No es claro aún el alcance y las implicaciones de este regreso de Trump al poder, pero las fanfarronerías de temporada, el lenguaje de amagos y amenazas, las imágenes egocéntricas y frívolas del magnate acompañarán la nueva travesía americana.
La ceremonia de investidura a la presidencia del magnate Donald Trump el pasado 20 de enero reveló en vivo y a todo color las señales de la utopía imaginada por él mismo y compartida rabiosamente por sus nuevos asesores y seguidores en los Estados Unidos y fuera de ese país. Como suele suceder, no importa que esa utopía signifique exactamente lo contrario —una distopía— para millones de personas dentro y fuera de las fronteras estadounidenses. “América para los americanos”, esa frase central de la doctrina Monroe asociada a la idea del “Destino Manifiesto” del ciclo expansionista norteamericano del siglo XIX, se traduce hoy en clave trumpista como “América está de regreso”, o “América nunca debió dejar de ser nuestra”.
Mientras que Joe el fontanero recogía sus cosas, y con ellas los restos del Partido Demócrata en la Casa Blanca, Donald el inmobiliario y un grupo de oligarcas tomaban por asalto la sede del poder americano. Musk (X), Bezos (Amazon), Zuckerberg (Meta) y Altman (ChatGPT), la facción techie del nuevo poder económico y político mundial, compartían alegremente selfies entre un grupo selecto de invitados al espectáculo del momento, representando la fiesta de las ultraderechas de todo el mundo, incluidos el presidente argentino Javier Milei en el papel de actor y vocero del “capitalismo libertario”, o la primera ministra italiana Giorgia Meloni como actriz estelar del nacional–conservadurismo europeo. Fue un espectáculo con bandas de guerra, aplausos, brindis y cenas de gala enmarcando la representación del acto, los actores y el personaje central. Es un cuadro que bien podría incluirse en cualquier museo del futuro político internacional: la plutocracia llegando al poder en nombre de la democracia.
Los sistemas tradicionales de pesos y contrapesos de la democracia estadounidense estarán nuevamente a prueba, como lo hicieron en su primera presidencia (2016–2020). La maquinaria democrática cruje, y el riesgo de la fatiga institucional está presente…
La lógica de esta nueva elite del capitalismo depredador se ensaña con los más vulnerables: los migrantes indocumentados mexicanos y latinoamericanos. Los exhibe como criminales, asesinos y locos, que se aprovechan de la generosidad de su país. También golpea a los gobiernos de sus antiguos aliados territoriales —México y Canadá—, con el propósito de marcar las líneas maestras de la nueva “era dorada” americana. Aranceles, expulsiones a través de redadas masivas, declaraciones de guerra a las organizaciones de narcotraficantes mexicanos, cambio de nombres a los mapas (del “Golfo de México” al “Golfo de América”) son algunos de los instrumentos que alimentan la nueva cruzada trumpista de reinvención de la grandeza americana.
No es claro aún el verdadero alcance y las implicaciones de este regreso de Trump a la sede del poder en Washington, D.C. Las fanfarronerías de temporada, el lenguaje de amagos y amenazas, las imágenes egocéntricas y frívolas del magnate acompañarán la nueva travesía americana. Los sistemas tradicionales de pesos y contrapesos de la democracia estadounidense estarán nuevamente a prueba, como lo hicieron en su primera presidencia (2016–2020). La maquinaria democrática cruje, y el riesgo de la fatiga institucional está presente, lo que da oportunidad al comportamiento autoritario y autocrático de un presidente que simboliza mucho de los rasgos de las utopías americanas posmodernas sobre el poder anidadas a fuego lento en Texas, Alabama o Arizona desde hace tiempo: orden, seguridad, hombría, fuerza, prestigio, identidad.
Es tiempo de fantasías para algunos y de sueños rotos para muchos. Las ilusiones desde hace tiempo no viajan en tranvías ni barcos o aviones. Ahora caminan lentamente por selvas, desiertos y carreteras y se amontonan en refugios siempre provisionales para climas inhóspitos o circulan a toda velocidad a través de redes sociales y plataformas por todo el mundo. Pero lentitud social y velocidad comunicativa confluyen en tiempo y espacio, apuntalando un proyecto en el que el mundo de los negocios y el mundo de la política diluyen sus fronteras habitualmente difusas y van de la mano exhibiendo alegremente sus relaciones. Las aguas heladas del cálculo egoísta emergen de las profundidades y vuelven a su cauce en los mares y ríos del capitalismo del siglo XXI, en cuyo epicentro se coloca la figura de un hombre acostumbrado a ejercer la violencia verbal, simbólica y práctica en ambos mundos.
Esa ley consiste en lo siguiente: entre los amigos cercanos existe un consenso en torno a lo horrible que resultan las empalagosas canciones de Barry Manilow, mientras que, entre personas no conocidas, el mismo cantante resulta encantador.
¿Cómo descifrar ese nuevo ciclo del orden político norteamericano? Martin Amis escribió cerca del final de su vida muchas notas acerca del significado de la figura de Trump y de lo que representa. Algunas están reunidas en Desde dentro (Anagrama, 2021), en el que acumula notas autobiográficas e impresiones sueltas sobre la literatura, el poder y las ilusiones políticas. Una de esas notas se desprende de una imaginaria ley universal de las representaciones que denomina como la “Ley Barry Manilow”, que aplica a las cosas que suelen ser de fácil comprensión para unos y, al mismo tiempo, inexplicables para otros. Esa ley consiste en lo siguiente: entre los amigos cercanos existe un consenso en torno a lo horrible que resultan las empalagosas canciones de Barry Manilow, mientras que, entre personas no conocidas, el mismo cantante resulta encantador. Como las personas no conocidas son muchos más que las conocidas, la ley tiende a favorecer su opinión, dejando a los conocidos en el papel de minorías marginales y confundidas. Eso puede estar pasando con Donald Trump.
El trumpismo es la versión VIP del populismo autocrático ejecutado en clave Manilow. Como muchos otros populismos clásicos y contemporáneos, su visión del futuro se alimenta de la nostalgia, del uso político de un pasado irreconocible, hecho a base de grandes dosis de retórica demagógica acompañada de relatos sobre una grandeza que nunca existió. Y mientras el nuevo presidente firma decenas de decretos ejecutivos apilados en su escritorio, las deportaciones, los perros de la guerra militar, los tambores de guerras comerciales o los fantasmas de invasiones futuras, provocan la incertidumbre y el temor entre gobiernos y sociedades nacionales y locales, que intentan comprender que es lo que se avecina en todo el mundo y cómo pueden actuar, reaccionar o soportar las presiones de la nueva era imperial. Los tiempos, otra vez, están cambiando. ®