Ojalá sepamos
que no sabemos
de ambos lo mismo
ahora mismo

De pie, con miedo,
frente a ti y sin promesas,
solo experiencia,
quiero saber si para ti
soy tu hombre
y si tú eres mi mujer,
nada más,
sin calor sobrado,
es decir,
sin palomas de aire
y niebla rosa,
solo tú y yo,
con lo que somos
y lo que nos falta
y para lo que fuimos llamados
antes de ser nacidos
o de que nos nacieran,
solo hoy, con la experiencia,
sabré si acaso tú
estás buscando
el mismo encuentro,
el mismo lugar, en idéntica hora,
con las mismas palabras,
con igual necesidad,
con el mismo pequeño ardor
e ignorancia,
el mismo nombre
y el mismo vacío
por saber sí sí
o no no,
por ver si, por volar,
me perdí o te perdiste
del mundo.
Ojalá sepamos
que no sabemos
de ambos lo mismo
ahora mismo,
y cada uno por su lado,
y con sus propias reglas,
aprende lo que el deber
obliga a hacer para pensar,
para reír y, finalmente,
decididos, ni me estorbes,
ni yo a ti, yo que nada sé tuyo
y tú que dices, con tus actos,
no querer saber de mí,
solo por experiencia saber
lo que solo los sentidos,
mezclados con razón,
pueden dar de verdad dura,
para bien o para mal,
en vez de un quién sabe
esperanzado,
y así reír juntos y hacer cosas,
o desmentirme
y ver que tú desde siempre
nunca te mentiste
y ser yo lo que otros dijeron
que fui y he sido: un terco,
un chingue y chingue,
un buen imbécil,
un inadvertido,
un mal entusiasta,
un rey, con tu sombra
de retrato, solitario,
un hombre no libre,
contrario al cálculo
visionario de este siglo,
un sutil esclavo,
un hombre que ama
a quien no lo ama, o bien,
un hombre sin casa,
y volver a lo mismo:
un hombre que,
tras un sismo,
como sucede de común,
se dedica a albañil.
Aunque es cierto:
si te escucho decir
lo que no quiero escuchar,
lo mejor es que, a pesar
de ti y de mí, ajenos ya,
la casa no muere,
no muere,
aun sin cimientos,
no muere,
pero duele, pierde. ®
