Los afanes publicitarios lo presentaron como “la revelación literaria del año”, un amateur de la escritura, capataz de una maquiladora en la frontera y carente de conocimientos literarios. Su prosa lo muestra como un autor que sabe muy bien lo que hace, contando en Malasuerte en Tijuana (Mondadori, 2009) una historia donde despliega una endemoniada capacidad narrativa y un sentido del humor negro absolutamente cinematográfico. Se llama Hilario Peña, nativo de Mazatlán, Sinaloa, ingeniero industrial y autor de otras dos novelas: El infierno puede esperar y Los días de Rubí Chacón. Sus mayores influencias provienen de la novela negra: Martin Goldsmith, Jim Thompson, Dave King, Charles Williams y por supuesto Raymond Chandler y Dashiell Hammet. Considera que El cartero siempre llamad dos veces, de James M. Cain, es la quintaesencia de lo que debe ser la novela. Su narrativa también se estimula con el cine y considera a Tarantino como uno de los grandes artífices que hicieron posible llevar el crimen a la luz del sol.
Malasuerte en Tijuana es una novela de aventuras, crímenes y aprendizaje, ambientada en ese mundo fronterizo donde todo puede suceder. El afán por contar una historia, simple y llanamente, sin alardes ni referencias bibliográficas, hace de este libro una exploración eficaz por ambientes sórdidos marcados por la desesperanza. No es una novela de denuncia, pero de manera indirecta se acerca a una realidad social que es moneda común en estos tiempos.
La literatura de Hilario Peña es un reflejo de sí mismo, aunque hace tiempo que él rehuye a la literatura autobiográfica. Esa liviandad para construir historias sencillas con realidades complicadas, se refleja en su desdén hacia el establishment cultural.
—Hilario ¿de dónde viene Malasuerte?
Malasuerte en Tijuana es una respuesta a una realidad que rechazo. En México, desgraciadamente, le atribuyen al escritor una sapiencia absoluta, porque nos creen omniscientes (y es por culpa de otros escritores que al parecer sí lo son). Me decían Ah, tú escribiste un libro, eres escritor, y por tanto necesito que me expliques por qué existe tanta violencia, o qué opinas del amor o que opinas de la paz. Yo me consideraba bueno para urdir historias, pero no sentía que tenía que contestar esas cosas. Me pareció prudente quitarle esa solemnidad, yendo precisamente a mis intereses, a lo que me gustaba leer. Entonces busqué algo que parece fácil que se te ocurra, pero no es así, la prueba es que poca gente ha echado mano de ello: un detective privado. Comencé a escribir relatos de un detective privado en Tijuana. A mí se me hacía perfectamente lógico y me dije que si esas historias se publicaban Hilario Peña sería un escritor de aventuras al que no se le iba a preguntar lo que piensa del amor, de la paz ni de nada de eso. Luego me pareció mas interesante hurgar en el pasado de este personaje, cómo fue que se convirtió en ese tipo duro y así fue como se fue gestando este personaje, que cuando menos lo pensé ya era de carne y hueso, las cosas que hacía eran consecuencia de su mismo carácter impulsivo, extrovertido, desinhibido, echado para adelante, seguro de sí mismo. Eso también eso me pareció muy sano, dejar de una vez por todas ese reflejo del autor en su personaje principal, que compartía sus inseguridades. Yo quería hacer ficción, que el personaje tuviera otros problemas y no los míos. Creo que eso debería practicarse más entre los escritores, alejarse lo más posible de si mismos.
—Malasuerte en Tijuana es como una película. Es posible verla, mientras se lee, refleja a leguas que el cine está detrás de ella.
—Sí. Tú ves a mucha gente haciendo su trabajo en otras expresiones del arte y te dices “ellos en lo suyo y yo en lo mío”, y crees que no tiene nada que ver, pero luego vas leyendo y encuentras que, por ejemplo, en Del crepúsculo del amanecer la segunda mitad de la película está tomada de una novela de James Thompson. Pero fui consciente de esta influencia más tarde, cuando me percaté de este paradigma del género negro, con las grandes sombras, en aquellas películas clásicas como The Killing, El beso de la muerte, El cartero siempre llama dos veces, Double indemnity, Pacto de Sangre, In a Lonely Place e incluso Sunset Boulevard. A Tarantino lo considero uno de los grandes artífices que lograron llevar el crimen a la luz del día. En ese sentido sí tengo ese contacto visual y creo que Malasuerte es un libro que tiene mucho que ver con esas atmósferas pesadas a la luz del día.
—¿Abundan los Malasuerte en este planeta?
—Yo creo que es una especie en extinción. Por eso también de alguna manera lo tenía que hacer para que otros siguieran su ejemplo. Antes los modelos a seguir eran Humphrey Bogart, John Wayne, seres individualistas, que vivían independientes y melancólicos, pero que la rifaban por sí mismos. Ahora son Friends, ese afán gregario de siempre estar reunido con personas, algo que se me hace muy enfermizo. Creo que esa es una cualidad de Malasuerte, que no sale a pistear con los cuates los fines de semana, no se refugia en ellos ni en una religión o en un partido político. Por eso digo que es una especie en peligro en extinción.
—Tu relación con el mundo cultural es distante…
—Bueno… antes, no ser parte del establishment era ir a una presentación de tu libro y vomitar o empezar a lacerarte. Pero yo creo que uno puede ser independiente tan solo mostrando un trabajo único. Hay bastantes autores que lo hacen de esa manera, que están buscando una identidad propia y ése es el chiste, que haya más voces singulares y originales, eso es lo que debemos buscar en el panorama de la literatura. Sería muy saludable que los escritores no esperemos vivir de lo que escribimos, pero sí aspirar a ello. Hacer como que algún día vamos a vivir de esto. Eso no es prostituirse, porque en la medida en que nos la pasemos pensando en vivir de las becas o de las embajadas, allí es cuando se corrompe todo. ®