¿Dónde sí podemos caber?

No quepo aquí, pero quizás aquí sí…

Por muchas razones la vida está migrando al entorno digital; los espacios para desarrollarse, conversar y compartir en el mundo físico no son suficientes, pero en el digital son infinitos.

Ilustración de Mimí G. Valdivia.

Caos, ruido excesivo, falta de espacios para la vivienda, movilidad compleja, estamos en un “espacio” que no se adapta a las necesidades humanas. La importancia que se le da a las calles y los automóviles es mayor que la que se les da a las banquetas para los peatones.

La vivienda es muy cara y hay que llegar a lugares periféricos para intentar encontrar un espacio dónde vivir. Si aquí no quepo y no está hecho para mí ¿a dónde puedo irme?

Por muchas razones la vida está migrando al entorno digital; los espacios para desarrollarse, conversar y compartir en el mundo físico no son suficientes, pero en el digital son infinitos. ¿Será que por eso nuestra actitud e imagen en redes está teniendo mucho peso ante la percepción del “otro”?

Puede que nunca conozcas a tus vecinos, pero sí que platiques o cruces algún tipo de conversación con ellos en mensajes de texto. También es común jugar en línea, conversar o seguir en redes a personas que no conocemos, pero en ocasiones, aunque nunca los conocerás, te relacionas digitalmente como si los conocieras en el plano real.

El trato humano en línea es solamente una percepción; mientras más interactuamos en línea, más desaprendemos a convivir en el mundo real.

Las redes y la vida digital cada vez se vuelven algo más personal; al contrario de lo que sucede con la vida física, cada vez hay menos contacto. Un like y un follow tienen demasiada carga en la sensación de aceptación social. Un unfollow y un bloqueo de cuenta hablan más que nuestras acciones en el plano real, pues establecen una decisión que es válida para ambos planos y que comunica una acción que se inicia en línea, pero que también se refleja en el plano personal. La vida digital se ha vuelto una extensión de las relaciones que mantenemos en persona, la importancia que ha tomado nuestro comportamiento al manejar nuestras redes vislumbra lo que pensamos y con quiénes nos relacionamos.

El trato humano en línea es solamente una percepción; mientras más interactuamos en línea, más desaprendemos a convivir en el mundo real. El filósofo Byung–Chul Han, en El enjambre (2014), hace una crítica sobre cómo las personas prefieren cada vez más tener relaciones efímeras y fragmentadas en lugar de entablar relaciones en una comunidad real.

Ilustración de Mimí G.Valdivia.

¿Cómo culpar a esta migración al mundo digital si ya no cabemos en el espacio físico? Somos demasiadas personas y la calidad con la que reconocemos al otro disminuye considerablemente.

El uso de redes suplanta la necesidad de relacionarse y de paso nos evita tratar con las personas de manera seria; puedes hacer y deshacer a tu antojo, cosa que en las relaciones reales no es posible. No cabemos en el plano físico y el plano digital nos permite hacer lo que queramos; esto nos deja con la duda: ¿realmente hay algo de qué quejarnos? Sin duda, el problema inicial no se soluciona, aunque la alternativa en la mayoría de las situaciones, más allá de resolver algo, abona al problema.

Aun así, hay cosas positivas de esta vida alterna que podemos llevar, ya que también es un beneficio poder conectarte en línea y eliminar la barrera que imponen las distancias. Quizás por el modo tan apresurado de vida al que estamos sujetos no sentimos mucho peso ante la falta de conexión con los demás, realmente no hay tiempo para considerarlo. No cabemos en lo real, pero siempre habrá un espacio para todos en línea. ®

Este artículo es parte de la investigación sobe el crecimiento desordenado de la urbe que la autora realiza para el PAP “Mirar la ciudad con otros ojos. Memorias e identidades” en el ITESO, periodo Primavera 2025.

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Publicado en: Medios

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