con clubes de futbol diríamos que Planeta es el Real Madrid, Random House Mondadori el AC Milán, Alfaguara el Manchester United, Anagrama el FC Barcelona, Ediciones B el Bayern München.
Como buen novato, mi sueño es pertenecer a las grandes ligas, por eso le he hecho llegar el manuscrito de mi primera novela a estos monstruos editoriales a sabiendas que seré rechazado o jamás leído por el comité de lectura de manuscritos.
Como buen novato, mi sueño es pertenecer a las grandes ligas, por eso le he hecho llegar el manuscrito de mi primera novela a estos monstruos editoriales a sabiendas que seré rechazado o jamás leído por el comité de lectura de manuscritos. El mismo manuscrito que mi sentido común me ha dictado enviarle a las editoriales de segunda, tercera y cuarta división, pues bien podrían ser el trampolín para en un futuro dar el salto a la élite, al caminar con el pecho gallardo por delante en las alfombras rojas de las ferias internacionales de libros donde se pavonean y comen a besos el culo los intelectuales best-sellers.
4
—¿Tienes algo que decirme? —dice Selva mirándome de reojo, rompiendo el silencio de diez minutos que llevamos desde que nos subimos al coche.
—¿Decirte qué? —digo por decir algo, ganando tiempo para pensar qué he hecho, qué error o despiste he cometido.
—¿Así que no me lo dirás?
—¿Decirte qué?
Selva vuelve a cruzarse de brazos, hace un puchero, los ojos se le empañan.
—No puedo creer que no me tengas confianza —dice.
—¡Claro que te tengo confianza! —digo.
—Pensé que éramos un equipo.
—Somos un equipo.
Con el rostro desencajado, la mirada perdida en la calle, Selva parece querer ordenar las ideas en su mente.
—¿Por qué me mientes? —dice.
—Jamás te he mentido —me defiendo y en mi mente intento adivinar su siguiente pregunta para bloquearla o contraatacar con alguna nueva mentira.
—¿Ah, no?
—No.
—¿Crees que no leí el mail donde rechazaban tu novela?
Indignado, abro la boca como una enorme O, no dando crédito a que Selva haya revisado mi correo a mis espaldas.
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Un consejo muy útil si eres un escritor en vías de o rogando publicación es el de jamás revisar tu correo electrónico cuando tu novia esté merodeando por los alrededores. Tal cual fue mi caso.
Selva apareció en mi habitación de trabajo y para no parecer alterado por el mail que brillaba en la pantalla de mi laptop fingí naturalidad, soltura, desparpajo, como quien descubre a su mamá en el rellano de la puerta justo cuando está viendo pornografía y desliza el mouse con sigilo, con un movimiento imperceptible de muñeca dando clic a una nueva ventana que oculta el crimen.
—¿Estás bien? —dijo Selva.
—Todo bien —sonreí nervioso, a sabiendas de que nada estaba bien, de lo contrario Selva jamás hubiera preguntado si me encontraba bien, con lo cual dejé en evidencia que mi naturalidad, soltura y desparpajo no fueron del todo bien caracterizados.
—¿Seguro? —insistió Selva aproximándose hacia donde me encontraba sentado.
—Seguro —mentí mirando de reojo el monitor para asegurarme de que en pantalla estuviera un archivo de Word con un capítulo de mi nueva novela, en el que llevo más de una semana sin poder terminar.
Entonces los brazos de Selva me rodearon el cuello, su mata de pelo castaño me cubrió los anteojos, su aliento invadió mi boca, sus muslos rozaron mis costillas, sus nalgas se posaron en mi pelvis, mis manos desabotonaron su blusa, sus manos me sacaron la playera de encima, mi cara se hundió en sus gloriosos e inmensos pechos, su lengua invadió mi oído, la silla crujió, rechinó sobre el suelo, se balanceó en dos patas, trastabilló, giró, Selva de un tirón me sacó los pantalones y con un movimiento vibratorio de cadera al estilo perreo de los videos de reguetón su tanga se deslizó por debajo de su faldita de mezclilla.
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—No puedo creer que hayas revisado mi mail mientras…
—Ay, ya —Selva me interrumpe—, deja de quejarte como una nena y acepta que me mentiste.
Indignado detengo el coche.
—Nunca te mentí.
—¿Ah, no? —Selva abre los ojos enormes, ahora es ella la indignada.
—No te mentí, te oculté, cosa muy diferente, que habían rechazado mi novela.
—¡Mentir y ocultar es lo mismo! —explota Selva.
Discutimos acaloradamente durante una hora sin poder definir si ocultar un hecho verídico entra dentro del rango de mentira. Cada quien da su argumento, la contraparte lo rechaza en el acto dando nuevos y virulentos argumentos que desembocan en una discusión que parece no tener fin.
7
Algo difícil de creer y que debe ser del conocimiento de todo joven escritor con aspiraciones de publicar un libro es que las editoriales, sean de cuarta, tercera, segunda o premier league, están saturadas de manuscritos. Véase los siguientes ejemplos prácticos que le ahorrarán tiempo y esfuerzo:
Editorial de cuarta división:
“Lamentablemente amigo escritor no nos la mande, no podemos publicar nada por el momento”.
Editorial de tercera división:
“Dada la carga editorial que tenemos, por el momento no estamos recibiendo manuscritos. Espero que encuentres una editorial para tu obra. Saludos cordiales”.
Editorial de segunda división:
“Nuestro comité editorial leyó tu novela y aunque hubo quienes nos entusiasmamos con las innegables virtudes de tu propuesta, no obtuvo la cantidad necesaria de votos y decidimos no publicarla. Recibe un saludo muy cordial, Director literario».
“En estos momentos no publicamos narrativa hasta dentro de dos años ya que tenemos cerrados nuestros planes editoriales debido a la gran cantidad de originales contratados y pendientes de publicación. Saludos cordiales”.
Editorial de primera división:
“Gracias por contactarnos para hacer llegar su propuesta de publicación. Sentimos comunicarle que nuestra programación editorial está cerrada y que, debido a la saturación actual, no podemos hacer frente a todos los proyectos que se nos presentan. Deseándole la mejor suerte en sus futuras gestiones editoriales, reciba un cordial saludo. Departamento editorial”.
Y para finalizar, un último consejo: si eres un escritor egocéntrico que en su afiebraba mente tiene la disparada idea de superar en ventas a la saga Millenium de Stieg Larsson con su primera novela, evítale perder el tiempo a las editoriales que sí aceptan y se toman la molestia de leer los manuscritos de obras inéditas.
“Nuestro comité editorial leyó tu novela y aunque hubo quienes nos entusiasmamos con las innegables virtudes de tu propuesta, no obtuvo la cantidad necesaria de votos y decidimos no publicarla. Recibe un saludo muy cordial, Director literario”.
8
Estaciono el coche en casa de Selva. Noto que está más calmada. Incluso se anima a darme un beso en la mejilla.
—¿Prometes que nunca más me volverás a mentir? —dice.
—Ya te dije que nunca te mentí —digo.
—Cállate y promételo.
—Lo prometo.
—¿Era grande o chica la editorial que te rechazó?
—…
Selva pierde el semblante de dulzura.
—¿Grande o chica?
—…
—¿Al menos puedes ponerlo en tus estúpidos términos futboleros?
—Okey.
Selva arquea una ceja. Para contener la emoción se muerde un labio.
—¿Real Madrid? ¿Barcelona?
—Menos.
—Menos qué, no sé un carajo de futbol, dime un equipo.
—¿Conoces a los Corsarios de Campeche?
Selva pega un grito. Da un portazo a la puerta del coche. Luego revienta la puerta de su casa. Se encienden las luces dentro de la casa. Acelero a toda velocidad para que no me vean sus papás y me pierdo en la espesura de la noche. ®
Fernando Nachon
Gracias a que me rechazaron en «Barcelona», me moví para que mi libro «De a Perrito» fuese traducido al inglés, y ahora hasta está en amazon-ereader, y lo leen en Canada, Francia y Laos. Soy mas famoso que Carlos Fuentes gracias a que no les gustó mi «castellano».