Nietzsche escribió que el hombre —es decir, los hombres y las mujeres— es el cáncer de la tierra, y en su Diccionario de Uso del Español María Moliner define cáncer en su tercera acepción como “mal moral que progresa en la sociedad sin que se le pueda poner remedio”.
Durante mucho tiempo el cáncer fue la enfermedad más terrible e incurable del planeta, como lo habían sido en siglos anteriores las temibles pestes que diezmaron a la humanidad. Hoy, en algunas partes del mundo —en Australia, por ejemplo— a la tierra arrasada se le dice que tiene sida… Aun cuando la condición de la pérdida de la salud está inevitablemente ligada al género humano, los enfermos —de gravedad, sobre todo— siguen siendo vistos por quienes en ese momento están “sanos” con desconfianza y hasta franca hostilidad, como se pudo ver el año pasado con la epidemia de influenza en México y otras regiones del mundo. Si uno contrae un mal es culpable.
El enfermo, el apestado —esto es, el que ha sido atacado por la peste— es alguien que debe ser excluido porque no solamente su cuerpo y su mente han sido invadidos por virus, bacterias o algún otro agente o factor que atente contra su salud, sino que muy posiblemente cayó en desgracia por haber transgredido alguna norma, como lo piensan no pocos jerarcas de la Iglesia respecto de los infectados por el VIH, sobre todo si son homosexuales. Y del mismo modo se hostiliza y margina a quienes insisten en ir a contracorriente de las nuevas tendencias de la sociedad políticamente correcta: fumadores, alcohólicos, adictos a las drogas… Viene esto a cuento porque éste es quizá nuestro número más ambicioso hasta ahora, pues en él varios destacados especialistas y escritores, como Francisco González Crussí, Jesús Ramírez-Bermúdez, Sandra Strikovsky, Alberto Chimal, Pablo Santiago, entre otros, se han abocado a tratar de definir conceptos tan dispares como salud, enfermedad, locura —¿quiénes y por qué determinan los parámetros de la salud mental?— y normalidad, así como a reflexionar sobre las distintas causas que agreden la salud de mujeres, hombres y niños de todo el mundo desde los comienzos de la historia. No solamente eso, también muchos de los colaboradores de esta edición lanzan duras y certeras críticas a la medicina moderna —que muchas veces no es capaz de curar y, por el contrario, puede agravar aún más los males y acelerar la muerte— y a la gran industria alimentaria de los países desarrollados, más preocupados por incrementar las ganancias que la calidad de sus productos, causando poblemas como la obesidad y otras complicaciones.
El cuerpo y sus distintos órganos, así como la mente, es una unidad que así debe ser vista y estudiada. Nos dice en este número el doctor González Crussí que “La mayoría de las gentes no tienen una idea precisa de los órganos internos. Estudian superficialmente la biología en cursos de escuela secundaria o preparatoria; pero, a menos de hacer estudios especializados o ser profesionales de las ciencias de la salud, no llegan a adquirir una noción clara y firme del papel de cada estructura del organismo, y de cómo están hechas sus varias partes. […] La medicina, en cambio, ha llegado a un grado de sofisticación tal que los órganos pueden trasplantarse de un individuo a otro, y le es dado mantener la vida de un ser humano cuando los órganos vitales fallan, gracias a una tecnología avanzada. Todo ello nos impone la necesidad de revisar nuestros tradicionales conceptos de la vida y la muerte”. Les deseamos una fecunda y amena lectura. ®
Rogelio Villarreal
Estimado César, gracias por tus comentarios. Me extraña que digas que no sabías cómo enviarnos una colaboración, pues nuestros correos electrónicos aparecen en el directorio. De todos modos va el mío, y te invito a que nos mandes una colaboración, la cual comentaremos muy seriamente. Saludos. [email protected]
Cesar
Que tal saludos desde Morelia, he leido replicante desde su primer número escrito, y desde que lei la temática del núemro actual concorde con ustedes de que se trataba del número más ambiciosos, sin embargo, tengo que decirles, así como he aplaudido y recomenado al por mayor su trabajo, que el número me decepciono, principalmente en los textos que abordan la locura, ya que esperaba mucha más replica, creo que temas como la locura, la normalidad-anormalidad, la enferemedad mental como discurso de saber-poder, etc. son temas muy amplios de los que se pudo haber abordado más y desde diversa respcetivas en este número. Es una pena que no tengan abierto un espacio para que nosotros como lectores podamos en un momento dado colaborar con algun artículo, no pido un espacio para el lector, pido una oportunidad para que podamos colaborar cumpiendo con sus exigencias y criterios de publicación. En lo particular me dedico a la psicología y llevo 6 años trabajando desde un ángulo crítioc lo relativo al tema de la enfermedad mental, sin embargo, no se que vía tenía que seguir para poder colaborar.
Saludos y gracias.