De suecos y mexicanos

El (es)pejismo de la manipulación mediática

Los países escandinavos, los de mayor calidad de vida en el mundo, son capitalistas y socialistas. Es capitalismo, pues hay propiedad privada y empresas privadas, comercios ricos y empresarios enriquecidos; pero son capitalismos socializados a través del Estado liberal–democrático.

Jefe de Estadio.

Sorpresivamente, Suecia está siendo usada por la falsa “cuarta transformación”.

No, no es la inspiración histórica de López Obrador, ese falso Roosevelt, tampoco el modelo de los programas sociales de su gobierno; no podría ser así: AMLO es priista (no chavista) y el priismo no es Estado de Bienestar sino Estado autoritario y clientelar. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) hacía elecciones periódicas y algo de redistribución económica, pero no era democrático ni en sí de izquierda. El pragmatismo que incluía el PRI también lo incluye el obradorismo: el priismo del nuevo viejo presidente incluye dosis de populismo y de neoliberalismo —y de conservadurismo.1

La forma en que “lo sueco” apareció recientemente junto al (es)pejismo es la de la manipulación mediática. Bajo las crisis del covid–19 una tal Dana Corres y el billonario Ricardo Salinas Pliego recurrieron al nombre Suecia para mover sus molinos personales y los molinos dizque transformadores. Ambos hicieron un ridículo mayor y merecen mayores críticas.

Un extraño tuit

Al final del mes pasado la activista y tuitera Corres dijo sentirse como en Suecia al recibir del gobierno de Claudia Sheinbaum… un pequeño kit médico y una pequeña despensa.

La pregunta retórica “¿Qué es esto? ¿Suecia?” hace todo sospechoso, porque además de retórica es desmesurada e increíblemente elogiosa; no sé —y por tanto no lo afirmo— si es una puesta en escena política del negocio al estilo “influencers”, esto es, si la buscaron y la retribuyeron de alguna manera por el tuit elogiando al gobierno capitalino, pero lo que más importa está en otro lado: en la ignorancia, pagada o no. Dana Corres no tiene muy claro qué significa “Suecia”. En Suecia no te regalan una despensita de vez en cuando —ni a unos cuantos de vez en cuando—, te garantizan como ciudadano y persona el acceso a un sistema de salud universal y de calidad (no perfecto, de alta calidad). El Estado sueco es un verdadero Estado de Bienestar, y eso no es lo que proponen ni buscan los gobernantes obradoristas. Ellos y ellas pretenden un Estado de bienestar obradorista, es decir, para el obradorista, como el PRI que construyó un Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado —su Estado, el mismo Estado priista— pero no un “seguro social”/sistema de salud universal y de calidad. Ese tipo de sistema que tampoco es el Insabi de López Obrador. De ahí el clientelismo. De ahí las farsas. Por eso, asimismo, el autoritarismo. El autoritarismo como método. He aquí el obradorismo.

Corres necesita que corran más sus lecturas, conocer más, conocer mejor eso de lo que habla. Aportémosle con unas líneas sobre Escandinavia, no sólo Suecia sino también Finlandia, Noruega y Dinamarca: esta “cuarta” sí es progresista y sigue siendo un dolor de cabeza para el típico marxista rígido y demás anticapitalistas (sin adjetivos), pero también lo es para los neoliberales y libertarios o randianos (fanáticos de Ayn Rand). Los países escandinavos, como conjunto histórico los de mayor calidad de vida en el mundo, son capitalistas y socialistas. Simultáneamente y sin contradicción fatal. Es capitalismo, pues hay propiedad privada y empresas privadas, comercios ricos y empresarios enriquecidos; pero son capitalismos socializados a través del Estado liberal–democrático.2 Y son un tipo o grado de socialismo, ya que hay propiedad pública, empresas estatales y garantías sociales universales; pero son socialismos con democracias y mercados. Por tanto, son economías no totales de mercado bien reguladas por un Estado fuerte y mayor pero no totalitario.

Esos países de gran bienestar prueban algo más: que no todo lo “contrarrevolucionario” es conservador o reaccionario: puede existir lo que llamo “contrarrevolución progresista”, de izquierda: sistemas socioestatales o político–económicos que logran estabilidad por/con progreso generalizado mediante reformas no definitivas, con espacio para más reformas y para la crítica, la protesta y el cambio sociales.

Esas estructuras —aquellas economías y los Estados que las crearon— son evidencia a favor de sí mismas pero también, de una u otra forma, a favor de una gama de ideas como las “italianas” de Norberto Bobbio y Carlo Roselli sobre el “socialismo liberal”, las de John Roemer y el “socialismo de mercado”, o las de Erik Olin Wright, marxista analítico y atípico que proponía realistamente no la destrucción revolucionaria del capitalismo sino “socializar el capitalismo”.3 Como los Estados escandinavos, todas esas ideas son clases de mezclas entre capitalismo y socialismo. Esas ideas tienen sentido, más de una justificación, están vigentes, no desde hoy sino desde antes y después de la gran crisis de 2008, son susceptibles de revisión y perfeccionamiento, y sí son practicables bajo ciertas condiciones.

Escandinavia también es la prueba de que Paul Sweezy estaba equivocado: el socialismo y el mercado sí pueden coexistir; algunos tipos de socialismo y algunos tipos de mercado, claro está. Y es prueba de que estaban y están equivocados quienes dicen que no puede haber ninguna democracia verdadera mientras haya cualquier capitalismo real. Esos países de gran bienestar prueban algo más: que no todo lo “contrarrevolucionario” es conservador o reaccionario: puede existir lo que llamo “contrarrevolución progresista”, de izquierda: sistemas socioestatales o político–económicos que logran estabilidad por/con progreso generalizado mediante reformas no definitivas, con espacio para más reformas y para la crítica, la protesta y el cambio sociales, que así reducen los riesgos o alcances de movimientos antisistema no justificados en la calidad de vida, de hiperbólicos a violentos, de insurrecciones varias a intentos de Revolución.

Regresaremos a lo general de Escandinavia pero ahora vayamos de frente contra Salinas Pliego, “fifí” como pocos y aliado y amigo del licenciado López Obrador.

Empresa del poder

Desde que se perfilaban las medidas restrictivas contra la pandemia de covid–19 y hasta hoy —termino de escribir esto el 19 de abril— Televisión Azteca ha insistido en oponerse pretextando preocupación por la economía nacional. Véase este ejemplo de finales de marzo. No discutiré sobre la estrategia antipandemia sueca y su evolución —han cambiado su enfoque inicial— porque no es necesario: este texto es sobre la manipulación y a Salinas Pliego y su consorcio nunca les interesó comprender y que se aprovechara una estrategia supuestamente superior e imitable. Y mi crítica no valida la que implica el lugar común de que México y Suecia no son “comparables”; rechazo el uso convencional, dentro y fuera de la academia, del verbo comparar; Suecia y México sí pueden ser comparados, si se entiende que la comparación es una exploración analítica de similitudes y diferencias (en ese sentido son “comparables”), pero no son equiparables; el resultado de comparar analíticamente a México y Suecia es, precisamente, que no son equiparables ni asimilables en una mayoría de sus componentes históricos y actuales.

Los lances “suecos” de la empresa salinista no comportan una comparación propiamente sino un intento de equiparación momentánea entre dos casos —siempre bastante distintos— para “justificar” una “lección” que conviene a los “comparadores”. Grilla manipuladora.

Con un Estado como el sueco y una economía como la sueca no hubiera surgido un billonario como ése ni un presidente priista–populista–etcétera como López Obrador —dos actores que además, aunque se les olvide a los fanáticos pejistas, son mexicanamente compatibles y aliados, no poderes en conflicto.

Lo que dicen es tan necio y egoísta que basta señalar dos puntos: primero, a Salinas Pliego no le importan en realidad ni la democracia ni el bienestar de la gente, le importan únicamente sus ingresos y ganancias (a lo otro se adapta a su modo y conveniencia, lo mismo que los Azcárraga), y segundo, pero más relevante, si México fuera Suecia no existirían ni la fortuna de Salinas Pliego ni la presidencia de AMLO. Con un Estado como el sueco y una economía como la sueca no hubiera surgido un billonario como ése ni un presidente priista–populista–etcétera como López Obrador —dos actores que además, aunque se les olvide a los fanáticos pejistas, son mexicanamente compatibles y aliados, no poderes en conflicto.4

No dije que en Suecia no surjan billonarios, dije que no surgen billonarios como Salinas Pliego. Los billonarios suecos no se han hecho con el favor constante y corrupto de los políticos y el Estado, que suele ser la ruta latinoamericana a la riqueza extrema. Salinas Pliego no es la excepción. Y si es de veras un seguidor de las lecciones suecas, ¿por qué no pide un aumento a los impuestos que su (sub)clase debería pagar? No podemos imitar a Suecia pero podemos aprender y adaptar —o intentar adaptar— algunas cosas. Una reforma fiscal progresiva–progresista como la que no quiso hacer el presidente López Obrador, el gran hombre de “la izquierda” mexicana. En cambio, en Suecia los impuestos progresistas y justos, prosociales y no verdaderamente excesivos, buenos para la libertad de más, causaron que Ingvar Kamprad, el fundador de Ikea, sacara del país su “cuartel general” y se fuera a vivir a Suiza; no estaba equivocado el Estado sueco sino Kamprad: la economía sueca no colapsó ni dejó de desarrollarse, se tradujo en progreso generalizado, sin que se matara la posibilidad de riqueza mayor; Kamprad no hubiera dejado de ser rico en su país y sí, digamos coloquialmente, “quedó mal” con muchos ahí. Como siguen quedándonos mal Tv Azteca y López Obrador.

No se trata de sacar de México a los Salinas sino de que paguen más impuestos, para redistribuir sin clientelismo. Ninguna de esas cosas está pasando aquí. No es la senda obradorista. También por eso siguen de la mano el presidente y el billonario.

Triángulo de (com)pinches

Si AMLO no es un estadista, como dice Rogelio Villarreal, más que un Jefe de Estado un Jefe de Estadio, Salinas Pliego no es un empresario de la siniestra sueca sino de lo siniestro mexicano. Pareja de embusteros. Y tanto Corres como el segundo hombre más rico de México son unos timadores. Sus aventuras “suecas” son como las lágrimas de cocodrilo. O de grillo. Excrecencias grillas.

De vuelta a Escandinavia

Si dices que es neoliberalismo ampliado, como Jonathan Chait, mal; si dices que es capitalismo puro, peor. Si afirmas que es socialismo como Cuba o la URSS, te equivocas; si crees que es sólo socialismo, también.

Escandinavia es un híbrido, un (sub)género mixto con variaciones específicas en Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia. Es, como agregado, otro tipo de capitalismo y de socialismo, unidos. Economías mixtas con un grado de capitalismo, y de un (sub)tipo de capitalismo, y otros de socialismo. Hay protecciones al trabajador, mercados laborales regulados con participación de sindicatos fuertes, Estados grandes, que no totales ni de obesidad mortal (en Finlandia y Noruega hasta un tercio de los empleados han sido empleados estatales). También hay empresas privadas de todos tamaños y empresas de Estado que no necesariamente excluyen inversión privada no mayoritaria. Hay, por poner el gran ejemplo noruego, un Statoil, pero no se maneja como Pemex, lo que hace y dice todas las diferencias.5 ®

Notas
1 Véanse en esta revista varios artículos del autor (click en su nombre) sobre lo autoritario, lo democrático, lo liberal, lo conservador y lo izquierdista respecto a López Obrador, como “¿Liberales contra conservadores?” y “¿Es AMLO de izquierda?”, textos a los que hechos posteriores sólo han fortalecido. Otro análisis que responde sobre si el presidente es un demócrata superior, aquí. Un dato sobre el neoliberalismo en el obradorismo: en lo que va de su gobierno la inversión pública ha sido menor que en cualquier año de los dos sexenios neoliberales anteriores.
2 Las “monarquías” de Suecia, Dinamarca y Noruega no definen realmente el régimen político de los países. Hay reyes o reinas, no gobierna un rey o una reina. Son monarquías constitucionales, pero las constituciones son democráticas–parlamentarias; luego, el régimen político es democrático, no monárquico. Y el Estado sigue el género liberal de división del poder con la especie parlamentaria. Los reyes y las reinas son adornos vestigiales, inocuos restos tradicionales. Lo más preciso es llamar a estos países monarquías constitucionales democráticas o solamente democracias parlamentarias. Finlandia no es “reino” sino república, democrática y parlamentaria. Complementando: el solo hecho de ser república no es lo más importante (el régimen y Estado autoritarios del PRI coexistían con república), si bien yo prefiero que el sistema sea también republicano. Finlandia es república pero sobre todo democracia parlamentaria como lo son Suecia, Dinamarca y Noruega aunque no sean repúblicas sino “reinos”. El cuasiequivalente de los actuales “monarcas” suecos, daneses y noruegos es el presidente finlandés.
3 Algo sobre él aquí.
4 Sobre un aparente conflicto muy reciente véase aquí.
5 Hágase el favor de leer esto. No ignore la experiencia escandinava, tampoco pida que simplemente se le imite, no la idolatre, perfectos no son, problemas hay, pero no crea que sus escándalos son lo mismo con otro color y sus deficiencias equivalentes a cualquier otras, y menos crea que no se puede ni se debe aprender nada de esos países.

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Publicado en: Cratoscopio

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