Mujeres de papel

La erótica Dorismar y la pornográfica Toñita

Vecinas en los puestos de revistas, Toñita aparece en una publicación porno de catorce pesos y Dorismar modela lencería fina. La primera aparece junto a un letrero de “castígame”, la segunda en un telenovela de Televisa. A continuación sus realidades, convergentes y divergentes, vistas por distintos ojos.

Cabello largo, cuerpos curvilíneos, senos operados. Piernas depiladas y poses voluptuosas. Miradas fijas. Tacones. Sonrisas discretas que en ningún caso muestran los dientes inferiores. Son dos mujeres de papel. A una le dicen Toñita; a la otra, Dorismar. Una es de Monclova. La otra vino de Argentina. No conocemos sus nombres reales, pero en cambio podremos ver sus cuerpos totalmente desnudos. Son las estrellas de dos revistas para caballeros. Una aparece en Extremo, cuesta 60 pesos. La otra, en Tu mejor maestra, vale catorce. Las publicaciones y las mujeres son muy distintas, pero son también muy parecidas. Toñita se despoja de una tanga barata, posa sobre un viejo sillón y se muestra en una desnudez total, desprovista de la ayuda de maquillistas, peinadores y diseñadores que le cubran con polvos o photoshop aquello que no es perfecto. Dorismar, en cambio, modela una colección de lencería fina en escenarios que parecen ser muy elegantes. Y cuenta, sobre todo, con los recursos que garantizan que con la ropa se vaya también cualquier imperfección. Diferentes, pero iguales. A las dos les quedan grandes los zapatos.

La vi en una portada de revista
digamos que fue por casualidad
yo nunca solía andar donde los puestos
muestran fotos de las chicas que se dejan retratar.
Volteé y me coqueteo con la mirada,
con su risa leve se me insinuó,
con su hombro levantaba un negligé de color:
la playmate de febrero de mi amor.
—Fernando Delgadillo, “Amor de voceador”

En el puesto de periódicos Toñita y Dorismar son casi vecinas. Se muestran discretas, como asomándose tras una cortina, en medio de un mar de revistas. Están a la vista del ojo que las busca, pero se diluyen entre los colores y los títulos de publicaciones que analizan asuntos políticos, muestran encajuelados o enseñan a bordar punto de cruz. Dorismar sonríe desde una bolsa metálica que insinúa lo que se podrá ver dentro. Toñita, en cambio, se muestra de espalda, casi sin rostro, protegida por una percudida bolsa de plástico que algún día fue transparente. No son las únicas. Hay decenas de mujeres de papel en espera de compradores.

El encargado del puesto es un joven que atiende a los clientes sin perder la concentración en un juego electrónico. En la tercera pregunta hace una pausa, pero no suelta el control. Dice que hay medio centenar de títulos de revistas para adultos. De ellos, la mayor son para “caballeros”. Hay también cerca de diez publicaciones para gays. “Ésas también son las que se llevan las mujeres porque para ellas no hay nada”.

Del total de revistas que vende en su puesto la mitad son para adultos. “Sí es mucho y como de unos dos años para acá se vende mucho más”. Las más populares en ese sitio son ahora Extremo y Tu mejor maestra. Dorismar y Toñita, las reinas del mes.

La revista Extremo dedica un suplemento especial a Dorismar, una mujer argentina que actúa en una telenovela y aparece en programas de entretenimiento de Televisa. “Porque te quedaste con ganas de más”, anuncia la portada. Son treinta fotos más un póster impreso por ambas caras. Las primeras 16 imágenes muestran a la “inocente”. Posa en una habitación de color rosa y está rodeada de ositos de peluche. En la poca ropa que lleva predominan el rosa y el blanco. Lleva en el cabello un moñito que hace juego con otro que adorna su sostén.

“¡Castígame!” La leyenda aparece sobre un fondo marrón. “¡Ahora viene lo bueno! Nunca la viste así y por eso regresó. Te damos la bienvenida al paraíso… del dolor. Dorismar se puso la del Puebla y te comparte las fotos más rifadas de su carrera. ¿Te has portado mal? Prepárate para recibir tu castigo”, anuncia la revista. Junto al texto, la modelo con un látigo en la mano. Lleva lencería color rojo, medias negras y una chamarra del mismo color. Posa sobre un sillón negro. Negro es también un traje de tirantes que porta en otras fotos y que sirven de marco para los pechos y el ombligo. Usa botas y guantes, también negros. En la serie de fotografías que publica Extremo lleva siete juegos de lencería y cinco de calzado.

El nombre de Toñita no está impreso en la portada de Tu mejor maestra. Sólo su imagen, de espalda. En las páginas interiores el título dice: “Antonia, Monclova. Coah.”. Son diez fotos y una doble página central. Todas fueron tomadas en el mismo escenario; una sala barata. La ropa interior siempre es la misma, una tanga rosa con resortes azul pastel y una flor de obelisco de color blanco impresa en el frente.

No es fácil encontrar estacionamiento en la clínica en que se encuentra el consultorio del doctor Enrique Cano. Predominan las camionetas de mujeres que se acercan con la ilusión de ser bellas.

En el puesto de periódicos Toñita y Dorismar son casi vecinas. Se muestran discretas, como asomándose tras una cortina, en medio de un mar de revistas.

Cano es un hombre alto y delgado con manos de pianista. El cirujano plástico con veinte años de experiencia observa las fotos de Toñita con la mirada atenta de un forense. “Pobre muchacha”, dice mientras mueve la cabeza, como diciendo que no. “Está muy mal operada. Le dejaron unas cicatrices muy feas en las areolas”. Señala con el índice las marcas que son evidentes y que para el ojo inexperto parecieran huellas de una mordida.

En cambio la cirugía de Dorismar “está muy bien hecha. Mis colegas hicieron un gran trabajo. No se aprecia ninguna cicatriz y lo poco que pudo haber quedado seguramente se lo maquillaron o se lo arreglaron en la computadora, pero los implantes de mama son evidentes”.

No es la única cirugía. “Lo más seguro es que también le operaron la nariz, es muy recta y simétrica. También trabajaron su abdomen y cintura. En estas zonas siempre se acumula grasa, aunque sea poca, y mira cómo no hay nada. Esto se logra con un buen trabajo de cirugía”, explica el médico.

¿Qué tanto podría parecerse el cuerpo de Toñita al de Dorismar si le hubieran hecho a ella las mismas operaciones y con la misma calidad?

“Podría mejorar mucho, serían cuerpos bastante parecidos”.

Cano había visto ya a Dorismar desnuda, en Extremo. “Me la han traído algunas pacientes. Me dicen que quieren quedar así, con el mismo cuerpo y con la mismas pompis”.

Meijham González es un joven que a sus veintipocos años es un experto en lencería y en los otros artículos que se ofrecen en las sex shops. Como encargado de una de estas tiendas se ha vuelto un perito en el tema. Distingue a primera vista estilos y calidades, se sabe de memoria los precios.

Examina primero a Dorismar. “Ella trae una lencería con muchos detalles. En las fotos que sale de niña buena trae un conjunto de panty y brasier discreto y bonito. El brasier es de copa marcada, lo que hace que el busto le resalte más y el hecho de que traiga este moñito es un detalle que lo hace más caro que los normales. En las fotos donde sale de mala usa lencería de fantasía. Son conjuntos que van de los 800 a los 1,200 pesos. Una de las tangas que trae cuesta 580 pesos porque siempre aplica la siguiente regla: entre más chiquita, más cara”. El joven revisa los diferentes trajes de la modelo. “Están bastante bien, pero tampoco son muy finos. Para una modelo como ella podrían haberle puesto algo mejorcito. La lencería fina es mucho más cara que la que trae”.

El vendedor detiene su análisis para atender a un joven que llega un poco nervioso a comprar un paquete de condones mientras mira de reojo el resto de los productos. Meijham le muestra con serenidad, como si fuera un vendedor de corbatas, las diversas opciones. El cliente sale contento y tranquilo. “El chiste es quitarle el morbo a esto”, comenta satisfecho y mira después las fotos de Toñita.

“¡Ve nomás! No le gastaron nada a esta muchacha. Sus pantys no llegan ni a 40 pesos. Son de las que venden en el súper. Es una tanga de algodón muy corriente. Es muy fácil distinguir la calidad de la lencería. La fina suele ser de seda o de materiales que le dan un toque brillante. El algodón es opaco, entre más opaco menos, sexy”.

El joven sigue con los detalles. “En cada foto los aretes de Dorismar combinan con la ropa y con el escenario. No es que sean muy finos, pero combinan y van variando. Toñita trae una pulsera de hilo ahí nomás amarrada. Si no le iban a poner nada mejor, al menos le hubieran quitado esa que trae, está horrible y que no es nada sexy”.

Concluye que los zapatos de Toñita “son muy chafas, pero los de Dorismar tampoco son la gran cosa. Han de valer unos mil pesos. Si fueran de diseñador costarían más de tres mil”.

Antes de ver las revistas y de confirmar el dicho de Meijham, un fabricante de zapatos, con treinta años de experiencia, habla sobre la importancia de los pies y los zapatos en el erotismo. En el amplio despacho que tiene en su casa comenta: “En estas revistas las mujeres siempre traen zapatos de tacón. Hay una asociación directa entre los tacones y el sexo. Por un lado hay una explicación física: entre más alto el tacón, más se le paran las pompis a las mujeres. Además los pies son una parte muy sexi de su cuerpo, juegan un papel muy importante en la atracción sexual, y los buenos zapatos les dan un marco ideal que realza su belleza”.

El empresario examina luego los zapatos de Dorismar y Toñita. Mueve la cabeza de un lado a otro. “No, no, no”, dice conforme va mirando las páginas. “¡Les quedan grandes los zapatos!”, asevera casi enojado. “El calzado no les importó. Les pusieron ahí nomás unos tacones, pero no supieron elegir los zapatos apropiados”.

—¿En ambos casos?

—Sí, en los dos. En el de Toñita es más obvio. Le quedan grandísimos. El pie no llena el zapato y al arco no le queda. No combinan con nada y no tiene ningún sentido. Como que ella no traía tacones y ahí le dijeron: “Pues ponte éstos que son lo que tenemos. Es una sandalia con talonera, pasada de moda que cuesta entre 600 y 700 pesos”.

El caso de Dorismar no es muy diferente: “También le quedan grandes. Son zapatos de utilería, no son de ella. Están sin usar y no le calzan bien. En unas fotos se ve que de plano se le salen los dedos. Son zapatos tipo romano con tiritas alrededor del pie y del tobillo que están a la moda, pero ya van de salida. Mejor que los que trae la otra muchacha. Además de los blancos, trae unos morados y otros rojos que al menos son llamativos. Pero no son los más apropiados porque le tapan el pie. No son zapatos hechos para la modelo, para hacer lucir sus pies. Son los que tenían ahí y se los pusieron, al cabo que nadie se fija mucho en eso. Los botines están bien y las botas no son muy finas aunque aparentan serlo. No son de cuero. Son botas nomás para la foto porque con ese tacón tan alto y tan delgado nadie puede caminar. Son zapatos de unos 1,500 pesos. No son tan corrientes como los de la otra muchacha, se ve aquí en el tipo de costura, pero tampoco son los que usan las grandes modelos que llegan a costar hasta 15 mil pesos. En definitiva, en ninguno de los dos casos les importaron los zapatos, pero no creo que sea algo en lo que se fijan quienes compran la revista”.

En la gran mueblería todo brilla. Breves destellos de luz brotan del piso, de los elegantes sillones de cuero y de la puerta de cristal de la oficina del gerente, un cincuentón de bigote bien recortado y camisa morada.

El hombre escucha extrañado la propuesta y luego sonríe. Su oficina está a la vista de las diligentes vendedoras. Para evitar malas interpretaciones coloca las revistas dentro de una carpeta de estados financieros y comienza a hablar con detalle de costuras, cueros, hilos y botones para concluir: “La sala donde sale Dorismar aparenta buen estilo, pero no es un mueble fino. Es de utilería. Las costuras no están bien rectas, el sillón no es de piel sino de un material sintético. Este tipo de muebles cuesta entre 15 y 20 mil pesos, un mueble realmente fino, de piel, como los que compran los artistas, llega a costar más de cien mil. La recámara también es escenografía y es todavía más chafa. Los terminados están hechos al aventón. Las costuras del banquito están muy mal hechas, mira, aquí se nota. En una buena costura nunca quedan estos bordes. El edredón es de baja calidad y está muy arrugado. Como que lo sacaron de la bolsa y lo pusieron así nomás, no lo plancharon al vapor como debe hacerse. Yo creo que una actriz como ella debería haber exigido algo más fino para no acorrientarse, los muebles deben ser acorde a la modelo”.

Sobre el sillón en que posa Toñita señala: “Es un mueble de la época del caldo. La tapicería es como de los años ochenta, totalmente pasada de moda. Esos anaranjados con rayitas ya no se usan. Es una sala de muy baja calidad. La sala completa, con los tres muebles debe costar cuando mucho unos tres mil pesos”.

Ninguna es rubia. Tienen el cabello castaño y largo. Baja ondulante por sus hombros y espalda. Cuando lo llevan de frente les llega hasta los pechos como a las sirenas de los cuentos infantiles. En la mayor parte de las fotos las dos se acomodan el cabello de lado. Parece que es uno de los mandamientos de las imágenes eróticas. Como si se hubieran puesto de acuerdo, en la mayoría de las fotos Toñita y Dorismar inclinan levemente la cabeza hacia abajo y miran hacia arriba fijamente al fotógrafo. La variedad de posturas tampoco es abundante. De espaldas, de frente, de perfil, sentadas en un sillón o recostadas.

El periodista y escritor español Guillem Martínez escribió en un viejo número de la revista Playboy: “La foto de una chica conejito se parece a la foto de un político en que es una exhibición calculada. Las fotos de chica y de político, tan estudiadas, tan poco naturales, son primas hermanas. A su vez, forman un género que resulta ser el género contrario al de la foto National Geographic, o foto currada de mamífero sorprendido en su hábitat natural. No sé. Pongamos una foto de Sadam en calzoncillos, o una foto de un político que, en vez de besar a un niño, le pega una colleja”.

Como si se hubieran puesto de acuerdo, en la mayoría de las fotos Toñita y Dorismar inclinan levemente la cabeza hacia abajo y miran hacia arriba fijamente al fotógrafo. La variedad de posturas tampoco es abundante. De espaldas, de frente, de perfil, sentadas en un sillón o recostadas.

Hay dos fotografías, una en cada revista, que son sorprendentemente parecidas. Toñita y Dorismar están recostadas, recargadas en las cabeceras de los muebles. Las piernas levantadas y juntas, tapan el seno derecho pero dejan ver el izquierdo. Muestran en primer plano la parte posterior de los muslos. Los pies llegan al borde superior de la fotografía y los tacones de los zapatos apuntan hacia arriba. Los rostros quedan a la altura de las rodillas, enmarcados por el cabello que corre, en ambos casos, por el lado derecho de la cara.

Y pese a ello, las fotografías son también muy distintas. No sólo por la calidad de los muebles y los zapatos. Hay una diferencia fundamental, mientras que de Dorismar sólo se ven los muslos, Toñita deja ver, además, sus genitales.

Zoe Aguilar, fotógrafa y diseñadora profesional, deja su cámara sobre la mesa, revisa las imágenes y dice: “Las fotos de Dorismar son profesionales. Están bien hechas, los encuadres son correctos aunque también en algunos casos hay errores mínimos. El trabajo de iluminación es bueno. La modelo está bien maquillada y le ayudaron en algunas partes con un buen trabajo de photoshop. La serie lleva ritmo y las fotos van de menos a más.

“Las fotos de Toñita son muy malas. La pusieron ahí y la retrataron sin ningún cuidado, como lo haría cualquiera de mis alumnos principiantes. Son fotos que están hechas solamente para provocar, no les importa nada más. No hay ninguna relación con los fondos y la iluminación no está trabajada. En la mayoría de las fotos aparecen como elemento central, en primer plano, los genitales o las nalgas de Toñita, y están tomadas además en contrapicado, lo que genera el efecto de hacerlos parecer más grandes. Son fotos muy descuidadas desde el punto de vista técnico, pero eso no les importa porque lo único que les interesa es la provocación. Ésa es la gran diferencia entre unas fotos y otras, aunque también se parecen en algunos aspectos. Yo diría que las de Dorismar son eróticas y las de Toñita claramente pornográficas”.

—¿Cuál es la diferencia?

—El erotismo busca despertar los sentidos, es sutil, es amable, te va llevando. La pornografía es la provocación grotesca, sin elegancia, sin cuidado.

Francisco es un hombre que sabe apreciar la belleza femenina. Cuarentón, con más panza que pelo, observa las fotos y luego expresa: “Las fotos de Toña dejan mucho que desear, no tienen buena luz, no se ven bien y son poquitas. Son poco eróticas, dejan ver demasiado, el erotismo es lo que no te deja ver y te obliga a pensar, a fantasear. Quizá el erotismo no sea el deseo de ver a la dama, sino de verla en mi propio entorno. La calidad de las fotos de Dorismar es muy buena, desde la iluminación y la ropa. Son fotos más eróticas, dejan ver, pero dejan desear más”.

Mirando mi rubor desde un sofá,
supe que era feliz y era soltera,
que piensa que un gimnasio con jacuzzi es mejor,
que le encanta la paz y todo lo demás
y que no ha conocido el amor jamás.
—Fernando Delgadillo, “Amor de voceador”

“Toñita está triste”, dice el doctor en psicología Antonio Sánchez Antillón en cuanto mira en la revista el rostro de la muchacha. Todavía no ha leído la entrevista que le hizo Édgar, el mismo que la retrató.

Después de que la joven le confiesa a su fotógrafo que quiere llegar a ser actriz porno, éste le dice:

—Bien desenvuelta que estuviste, chava; pero no es lo mismo que lo mesmo.

—Cuando una está decidida, ¿qué pero puede haber?

—Pero según me cuentas, andabas en otro rollo, ¿cómo repentinamente te entró esta calentura?

—Tuve un estúpido novio, me hizo una cochinada y le quiero demostrar que…

—Espérate, muñeca, ésta no es una revista para desesperados, sino para gente que le gusta disfrutar el placer carnal en todas sus presentaciones.

—Pues yo soy una de ésas…

—Pero sales con que el novio y la cochinada… Si él ya pasó a la historia, no digas que por él, mejor confiesa que te gusta la longaniza en sus máximas expresiones y que sexualmente aplicas aquella máxima de: “Se peca o se seca” (¿Y qué creen, valedores?, en ese momento que se suelta a chillar).

—Es que ustedes los hombres son unos malditos insensibles…

—¡Carajo!, has sido una de mis modelos más desinhibidas y nomás por acordarte del novio armas todo un drama, si quieres borro las fotos de la cámara y aquí no ha pasado nada.

—No te atrevas a hacerlo… ¡fue mi decisión y sé lo que hago!

—Carnala, pero luego no vayas a salir con que te reconcilias con el novio y quieras que ya no te publiquemos cuando la revista ya esté en el taller y tengamos conflictos.

—¡A ese fulano no lo quiero volver a ver en mi vida! ¡Voy a salir encuerada porque quiero, no me importa lo que pase! ¡Publíquenme ya!

—¿Chin, chin el que se raje?

—Y consígueme chamba, quiero ser actriz porno lo más pronto posible.

Después de leer la entrevista Sánchez Antillón comenta: “Lo que para otras modelos puede significar un éxito, como posar en una de estas revistas, para Toñita es un acto de tristeza, de desilusión. No sé si la entrevista será real, pero en caso de serlo lo que vemos es una mujer triste que decide vengarse del novio en un acto autodestructivo que consiste en exhibirse desnuda en toda su crudeza. Ella le quiere decir al novio: ‘Esto es lo que te perdiste, lo que no quisiste, y ahora todo el mundo lo va a ver’. Pero ella se toma a sí misma como el objeto de la venganza y eso es terrible. No alcanza a diferenciar que en su venganza y su deseo de ofender a otro no puede salvarse de su propia humillación, del propio daño. Es como algunos niños pequeños que ante el regaño de los papás se golpean o dejan de respirar porque no cuentan con otros recursos para enfrentar la situación”.

“El problema”, continúa el experto, “no es que se desnude, sino la forma en que lo hace, sin ningún cuidado. Toñita está triste, se le ve en la cara. No son fotos eróticas, son fotos que la muestran en toda su crudeza, sin maquillaje, sin arreglo, exponiendo en forma obscena los genitales. Dice que quiere ser actriz porno, cree que aunque muestre sus genitales en primer plano aún no lo es”.

“Las fotos de Dorismar son muy distintas. Son imágenes indiciales, te dan indicios, no te muestran todo. Ella está todo el tiempo coqueteando, diciendo, te dejo ver, pero no todo. Pone su cara de niña buena y hace su berrinchito. Los recursos de producción te generan un sentido diferente, de disfrute. No expone nunca los genitales, el centro en las fotos es ella misma no solamente sus órganos”.

La entrevista a Dorismar es tersa y llena de lugares comunes. Dice que odia a los hombres arrogantes y mentirosos, que se considera angelical, que le gustan los besos en el cuello, y que su mayor fantasía sería “tener una aventura sexual en la parte trasera de un taxi, mientras recorremos toda la ciudad”.

Así te quería de papel,
así te quería de papel,
te escondía debajo de la cama,
te sacaba de noche y de mañana,
y contigo cómo me divertía…
Así te quería sin hablar, sin hablar,
yo nunca en la vida te escuché,
desdoblaba poco a poco tu retrato,
me servías muy bien de pasa rato,
eras mi amante de papel cuché…
—Julio Haro y El Personal, “Centerfold Blues”

El psicólogo Antonio Sánchez se quita la gorra de cuero que le cubre la calva. En silencio mira otra vez las fotos y afirma: “Lo interesante es que, a la hora de la hora, las diferencias que existen entre un tipo de fotografías y las otras resultan irrelevantes porque quien busca esas imágenes para excitarse logra su propósito, con una o con otra. Tiene desde que busca la revista una predisposición a ello”.

Karin Atanacio nació hace cincuenta años en Purificación, Jalisco. “Desde pequeñito quería dedicarme a la belleza”. Eso hizo y es ahora un exitoso maquillista que dirige la empresa Karin International, una compañía que incluye escuela, servicios de maquillaje y peinado, venta de cosméticos y asesoría de imagen. Entre sus clientes hay algunos políticos y empresarios.

Es sábado por la mañana y el edificio está repleto de mujeres que llegan ilusionadas a sus citas. “El maestro Karin está muy ocupado”, pero accede a que dos de sus colaboradoras analicen “rapidito” las revistas.

“El peinado de Dorismar es muy pobre”, dice una. “Sí, pero está bien porque en las fotos que sale de buena son como colegiala y le queda bien”, completa la otra. “Le broncearon todo el cuerpo, pero no es uniforme, les faltó el rostro y las orejas. Mira la diferencia de color”.

La entrevista a Dorismar es tersa y llena de lugares comunes. Dice que odia a los hombres arrogantes y mentirosos, que se considera angelical, que le gustan los besos en el cuello, y que su mayor fantasía sería “tener una aventura sexual en la parte trasera de un taxi, mientras recorremos toda la ciudad”.

Cuando llegan a la sección Dorismar “dominatrix” la maquillista rubia opina: “Los ojos le quedaron muy bien con ese maquillaje oscuro, pero le dejaron los labios muy tenues. Si va a pirujear tiene que ser un maquillaje dramático, con los labios rojos, del mismo color que la tanga”.

Sigue el turno de Toñita. “¡Pobre!”, dicen a coro las estilistas. “No la maquillaron ni la peinaron”, expresa una. La otra añade: “Trae un codo sucio, no le maquillaron las zonas oscuras que hay donde la pierna se junta con la nalga, parece que está percudida y tiene su piel descuidada”.

Karin aparece de pronto. Ojos azules y cabello rubio, corto. Conoce los secretos del maquillaje y los aprovecha. Viste pantalón y bata blancos. Sin detenerse demasiado y con el ojo que dan más de treinta años de experiencia asegura que a Dorismar le hicieron un buen trabajo de maquillaje. “No nomás la cara, le cubrieron el cuerpo con polvo cristal. Aquí lo vendemos”.

Ve la foto de Toñita y dice: “Esta niña es guapísima, pero no le hicieron nada. Es una mujer mucho más linda y natural que la otra. Si me la traen, con 1,500 pesos la dejo hermosa”.

—¿Más que la otra?

—¡Claro!, si le quitaras a la otra todo lo que le pusieron y las dejaras las dos al natural, verías que ella es más guapa.

Lo dice con absoluta convicción y sale de prisa, sin despedirse.

Pero pasó el tiempo sin querer,
se cansó mi mano y mi vista,
ya se te arrancaron las hojas,
sólo queda una imagen pegajosa,
ay amante, necesito otra revista…
—Julio Haro y El Personal, “Centerfold Blues”

Dorismar parece un dibujo. Una mujer de curvas excesivamente pronunciadas como las que aparecen en los cómics. En ella todo parece perfecto, pero la perfección no es natural.

Francisco, el cuarentón que sabe apreciar la belleza femenina, lo dice así: “Toña me deja un sabor de mayor cercanía, puede ser una persona cercana a mí… la ropita y el espacio son, por decirlo así, asequibles. Dorismar es como el ideal inalcanzable, es una imagen que uno sabe que es sólo eso, una imagen bonita de un ser lejano”.

Meijham, el chico de la sex shop, señala: “Dorismar es una mujer de fantasía, inalcanzable. Si realmente te la encontraras así, como aparece en la revista, probablemente te daría miedo porque sabes que tú no eres tan perfecto ni tan poderoso como ella aparenta ser, porque tú no tendrías la lana ni el poder para cumplirle sus caprichos. En cambio, Toñita podría ser tu vecina, es alguien a quien puedes ligar en tu colonia, no te da miedo. Ésa es la ventaja de Toñita”.

El encargado del puesto, que no ha soltado el control de su videojuego, comenta que cada mes vende alrededor de cincuenta ejemplares de Extremo y entre cien y 120 de Tu mejor maestra. “Lógicamente por el precio. No es lo mismo pagar 14 pesos que 60. Además, en Tu mejor maestra salen textos que supuestamente narran las aventuras eróticas de los que la leen y eso le gusta a los clientes. En Extremo salen artistas de la tele y modelos bien acá. En cambio en la otra sacan a muchachas que a veces ni al caso, bien feas y flacas. Pero hay clientes que me comentan que les gusta porque son como de verdad”.

En unos días más Toñita y Dorismar dejarán su lugar a las nuevas estrellas del mes. Serán desplazadas por nuevas mujeres que, tras un elegante empaque metálico o una percudida bolsa de plástico que algún día fue transparente, despertarán pasiones e ilusiones, de papel. ®

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Publicado en: Destacados, Erotismo y pornografía, Febrero 2011

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  1. Dorismar es ena señora que tiene 38 años, sus fotos son muy cuidadas y retocadas, es muy linda igualmente, pero ya no esta para ese trabajo, sus mejores años han pasado.

  2. El vehículo es papel couché, o la pantalla de plasma, pero el deseo es real, y la reacción de la carne es la misma ante la carne o una imágen, Onán dixit.

  3. Me parece muy interesante este articulo y otros mas, el erotismo y la pornografía es algo que siempre ha existido, pero mas en esta realidad, en este espacio en este tiempo :)

  4. Contundente labor de investigación, de los mejores artículos que he leído en Replicante.

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