Y este 2012, el Óscar para el mejor actor fue para… Jean Dujardin por su rol en El Artista que nos dejó, literalmente, sin palabras. ¿Fue justo o había otros candidatos merecedores?
¿Por qué la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas premió a Jean Dujardin con el Oscar al mejor actor? Las personas se delatan al momento de hablar. Podemos vestir de cierto modo y adoptar cierta actitud para denotar algo, pero no es sino hasta el momento en que abrimos la boca cuando de verdad decimos algo de nosotros, todos los aspectos socio-culturales se develan sin poder hacer nada para evitarlo.
El habla es una lupa que enfoca la verdad del ser. Al hablar quedamos a merced del lenguaje; de los matices de la voz, del acento, del ritmo, de la entonación; todo esto habla por nosotros. Con los personajes del cine y el teatro sucede igual.
Así, ¿por qué la Academia premió a un actor que interpretó a un personaje del cual no pudimos conocer su habla, es decir, un personaje que conocimos a la mitad? Porque vio en él otro aspecto no menos importante que el habla: sus actos. La Academia premió los actos del personaje, no las cualidades interpretativas del actor.
Gracias a estos actos —los del personaje— Jean Dujardin pudo convencer a casi todos. Por mi parte, yo habría reconocido a George Clooney (The Descendants), pues la suya me parece una interpretación mucho más compleja y completa.
Así, ¿por qué la Academia premió a un actor que interpretó a un personaje del cual no pudimos conocer su habla, es decir, un personaje que conocimos a la mitad? Porque vio en él otro aspecto no menos importante que el habla: sus actos. La Academia premió los actos del personaje, no las cualidades interpretativas del actor.
El actor francés pudo convencer del modo en que lo hizo gracias a que en The Artist todo está en su lugar: el diseño de arte, la música, las estrategias del guión, el reparto, la dirección, la fotografía; en suma, toda la producción. Por tanto, no se requiere de un singular talento interpretativo cuando todo lo que te rodea está dispuesto para generar en el público simpatía y compasión. Por un lado están las neuronas espejo que invariablemente nos colocarán en el lugar del otro. Y si el lugar de ese otro está lleno de la música más bella y un entorno envidiable (quién no desearía el éxito de un actor en Hollywood) esas neuronas se activan sin ninguna consideración.
No demerito la interpretación de Dujardin, pues como actor tiene cualidades envidiables, pero al no escuchar hablar a su personaje sus posibilidades se resumen al campo físico, en el mejor de los casos, y quedan supeditadas al lenguaje y discurso cinematográficos.
Así pues, basta con ver al personaje rodeado de llamas con una lata de film en sus brazos para desear que, por favor, sobreviva y retome su vida. Tiene una mujer que lo ama y que daría todo por él. ¡Que deje el orgullo a un lado y se entregue al amor! Por eso ganó el Oscar. ®