Igual que existen distintos modos de escribir, también hay lugares distintos desde donde escribir. El escritor italiano Roberto Saviano escribe desde las trincheras que se cavan en las guerras contemporáneas, donde el enemigo se esconde en las mil ramificaciones del crimen organizado. Y varias de esas ramificaciones, qué duda nos cabe, están arraigadas hondamente en algunos medios de comunicación.
Desde la publicación en el año 2006 de su aclamado libro Gomorra el escritor ha tenido que vivir escondido y con escolta policial permanente. No por ello ha dejado de incidir en las problemáticas que lo han llevado a esta situación. Empeñado como está Saviano en destapar las ligazones entre el crimen organizado, el mundo de la política (políticos, policías y sistema judicial) y el mundo empresarial controlado por esas organizaciones criminales, poderosas maquinarias financieras donde cada uno tiene asignado un papel, aunque desconozca cuáles tienen los otros. Así, si cae, se remplaza por otro y la trama permanece intacta.
El hecho de que la mayoría de los asuntos descritos por Saviano transcurran en Italia no implica que esas problemáticas sean exclusivas de allí. Eso sucede por las implicaciones internacionales tanto del tráfico ilegal de drogas como por la diversificación de países y negocios donde se reinvierten y se lava el dinero del “petróleo blanco”, como se conoce a la cocaína.
Los modus operandi de las mafias italianas, que deben innovar ante el empuje de las poderosas mafias nigerianas y rusas, por ejemplo, son exportables como fórmulas empresariales de éxito a todo el mundo. De hecho la industria del crimen organizado cuenta y desarrolla unos métodos portentosos para sobrevivir al acoso policial y siempre ganar dinero, mucho dinero.
Lo que Saviano narra que sucede en Italia también sucede en México. Con otras características, quizás, con otros modos de hacer la guerra, el secretismo de los italianos contra la notoriedad y visibilidad de los cárteles mexicanos, por ejemplo, pero a fin de cuentas lo que nos viene a contar este escritor y periodista es que pocos estratos de la economía están incontaminados del alcance y poder de las organizaciones criminales. Donde quiera que sea.
El hecho de que la mayoría de los asuntos descritos por Saviano transcurran en Italia no implica que esas problemáticas sean exclusivas de allí. Eso sucede por las implicaciones internacionales tanto del tráfico ilegal de drogas como por la diversificación de países y negocios donde se reinvierten y se lava el dinero del “petróleo blanco”, como se conoce a la cocaína.
La belleza y el infierno [Debate, 2010], título tomado de los pilares sobre los que se basaba el pensamiento crítico de Albert Camus, autor a quien Saviano admira particularmente, es un compendio de artículos escritos entre los años 2004 y 2009, algunos de ellos antes de la publicación de Gomorra. Este libro no sólo trata de denuncias concretas al modus operandi de las distintas mafias en Italia, sino que ante la debacle que se cierne sobre el país resalta las gestas de algunos personajes resistentes y de los que luchan porque la vida no se escape entera por el caño de la corrupción.
Como el capítulo dedicado a los boxeadores de Marcianise, cuna de campeones de box italianos, donde dedicarse al boxeo es de los pocos recursos que tiene la juventud para no ser cooptados por el crimen organizado que opera en esa zona.
La obra se divide en cinco capítulos temáticos (“Sur”, “Hombres”, “Negocios”, “Guerra” y “Norte”) y, entre la veintena de artículos que lo conforman, destacan el periplo y las peripecias constantes en las que se ha convertido la vida del propio autor desde que fuera amenazado de muerte tras la publicación de Gomorra, llevada al cine por Matteo Garrone con la colaboración del escritor en la hechura del guión, y que obtuvo el Gran Premio en el Festival de Cine de Cannes en 2008.
Saviano, en el texto a modo de presentación “El peligro de leer”, realiza una reivindicación del acto de escribir cuando hacerlo no sólo es peligroso sino que es el único recurso con el que se cuenta para seguir sintiendo que se está vivo, que aquello por lo que se ha luchado siempre, esa respiración de la mente y la necesidad de comunicación, es lo único que valida la existencia, lo único que le da sentido y función social al acto de escribir.
Y, de paso, arremete contra aquellos que escriben desde la comodidad, desde los privilegios y la connivencia con el poder. También se defiende desde ahí de la extorsión a la que fue sometido el autor, básicamente por abogados que se autonombraban amigos o conocidos de la gente aparecida en el libro (Gomorra), y amenazado siempre por demandas que sugerían plagio, difamación o mentira, acusaciones que sólo buscaban ser acalladas con dinero.
Desde esa posición el escritor retoma su voz desde el exilio social que le han impuesto para lavar la reputación de los difamados por los medios después de su muerte, acusándolos en realidad de pertenecer a las organizaciones de las que fueron víctimas. Como sucede en uno de los capítulos centrales dedicado a la madre de Pepino Impastano, Felicia, quien tuvo que convivir con el asesino de su hijo hasta que se hizo justicia veinte años después.
Es Saviano un escritor que vive de poner el dedo en la llaga y denunciar lo que está asolando su tierra. Sucede con los negocios de la construcción regidos por un complejo sistema de subcontrataciones de la mafia, y pone de ejemplo la reconstrucción de los pueblos destruidos por el terremoto que devastó la comarca del Abruzzo, a la que sólo unos pocos alcaldes y personalidades locales osan oponerse.
También relata el gran negocio en que se ha convertido la gestión de residuos tóxicos, no sólo de Italia sino que los “importan” también de Alemania, que entierran impunemente en las zonas pobres del sur de Italia, controladas por las mafias, y que han disparado alarmantemente el porcentaje de tumores malignos sufridos por sus poblaciones, además de malbaratar cosechas, ríos y otros recursos naturales. El crimen organizado envenena la tierra, la economía real y maniata a la sociedad. Todo esto es lo que denuncia Saviano en sus artículos, que se publican en algunos periódicos italianos, los que no están cooptados, y en otros europeos de probada reputación. Como el publicado en el 2006 en el periódico español El País titulado elocuentemente “España está invadida por el dinero de la Camorra”.
En los artículos recogidos en La belleza y el infierno el autor da voz a personas que hacen de la gesta heroica, de la resistencia y la voluntad, su motor en la vida, no desfalleciendo ni ante la adversidad ni ante la injusticia.
Saviano, en el texto a modo de presentación “El peligro de leer”, realiza una reivindicación del acto de escribir cuando hacerlo no sólo es peligroso sino que es el único recurso con el que se cuenta para seguir sintiendo que se está vivo, que aquello por lo que se ha luchado siempre, esa respiración de la mente y la necesidad de comunicación, es lo único que valida la existencia, lo único que le da sentido y función social al acto de escribir.
Libro de intensidad irregular por los temas tratados, hay capítulos dedicados al cómic, la literatura y el cine, da también cabida en sus textos al esfuerzo y la voluntad de lucha de varios personajes. Apasionado del futbol, dedica un capítulo a la figura mundial de ese deporte en la que se ha convertido Leo Messi, después de superar obstáculos que en principio parecían alejarlo para siempre de la competición de élite, al sufrir desde temprana edad una disfunción con las hormonas del crecimiento. También le dedica un sentido capítulo a la cantante africana Miriam Makeba, quien dio concierto estando ya muy enferma en Castel Volturno en memoria de ocho africanos asesinados por la Camorra. En este caso, el artículo se convierte en un homenaje a una figura de renombre mundial, ya que ahí murió, conocida aparte de por su voz por su reivindicaciones humanitarias panafricanas.
El autor no ceja en su cometido de dar voz a quienes se la quitaron por la fuerza, como es el caso de la periodista rusa Anna Politkovskaya, a quien asesinaron a tiros por no saber callar, por ejercer hasta las últimas consecuencias su oficio de periodista.
Allí donde las sociedades callan aterradas ante estos crímenes que en su mayoría quedan impunes, Saviano levanta un altar en contra de la injusticia y el olvido. Un altar del cual el escritor es consciente de que le puede costar la vida, aunque haya erradicado de su existencia acosada el sentimiento del miedo a morir. Dice el autor que a lo único que realmente tiene miedo es a la difamación y a que esos crímenes que relata queden impunes. Miedo a que en esta guerra desigual siempre ganen los mismos.
Pareciera que ante la organización férrea y empresarial de los grupos criminales y el control letal que ejercen sobre todas las capas de la sociedad, el ciudadano de a pie poco puede hacer. Quizás leer con espanto este pesaroso recuento de daños y tomar fuerzas para entender que lo peor que podemos hacer como sociedad, es callar y agachar la cabeza. ®
jacaranda correa
muy bien rubén, lo compartiré en mi muro, justo ahora que discutimos sobre quienes escriben desde la comodidad del poder, algunos les llaman periodistas funcionales…
no he leido el libro pero en cuanto pueda le echaré un ojo.. gracias por el artículo.