Para Haydeé Rovirosa el arte es una necesidad vital que atraviesa las grietas del sistema social para evitar su colapso. Como dijo Octavio Paz, “La modernidad es la tradición en el presente”, y ella ha sabido integrar ambas corrientes al apoyar a artistas que confrontan nuestra realidad con una valentía inquebrantable.
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Susan Sontag dijo una vez: “La función del arte no es sólo mostrar la vida, sino transformarla”. A lo largo de tres décadas la doctora en Mitologías comparadas por el Pacifica Graduate Institute, Haydeé Rovirosa, ha demostrado que el arte puede ser una herramienta implacable para destapar verdades incómodas y desafiar la rigidez de nuestra sociedad.
Como curadora y promotora de arte, ha trabajado incansablemente en lugares emblemáticos como Temístocles 44 y Art&Idea, enfrentando de manera frontal las tensiones entre lo tradicional y lo moderno.
Para Haydeé Rovirosa el arte no es un lujo, sino una necesidad vital que atraviesa las grietas del sistema social para evitar su colapso. Como mencionó Octavio Paz, “La modernidad es la tradición en el presente”, y ella ha sabido integrar ambas corrientes al apoyar a artistas que confrontan nuestra realidad con una valentía inquebrantable. Su enfoque es claro: el ecosistema del arte debe ser nutrido desde sus raíces, donde la creatividad y la crítica se encuentran.
Haydeé Rovirosa ha trabajado incansablemente para romper la ceguera que nos impone la conformidad, presentando formas de arte que sacuden al espectador hasta el núcleo. Su labor en la Ciudad de México y Nueva York es un testimonio de su compromiso con la autenticidad y la confrontación de la realidad.
El escritor y crítico de arte Robert Hughes dijo: “El arte no puede cambiar el mundo, pero puede cambiar la manera en que miras el mundo”. Haydeé Rovirosa ha trabajado incansablemente para romper la ceguera que nos impone la conformidad, presentando formas de arte que sacuden al espectador hasta el núcleo. Su labor en la Ciudad de México y Nueva York es un testimonio de su compromiso con la autenticidad y la confrontación de la realidad.
En esta entrevista Haydeé Rovirosa nos revela su perspectiva sin filtros ni concesiones. Su pasión por el arte y su convicción de que es una herramienta poderosa para enfrentar la verdad, desafiar el statu quo y enriquecer nuestras vidas quedan claramente reflejadas en cada una de sus palabras.
—¿Cómo has visto evolucionar el papel del arte en la sociedad a lo largo de tus treinta años de carrera como curadora y promotora de arte? ¿Crees que el arte ha logrado transformar la vida de las personas y la sociedad en general, y en qué medida lo ha hecho?
—El arte no transforma la vida, la vida es un proceso que se transforma constantemente. Sin embargo, el arte es necesario en una sociedad no como un objeto de lujo para unos cuantos, sino como una herramienta que nos ayuda a ver la realidad que muchas veces no queremos o no podemos ver, el arte se cuela por las cuarteaduras del sistema social y evita que se atrofie o se rigidice.
—El escritor y poeta Octavio Paz mencionó en alguna ocasión que “La modernidad es la tradición en el presente.” En ese sentido, ¿cómo has abordado la tensión entre lo tradicional y lo moderno en tu trabajo con artistas contemporáneos en lugares como Temístocles 44 y Art&Idea?
—Todo arte es contemporáneo en su momento de creación, lo contemporáneo es una temporalidad, no un estilo o tendencia. Las nuevas generaciones de artistas empujan a las generaciones anteriores, o dicho de otra manera, responden de maneras específicas a su tiempo. Un verdadero artista da la cara a su contemporaneidad, el arte que me interesa apoyar es el que enfrenta la realidad en la que vivimos, el arte que nos abre los ojos o que nos limpia el cristal para que podamos ver lo que está sucediendo en el planeta.
—¿Podrías compartir ejemplos específicos de cómo has ayudado a los artistas a encontrar un equilibrio entre estas dos corrientes y qué impacto ha tenido esto en la percepción del público?
—No considero que he ayudado a artistas en cuanto a su obra, mas bien he tenido la suerte de encontrar artistas que tienen el talento y la valentía de hacer visible la basura que como sociedad preferimos ignorar. A mí lo que me interesa es apoyar al ecosistema del arte, los tiburones no pueden vivir sin los delfines, los delfines no pueden vivir sin las sardinas, las sardinas no pueden vivir sin el plancton, sin el plancton se acaba el ecosistema. Es justo ahí en el plancton donde el apoyo de los coleccionistas es absolutamente necesario.
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—El ensayista y crítico de arte John Berger afirma que “el arte es una manera de ver, y la mayor parte del tiempo somos cegados por lo que sabemos”. Teniendo en cuenta esta perspectiva, ¿cuáles han sido los mayores desafíos que has enfrentado al intentar presentar nuevas formas de arte o artistas no convencionales al público?
—El arte por esencia no acepta convencionalismos, para saber qué es un artista no convencional habría que definir antes qué es un artista convencional, estoy segura de que en el diccionario encontraríamos una buena definición, pero en lo personal nunca me ha interesado un artista convencional, casi me atrevería a decir que es una contradicción. Con referencia a la cita de Berger, estoy de acuerdo en que “estamos cegados por lo que sabemos”, y yo añadiría que es también por la cantidad de fake news y publicidad que nos bombardea todos los días a todas horas, y sí, el arte es una manera de ver, es una herramienta que nos ayuda a enfrentar la realidad por incómoda que ésta nos resulte.
Yo en lo personal acepto como arte a cualquier objeto, acción o relación que un artista diga que es arte. Desde luego, hay personas que no estarán de acuerdo conmigo, pero eso es irrelevante, nunca he intentado cambiar la percepción de nadie; sería una batalla perdida de antemano, siempre ha habido y seguirá habiendo resistencia al cambio no sólo en el mundo del arte.
—¿Cómo has trabajado para superar la resistencia y cambiar las percepciones de la audiencia respecto al arte contemporáneo, tanto en la Ciudad de México como en Nueva York?
—No existe una definición única de arte contemporáneo; yo en lo personal acepto como arte a cualquier objeto, acción o relación que un artista diga que es arte. Desde luego, hay personas que no estarán de acuerdo conmigo, pero eso es irrelevante, nunca he intentado cambiar la percepción de nadie; sería una batalla perdida de antemano, siempre ha habido y seguirá habiendo resistencia al cambio no sólo en el mundo del arte sino en todos los aspectos de una sociedad, siempre habrá quien piense que todo tiempo pasado fue mejor, que se han perdido los valores, etcétera.
—En tu vasta experiencia en el mundo del arte, has trabajado con numerosos artistas emergentes y establecidos. ¿Podrías compartir algunos ejemplos de artistas que hayas promovido y cómo ha sido su evolución a lo largo del tiempo bajo tu guía? ¿Qué desafíos específicos enfrentaste en el desarrollo de estos talentos y cómo los superaste?
—Como dije anteriormente, a mí lo que me interesa es apoyar el ecosistema del arte, no en particular a algún artista especialmente talentoso, ¿quién soy yo para decidir quién tiene talento? Ya lo dijo Barbara Kruger en 1973: “el arte y el mercado del arte no están conectados entre sí”, y en el mundo en el que vivimos lamentablemente el talento se mide muchas veces en relación con el precio de las obras de un artista. He conocido a artistas mexicanos de los noventa que siempre fueron muy críticos y siguen siéndolo, pero han vendido muy poco en sus carreras, aunque sus obras se han exhibido en museos y bienales.
—Al ser miembro de la mesa directiva del Patronato de Arte Contemporáneo y habiendo dirigido espacios de arte tanto en la Ciudad de México como en Nueva York, ¿cómo has percibido las diferencias y similitudes en la recepción del arte contemporáneo entre ambas ciudades?
—La recepción del arte tanto en México como en todo el mundo está más relacionada a una cuestión ideológica y de intereses particulares que a una cuestión geográfica, así como no hay una definición única del arte contemporáneo, tampoco se puede definir al público consumidor de arte —ya sea yendo a museos o bienales, o comprando arte en galerías o ferias de arte— de una manera homogénea. Creo que el arte no es para una elite, sino que forma parte de la vida, está tejido en nuestras existencias desde la era de las cavernas y es necesario para una sociedad, repito: las y los artistas nos ayudan a ver y enfrentar la realidad que nos rodea. Si no conocemos la verdad no podemos ser parte del cambio y el cambio es necesario.
—¿Qué estrategias has puesto en marcha para fomentar el interés y la apreciación del arte en estas diferentes audiencias?
—Con toda honestidad te digo que las únicas estrategias que he puesto en marcha son en el plano personal, por ejemplo, yo me he propuesto apoyar al ecosistema del arte donde es más necesario, es decir, en el “plancton”. Me gusta visitar espacios autogestionarios donde encuentras una oferta artística amplia, diversa, comprometida, responsable, crítica y radical.
Mi interés es buscar artistas en lugares adonde no van los conocedores ni los expertos en arte, me gusta descubrir espacios nuevos que no son conocidos y apoyar a artistas que están buscando expresarse de maneras diferentes y ¡me he encontrado con verdaderas joyas! A veces la gente me pregunta: ¿Dónde las encuentro? Y aquí es donde confirmo que el arte y el mercado del arte no tienen nada que ver entre sí.
Si entramos un poco en historia nos daremos cuenta de que los principales museos del mundo basan su acervo en colecciones privadas de unos cuantos coleccionistas excéntricos que compraron en su momento obras de arte que reflejaban lo que estaba ocurriendo en ese momento, y formaron colecciones que nos muestran cómo era la vida en ese entonces de una manera mucho más fidedigna que los libros de historia.
Estas historias se van adaptando a los tiempos y se van haciendo ajustes a medida que surgen nuevos descubrimientos y nuevas teorías; son historias construidas y por lo mismo pueden ser de–construidas. Hay que desconfiar de las verdades universales que nos quieren muchas veces imponer fuerzas e intereses ajenos a nosotros.
—Tu formación académica abarca desde la Historia del arte hasta Mitologías comparadas, lo cual te otorga una perspectiva única en el mundo del arte. ¿Cómo ha influido tu formación en tu enfoque como curadora y promotora de arte?
—Los mitos son historias que nos hacemos los seres humanos para tratar de explicar lo desconocido, por ejemplo, en la Grecia antigua nadie se cuestionaba si Zeus existía o no, la fuerza del rayo hablaba por sí misma. Hoy seguimos haciendo historias para tratar de explicarnos lo desconocido, como la historia del Bing Bang, por ejemplo, que nos dice que el universo experimentó una tremenda expansión llamada singularidad, y desde entonces continúa expandiéndose hasta eventualmente enfriarse y llegar a un estado de vacío y oscuridad total: la nada. Estas historias son las que nos hacen diferentes a los seres humanos de los animales y son necesarias porque dan coherencia a una sociedad. Los valores, creencias, principios e instituciones de cualquier cultura están basados en estas historias, es decir, en sus mitologías. Estas historias se van adaptando a los tiempos y se van haciendo ajustes a medida que surgen nuevos descubrimientos y nuevas teorías; son historias construidas y por lo mismo pueden ser de–construidas. Hay que desconfiar de las verdades universales que nos quieren muchas veces imponer fuerzas e intereses ajenos a nosotros.
—¿De qué manera integras tus conocimientos en mitología y estudios en museos en tu trabajo cotidiano, y cómo crees que esto enriquece la experiencia artística tanto para los artistas como para el público?
—La educación enriquece la vida, y el arte es parte de la vida, entre más sabes más aumenta tu capacidad de gozar, pero también hay que tener valor para enfrentar las verdades que no quieres saber, no puedes ser selectiva. Mi bagaje intelectual es el lente a través del cual percibo el mundo.
—Teniendo en cuenta tu amplio recorrido y conocimiento en el mundo del arte, me gustaría conocer tu opinión sobre el trabajo de la artista Ramona Rocha, quien actualmente presenta su exposición “Toda imagen guarda un fuego que la arrasa”, en Lolita Pank. En esta investigación Rocha explora la representación de cuerpos en un estado indeterminado, entre la vida y la muerte, abordando temas de oscuridad, lo paranormal y el horror. ¿Cómo evalúas la relevancia y el impacto de su trabajo en el contexto del arte contemporáneo y la percepción pública de estos temas tan complejos y a menudo perturbadores?
—Fui a su exposición y me pareció muy interesante su trabajo, el título es sugerente, sobre todo si consideramos que Lolita Pank es un espacio que abre sus puertas a la comunidad LGBTQ+ y en especial a hombres trans —una comunidad muy perseguida y muy vulnerable—; la investigación de la artista es sobre la circulación de la imagen en internet y se centra en cuerpos que indagan en la oscuridad, lo paranormal y el horror: imágenes de personas que no están vivas ni muertas, sino en un estado indeterminado e incomprensible para nosotros. Me pregunto si te identificas como hombre y tienes un cuerpo de mujer ¿no te sentirías como un muerto en vida? ¿Y no sería este sentimiento incomprensible para las personas cis?
—Zona Maco es una feria de arte contemporáneo internacional que se lleva a cabo anualmente en la Ciudad de México y es considerada una de las más importantes de la región. Sin embargo, esta feria ha recibido críticas significativas por parte de algunos sectores del ámbito artístico y cultural mexicano. Figuras como Avelina Lésper la han etiquetado como “Arte Vip”, mientras que el español Antonio García Villarán la ha denominado “Hamparte”. ¿Cuál es tu opinión sobre la feria Zona Maco y por qué crees que genera tanto rechazo entre ciertos críticos y artistas?
—El mercado del arte en México y en el mundo es chic, es sexy, es elitista, es exclusivo, está de moda. Si vas a Zona Maco o a cualquiera de las ferias de arte mainstream como ARCO, Basel o Frieze te vas a encontrar con que la mayoría de las obras de arte que se encuentran pueden ser espectaculares, o pueden provocan un cierto shock o están más cerca de la industria del entretenimiento…, pero la gran mayoría tienen algo en común: no incomodan al espectador, no lo perturban, son inocuas y están siempre ligadas al goce y a la satisfacción, es decir: al mercado.
En las bienales, en cambio, necesitas hacer un esfuerzo para entender qué significa tal o cual obra, ¿cuál es la historia atrás? ¿Cuál es la idea? encuentras que hay más investigación, más experimentación.
—¿Consideras que estas críticas son justificadas? ¿Qué impacto tienen en la percepción pública del evento?
—Considero que Zona Maco es la feria ancla en la llamada Semana del Arte, si bien no es la feria que a mí más me interesa, sin ella no existirían otras ferias como Material o Salón Acme y una serie de eventos y ferias satélites en esa semana que sí creo que benefician al mundo del arte.
—A lo largo de tu carrera has sido testigo de la evolución del arte contemporáneo y has participado activamente en su desarrollo desde múltiples roles. Mirando hacia el futuro, ¿cuál consideras que será el papel de los curadores y promotores de arte en el contexto global, y qué retos y oportunidades vislumbras para el arte contemporáneo en un mundo cada vez más digital e interconectado?
—Los curadores son y seguirán siendo muy importantes en el ecosistema del arte, pero son los promotores los que son esenciales y ¿como se promueve el arte? ¡comprando obras! Los y las artistas tienen que pagar renta y tienen que comer.
Yo no colecciono objetos, yo colecciono ideas, cada una de las piezas de mi colección tiene una historia atrás.
En general, mi colección consta de obras de artistas que no son conocidos en el momento de su compra y necesitan el dinero para poder seguir creando. Coleccionar arte para mí no es una inversión monetaria, lo vivo como un intercambio entre el o la artista y yo que termina muchas veces en una relación de amistad, siempre hay una carga emotiva y una historia importante en cada una de las piezas que forman mi colección.
Yo no colecciono objetos, yo colecciono ideas, cada una de las piezas de mi colección tiene una historia atrás.
Considero que un buen artista es alguien que tiene la habilidad de vivir su tiempo y absorber la energía del momento, alguien que se atreve a hacer preguntas como: ¿Cuál es la realidad en la que vivimos? ¿De dónde proviene el conocimiento? ¿De dónde proviene la información? ¿TikTok, Instagram, Facebook, X(Twitter), noticieros, IA?
Un buen artista es alguien que tiene la necesidad, más bien la urgencia de hacer algo para cambiar el mundo y —al igual que un buen científico o un buen poeta— explora nuevas ideas, y experimenta constantemente con su trabajo.
A nosotros como sociedad nos tocaría entender qué es lo que él o la artista está tratando de decirnos, ciertamente es algo que le es absolutamente necesario y urgente compartir, ya sea que estén hablando de crisis climática o de territorio, o de discriminación, o de diversidad, o de sexo–disidencias, o de desigualdad, o de deseo, o de placer… en fin.
Pero ¿qué es lo que pasa? que la sociedad en la que vivimos ¡ni siquiera puede aceptar que exista algún problema! ¡Es como si estuvieran transmitiendo un mensaje o más bien una alerta en una frecuencia que el oído humano de la mayoría de las personas no alcanza a escuchar!… a excepción de unos cuantos curiosos —un tanto obsesivos— que logran escuchar y entender el mensaje. ¡Éstos son los coleccionistas que necesitamos!
Un buen artista es alguien que envía un mensaje al mundo y un buen coleccionista es quien capta este mensaje antes que el resto del mundo.
Un amigo coleccionista me dijo que los coleccionistas y los artistas son dos lados de una misma moneda. ®