Del futbol al exterminio

Entrevista a Daniel Salinas Basave sobre Predrag. El último tigre de Belgrado

Esta novela nos permite entrever los horrores experimentados durante el conflicto étnico provocado por la desintegración de Yugoslavia: la existencia de bandas dedicadas al exterminio utilizadas por Slobodan Miloševic.

Daniel Salinas Basave.

Un joven cuyo único interés es seguir hasta la violencia a su equipo de futbol predilecto termina por ser reclutado en una terrible banda paramilitar que se dedica al exterminio de los enemigos de la Gran Serbia en la guerra de los Balcanes y termina por convertirse, en unos cuantos años, en un “patriota”.

Muy sintetizada, ésa es la historia que nos relata Daniel Salinas Basave en su novela Predrag. El último tigre de Belgrado (México: Fondo de Cultura Económica, 2023), en la que, a través de la afición por el futbol, nos permite entrever una parte de los horrores experimentados durante el conflicto étnico provocado por la desintegración de Yugoslavia: la existencia de bandas dedicadas al exterminio utilizadas por Slobodan Milošević, una de ellas encabezada por Željko Ražnatović, mejor conocido como Arkan, famoso por su cruel grupo de los Tigres.

De aquello escribe Salinas Basave tras describir una de las acciones de esa banda: “El horror es ante todo una lección, un mensaje, una declaración de principios y después de aquello quedó claro que con los Tigres de Arkan no se jugaba”.

Sobre tan intensa novela conversamos con Salinas Basave (Monterrey, Nuevo León, 1974), que es licenciado en Derecho por la Universidad Regiomontana. Ha ejercido el periodismo en El Norte, Frontera e Infobaja, entre otros, además de que ha colaborado en publicaciones como Esquire, Gatopardo, Replicante y Milenio. Autor de al menos catorce libros, ha obtenido los premios Bellas Artes de Ensayo Literario Malcolm Lowry (2014) y José Revueltas (2015), el Gilberto Owen de Literatura en la categoría de cuento (2015), el Regional de Cuento Ciudad de La Paz (2014) y el Estatal de Literatura Baja California (2010).

—¿Por qué una novela como la tuya, sobre un conflicto que pudiéramos hasta considerar lejano, como el de la desintegración de la Yugoslavia de Tito y el desarrollo del nacionalismo de la “Gran Serbia” en los años noventa del siglo pasado?
—De entrada, porque me apasiona el tema balcánico, su cultura y su literatura, pero también el futbol, y la novela mezcla las dos pasiones. Mal que bien puede parecer lejano, pero la desintegración de la exYugoslavia, la tercera guerra balcánica, fue el mayor conflicto bélico en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial y que despidió el siglo XX. Hasta la guerra de Ucrania no habíamos tenido tal baño de sangre.

”A final de cuentas se cumplió aquello que dijo Susan Sontag en el sentido de que el siglo XX comenzó en Sarajevo con el asesinato del archiduque Francisco Fernando a manos del serbio Gavrilo Princip, y terminó en Sarajevo en el terrible sitio de más de tres años de asedio, bombardeos y hambruna.

«En la guerra de la exYugoslavia vimos casos espantosos de campos de concentración, una guerra civil muy cruel que despidió el siglo XX. Esta novela condensa cómo se vivió la guerra y cómo se mezcló fatalmente con el futbol.

Lo que en un principio sólo era defender a su equipo de futbol, el Estrella Roja de Belgrado, en las tribunas contra su máximo rival, el Partizan, y otro rival regional, el Dinamo de Zagreb, de pronto se convierte en tomar un fusil AK–47 e integrar un comando de exterminio.

—¿Qué posibilidades te dio la literatura para relatar ese gran conflicto, al que llamas “la mutilación del gran monstruo balcánico”?
—Fue jugar con ajolotes prosísticos, con ornitorrincos de periodismo y literatura en una historia en un contexto real, que es el marco de vida de un personaje ficticio que pudo ser cualquiera de los Tigres de Arkan, entre los que pudo haber muchos Predrag Jerković, un joven de diecinueve años cuyo único patrimonio son sus hormonas en ebullición, la sed de pelea y de sangre, quien no tiene una causa política definida y que no sabe por qué pelea, pero le gusta pelear.

«Lo que en un principio sólo era defender a su equipo de futbol, el Estrella Roja de Belgrado, en las tribunas contra su máximo rival, el Partizan, y otro rival regional, el Dinamo de Zagreb, de pronto se convierte en tomar un fusil AK–47 e integrar un comando de exterminio que hizo labores de limpieza étnica en Bosnia y Croacia, el que fatalmente existió y que fueron los Tigres de Arkan.

—Arkan, un personaje real…
—Un personaje odioso y terriblemente real.

—¿Cuáles fueron las fuentes con las que creaste al personaje, a este fanático del futbol que sólo aspira a luchar por su equipo y termina por ser un presunto patriota víctima de la guerra?
Siempre he sido muy futbolero y me acuerdo con mucho cariño de 1991, cuando yo tenía diecisiete años, que fue un año muy intenso y muy feliz para mí. Recuerdo aquella final en Bari, Italia, entre el Estrella Roja y el Olympique de Marsella, dos grandes equipos en aquel momento. Extraño esas copas, cuando “la orejona” todavía era democrática y se podía disputar entre muy diversos equipos, y no solamente entre el Real Madrid, el Manchester City y los millonarios.

”El Estrella Roja fue un equipo de época, integrado por la gran generación de oro del futbol yugoslavo. Fue muy simbólico que dos semanas después de que levantó la copa de las orejas grande en Bari estalló la guerra y ya nada volvería a ser igual. De una u otra forma hay muchos hechos futbolísticos que estaban relacionados con la política: hay quien dice que la patada del croata Zvonimir Boban a un policía serbio en un partido entre el Dinamo Zagreb y el Estrella Roja en 1990 es, simbólicamente, el acto que presagió el estallido de la guerra y que, para algunos, fue como el equivalente al Tea Party, cuando los rebeldes de Nueva Inglaterra arrojaron un carga de té al mar. Entonces ocurrió en un partido de partido de futbol esa patada, además de que los croatas sacaron por primera vez sus banderas a cuadros rojos y blancos y entonaron cantos independentistas.

”Un año después el Estrella Roja obtuvo la máxima conquista de un equipo balcánico en una copa internacional, y dos semanas después estalló la guerra, en la que se vieron involucrados muchos fanáticos de ese equipo que fueron cooptados por Arkan.

”A mí me llama mucho la atención Arkan porque es una mezcla de playboy mafioso, gánster, el padrino que todo mundo quería tener, con el que se querían retratar. Era alguien que, por una parte, salía retratado en las secciones de espectáculos, de sociales, de farándula, y, por otra, fue un genocida y un criminal de guerra.

”Ese tipo de contradicciones siempre me han fascinado: me atraen los personajes entre mesiánicos, frívolos y siniestros a un mismo tiempo, como lo fue Arkan.

”El personaje lo creé leyendo mucho, sobre todo páginas de internet; trato de leer todo lo que se escribe sobre radicalismos políticos vinculados con el futbol. Me interesa el tema de cómo ciertos extremismos políticos están relacionados con determinadas aficiones, principalmente en Europa, donde lo vemos en muchos países. Sin embargo, hasta hoy solamente una vez hemos visto que un grupo de aficionados radicales se conviertan deliberadamente en un comando de exterminio, como ocurrió con los Tigres de Arkan.

Italia tenía que ganar ese Mundial al costo que fuera, y presionó, amenazó árbitros, equipos rivales, y al final Italia se salió con la suya. Después fue bicampeona del mundo porque obtuvo el triunfo también en 1938, cuando ya olía a guerra.

—¿Cómo utilizaron los políticos en este caso el futbol para reclutar militantes que se convirtieron en mercenarios?
—El futbol siempre ha estado vinculado con los extremismos políticos, y siempre los tiranos, los dictadores le han sacado raja. Quizá el primer caso fue el de Benito Mussolini en el Mundial de Italia en 1934, que fue un torneo con toda la connotación del Partido Nacional Fascista, cuando el dictador fue claro: “Vencer o morir”. Italia tenía que ganar ese Mundial al costo que fuera, y presionó, amenazó árbitros, equipos rivales, y al final Italia se salió con la suya. Después fue bicampeona del mundo porque obtuvo el triunfo también en 1938, cuando ya olía a guerra.

”Un caso lamentable fue el de Argentina en 1978: cuando su selección estaba jugando contra Holanda en el estadio de River Plate, a menos de un kilómetro estaba la Escuela de Mecánica de la Armada, en donde había personas que estaban siendo torturadas y se alcanzaba a oír la forma en que la gente festejaba los goles. Entonces, por una parte el júbilo de un Mundial por un equipo que por primera vez se coronaba campeón del mundo y, por otra, una dictadura que le sacó toda la raja política.

”Otro caso muy parecido al de Predrag fue el del Steaua de Bucarest, que se coronó en 1986 contra el Barcelona en Sevilla. Fue el primer equipo de detrás de la Cortina de Hierro que ganó la copa europea, y era de Nicolás Ceauşescu; tenía todo el apoyo del dictador, quien le sacó mucha raja política a ese triunfo. Fue un caso muy parecido al del Estrella Roja de Belgrado, que ocurrió después.

”Los ejemplos son miles y están vigentes; por ejemplo, lo acabamos de ver en la pasada Eurocopa en Alemania, donde los partidos de Serbia fueron declarados de alto riesgo, especialmente cuando se enfrentó a Eslovenia. Entonces también jugó la contraparte, Alemania contra Croacia, en la que los seguidores de ésta entonaron cantos de guerra de que van a exterminar a todos los serbios.

”Son tensiones que siguen muy vivas, latentes, y a menudo es un estadio de futbol el lugar en donde estallan como una olla exprés y se liberan. En ese sentido, el futbol siempre ha sido una válvula de escape catalizadora.

—En ese sentido también refieres en la novela la historia verdadera del equipo Obilić, al que Arkan subió desde tercera división hasta la primera y lo hizo campeón en uno o dos años. Eso es un aspecto, pero también está el del espectáculo: él se casa con una figura de la música muy popular, la gran estrella del turbo–folk. Él tiene que dejar al equipo después de hacerlo campeón, lo toma su esposa, luego lo abandona y posteriormente lo retoma.
—Cuando estaba la guerra de Bosnia en 1995 Arkan regresó a Serbia; a la mejor no ganó la guerra, pero se hizo multimillonario. Fue alguien que se hizo inmensamente rico por la guerra, que siempre es una gran oportunidad de negocio. Entre el tráfico de mercancías, de personas y todo tipo de negocio ilícito que se puede hacer en la guerra se hizo inmensamente rico.

”Cuando Arkan regresó a Belgrado ya era un multimillonario excéntrico, joven, un playboy que podía ligarse a la que entonces era la cantante pop folk más famosa, Ceca, cuya carrera estaba despuntando. Se casó con ella con toda la tradición ortodoxa serbia, con traje nupcial montenegrino; la boda fue transmitida en la televisión nacional serbia y fue el evento social de la década. Era una pareja a la que veían como filántropos, benefactores que abrían orfelinatos, casas para viudas, los padrinos que toda generación de graduados quería tener, etcétera.

”Arkan invirtió mucho dinero en gimnasios, box y basquetbol, y fue cuando dijo: “Yo siempre fui fanático del Estrella Roja, pero puedo darme el lujo de tener mi propio equipo de Primera División”. Entonces compró un equipo chico, el Obilić, que lleva el nombre de un caudillo serbio que en la batalla del Campo de los Mirlos, en Kosovo en 1389, fue el que degolló al sultán Murad I tras fingirse muerto en el campo de batalla, lo que iba muy acorde con el nacionalismo de los Tigres de Arkan.

”Entonces, de una u otra forma el Obilić se convirtió en el gran equipo del nacionalismo serbio, y en muy poco tiempo logró arrebatarle la liga al Estrella Roja y al Partizan, que eran los únicos que ganaban. Llegó a jugar la copa europea contra el Atlético de Madrid, pero, como ya desde entonces Arkan estaba siendo buscado por la Interpol no podía salir de Serbia, la que fungió como dueña del equipo fue su esposa. Cuando ella fue a Madrid cenó con Jesús Gil y Gil —el dueño del Atlético de Madrid— y con un jugador serbio sumamente popular, muy patriota, Predrag Mijatović, delantero estrella del Real Madrid al que todos recordamos porque fue el que metió el gol contra la Juventus en la final de 1998 en Ámsterdam, que fue la primera Champions que ganó el Real Madrid después de más de veinte años de la época de Di Stéfano.

”Un año después, cuando ocurrieron los bombardeos de Belgrado por parte de la OTAN, Mijatović dijo: “Yo soy un soldado”, y ofreció dejar al Real Madrid e irse a pelear por Serbia; ese era el nivel de patriotismo de este personaje —cuyo nombre inspiró el nombre de la novela, debo decirlo—.

”Pero fue la efímera gloria del Obilić a finales de los años noventa.

—La novela también es una historia de las bandas paramilitares que no existieron oficialmente, grupos de exterminio —a Predrag le llamas “ángel exterminador”— y la novela es la historia de un paramilitar. ¿Cuál fue la importancia de esos grupos en el conflicto?
—Hicieron el trabajo sucio, despiadado, que el gobierno de Serbia, encabezado por Slobodan Milošević, no reconocía porque uno era el Ejército regular yugoslavo que, según, iba a proteger a la población serbia que vivía en los territorios bosnios, pero otro asunto fueron estos grupos de carniceros cuyo nombre era Guardia Voluntaria Serbia, que, en teoría, sólo era un grupo de voluntarios, pero que integraban un comando dedicado a operaciones de limpieza étnica y al que se ha relacionado con muchas de las peores masacres que hubo en aquellos años.

Radovan Karadžić, artífice del sitio de Sarajevo, uno de los mayores y más crueles genocidas, pero que era un tipo que se creía poeta, e incluso después del sitio y antes de que lo agarrara la Interpol, se convirtió en una especie de gurú medio new age con una secta de iluminados.

”Eso fue muy extraño; nosotros analizamos, por ejemplo, el perfil de muchos de los carniceros, de los seguidores de la guerra yugoslava, por ejemplo el Tigre Arkan, y también Radovan Karadžić, artífice del sitio de Sarajevo, uno de los mayores y más crueles genocidas, pero que era un tipo que se creía poeta, e incluso después del sitio y antes de que lo agarrara la Interpol, se convirtió en una especie de gurú medio new age con una secta de iluminados, y hasta escribía cuentos para niños. Es un personaje totalmente novelable.

«Cuando me pongo a leer esas historias digo: aquí hay literatura en estado puro. Son los personajes que más me apasionan: contradictorios. Nunca me ha gustado el malo como un demonio, o el héroe inmaculado con su capa de superhéroe: eso no existe. Busco la contradicción: nada mejor que el maligno que en el fondo de siente mesiánico, que se siente un benefactor, que en el fondo se siente un talentoso poeta.

—Predrag, tu personaje, es un pobre diablo fanático de un equipo de futbol, pero que en siete años se convierte en un patriota herido, un veterano de guerra que pasa a ser el guardia de la vida nocturna en Belgrado y termina siendo guardaespaldas del político y la estrella. ¿Es la historia de un fracaso?
—Su única patria y su único patrimonio es hormonal: testosterona. Cuando envejece, cuando llega el otoño de su vida, todo pierde sentido, porque él necesita, de una u otra forma, la guerra, el caos para sobrevivir, para sentirse como un pez en el agua. Si estalla la paz, para él es el infierno.

«Él no sabe realmente por qué combate, no entiende nada de lo que supuestamente defiende Slobodan Milošević. Pelea, viola, mata, extermina, pero a final de cuentas ésa es la realidad de muchos mercenarios, combatientes para los que, a final de cuentas, la guerra no es un medio, sino un fin en sí mismo. No aspiran a lograr nada más allá del mero placer de la guerra, es la lujuria que ésta da casi como un acto sexual; si se las quitas, les quitas su sentido de vida.

”Predrag acaba siendo el perro fiel de la señora, a la que mira y desea desde su posición de guardaespaldas, pero nada que ver con ella. A final de cuentas envejece junto con su patrona, mientras las repúblicas balcánicas van evolucionando a una frágil y sui géneris democracia, que hasta la fecha se mantiene.

—Sobre lo que mencionas, me llama la atención el papel del aburrimiento en la novela: las únicas partes en las que Predrag se desaburre es en los partidos de futbol, y después, si no está en acción en la guerra, lo padece.
—Es la falta de sentido de la vida. A final de cuentas el futbol es apasionante, de esas cosas que hacen bella la vida; pero cuando se convierte en una válvula para darle rienda suelta a los instintos más burdos, más primitivos, cuando sólo se trata simplemente de liberar violencia ciega, lo único que refleja es el vacío absoluto de muchas vidas. Por eso el hooliganismo, las barras bravas, todos estos fenómenos se parecen tanto; en muy diversos países, a menudo para un joven de dieciocho años, con la testosterona a tope, la única ruta de escape que existe es agarrarse a madrazos en la tribuna, y allí está su momento máximo y su fin. Eso lo vemos sobre todo en Argentina y, cada vez más, tristemente, en México.

”La diferencia es que en Latinoamérica todavía no prende mecha política como en Europa, donde cambia la cosa porque allá sí hay equipos que están históricamente vinculados con extremismos: está el caso más típico, el de la Lazio, de Roma, un equipo que históricamente ha sido adoptado por los fascistas. El caso ejemplar fue el de su estrella Paolo Di Canio, que era un admirador de Mussolini; le dediqué una historia que aparece en Días de whisky malo, que se llama “Llamadas de zurdos y cachos”, que narra un hipotético encuentro de Copa entre la Lazio y el Livorno, el equipo más izquierdista de Italia.

”Eso lo veo mucho; por ejemplo, en Alemania acaba de ascender el San Pauli, el equipo más anarco de toda Europa, con la afición más antirracista y antifascista. Es la primera vez en la historia que está en Bundesliga 1, mientras que en la 2 se encuentra el histórico Hamburgo, un equipo identificado con la derecha. Así, el clásico de Hamburgo es entre el San Pauli, la calle, los migrantes, y el Hamburgo, la élite.

—Dices en el libro que para Predrag la guerra era una gran parranda, “una borrachera salvaje donde todo está permitido”. ¿Cómo se genera esta mentalidad?
—Ya lo dijo Martín Luis Guzmán: la fiesta de las balas, Rodolfo Fierro metiendo balazos a lo loco a los presos en un corral. A mí me apasiona también la literatura de la Revolución: Mariano Azuela y Los de abajo, Se llevaron el cañón para Bachimba, de Rafael F. Muñoz, Francisco L. Urquizo y Tropa vieja, etcétera.

”Si nos ponemos a ver las historias de muchos personajes que van por la leva y van por la bola, son personajes que no entienden muy bien por qué están allí, por qué están peleando, pero la tormenta allí está y se vive, de una u otra forma, como una fiesta, como una orgía, como un fenómeno meteorológico que no comprenden del todo pero en el que los personajes están inmersos y lo viven.

”A final de cuentas, la guerra es tan antigua como el homo sapiens: aprendimos a guerrear antes de aprender a escribir. Muchos milenios antes de que surgiera la primera tablilla de Sumeria, el homo sapiens ya sabía guerrear, ya usaba palos y piedras para hacerlo. Entonces, independientemente del contexto cronológico–geográfico, se da esa especie de lujuria de guerra como se vive en la trinchera, y allí todo cambia: el biorritmo, la manera de sentir. Para algunos es un horror y un trauma que nunca se supera, pero para otros pocos es algo que da sentido a sus vidas y que forma parte de un instinto animal.

”Recuerdo que cuando el Tratado de Versalles dijo Woodrow Wilson: “Ésta es la guerra que acaba con todas las guerras”. No es cierto: la guerra va encarnada a la animalidad del espíritu humano, es propia del homo sapiens.

Al final es lo que pasa también en México: ¿por qué decapitar a una persona?, ¿por qué dejar un narcomensaje?, ¿por qué desmembrar?, ¿por qué hacer una especie de escultura macabra con las partes de un cuerpo? Porque se quiere dar un mensaje: es una representación…

El último tigre…

—Al final de la novela escribes sobre los Tigres de Arkan: “El horror es, ante todo, una lección, un mensaje, una declaración de principios”. ¿Cuál es la lección de Predrag?
—En este caso, esa frase se le podría aplicar también al crimen organizado mexicano o a cualquier grupo dedicado a la violencia. Lo real de todo es una representación, un performance, un símbolo: un mensaje. No basta con apagar una vida, no: hay que hacerlo cruelmente y hay que dejar un mensaje de “con nosotros no te metes”.

”Al final es lo que pasa también en México: ¿por qué decapitar a una persona?, ¿por qué dejar un narcomensaje?, ¿por qué desmembrar?, ¿por qué hacer una especie de escultura macabra con las partes de un cuerpo? Porque se quiere dar un mensaje: es una representación, y es lo que hace este comando de exterminio. He llegado a leer que los Tigres de Arkan llegaron a practicar canibalismo.

”¿Qué es eso? A final de cuentas, una suerte de ritual tribal, de mensaje, de puesta en escena, que no es simplemente acabar con una vida con una inyección letal sino hacer de la crueldad del asesinato, como decía Thomas de Quincey, una de las bellas artes. ®

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Publicado en: Libros y autores

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