No es la primera vez que una casa de modas se basa en la muerte sádica de mujeres para lanzar un producto dirigido a las propias mujeres. El año pasado la casa Mac Rodarte lanzó una línea de cosméticos inspirada en las muertas de Juárez. Pero, debido a las protestas públicas, la línea fue cancelada.
El hallazgo fue combustible para una ciudad que había encontrado un placer compulsivo en su propia decadencia. El cuerpo de la mujer, colocado en un terreno baldío sobre la Avenida South Norton de Los Ángeles, fue descubierto primero por Betty Bersinger, una mujer que caminaba con su hijita de tres años.
La “chica muerta” estaba diseccionada en dos por la cintura. Las dos mitades de su cuerpo, drenadas de sangre y lavadas, colocadas de forma cuidadosa sobre la hierba. Su rostro desfigurado por los golpes mostraba una sonrisa macabra: dos heridas que partían desde las comisuras de la boca se prolongaban hasta casi hasta las orejas. La nariz rota a puñetazos. Los que alguna vez fueron unos bellos ojos azules estaban desfigurados por los golpes. Los senos ostentaban quemaduras de cigarros. Uno de ellos cortado, casi desprendido del pecho.
La segunda parte del cuerpo se encontraba unos centímetros más abajo. Sus piernas estaban separadas de forma pornográfica; pero sus rodillas habían sido fracturadas. Sus órganos reproductivos, extirpados y desaparecidos para siempre. Un pedazo de piel en forma de triángulo había sido removido de su muslo izquierdo.
Pocos días después, el cuerpo que Betty Bersinger confundió de primera impresión con un maniquí fue identificado como Elizabeth Short, de veintidós años, aspirante a actriz, conocida en el mundillo periférico a Hollywood. La prensa la bautizó como la “Dalia Negra”, ya que tenía un atractivo look tipo mujer fatal, con un lustroso cabello negro, y le gustaba vestir ropa ajustada.
El asesino o los asesinos de Elizabeth Short nunca fueron detenidos. Existen decenas de libros que claman haber desentrañado el misterio. La historia también ha inspirado imágenes, una que otra banda de rock, libros. El más notorio de estos últimos es La Dalia Negra, de James Ellroy (1987), que a su vez inspiró él filme de Brian de Palma con el mismo nombre (2006).
(En 2005, Donald H. Wolfe publicó el libro de no ficción Los archivos de la Dalia Negra, el cual es considerado por muchos una de las investigaciones más rigurosas, ya que reveló, por primera vez desde el asesinato en 1947, documentos que nunca fueron hechos públicos. Entre ellos, una nota médica que advierte que Betty Short estaba embarazada al momento de su muerte. Wolfe concluye que la banda del mafioso Bugsy Siegel mató a la Dalia Negra, por órdenes del magnate Norman Chandler, quien la habría dejado embarazada y quería librarse de ella cuando aquélla se negó a abortar.)
Del crimen al sexo
Pero el fenómeno más perturbador en torno a la Dalia Negra no es lo intrincado de su asesinato, sino la devastadora certeza de que esta joven que siempre aspiró a la fama, a convertirse en objeto de fama y deseo, sólo consiguió su objetivo debido a su muerte: a la forma en que fue torturada durante días debido a la exposición pública de su cadáver y a la develación sistemática de su intimidad que hizo la prensa.
La Dalia Negra se convirtió paulatinamente en la pin-up girl de esa oscura ciudad de Los Ángeles en los años cuarenta. Su historia truculenta y oscurecida, con grandes lagunas narrativas que sólo echaban a volar la imaginación del público fue convirtiéndola en ese oscuro objeto de deseo.
Y es que la prensa contó por entregas su historia: una más del inmenso ejército de jovencitas que llegaban a Los Ángeles con la esperanza de convertirse en estrellas; sin un trabajo fijo, con una debilidad por los hombres en uniformes; visitadora asidua de bares; con muchos conocidos, pero sin amigos cercanos; prostituta eventual…
La Dalia Negra se convirtió paulatinamente en la pin-up girl de esa oscura ciudad de Los Ángeles en los años cuarenta. Su historia truculenta y oscurecida, con grandes lagunas narrativas que sólo echaban a volar la imaginación del público fue convirtiéndola en ese oscuro objeto de deseo.
Pocos parecen sentirse realmente incómodos con el uso público, el encumbramiento de la Dalia Negra como inspiración de fantasías oscuras, en las que se entremezclan sexo y muerte; sexo y tortura; sexo y crimen.
En su novela, James Ellroy relata cómo en los clubes más oscuros e infames la población femenina comienza a imitar el estilo de la Dalia Negra: su ropa entallada, su cabello.
Sólo se alza una voz que recrimina, que apunta lo que todos parecen no advertir: una mujer le dice a su pareja, a quien encuentra con otra, una dalia negra wannabe: “Ella luce como la chica muerta”, le dice: “Qué tan enfermo puede ser eso?”
Pero la pin-up girl cumple demasiado bien con las aspiraciones dramáticas y estéticas de la época: bella… de una forma extraña, torcida. Llena de claroscuros y altos contrastes, moralmente ambivalente, prostituta amateur, aspirante a estrella del cine, rodeada del bullicioso mundo nocturno de Los Ángeles, sus grandes magnates, sus mafiosos…
Pero no es posible dejar de preguntarse si Elizabeth Short supiera de los sueños húmedos que su historia causó, ¿no se sentiría doblemente vejada?
En la actualidad el de Short sería calificado como un feminicidio. Más aún, sería el feminicidio perfecto, ya que cumple, como si se tratara de un caso para manuales, con cada una de las aristas de la tipificación legal: crimen con carga discriminatoria, utilización del cuerpo como forma de castigo contra la mujer, violencia sexual, tortura, disposición y exposición del cuerpo en la vía pública.
Sueños en botella
Este año, la casa de moda Givenchy anunció con bombo y platillo, la creación de su nueva fragancia femenina “Dahlia Noir” (Dalia Negra).
Los perfumes siempre venden sueños, anhelos, encerrados en botellitas de cristal. Dahlia Noir no es la excepción. La imagen del perfume está personificado por la modelo Mariacarla Boscono, con cabello y ropa negros, quien mira a la cámara con ojos mórbidos, envuelta en oscuras telas vaporosas.
El perfume está dirigido a la mujer. ¿Qué sueños compra una mujer en esta botellita? ¿Hay alguna pulsión oculta —de esas que tanto gustaban a Freud— que la hace aspirante a ser una víctima pública del sadismo?
No es la primera vez que una casa de modas se basa en la muerte sádica de mujeres para lanzar un producto dirigido a las propias mujeres. El año pasado la casa Mac Rodarte lanzó una línea de cosméticos inspirada en las muertas de Juárez. Pero, debido a las protestas públicas, la línea fue cancelada.
Sin embargo, el asesinato de Elizabeth Short está demasiado lejano en el tiempo para inspirar indignación social.
Desde 1947 la Dalia Negra inició su viaje para ser despojada, capa por capa, de su condición de sujeto y alcanzar por completo el de objeto de deseo. No es casualidad que sea poco lo que se sabe acerca de Elizabeth cuando era niña, cuando era adolescente: qué postres le gustaban o si tenía una mascota. Los detalles de su vida que no están vinculados con el escándalo y con el sexo han sido poco a poco borrados de su biografía “oficial”, hasta convertirse en un maniquí que sólo caminaba por las calles de Los Ángeles de los años cuarenta.
Y en esta mecánica, el infortunio final, la tortura, la pulsión del sexo entremezclada con la muerte, es el detonante clave para volverse en objeto de deseo y como estadio final, en mercancía (es “redituable” ser víctima de un asesinato violento). Elizabeth Short, en términos reales, se convirtió en perfume. ®
@eseMendiola
Muy buen reportaje y reflexión sobre un tema de veras conflictivo. Conecta con mis indagaciones actuales sobre la virilidad y el amor burgués como fábricas de violencia contra las mujeres. Muy bien planteada la argumentación, felicitaciones por ello.
Miriam Canales
Buen texto Lydiette. Había escuchado sobre la «dalia negra», pero hasta ahorita conozco su historia.
Lydiette carrión
http://www.jornada.unam.mx/2010/08/01/politica/010n3pol Saludos.
mariana
La casa Mac Rodarte no existe. Mac es una marca de cosméticos y se asoció con la casa de modas Rodarte para esta colección en edición limitada. A su vez, una de las colecciones de ropa de Rodarte fue inspirada por las trabajadores de Ciudad Juárez, la del otoño 2010.