Editorial

La industria de la música

Estamos presenciando los albores de una nueva era para la industria musical. En los últimos años hemos enterrado los anticuados discos de acetato, el viejo casete y el obsoleto walkman —que en su momento inspirara a Ray Bradbury para imaginar sus Crónicas marcianas—, mientras que ahora vemos nacer redes sociales sonoras como Last.fm, Sound Cloud o Groove Shark. Se trata de un encuentro, no sólo tecnológico, sino sustancial, en el cual no quisiéramos tomar partido pero del que somos parte.

Cientos de millones de personas se benefician cada día de las ventajas de las nuevas tecnologías aplicadas al consumo de productos musicales. Al alcance de un clic y unos pocos minutos de espera (inclusive con la bajísima calidad de internet que existe en México y países similares) podemos bajar canciones o los álbumes de nuestra preferencia. También podemos crear bibliotecas digitales sin que ocupen memoria en nuestra computadora, crear una lista de reproducción en YouTube y decenas de opciones más. Hay netlabels con propuestas originales, miles de estaciones de radio digital, un archivo infinito de reseñas y mucho más.

Por supuesto, no podríamos dejar atrás el periodismo y la crítica musical, tan raquíticos en nuestro país. Frank Zappa advirtió la paradoja hace algunas décadas: gente que no sabe escribir haciendo entrevistas a gente que no puede pensar para gente que no sabe leer.

Por otro lado, la calidad del sonido del MP3, o peor aún, de los videos, es muy baja comparada con la de los CDs. Quizás las grandes disqueras puedan sobrevivir a la pérdida de millones, pero las propuestas independientes están sufriendo las consecuencias. Entre 2003 y 2010 las ventas materiales de artistas nuevos cayeron en más de 70 por ciento en el mundo.

De esto y más hablan en esta edición nuestros colaboradores: de derechos de autor y piratería: de la transición de la industria musical a un universo complicado y en el cual intervienen más actores; de creatividad y diseño en un mundo de músicos y consumidores. Por supuesto, no podríamos dejar atrás el periodismo y la crítica musical, tan raquíticos en nuestro país. Frank Zappa advirtió la paradoja hace algunas décadas: gente que no sabe escribir haciendo entrevistas a gente que no puede pensar para gente que no sabe leer.

Como complemento al dosier central, en este número podrán encontrar una serie de listas musicales, del jazz a la balada romántica, del grunge al synthpop, del rap al dubstep, elaboradas por nuestros más apasionados colaboradores. Es nuestra forma de rendirle tributo al álbum, el formato que dominó la industria durante más de medio siglo y que se encuentra en franca decadencia debido a artistas voraces y un público inculto y perezoso, ávido del nuevo hit, el coro pegajoso, el sencillo de fácil digestión que no los comprometa a escuchar, mucho menos a pensar el sonido o a explorar sus emociones. La industria de la música sometida ante la industria de la fiesta, se lamenta uno de nuestros columnistas. Así las cosas, los invitamos a leer y escuchar, a recuperar y encontrar viejos y nuevos sonidos, y también a tratar de entender los nuevos rumbos de la música y su distribución. ®

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Publicado en: Destacados, La industria de la música, Mayo 2011

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