Así me hiciste/ en tu inescrutable indiferencia, que tanto se parece/ a la ausencia, y aunque estás en todas partes,/ siento que me separa de ti un abismo/ del tamaño de una pestaña.
Salmo núm. 1
Naturalmente nadie habrá de escucharme en las cortes celestes,
en medio de los gritos que entretejen el silencio cósmico,
crepitantes como la espuma adentro de un frasco
debajo de la oreja de Dios.
Ya se rompió el resorte que me sacaba de casa
como si yo fuese un guante de boxeador
para chocar contra estructuras sólidas o blandas:
el céfiro de las seis de la tarde o ese alto muro metálico
que se alza delante de mis ojos, hacia donde quiera
que camine y que ya jamás podré saltar.
La pandilla de mis enemigos acecha
a la vuelta de cada esquina, con su antena parabólica
y su teléfono celular, como una cáfila de pordioseros
y no habrá quien ampare. Han torcido los cables y las redes
para urdirme asechanzas, en la pantalla oscura
que se ilumina sólo con rojas señales de alerta.
Y yo soy débil, Señor, no tengo estómago ni voluntad
para leer las quince o veinte obras místicas fundamentales,
ni mucho menos para poner en práctica
sus ejercicios y cautelas. Así me hiciste
en tu inescrutable indiferencia, que tanto se parece
a la ausencia, y aunque estás en todas partes,
siento que me separa de ti un abismo
del tamaño de una pestaña. Prosigamos pues
con esta plegaria de labios mudos y oídos sordos
durante los siglos que están por venir
en este pliegue anfractuoso del tamaño de una bartolina
sideral, donde soy un bulto exangüe en manos del clima
que semeja una doliente deidad maternal,
como un grano de polvo en el vórtice de los vientos polares. .
(28 de noviembre de 2021)
Salmo núm. 2
Así pues, vengo del Tiradero,
aplastado y deformado por la educación laica
como una lata de cerveza,
frágil y filosos como una envoltura de celofán
y tiritando otrosí por el miedo y el desamparo.
(En la ubérrima Cuba intentaron borrar Tu nombre
de las paredes y las plazas, como hicieron
con la palabra Libertad. Pero tú Estás
en los hospitales llenos de moscas
donde la operación jarocha se practica sin nestesia,
lo mismo que en los mítines llenos de soplones,
deshojando tus salmos encima de las páginas del periódico
oficial con que envuelven la carne para los perros.)
La contrarrevolución es la revolución más auténtica,
por encima de los confundidos y los fanáticos de la primera hora.
Helada y sigilosa, nada escapa a sus cálculos.
Los ultras recogerán a os nihilistas con la escoba y la pala
y los esparcirán como tamo l viento.
En la alcantarilla se escuchará de nueva cuenta
el crujir de huesos y el rechinar de dientes de Danton
en el down town, curando sus llagas con mercurio,
implorando la piedad de santa Carlota Corday
para que lo acuchille de nuevo.
El pueblo es un rey leproso
y su misantropía es el único Contrato social
que firma, antes de arrojarlo a las llamas.
Los chairos se acuchillarán entre sí
como unos zelotes, blandiendo cuchillos imaginarios.
Sin percatarse de ello, se etiquetan a sí mismos
en las redes sociales, para dar inicio
a un vasto operativo de higiene social.
Cada uno de ellos se mete en su bolsa negra para basura,
semejantes a las que usan los narcos para embalsamar
cadáveres. Los perros callejeros olfatearán el crujir
de sus huesos y acompañarán con un aullido
su rechinar de dientes, mientras se acerca
bufando el destartalado camión de la Historia.
Y para entonces no habrá, ay, Quien los acompañe ni ampare. ®
(28 de noviembre de 2021)
Dos salmos
Los menesteres del ocio, XIX
Publicado en: Poesía
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