«El Western de Raciel Quirino [México: Tierra Adentro, 2012] sorprende por su dominio del lenguaje, por su atrayente sonoridad y por su habilidad verbal. Rasgos distintivos que todo poeta, invariablemente, cuanto más si de su primer libro se trata, debe empezar por reconocer».
El western es conocido como un género cinematográfico. Luchas a muerte entre pistoleros de piel hendida; cabalgatas de andrajosos hombres en parajes desérticos bajo el ardiente sol. La literatura de cowboys es, por otro lado, copiosa, si nos atenemos a una buena cantidad de novelas, relatos y aun historietas que acerca del Viejo Oeste cobraron gran auge principalmente en los albores del siglo XX en Estados Unidos. Llevar el género western a la poesía es, no obstante, algo en cierta forma inusual. Y tratándose de poesía mexicana, doblemente arriesgado.
Western es el primer libro de Raciel Quirino (Ciudad de México, 1982). Libro “temático”, el lector entrevé ya desde el índice, y a modo de sendos avisos, lo que habrá —como para ir desenfundando el revólver— de enfrentar: Madrugada y fuga, Polvo de nadie, Parada en casa, Barrancos, Alto calibre y Hacia el Oeste. Sabemos cómo Borges admiró, imitó y recreó todo un lenguaje a partir de este género; Raciel hace lo propio siguiendo por momentos al poeta argentino (a quien cita en uno de sus epígrafes), pero sus poemas, sin perder casi nunca de vista la épica western, son también un canto —rebelde, áspero, melancólico a veces— hacia adentro, hacia su llaga interior.
Pretexto o no, el lenguaje western otorga a Quirino una rica gama de posibilidades y recursos poéticos en los cuales desplegar su oficio, otorgándole por su parte Quirino al género una renovada y original concepción de éste. Hay, así, en sus poemas, bandoleros que parecen huir de un oscuro destino impuesto a fuerza de un territorio alucinante que los conduce a una suerte de panteísmo extremo: “Igual que el humo indica la presencia de vida, zopilotes cumplen pausadas órbitas alrededor de la barraca, coronándola de cruces negras. Atrincherado en el foco de ese sistema solar, el hombre extiende sus sentidos hacia los mezquites, por donde se escuchan voces”.
Poemas en prosa y en verso libre. Pero también sonetos muy bien logrados que muestran a un poeta que gusta de combinar las formas en variados registros: de la imagen precisa al giro erótico; del amor desgarrado a la coyuntura familiar a través de una resuelta óptica western. No está de más echar un ojo a algunos títulos de los poemas para tener una mejor idea de lo que estamos hablando: “Hombre herido”, “A quemarropa”, “A lomo”, “Emboscada”, “No fue a mansalva”, “Cabalgata”, “Desierto adentro”, “Insolación”, “Descampado”, “Leído en los ojos de los muertos”, “Rastreo”, “Cruce de caminos”, “Muesca”, “Ganas de matar”, “Revancha”, “Canción para asesinos”, “Ganas de morir” o “Cruzando la frontera”.
El Western de Raciel Quirino [México: Tierra Adentro, 2012] sorprende por su dominio del lenguaje, por su atrayente sonoridad y por su habilidad verbal. Rasgos distintivos que todo poeta, invariablemente, cuanto más si de su primer libro se trata, debe empezar por reconocer. Y es un western con todas las de la ley porque, hay que decirlo, tiene mucho de heroico y de fatídico al más puro estilo vaquero. ®