En tiempos de crisis económica, en los que escribir pareciera un absurdo, ver películas puede convertirse en un excelso distractor en la penumbra, para evitar la perdición en vicios peores, o en el momento catártico para volver a la luz y hallar soluciones a los problemas personales.
Hablar de cine y crisis económica es el pan de cada día de los críticos y periodistas cinematográficos;1 creo incluso que si no hay “crisis” económica, difícilmente se puede escribir sobre cine con franqueza. Ya lo dijo alguna vez Jorge Ayala Blanco, “de la crítica cinematográfica no se vive”, aunque el también profesor e investigador lleva ejerciéndola desde hace cinco décadas tanto en libros como en publicaciones periódicas —este 2013 cumple cincuenta años de escribir sobre cine cada semana.
En múltiples ocasiones el tema de la crisis económica salta en conversaciones con los colegas respecto del permanente estado crítico en el que se vive en la fuente cinematográfica. Paradójicamente, son las películas —las que vemos cada día— las que ayudan a resolver problemas reales, aunque muchas otras acaban por complicar más la vida del periodista o crítico fílmico.
Ya lo dijo alguna vez Jorge Ayala Blanco, “de la crítica cinematográfica no se vive”, aunque el también profesor e investigador lleva ejerciéndola desde hace cinco décadas tanto en libros como en publicaciones periódicas —este 2013 cumple cincuenta años de escribir sobre cine cada semana.
No faltan los compañeros que reclaman —sin perder su estilo “hiperanalista”— por qué no salió su nombre en los quotes del estreno hollywoodense del verano o por lo menos en alguna boba comedia mexicana o de política ficción cuando ya se les había prometido el espacio (quotes, que suena a cuota, son las citas que aparecen en los carteles publicitarios de las películas). Eso sí los indigna.
Para no sufrir tanto de la crisis económica —y existencial—, la crítica cinematográfica puede ser realizada, en primera instancia, por estudiantes de la carrera de Ciencias de la Comunicación o por jubilosos jubilados de la vida. Hay, claro —si somos buenos observadores—, una fauna exótica que se suma a estas labores, como arquitectos, psicólogos, químicos, directores de cine frustrados y muchos seres —como éste que escribe— para los que el cine se ha vuelto un pretexto para mirar el mundo, para describirlo o deshacerlo. El costo muchas veces es elevado, y cuando se está a punto de tirar la toalla ante las carencias, algo surge, se ven señales por todos lados —también en los filmes— y una vez más se sienta uno en la butaca y toma notas del largometraje allá enfrente.
En tiempos de crisis económica, en los que escribir pareciera un absurdo, ver películas puede convertirse en un excelso distractor en la penumbra, para evitar la perdición en vicios peores, o en el momento catártico para volver a la luz y hallar soluciones a los problemas personales.
Llama la atención, por ejemplo, la afluencia que tienen las salas de cine los fines de semana en la Ciudad de México. Nuestro país se encuentra en los primeros cinco lugares del mundo con mayor número de asistentes al cine y entre los diez primeros en el mundo con mayor número de salas, lo que nos obliga a preguntarnos: ¿No será que al mexicano le encanta sumergirse en la sala de cine para soñar despierto mientras come palomitas y toma refresco de cola?
Pero no sólo en las salas tradicionales. La piratería en DVD también está a la orden del día y evita que los críticos —y los que no lo son tanto— tengan que ir al cine. En el comercio informal se pueden adquirir películas de estreno a cinco pesos y con ello ganar la nota a los colegas o sencillamente adelantar la chamba sobre filmes de los que no se sabe cuándo se exhibirán en el circuito comercial o cultural. Además se consiguen clásicos de cualquier género, incluyendo eróticos y pornográficos. El fin justifica los medios. De internet ni se diga, otro mundo aparte.
Ser crítico o reportero de cine tiene otras facetas que parecen positivas, y no es raro escuchar a personas que nos dicen: ¡No te quejes! ¡Vas a festivales y entras gratis a las funciones! Es cierto, en medio de la crisis económica ésos pueden ser dos buenos pretextos para evadirse o para divertirse en los cocteles, y sí, el periodismo cinematográfico es en gran medida un espacio cómodo, sólo hay que escribir bien de todo, y si es de películas que defiendan las mejores causas —Gael & Diego productions—, mucho mejor. Te esperará un buen número de seguidores y comentarios positivos en Twitter y muchos likes en el Facebook.
En medio de la crisis económica ésos pueden ser dos buenos pretextos para evadirse o para divertirse en los cocteles, y sí, el periodismo cinematográfico es en gran medida un espacio cómodo, sólo hay que escribir bien de todo, y si es de películas que defiendan las mejores causas —Gael & Diego productions—, mucho mejor. Te esperará un buen número de seguidores y comentarios positivos en Twitter y muchos likes en el Facebook.
La gente aún piensa que ir a ver películas es divertido, y tienen razón, es un trabajo que causa placer —a veces cansa, pero no es aburrido. Disfrutar la película significa pensar y vivirla, el problema es cuando hay que pagar las cuentas de la vida real. Cuando se acaba el cine y vienen las crisis personales, amistosas, de pareja, familiares, sociales, políticas y económicas. No queda más que ser creativos y utilizar las películas para poder sortear la vida. Dime cuánta ficción ves a la semana y te diré de cuánto es tu deuda en las tarjetas de crédito. ¡Ya no nos compliquemos! A veces hay vacas gordas y a veces flacas, como las mismas películas. Tal como me dijo mi sonriente amigo Víctor, mesero de una taquería en la Ciudad de México: “Cuando más oscurece es porque ya va a amanecer”. Una imagen, por cierto, muy cinematográfica.
Para realizar crítica cinematográfica es preciso —además de ser un voyeurista nato— tener un trabajo alterno o la suerte de ganar diez mil pesos en una noche de miércoles en el Yak.
Nada más por no dejarlo de lado: no me queda claro si a los no actores en las películas de Carlos Reygadas les pagan igual que a los actores de sus filmes. ¿O tendrá tarifas según sus conocimientos histriónicos o nivel de naturalidad frente a la cámara? Tampoco sé si a los “personajes reales”, como en los documentales Presunto Culpable, Morir de pie o Los ladrones viejos, por mencionar algunos, les dieron una parte del dinero que ganaron en premios festivaleros; ¿se lo quedaron sus realizadores o se fue en la producción? ¿Cómo es esto de los dineros en el cine en tiempos de crisis económica? ®
angiepoquianchi
Nunca he escuchado a alguien que diga «no criticaré esa película porque no sé de cine» si pagaste por verla, aunque sea tus 5 pesos, tienes derecho a criticarla, a recomendarla, destruirla en tus redes sociales favoritas, crear un club de fans en FB, morir o matar por tus personajes, ponerte pretencioso y decir que el cine checoslovaco es el mejor o que los demás no entienden el cine mexicano porque son unos vendidos capitalistas. ¿Dónde deja esto a el crítico real de cine? aquel que conoce el lenguaje, análisis, los símbolos y que no debe leerse pretencioso, ya ví que jugando Yak y para el caso del buen Roger Ebert en un lugar que el resto de los mortales que gritamos «ya llegué» al entrar al cine jamás podremos tocar.