Más allá de la cantidad de obra, títulos, que pueda acumular un autor, éste se vuelve importante en la medida que puede ser útil para entender una época, presente o pasada, un lugar en concreto, o ambos.
Guillermo Fadanelli, con su variada producción escrita, novelas, relatos, artículos, columnas y ensayos, se está convirtiendo con el tiempo en uno de esos autores.
Por lo menos para entender a la Ciudad de México, obviamente sólo algunas partes y desde una óptica muy subjetiva pero algunas emblemáticas para un buen número de capitalinos de esa generación, más allá de sus mutaciones visibles en cuanto a infraestructuras y la degradación de ciertas zonas que ya parecen irrecuperables y que ahora se llame CDMX, la de los taxis rosas ciudad de la esperanza le dicen, aunque para sobrevivir aquí más que tibia esperanza se necesita de una robusta fe y una voluntad inquebrantable, incluso para quedarse atrapado en sus entrañas boqueando como pez fuera del agua.
Guillermo Fadanelli muy pronto entendió que a lo único que se podía dedicar un escritor para sobrevivir es precisamente a escribir. Y a eso se ha dedicado desde la época en que suceden los hechos de Fandelli, sí, como las lijas, la última novela publicada por la editorial Cal y Arena de este escritor.
En las tres novelas se torna Fadanelli en el personaje principal de sus historias, en el hilo conductor más bien, ya que el autor a veces se distancia de su propio yo en el pasado y opina en retrospectiva (incluso reprende a su alter ego), alimentando las posibilidades de análisis y quizás lo que pudo haber sido.
Fandelli es la tercera entrega de una saga eminentemente autobiográfica. Educar a los topos fue la primera, en la que cuenta sus andanzas en el colegio militar, a la que le sigue Más allá del periférico, novela en la que narra las peripecias familiares y con amigos adolescentes cuando se mudaron, a mediados de la década de los ochenta, en una épica de conquista de territorios ignotos por la expansiva clase media, al sur de la ciudad, a Cuemanco, en concreto.
En las tres novelas se torna Fadanelli en el personaje principal de sus historias, en el hilo conductor más bien, ya que el autor a veces se distancia de su propio yo en el pasado y opina en retrospectiva (incluso reprende a su alter ego), alimentando las posibilidades de análisis y quizás lo que pudo haber sido. En estos libros autobiográficos de Fadanelli encuentro que hay reminiscencias a Bandini (la autojustificación despiadada, el monólogo interminable acerca de la condición de ser o creerse escritor), el personaje de John Fante en Espera a la primavera Bandini o Pregúntale al polvo, por citar las más célebres.
Hay que tener en cuenta que la segunda mitad del siglo pasado estuvo animada por la idea del progreso y el bienestar, y todo ello relacionado con el consumo aspiracional de la clase media mexicana, que desde esos entonces ha ido irremisiblemente a peor. Aspiraciones que Fadanelli retrata de manera socarrona pero con finos dardos analíticos que descubren la realidad social vivida por muchos en esa época.
En esta nueva entrega, Fandelli, el autor juega con los posibles malentendidos que produce su apellido de ascendencia italiana en un país como México, si contamos además que la cantidad de veces que vemos el nombre de las lijas en las tlapalerías en las calles es incontablemente mayor que las que leemos el nombre del escritor. De hecho, cuando conocí a Fadanelli precisamente por los tiempos en los que discurre la novela yo también tuve momentos de duda y confusión con su nombre. A causa de las lijas, claro.
De todos modos, a pesar de jugar con el equívoco, se parecen demasiado los dos apellidos como para no pensar que el autor se proyecta de manera inequívoca en su nuevo alter ego. En esta novela Fadanelli nos cuenta cómo W. Fandelli se acerca progresivamente al centro de la ciudad, sus últimos momentos en la carrera de ingeniería, que abandona, y la relación con una bailarina y aeromoza que medio lo mantiene y que a la postre se convertiría en su pareja hasta el momento en la vida real, ya que en la novela el personaje de Yolanda tiene otro destino.
Fandelli es un ejercicio de box con la memoria, y la narrativa es caprichosa, aunque bien estructurada, y sujeta a esa impredicibilidad de los recuerdos para asaltarnos en el momento menos pensado, un discurrir siempre adecuado en una novela de estas características, porque lo que Fadanelli defiende también es la libertad del escritor para dejarse llevar, o no, por cualquier recuerdo o anécdota que considere oportuno para contarnos una historia y para transmitir al lector una atmósfera específica, en este caso algo opresiva por los difíciles inicios —sobre todo en el aspecto económico— de un escritor sin pedigrí literario, muchas lecturas y borbotones de insolencia.
La cronología de los sucesos también es aleatoria y da brincos constantemente. De hecho, los dos primeros capítulos nos hablan de una época más cercana en el tiempo y en el último se lanza a la infancia, un divertido y revelador viaje familiar a Acapulco que casi termina en tragedia.
La cronología de los sucesos también es aleatoria y da brincos constantemente. De hecho, los dos primeros capítulos nos hablan de una época más cercana en el tiempo y en el último se lanza a la infancia, un divertido y revelador viaje familiar a Acapulco que casi termina en tragedia, como un remedo de la inversión del ciclo vital, para terminar en el origen, de cabeza a la vida uterina en la que sueña refugiarse el escritor.
La novela es divertida y cáustica a la vez, a veces incluso tierna, con ese dejo de ironía que tiene casi todo lo que escribe Fadanelli de ficción, una distancia burlona y un autoescarnio que impide colocar su sagacidad por encima de los demás personajes de la historia, ya que el autor o su proyección berrea y moraliza desde el lodo. Sus reflexiones acerca del racismo en este país, por inéditas, no tienen desperdicio.
Fandelli cuenta además los disparatados momentos en que se fundó la revista Moho, con lo que en realidad la novela también trata, con personajes reales incluidos, del nacimiento de la cultura underground en la Ciudad de México y de las editoriales independientes como la propia Moho, que Fadanelli dirige junto a Yolanda Martínez, inseparable compañera de aventuras desde los tiempos que narra esta amena historia que nos acerca a episodios de un actor importante en la literatura mexicana contemporánea, a caballo entre los dos siglos, y a un cronista imprescindible del devenir de la ciudad y de la historia de las editoriales independientes que en ella surgieron, y que matizaron, para muchos, entre los que me cuento, el cambio de siglo en un mundo cultural cerrado y en exceso acartonado y protocolario. ®