DE PROYECTOS ESPIRITUALES

Yo no soy un fantasma pero me levanto como si lo fuera: miro mis uñas y mis dientes. Todo crece mientras dormimos. Tomo el café con azúcar y el ron con hielo. Echo a perder las cosas pero no puedo evitarlo. Las cosas puras dan miedo.

Uso anteojos y ya olvidé cómo es ver el mundo sin ellos. Hay una claridad que el mundo tiene y no puedo percibirla. La sospecho. Cuando voy en el autobús veo por los cristales de mis anteojos y por los de la ventana: dos cristales atrás estoy yo, imaginando que las formas son ésas y no otras, calculando las medidas, los colores, la precisión de los edificios, el grosor de los escalones, el color verdadero de los cabellos femeninos. No puedo ver mi espíritu, imagino que está en algún lado de mí, oculto en la piel o en la sangre o en el aliento que da vida. Pero no puedo verlo. Lo sospecho. Sé que existe porque en ocasiones me conmuevo. Las cosas que se conmueven tienen espíritu. Un espíritu si no hondo e inmarcesible breve y tímido. En su transparencia confío, en su inapetencia, en su ambición de nada, en su bondad misteriosa. Afuera hay colores más precisos, más intensos pero no puedo verlos. Tengo el borde de ellos en la punta de los ojos. Son colores suaves y las formas no tienen picos, nada que pueda lastimar. Son redondas y suaves. Femeninas. Antes de dormir miro mis manos, trato de memorizar el tono de la piel y el largo de las uñas. Es bueno despertarse y saber que el cuerpo vive más allá de uno mismo, que se gasta más allá de uno mismo, que tiene su propio concepto de libertad y que envejece más de lo que uno envejece, que posee sus propios hábitos, que se consume al final del día y nos deja dormir creyendo que se acaba todo por unas horas, que las cosas se suspenden por unas horas. Mis sueños, cuando los recuerdo, son a colores. Como en un televisor viejito los colores están retocados y exagerados pero son los colores que distingo. Las cosas puras dan miedo.

Como cuando rellenamos lentamente el alma de dinamita y encendemos la mecha. Como cuando creemos en los detalles de la escena y no acabamos de comprender qué pasó con las iluminaciones. Como cuando el sol parece imposible y el calor imparable. Como cuando nos paramos a mitad de la vida y el pasmo es intenso. Como cuando estamos en el bar mirando una multitud enardecida de intenciones felices, desbocadas, animalescas. Qué cerca estamos de las bestias cuando somos fieles.

Este día, este día en especial, acumulé mucha esperanza junta. Pero no hay que desear de más tampoco. Hay gente simple, como un árbol lleno de polvo.

Porque pertenezco a esa simplicidad no pienso más allá. Yo acepto a los ambiciosos si ellos también aceptan esta tranquilidad de agua quieta. No quiero más. Porque lo que ya tengo y que es colma. Extraño, pero es así: uno tiene, uno es. No persigo mariposas con la red. Aunque me gusta rodearme de cazadores incansables. El amor. Va. Viene. Se queda por un tiempito. Es medio turista. Se cansa pronto y padece de ansiedad. Hay. Eso es lo que cuenta. A marejadas un día y luego sequía. Hay. Eso es lo que importa. En sentido de ida y llegada. Es suficiente. Uno vive con tan poco. Este día fue demasiado.

¿Definir el beso hace al beso en la boca?

Los besos son palabras: espontáneas, robadas, equívocas, húmedas palabras que quieren atrapar la lengua. Caer en el cuerpo del otro como piedra en el pozo.

No florece la rosa por mirarla. Parpadea por instantes y es la mañana distraída de tanto sol que acurruca en su brazo la rosa nueva.

Parto la hogaza de pan

y no puedo evitar pensar

que esta hogaza oscura nutricional

tiene el mismo tono de tu piel

Después,
reparto el trozo de pan,

entre la boca y el vientre

para tener tu piel

en mí.
Porque tu piel es cáliz.

Y yo soy devota.

Días que uno no puede ser el mismo.

La mismidad es una invención antropológica habría que reconocer. Filosóficamente estoy deshecha.
Identidad en llamas.

Hechizo del yo-tú-nosotros-cansados-falaces-incomprensibles-.

La literatura y los dioses.

Los dioses son invenciones literarias con su tradición particular colgante como una etiqueta.

Cómo hacer para acercar la calma de la orilla de enfrente este río que somos
innavegable

no admite remero

caminarlo con el agua a las rodillas

y sentir en los pies desnudos
las piedras triangulares
mixtecas todas
insumisas
respondiendo de alguna manera
lo que no se comprende.
El espíritu se ve en el agua.
Come mosquitos, se pega a las piedras más ancianas
y se pone verde
antes de rendirse. ®

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Publicado en: Abril 2010, Poesía

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