Éste es el capítulo “Redes de relaciones” del libro Crímenes de cuello blanco. El capitalismo de amigotes y las redes de la mafia del poder, en el que se habla de los negocios de Onésimo Cepeda, Norberto Rivera y Marcial Maciel, entre otros distinguidos personajes de la jerarquía católica.
El poder sólo se habla con el poder.
—J. M. Coetzee.
Como pasa con tantas otras cosas que oscilan entre el sentido común, el estereotipo y la sabiduría popular, cuyo origen tampoco es fácil de situar en el tiempo, en nuestro país es frecuente escuchar algunas frases o proverbios atribuidos a los chinos. La fortuna no es excepción, y de ella se dice que una primera generación la produce, la segunda la disfruta y la tercera se la acaba. Lo que en ocasiones es cierto, como el hecho de que en caso de que la paternidad del dicho en realidad sea atribuible a chinos, entonces podremos también encontrar ciertas equivalencias en diferentes culturas y sociedades, como la española por ejemplo, de donde parece sacada la idea del abuelo labrador, hijo caballero y nieto limosnero. Expresiones y refranes que ponen luz, o al menos eso deben pretender, sobre la ya no tan célebre condición humana y el modo como las fortunas pasan de una generación a otra —algunas con todo y maldiciones, secretos (que abarcan los que son a voces), o serias disputas entre familiares.
Este transcurrir generacional de la riqueza se relaciona inclusive con el perfil industrial de un país. O al menos así parece confirmarlo la descripción hecha por Alfonso Romo Garza, el empresario sobrino–nieto de Francisco I. Madero y por un tiempo miembro político de una familia que por generaciones ha sido muy poderosa: “Si tú analizas el perfil industrial de México”, explica,
los grandes grupos hoy son industrias que hace cien años fundaron sus abuelos o bisabuelos. La cervecería, no había cerveza, se aventaron. No había siderúrgicas, nos aventamos. Las mineras siempre han existido. Los refrescos… Los grandes grupos de México siguen siendo las industrias del pasado: somos conservadores, hasta pa’ los negocios […] No les gusta el cambio, ni en lo político, ni en los negocios, por eso el perfil industrial de México es el mismo, si tu analizas las veinte compañías de Estados Unidos hace cincuenta años y las comparas con las de hoy, son otras. Y aquí son las mismas, refresqueras, comerciales y concesiones de gobierno. No tengo nada en contra de ellas, pero no hemos reinventado a México”.1
Lo que resulta revelador, no sólo por quien lo dice o la dinámica político–económica que en un breve lapso histórico las hizo pasar de innovadoras a “industrias del pasado” (como él las llama), y lo mismo da para compararse con otras economías, como la estadounidense (donde este perfil sí cambió significativamente), pero también para pensar en ese rasgo de conservadurismo y las formas de generar fortunas o al menos administrarlas. Por ejemplo, el peso que en la distribución de la riqueza del famoso 1% más rico de la población tiene la herencia, o el “interés tras interés acumulándose para viudas e hijos idiotas” como sarcásticamente refería el quizá más famoso financiero cinematográfico Gordon Gekko, personaje en parte inspirado en el llamado Rey de los bonos basura (de los lejanos años ochenta), Michael Milken. A estos dos tercios de la riqueza, otro más corresponde con el trabajo arduo, últimamente relacionado con invenciones tecnológicas y de software como ilustran los conocidos casos de Steve Jobs, Bill Gates o Mark Zuckerberg. Y el resto, sentenciaba Gekko, se genera a través de acciones y especulación en bienes raíces.
Este conservadurismo frente a la innovación se evidencia en la misma descripción del polémico empresario mexicano: una parte considerable de nuestro perfil industrial lo constituyen concesiones de gobierno, que en sí mismo no es el problema. El pequeño gran detalle es que en México desde la colonia, periodo que va de 1535 a 1821 y en el que hubo 63 virreyes, éstos y muchos otros consentimientos quedaron organizados de modo peculiar, por llamarle de algún modo, bajo principios como el del particularismo indiano o el sistema conciliar. Esto es, otorgarles amplísimas facultades a los virreyes —por ejemplo— para la exacción de todas las riquezas recaudadas con el fin de enviarlas a España, pero también para mantener a las propias autoridades coloniales con todos sus gastos incluidos. O los ordenamientos de carácter general, dada la enorme ignorancia de la Corona española respecto de Las Indias, que asimismo otorgaban amplia discrecionalidad a los funcionarios españoles y al paso del tiempo trajo consigo auténticas joyas como el ahora famoso acátese, pero no se cumpla. Un régimen medieval, del que todavía conservamos muchas cosas, y en el que, por ejemplo, de 1690 a 1700 según una investigación del criminólogo mexicano Martín Barrón,2 se documenta que en la Ciudad de México se vendían cargos públicos y los llamados oficios de cabildo. Como desde entonces muchos puestos podían comprarse y heredarse, ahora no debería sorprendernos que esto terminara convirtiéndose en unos muy torcidos usos y costumbres o, mejor dicho, un sistema político con reglas institucionales no escritas y un esquema de prebendas para recuperar la inversión hecha al comprar un cargo o concesión estatal. De hecho, este diseño de la administración pública al parecer se convirtió si no en franca política pública sí en toda una mentalidad que, entre otros rasgos, incluso cobró la forma de dichos populares más propios de la picaresca como el que no transa no avanza, el silencio vale oro, perro no come perro, a mi pónganme donde hay, o los priistas (de antes) robaban pero dejaban robar. En este sentido, es importante considerar que estas formas también configuraron a la impunidad como problema estructural tras la restauración de la República en 1867, y sobre todo a partir de 1880 con las reelecciones de Porfirio Díaz, conformando reglas de gobierno paralelas o bien un sistema formal, basado en la Constitución de 1857 con división de poderes y todas las garantías individuales y libertades propias de un Estado moderno (laico, democrático y federal, por ejemplo), pero al mismo tiempo una estructura informal consolidada alrededor de su dictadura que controló a la prensa y subordinó a jueces, congreso, gobernadores o municipios, administrando además los conflictos locales a través de jefaturas políticas (lo que el historiador Lorenzo Meyer llama su alianza con las oligarquías regionales y nacional),3 los cuerpos de rurales y el Ejército. Y con estrechos límites para la acción política pues únicamente se le permitía a personajes o grupos afines. Así que el sistema formal simplemente era un velo para cubrir una forma autoritaria y personalista de gobernar, concesionar o castigar; ni la primera ni la última.
En las tres últimas décadas el manejo de concesiones gubernamentales a través de redes de relaciones de poderes político–empresariales (capitalismo de cuates y para los cuates), no sólo se hizo cada vez más evidente sino que multiplicó la tendencia a generar riquezas particulares y pérdidas públicas.
Sin embargo, en las tres últimas décadas el manejo de concesiones gubernamentales a través de redes de relaciones de poderes político–empresariales (capitalismo de cuates y para los cuates), no sólo se hizo cada vez más evidente sino que multiplicó la tendencia a generar riquezas particulares y pérdidas públicas. En este sentido, cabe mencionar que ese lapso no es arbitrario pues incluye tanto la gestación e implementación del no hace mucho renegociado TLCAN a pedido del gobierno estadounidense, cuya política ahora intenta reducir sustancialmente el hasta hace poco promovido libre comercio, como con lo que en su momento pretenciosamente se llamó modernización del país, la cual produjo la oleada más reciente de concesiones y negocios que ilustran esta discrecionalidad que suele incluir escándalos de cuello blanco. También, que no obstante en ese nivel quizá la diferencia no parezca tan marcada dada la cantidad de negocios y consejos de administración en los que participan algunos de estos concesionarios de bienes de la nación, quizá sea conveniente distinguir entre administradores de riqueza, heredada o acumulada generacionalmente, del empresario en el sentido de aquella persona que toma riesgos, emprende e innova sin estafar a los demás; un matiz importante en el que debe influir el hecho de que se tiende a ser conservador con el dinero propio, pues el riesgo implica la posibilidad de perderlo. De ahí que hay mucho sentido en aquello de que los mejores negocios son los que se hacen con dinero ajeno. Y que este conservadurismo tiene algunas peculiaridades en las que conviene detenerse, pues no sólo pasa por elegir industrias del pasado o tener una severa resistencia al cambio en lo político, los negocios o sus modos de llevarlos a cabo, sino que además inciden la cultura o lo religioso como hace mucho mostró Max Weber con La ética protestante y el espíritu del capitalismo, que también se reacomoda en estos tiempos.
En el nombre de Dios
El ámbito financiero proporciona algunos ejemplos no exentos de contradicciones reveladoras, lo mismo en el Vaticano con casos como el de monseñor Nunzio Scarano, acusado de fraude y corrupción, llamado Don 500 porque en su cartera únicamente había billetes de esa denominación, o el de conocidos directivos del famoso Banco de Dios como Roberto Calvi, quien apareció ahorcado bajo un puente de Londres. En México, una de las personas más conocidas que ha encarnado esta relación entre finanzas y religión es el ahora obispo emérito de Ecatepec. Aunque cueste imaginarlo, sobre todo si se piensa en sus declaraciones o escándalos de los últimos años, que incluyen averiguaciones penales por fraude, en su juventud intentó ser torero y cantante (se dice que de rock). Finalmente estudió derecho y comenzó a trabajar en la banca, en el Banco de México, y luego al Banco de Londres, donde alcanzó la gerencia de valores que él mismo pidió cambiar para dirigir las operaciones de la Bolsa. Hizo asesorías para Banamex e ICA y en 1964, cuando trabajaban prácticamente “solos” en la Bolsa Mexicana de Valores, ubicada entonces en la calle de Uruguay en el centro histórico del Distrito Federal, conoció a otro joven empresario con el que unió fuerzas para obtener mejores clientes. Se asociaron y fundaron Inversora Bursátil, que años después se convertiría en Grupo Financiero Inbursa. Así se fue haciendo la amistad entre Onésimo Cepeda Silva y Carlos Slim Helú, quien décadas más tarde se volverá, o al menos por un tiempo, el hombre más rico del planeta. Claro que como en otras historias de religiosidad, no faltó el hecho que cambió el destino de Onésimo, o Millonésimo, como le dicen algunos de sus no pocos detractores dada su afición al golf, los gustos caros y el lujo: tras un accidente en el que unos “inditos” lo socorrieron y compartieron con él “la tortilla, el chile y la sal”, encontró su vocación y decidió “hablar por ellos”. Vendió sus acciones a Slim al mismo precio en el que las pusieron al mercado con la condición de que si no la hacía como cura regresaría para que se las devolviera, y se hizo seminarista.4 Fue ordenado sacerdote en octubre de 1970 en la diócesis de Cuernavaca, y para entonces el cambio parecía radical pues quedó bajo el cobijo de Sergio Méndez Arceo y su opción pastoral por los pobres. Aunque sólo fueron apariencias, pues a decir de especialistas en religión como Bernardo Barranco, Cepeda Silva “siempre procuró colocarse al lado de los poderosos. Es un obispo cortesano obsesionado enfermizamente por el poder, el dinero y los reflectores”.5 Para marzo de 1983 ya estaba enemistado con Méndez Arceo, y entonces encabezó la bienvenida al sucesor encargado de echar abajo todo lo relacionado con la teología de la liberación, Juan Jesús Posadas Ocampo (asesinado tiempo después en Guadalajara tras una supuesta confusión entre dos bandos de narcotraficantes),6 quien llegó acompañado por el delegado apostólico Girolamo Prigione, el mismo que años más tarde recibió con nerviosismo a uno de los hermanos Arellano Félix y a sus emisarios supuestamente involucrados en la confusión que terminó con la vida del cardenal, quienes deseaban hacer una donación económica (que aceptó en un maletín de médico) y aclararle al representante del Vaticano en México que ellos no habían tenido que ver en ese homicidio.
Tras aquella recepción comenzó la carrera ascendente de Onésimo hasta el punto de ser nombrado por el papa Juan Pablo II, en la inspiración del Espíritu Santo, obispo de Ecatepec. Claro que antes escaló posiciones en el estado de Morelos y fue dirigente nacional del Movimiento de Renovación Carismática.
Tras aquella recepción comenzó la carrera ascendente de Onésimo hasta el punto de ser nombrado por el papa Juan Pablo II, en la inspiración del Espíritu Santo, obispo de Ecatepec. Claro que antes escaló posiciones en el estado de Morelos y fue dirigente nacional del Movimiento de Renovación Carismática, una de las organizaciones utilizada por Posadas para desmantelar la labor de su antecesor según investigaciones periodísticas, que además refieren una autobiografía escrita por el todavía joven religioso, titulada Quiero que me suceda también a mí, donde relata que el Espíritu Santo lo salvó del socialismo al que se encaminaba, como de los prodigios y milagros que él mismo comenzó a realizar por toda la diócesis. Así que una vez situado en el camino correcto, y bajo la protección del delegado Prigione (con quien terminó peleándose hasta por la ubicación de un templete en la ceremonia de investidura), se dirigió al llamado Club de Roma donde también participó el polémico Norberto Rivera, y finalmente al nuevo obispado de Ecatepec, en el Estado de México (convertido por el Vaticano en diócesis independiente de la de Texcoco ante el crecimiento de su población), desde donde aumentó considerablemente su influencia y protagonismo político ejerciendo un estilo considerado de bravucón. Que por supuesto alternaba con buenas maneras, fiestas y excelentes relaciones, las cuales permitieron obtener el terreno y parte de la construcción de la catedral en forma gratuita mediante donaciones gubernamentales y de diversas empresas, pero también gozar beneficios como usar el helicóptero municipal para llevarlo al campo de golf (lo que años después se naturalizó según ilustran casos del tipo senador Emilio Gamboa Patrón que así llegó a jugar con el presidente Peña), y otros más lucrativos como apoyar candidatos del PRI y participar en negocios: interceder para la construcción del fraccionamiento Las Américas, encargarse de la compra del parque vehicular municipal o hasta asignar proveedores; por ejemplo, el de los seguros para los bienes y funcionarios de todo el municipio (Padgett, 2017).
Y otros que en su momento fueron escándalo, como el del Grupo Certificados Integrales Funcionales (Grupo CIF), una intermediaria de servicios funerarios cuya propiedad se le atribuyó aunque la manejaran un primo político y su sobrino pues el cargo de obispo prohíbe realizar actividades mercantiles, con una cartera de clientes que lo mismo incluía universidades como la UNAM, UAM y UPN que gobiernos estatales, dependencias federales y hasta la Presidencia de la República. Fue acusada de desviar 4.5 millones de pesos de un fideicomiso donde se depositaban las aportaciones de su clientela. Denuncia hecha por la afianzadora que llevaba el fideicomiso (Fiducia), que también detectó irregularidades en el manejo de contratos, pólizas de seguros y cálculo actuarial que ponían en riesgo los servicios ofertados a su clientela (incluyendo un probable fraude). Era dirigida por un primo político del propio obispo emérito, con quien no mantenía relación, y acusó a Cepeda Silva de mover todas sus influencias para meterlo a la cárcel acusándolo de fraude procesal (Proceso 1753, 6 de junio de 2010). Que no eran pocas dado que en distintos momentos sus amistades han incluido a los banqueros Roberto Hernández y Alfredo Harp Helú (primo de su viejo amigo Carlos Slim), priistas como Francisco Labastida, Arturo Montiel, Eruviel Ávila, Jorge Hank Rhon o Ernesto Zedillo cuando era presidente, y (neo) panistas como Martha Sahagún y su esposo Vicente Fox, de quien Cepeda llegó a decir que lo único que le faltaba para ser burro eran las orejas. Además de otros líos financieros hechos públicos que evidenciaban su gusto por lo empresarial, y para algunos contribuyó a que el Vaticano terminara aceptándole la renuncia para mandarlo prácticamente al ostracismo, fue denunciado penalmente por apropiarse de modo fraudulento de una colección de arte que incluía obras de Francisco de Goya, Picasso, Chagall, Dalí, Modigliani, Diego Rivera, Frida Kahlo, Leonora Carrington y Rufino Tamayo, entre otros. El periodista Rodrigo Vera documentó el caso (Proceso números 1677 y 1809), y lo más llamativo no sólo es que el obispo Onésimo en compañía de Jaime Matute Labrador se introdujeran a una residencia en las Lomas de Chapultepec para llevarse los cuadros aprovechando que la dueña y coleccionista acababa de morir, o que posteriormente falsificaran un pagaré por 130 millones de dólares según el cual la mujer (ya mayor, entregada a la Iglesia, a la que solía hacer aportaciones económicas) le debía esa cantidad al obispo de Ecatepec, quien dijo haberla obtenido de los “padres pobres” de su diócesis y luego endosó el documento a Matute que por cierto era sobrino político de la señora, sino que las 44 obras sustraídas —en su mayoría óleos— eran propiedad y único activo de la empresa Arthinia Internacional, S.A., fundada en la ciudad de Panamá en el año 1976, cuya directora y presidenta se llamaba Olga Azcárraga de Roblesleón. Hermana de Rogerio Azcárraga, presidente de grupo Fórmula, prima del más conocido coleccionista de arte de su familia, Emilio Azcárraga Milmo, y tía del hasta hace poco presidente de Televisa, Emilio Azcárraga Jean, como del expresidente del grupo Posadas, Gastón Azcárraga Andrade.
Gracias a diversos recursos Onésimo inclusive libró una orden de aprehensión, y según los abogados demandantes su red de protección llegaba hasta el ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Sergio Valls. Y eso que se trataba sólo de un obispo en un país supuestamente laico.
Gracias a diversos recursos Onésimo inclusive libró una orden de aprehensión, y según los abogados demandantes su red de protección llegaba hasta el ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Sergio Valls. Y eso que se trataba sólo de un obispo en un país supuestamente laico. Claro que las redes pueden ser todavía más complejas cuando se trata de personas involucradas de forma organizada tal como lo muestra la recomendable investigación del periodista Raúl Olmos sobre los Legionarios de Cristo (2015: 25 y ss), la polémica congregación religiosa cuyas redes de relaciones articulan poderes económico–políticos e invierte sus donaciones y ganancias millonarias en acciones triple A de empresas como UTC, fabricante de armas y del conocido helicóptero militar Black Hawk. En Comcast, Liberty Media y Private Media Group, destacadas compañías productoras de pornografía, y algunos de sus fondos de retiro han sido destinados al negocio de los cruceros con casinos flotantes como Carnival Corporation, el mayor operador en el mundo, máquinas tragamonedas —invirtiendo en el principal fabricante de Estados Unidos—, o relacionadas con el alcohol como la comercializadora Diageo, entre cuyas marcas globales están las conocidas Smirnoff, Johnnie Walker y Bailey’s. Farmacéuticas como Endo y Cephalon, fabricantes del famoso opiáceo Oxycodone, y el Fentanyl, que suele emplearse como sustituto de la heroína, pero también en Johnson & Johnson, que produce anticonceptivos de diversos tipos, y Pfizer, algunos de cuyos medicamentos son utilizados como abortivos. Dado que negocios son negocios y el rendimiento del dinero es fundamental, la ideología es lo de menos y suele entrar en franca contradicción con el discurso público manejado por congregaciones religiosas en temas como éstos o el del preservativo, por ejemplo, dada la compra de acciones en otros laboratorios que comercializan la llamada “píldora del día siguiente” o incluso porque en su amplia cartera de inversiones no ha faltado Reckitt Benckiser, el productor de una cuarta parte de todos los condones fabricados en el mundo (mil millones de piezas anuales) a través de las marcas Durex y Sico.
Sólo les faltó invertir en alguna discográfica de rock para estar en sintonía con la tríada sesentera complementada con sexo y drogas, aunque optaron por alcohol, armas, juego y otras redituables empresas triple A. Inversiones que se complementan con las alrededor de doscientas escuelas que van de preescolar a posgrado, fundaciones, más de cien inmobiliarias, una agencia de viajes, una constructora, una agencia internacional de noticias, estaciones de radio, librerías, clubes deportivos y su propia promotora de espectáculos y conferencias, entre otras empresas, que tan sólo en México generan unos 500 millones de dólares anuales (ibid: 42), gestionadas por cercanos al forjador de la orden y entre quienes destacó el vicario general Luis Garza Medina (“creador de una de las redes financiero–empresariales más redituables que jamás se hayan conocido dentro de la Iglesia católica”), quien, por cierto, pertenece a una de las familias fundadoras del poderoso grupo Monterrey, los Garza Sada. Todo esto se mezcló en una trama criminal encabezada por el propio fundador de los Legionarios, donde los asuntos de cuello blanco como evasión fiscal, despojar de su fortuna a ancianas y delitos relacionados con la creación de compañías fantasma o blanqueo de dinero, se minimizan frente a la pederastia y su encubrimiento. Lo que entre otras cosas hace que en realidad tipos como el lobo de Wall Street y sus fechorías resulten de colegial. Y es que si bien tiene lo que algunos llaman personalidad, en sus interacciones públicas es bastante seductor, como se mostró, es obvio que sus habilidades no le alcanzaron para convencer a la cantidad de multimillonarios, sus familiares, así como a funcionarios públicos, privados y eclesiales del más alto nivel en distintos países, como a todos los que engatusó Marcial Maciel mientras creaba empresas y una organización internacional tan poderosa que pudo garantizar su impunidad, fortuna y hasta mantener un legado institucional. De hecho, una persona que lo trató un poco se lo describió a quien escribe como un seductor y gran conversador.
Sólo les faltó invertir en alguna discográfica de rock para estar en sintonía con la tríada sesentera complementada con sexo y drogas, aunque optaron por alcohol, armas, juego y otras redituables empresas triple A.
Con dos esposas, cuatro hijos, fachadas de ejecutivo petrolero, empresario y director de una exitosa congregación religiosa, abusador sexual de menores y una adicción a los opiáceos que no debería extrañar tanto dado el nivel de tensión con el que debía vivir; seguramente mucho mayor que el de los actuales aficionados al popular tranquilizante–ansiolítico comercialmente conocido como Rivotril, entre quienes sobresalen ejecutivos, empresarios, artistas, políticos y amas de casa con altos ingresos que buscan un relajante discreto, de fácil acceso y sin ninguno de los riesgos de un mercado ilegal como a los que Maciel llegó a exponer a sus subordinados. Aun así entendió como pocos la vieja relación entre fe y negocios explotándola mientras articulaba beneficiosas redes de relaciones con las élites económicas, religiosas y políticas de múltiples países. De forma destacada en México, donde las relaciones fueron imbricando lo personal con lo familiar, lo ideológico, negocios y lo institucional, pues —entre otras cosas— en algunas de las escuelas relacionadas con los Legionarios se han formado empresarios conocidos, o sus hijos, como el ingeniero Gastón Azcárraga Andrade o el licenciado Patrick Slim Domit, por ejemplo, quienes recibieron en 2006 la medalla Generación Anáhuac “por su contribución al desarrollo y proyección” de su alma mater, aunque en sus actividades públicas no falten polémicas relacionadas con el ámbito de las creencias personales o lo religioso.7 Inclusive parientes de ambos, como Emilio Azcárraga o Carlos Slim, recibieron homenajes en Nueva York encabezados por Marcial Maciel. El tipo de cosas que trae consigo más relaciones que lo mismo permiten nuevas oportunidades, transacciones o hasta donaciones de personas a veces interesadas en los mismos negocios como ilustran las dos ramas de la familia Azcárraga o la del ingeniero Slim. En el caso de Gastón Azcárraga cabe recordar que presidió el Consejo de Desarrollo de la Universidad Anáhuac, que su padre patrocinó la construcción de la unidad de Posgrado y su abuelo, Gastón Azcárraga Vidaurreta, auspició en 1954, junto con el empresario Santiago Galas, la construcción de la Escuela Apostólica en Tlalpan (Olmos: 123). Por razones obvias ha sido más visible la alianza con la empresa de su primo, a través de la fundación México Unido y el hijo de un exgobernador priista de Aguascalientes también formado en escuelas de los Legionarios, pues dio lugar al conocido Teletón (ibid: 199 y ss). Menos mediáticos pero igualmente millonarios, están los negocios inmobiliarios, de construcción y educación emprendidos con empresas asociadas a Carlos Slim (ibid: 166 y ss), quien además fue relacionado con el caso de la donación–gran negocio de esa suerte de mall religioso–comercial llamado Plaza Mariana, aledaña a la basílica de Guadalupe, protagonizado por el cardenal Norberto Rivera y en el que también aparece el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador.8
Como se podrá inferir, estamos ante un conservadurismo peculiar que si bien pasa por elegir aquello de las industrias del pasado y mantener una severa resistencia al cambio en política, sociedad, los negocios o sus modos de llevarlos a cabo, entre sus representantes también es posible encontrar distinguidos jerarcas católicos tan feroces para los negocios como cualquiera de la contraparte protestante, que bien podrían hacer palidecer al propio Weber (1979) con su ética rebosante de contradicciones y doble moral que no sólo se acerca peligrosamente a la simonía o al capitalismo de aventureros referido por este mismo sociólogo alemán, invirtiendo en la Bolsa, por ejemplo, sino porque hasta encubre actividades criminales como abusar sexualmente de menores de edad; algo de lo que han sido acusados, entre muchos otros, el fundador de los Legionarios de Cristo como el obispo emérito de Ecatepec, Onésimo Cepeda, quien supuestamente hasta lo hacía en fiestas de las que estaba enterado el entonces alcalde Eruviel Ávila (Padgett, 2017).9 Cabe añadir que pese a los mecanismos psicológicos de negación que suelen desplegarse al ser timado, mencionados por especialistas como Hare (2016), no resulta fácil creer que funcionarios públicos de primer nivel como buena parte de la élite empresarial, el famoso 1% que concentra casi toda la riqueza de la nación, no hayan podido o querido ver los engaños y su confianza traicionada y optaran por defenderlo en bloque cuando comenzaron a hacerse públicos sus delitos. Lo que por supuesto incluyó al empresario crítico del modelo mexicano de negocios y concesiones, el ahora tan conocido Alfonso Romo, que también participó en un boicot publicitario contra uno de los noticieros que divulgaron esta información sobre Marcial Maciel.10
Y aunque algunos empresarios puedan ser tan eficaces y feroces como los de su contraparte protestante, el peso de estas relaciones y vínculos contribuye a que al menos aquí las cosas les hayan fluido de modo más cómodo o hasta impune, con exenciones fiscales y rescates incluidos, que no son poca cosa en el ámbito de los grandes negocios, y donde las concesiones gubernamentales con su histórica opacidad son ejemplo recurrente en esta versión mexicana del también llamado capitalismo de amigotes.
Es importante aclarar que todo esto tampoco significa que empresario sea sinónimo de corrupto, delincuente y caricaturas simplificadoras del estilo, o que todos sean lo que popularmente se conoce como mochos, ultramochos o millonario antiaborto, como calificó El País a Patrick Slim. Sólo que el personaje–relación sacerdote/hombre de negocios deja ver con claridad la imbricación y contradicciones de la ideología con el negocio (que pasa por lo familiar y sus redes de relaciones pero asimismo por instituciones educativas como las universidades de la legión, pero también organizaciones religiosas como el Opus Dei, vinculado con el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas (Ipade), considerada la mejor escuela de negocios del país),11 así como los alcances y eficacia de estas mismas redes no sólo para garantizar impunidad sino para realizar alianzas, mayores negocios, nuevas concesiones, crear monopolios de facto y llegar a arreglos informales con el poder institucional. Parte del viejo problema que se supone que la revolución terminaría, aunque no pudo lograrlo, donde se compran o heredan cargos y existe una reproducción de vínculos de estilo casi feudal que sin grandes variaciones mantiene vigencia pese a que en ciertos momentos algunos sujetos se han logrado colar conectándose con estos poderes empresariales y políticos; no pocos como prestanombres. En ese sistema, cuyas contradicciones se prestan bien a la simulación y doble moral, se privilegia la reproducción de estas redes de relaciones más que en generar condiciones para producir o multiplicar iniciativas empresariales. Y aunque algunos empresarios puedan ser tan eficaces y feroces como los de su contraparte protestante, el peso de estas relaciones y vínculos contribuye a que al menos aquí las cosas les hayan fluido de modo más cómodo o hasta impune, con exenciones fiscales y rescates incluidos, que no son poca cosa en el ámbito de los grandes negocios, y donde las concesiones gubernamentales con su histórica opacidad son ejemplo recurrente en esta versión mexicana del también llamado capitalismo de amigotes, que a cambio de ciertas conexiones, omisiones, complicidades y comisiones ha hecho posible y reproducido un sistema como éste. Aun así, y quizá como cierto consuelo para los partidarios de una visión ético–religiosa en el capitalismo salvaje o de cuates donde se han implementado términos más propios de la mercadotecnia como el de responsabilidad social, a veces sólo como eufemismo, al menos hasta hace unos treinta años esta dimensión cultural todavía pesaba, y si bien no parece haber convertido a muchos millonarios en grandes filántropos, hasta cierto punto resultaban más discretos con la exhibición–ostentación pública de su riqueza.12
Así que no hay una sola forma de ser empresario, y por eso tampoco un solo animal–metáfora da cuenta de su variedad. El lobo financiero con su aura cinematográfica atrae multitudes, pero como ya vimos en este país no necesariamente funciona. En el caso de nuestro país hay una particularmente significativa, aunque primero es importante entender que en los altos niveles del mundo empresarial y de los grandes negocios las exigencias son muchas y el riesgo de perder el costoso tren de vida es alto. Se requiere de buenas relaciones y atributos como las capacidades para orientar acciones, lograr acuerdos y negociar, que si además se acompañan de habilidades como no dar problemas, saber trabajar en equipo, guardar secretos corporativos así como encontrar soluciones prácticas, ingeniosas y de bajo costo a asuntos operativos complejos, inclusive en México es posible hacer realidad aquello de ser albañil en la infancia y estudiar para después llamar la atención de uno de los hombres más ricos del planeta y ser empleado por él aun siendo “un pinche contador de universidad pública”. Sin embargo, una vez encumbrado no será común recibir elogios o reconocimiento por los aciertos cometidos, pues para algunos multimillonarios esto podría llevar a sus ejecutivos a bajar la guardia pese a las ganancias y beneficios producidos. Es lo que muestra, por ejemplo, la recomendable historia titulada “Vida y muerte de un ejecutivo de Slim”, publicada por el semanario Proceso el 11 de octubre de 2015,13 la cual pese a tener ciertas similitudes con prácticas de personajes como el tan referido lobo de Wall Street, sobre todo en el hedonismo desenfrenado del alcohol, sexo y cocaína, va mucho más allá y pese a que este ejecutivo llegó a codearse con la élite político–empresarial colombiana, es triste y carece de un final con redención. Tampoco es posible pasar por alto que se trata de un campo bastante elitista, y no sólo por las aficiones de algunos de sus ejecutivos y CEOs que incluyen natación, tenis, golf, equitación y otras actividades que el sociólogo Bourdieu estudió en su famosa obra La distinción. Y esto es lo que explica el ejecutivo chihuahuense de Slim, justamente a través de esas metáforas con forma de zoología:
En las empresas, como en la vida, los orígenes sociales son definitorios. Decía que los gerentes de apellidos aristocráticos acaban creando burocracias para mantener el poder en detrimento de las empresas […] los definía como “los patitos amarillos”. Él, en cambio, se consideraba un “patito negro” por su procedencia humilde y por ser producto de la educación pública. Pensaba, además, que los “patitos negros” eran más creativos e innovadores. Los “patitos amarillos” no dejan pasar a los “patitos negros” y se inquietan cuando los “patitos negros” comenzamos a hacer cosas que los ponen en evidencia.
Y tan pueden llegar a acumular poder que en la última conversación que tuvo por teléfono con su exjefe advirtió a quien en ese momento ocupaba el tercer sitio en la lista de las personas más ricas del mundo de la revista Forbes:
Si usted me chinga, yo lo chingo a usted. Tengo toda la información de Comcel. El ingeniero le colgó de inmediato. Y América Móvil (lo) liquidó con 5 millones de dólares […] por sus 17 años y 11 meses de labores en las empresas de Slim, los últimos ocho años como presidente de Comcel,
la telefónica que representó exitosamente en Colombia. Cabe añadir que según la investigación del reportaje, nadie en los círculos empresariales dudó de que los factores determinantes en esa negociación fueron el temor de Comcel al costo en imagen que podría tener un escándalo mediático y la preservación de los secretos corporativos acopiados.
Existen otras igualmente poderosas como los simbólicos tiburones que pueden cobrar distintas formas, sin faltar la del arte, que incluye a creadores como Demian Hirst (criticado por lo mediático de su obra o porque ésta parece más concebida para ricos y famosos), y los ejemplares que lucen en una casa de Las Lomas donde despachaba el cuarteto al mando de Televisa (Osorno, 2015: 230). De nuevo brota la antigua voluntad humana por parecer o encarnar, desdoblamiento donde sin renunciar a sí mismo quiere ser como y se remonta al mundo de los arquetipos o al jardín zoológico que va de las mitologías a la realidad. Mezcla de elementos donde las posibilidades del arte combinatorio lindan con lo infinito, tal como refiere Borges en su Zoología fantástica, y donde es posible encontrar criaturas con rasgos que representan detalles sobre algunas formas de ser empresario de concesiones gubernamentales. Como ese animal soñado por Kafka, con gran cola de muchos metros de largo similar a la de un zorro, que le producía la impresión de querer amaestrarlo pues le retiraba la cola cada que quería agarrarla y luego esperaba tranquilamente hasta que volvía a atraerlo para de nuevo saltar. Quizá algo del hijo de Leviatán, la serpiente de agua de poder descomunal en la que se inspiró Hobbes para sus reflexiones sobre el poder con sus pasiones, impulsos, placeres y deseos materiales que se sintetizan en ese par de frases que resultaron casi un eslogan: Guerra de todos contra todos y Homo homini lupus est, el hombre es un lobo para el hombre. O las poco metafóricas rémoras, que en latín es demora y, según Borges, se aplicó figuradamente a la echeneis por su facultad de detener los barcos hasta que en el español se invirtió el proceso y en sentido propio la rémora es el pez de un color ceniciento cuya placa oval en cabeza y nuca le sirven para adherirse a los demás cuerpos submarinos, barcos, o incluso a una nación a la que pueden demorar su desarrollo. Sin embargo, más allá de criaturas híbridas, monstruos o animales–metáfora de este capitalismo crony, históricamente la identificación más estereotipada entre sujeto y dinero asocia los rasgos del rostro (y la forma de otros órganos) con características y disposiciones morales —lo cual dio lugar hasta a la seudociencia de la fisiognómica allá por el siglo XVI, con supuestos vínculos entre los temperamentos y el alma, y más tarde a la frenología de Franz Joseph Gall. Sin faltar por supuesto la identificación entre fealdad y maldad que a lo largo de los siglos ha alcanzado niveles inconcebibles en torno al judío y el antisemitismo, por ejemplo.14 Fragmentos que si bien dan cuenta de algunas características que pudieran representar a una criatura típica de este capitalismo de cuates y para cuates, están lejos de ser definitivos. Así que para encontrar una forma y rasgos más locales de una metáfora de este tipo se le pregunta a uno de los biógrafos de quien ha sido el mexicano más rico del mundo: sería muy grande pero lento, con doble moral, conservador, católico, se esconde y no se exhibe, respondió Diego Osorno.15
De nueva cuenta la hipocresía tiene mucho peso, así que es pertinente aclarar que esta doble moral obviamente no se limita a lo sexual, pues, como describía un entrevistado del sistema financiero, hay etapas de la vida donde la ambición por el dinero es desmedida, entre otras causas porque su posición en el campo no está consolidada. Así que la contradicción es frecuente, y aparece también en forma de casos como el de un hombre joven tan religioso que hasta pertenecía al Opus Dei, pero era “tan cabrón, que hasta se chingaba a la muchacha que hacía el aseo de su casa”. No sexualmente, sino con el dinero del sueldo. ®
Replicante agradece al autor el permiso para reproducir este capítulo de su libro, publicado por Grijalbo, 2019.
Notas
1 Véase aquí.
2 Entrevista con el autor, 8 de junio de 2017. La investigación sobre esta venta de oficios de cabildo en la Ciudad de México, 1690–1700 puede encontrarse como tesis de licenciatura en la biblioteca de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
3 Véase aquí.
4 Lo cuenta el propio Cepeda en una entrevista.
5 Véase aquí.
6 Además de la versión oficial, que hasta incluye un libro del exprocurador Jorge Carpizo, quien defendió la idea del asesinato por confusión, hay testimonios como los de algunos miembros de la jerarquía eclesiástica, destacadamente Juan Sandoval Iñiguez y su abogado Rafael Ortega (por cierto, señalado como concuño del dirigente de la organización antiaborto ProVida, Jorge Serrano Limón, popularmente conocido como El señor de las tangas debido a un escándalo que su organización protagonizó por un típico caso de desvío de recursos públicos empleados en ese caso para comprar plumas de marca Mont Blanc y ropa interior femenina), que apuntan a un homicidio premeditado. Dada su rareza, por las condiciones en las que fue obtenido y que además por sí mismo contribuye a alimentar todavía más aquella confusión, pues en ésta Posadas Ocampo incluso parece tener simpatía por movimientos inspirados en la teología de la liberación, lo que se supone fue a desmontar a Morelos menos de diez años atrás, es pertinente revisar la historia de quien comandó al grupo que asesinó al para entonces cardenal, obtenida por el periodista Jesús Lemus y registrada en su libro Los Malditos 2. El último infierno, Grijalbo, 2016.
7 La distinción, llevada a cabo en la Universidad Anáhuac del norte, fue reseñada por la revista Actual, mayo de 2006 (p. 74), de la editorial Contenido, titulada “VIII entrega de las medallas Generación Anáhuac: a cinco prominentes egresados de la institución”. Sobre expresiones o acciones que dejan ver estas imbricaciones de negocios con lo ideológico y religioso, cabe recordar el caso del hijo menor del ingeniero Slim Helú, de quien el periódico español El País (18 de febrero de 2017, p. 12) dice que combina su fe con la labor empresarial y su interés político, pues lo mismo es relacionado con el lobby antiaborto que llevó a 18 estados del país a criminalizar la interrupción del embarazo (textualmente lo describe como “pieza clave del ‘lobby’ que endurece las penas” por la interrupción), y refieren testimonios que también lo vinculan al proyecto de fundar una organización política, el partido Solidaridad, nutrido por grupos de ultraderecha como la Unión Nacional Sinarquista y el Yunque. Por su parte, el periodista Diego Enrique Osorno (2015: 185 y ss) relata que durante los tiempos más difíciles de una enfermedad, Slim Domit realizó algunas peregrinaciones y vivió diversas experiencias místicas. Es devoto de la virgen de Cleveland y participó para tratar de revertir la despenalización del aborto en el Distrito Federal y otras reformas consideradas demasiado liberales, tanto por él como por algunos panistas y sinarquistas. De ahí la historia del partido político Solidaridad, y de cómo esta cruzada preocupó más a la residencia oficial de Los Pinos que al PRD del D.F., pues el gobierno federal terminó bloqueando esta iniciativa al punto que un político panista celebró con la frase “¡Nos los chingamos!”, al saberse que no pudieron obtener el registro ante las autoridades electorales. Osorno le pregunta al ingeniero Slim por la historia y éste “responde con cierto tono de molestia: No le he preguntado. No creo. Es bastante sensato. Le voy a preguntar. A lo mejor lo invitaron. No tengo idea, pero yo lo he dicho muchas veces: la vocación política es muy distinta a la vocación empresarial y yo veo en mis hijos que tienen vocación empresarial. Entonces no los veo metidos de políticos. Los tres están trabajando, y mis hijas, también. Ahora, que te invite alguien a participar en algo, no sé”.
8 Documentado, entre otros, por Rodrigo Vera, y puede encontrarse en su investigación titulada El chato (2017).
9 En este último caso ya hubo una reacción ante lo publicado, con demanda legal incluida por presuntas afectaciones a la reputación y otras artimañas típicas para reprimir desde el poder al periodista o a sus fuentes de información. Se presentó en mayo de 2018 en un juzgado del municipio de Ecatepec, dónde más, y lo sorprendente es que no fue hecha por quien supuestamente llevaba menores a sus fiestas sino por el ahora exgobernador del Estado, exvicecoordinador de la fallida campaña electoral de José Antonio Meade y senador plurinominal por el recién vapuleado PRI, el doctor Eruviel Ávila Villegas. Para más detalles, lo que incluye una carta del periodista demandado en la que entre otras cosas pide al exgobernador Eruviel pelear limpiamente al tiempo que expone otros casos de litigios y persecución, además de recordar al lector que mientras estuvo al frente de la administración mexiquense Ávila Villegas se relacionaba con la prensa http://www.sinembargo.mx/01-05-2018/3412704″>rifando un automóvil entre reporteros. En realidad bastante barato pues como gobernador, esto es, que no las pagaba de su bolsillo, obsequiaba a esposas de altos funcionarios y políticos mexiquenses carísimas bolsas Louis Vuitton. Sobre estas fiestas, además de las cinco fuentes en las que se basó el reportero demandado para documentar su investigación, quien escribe tuvo oportunidad de preguntar a una persona que asistió a algunas sobre lo más relevante y el tema de los menores. A decir suyo, destacaba la presencia de “pirujas de las que se quitan la ropa a la menor provocación”.
10 Cinco años después, en abril de 2002, el programa Círculo rojo de Televisa retomó las investigaciones sobre abuso sexual presentadas por CNI canal 40 y La Jornada. Para entonces, lo más interesante fue la supuesta reacción del dueño de la televisora al enterarse del contenido del programa: “Me vale madre Maciel, lo he visto tres veces en mi vida”, cuenta Javier Solórzano que dijo Emilio Azcárraga Jean. Según Carlos Fazio, esto formaba parte de un enredo mayor donde incluso hubo presiones de Martha Sahagún para que estas depredaciones se difundieran y así escarmentar a Maciel quien supuestamente tenía más preferencia por la primera esposa de Vicente Fox. Véase aquí.
11 Aunque todavía no figura en el Top 100 de escuelas de negocios elaborado por el Financial Times, en el que las mejores cinco calificadas en 2018 fueron: 1) Stanford Graduate School of Business; 2) Insead; 3) University of Pennsylvania: Wharton; 4) London Business School, y 5) Harvard Business School. Véase aquí. Lo que también puede servir como un indicador del poco interés en el país y en sus grupos empresariales por desarrollar y profesionalizar el ámbito de los negocios en tiempos de globalización.
12 Quizá el caso más conocido al respecto sea el de Carlos Slim, como puede apreciarse en su biografía política escrita por Diego Osorno (2015), donde sus modos de ser y hacer contrastan notoriamente con los imaginarios sociales atribuidos a la forma de vida de los multimillonarios. Así que además de los talentos personales para administrar y multiplicar el dinero, la biografía deja ver el peso formativo que tuvieron la educación, la familia y la comunidad, con su peculiar manera de hacer negocios, para forjar algo así como el estilo Slim, que es austero, bastante hermético, informado, feroz y con redes muy cerradas. A diferencia de otros millonarios, el ingeniero egresado de una universidad pública, la UNAM, no sólo no ostenta su riqueza (maneja sus propios autos que cambia cada diez años), sino que la disimula al punto de que a muchos parecerá tacaño, y no únicamente a sus colegas de la lista de la revista Forbes. Los biógrafos del Tigre Azcárraga (2013: 502), por ejemplo, mencionan que éste veía hacia abajo a Slim porque lo consideraba un arribista. Claro que en un país donde el dinero y las riquezas tendieron a exhibirse de manera grotesca, sobre todo en los últimos años cuando debió incidir esta popularización de listados como los de Forbes al tiempo que el ingreso promedio encalló en niveles de hace más de veinte años (El País, 22 de junio de 2017, p. 37), este bajo perfil y austeridad también debe generarle simpatías.
13 Véase aquí y aquí.
14 Sobre esta fealdad y sus rostros múltiples véase a Umberto Eco (2007), mientras que para comprender parte del proceso mediante el cual se asoció–caricaturizó la relación dinero y judíos es recomendable el libro de Richard Sennett Carne y piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental (1997), específicamente su capítulo 7, “El miedo a tocar. El gueto judío en la Venecia renacentista”.
15 Entrevista con el autor, 24 de mayo de 2017.