I. A pesar de la inconformidad de algunos de nuestros lectores de la etapa impresa de Replicante por nuestra conversión casi total al mundo digital —recuerden que también publicaremos en octubre el Pequeño Replicante Ilustrado—, la revista ha ganado muchos más. De acuerdo con nuestras estadísticas —que publicaremos próximamente aquí—, del 12 de abril al día en que escribo esto, 12 de mayo, más de 17 mil usuarios visitaron el nuevo portal de Replicante y leyeron o vieron —hicieron clic— más de 37 mil veces los contenidos de la edición de abril. Según nuestros cálculos, de esos 17 mil usuarios, 9 mil son nuevos lectores. A este ritmo, en unos meses Replicante superará con mucho el número de lectores que alcanzó la versión impresa, 21 ediciones, de noviembre de 2004 a noviembre de 2009. Por supuesto, sabemos que no es lo mismo leer una revista en un parque o en un camión de pasajeros de la Ciudad de México, o de cualquiera otra, que una laptop o un novedoso artefacto electrónico, pues la inseguridad cortesía del gobierno y de la delincuencia no lo permite. Qué pena, pero esos mismos lectores podrán leer nuestra revista en casa o en el café internet. No olvidamos que vivimos y trabajamos en un país en ruinas.
II. El artista mexicano Guillermo Gómez Peña, que ha vivido desde principios de los años ochenta en varias ciudades de Estados Unidos, expresa su decepción por el presidente Obama a seis meses de que éste asumió su mandato. No es eso lo que nos interesa comentar, pues son miles los desencantados y sus buenas razones deben tener. “El triunfo de Obama es una victoria para todos los independientes y rebeldes. Y muchos de nosotros lo apoyamos totalmente aun sabiendo que no es un progresista”, dice Gómez Peña en una carta que ha hecho circular en correos y medios electrónicos (“Ten Notes on the Role of the Artist in the Obama Era: How I fell out of love with the president”). Contrito, pero siempre consciente de su importante papel como artista combativo, contestatario, innovador y a su vez agitador de conciencias, el artista también dice que siempre consideró a Obama un “humanista light”. Pero, generoso, condescendiente, le dio su voto: el electoral y el de confianza. Ahora, a seis meses del nuevo gobierno, Gómez Peña confiesa que su “euforia” inicial ha empezado a “evaporarse”. No que no haya razones suficientes para reclamarle al presidente, pues hizo demasiadas promesas en campaña y prometió, anunció el cambio en todos los rincones del país. Después de preguntarle cuándo creará el Ministerio de Arte y Cultura (no es mala idea, si lo que persigue es una buena beca), cuándo atenderá el problema de la pobreza, cuándo saldará la deuda moral con “los latinos”, cuándo tumbará el muro fronterizo, cuándo ayudará a que dejen de venderse armas a los capos mexicanos de la droga y después de preguntarle, pues, cuándo cumplirá sus promesas, Gómez Peña interroga sobre el levantamiento del embargo a Cuba y cuándo “se sentará a dialogar con Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y la nueva izquierda latinoamericana”. ¡La nueva izquierda latinoamericana! ¿De veras piensa Gómez Peña que Hugo Chávez y sus fans son la nueva izquierda, que son siquiera de izquierda? Para un artista que siempre ha performeado ante selectos públicos universitarios de “izquierda” en Estados Unidos, sobre todo, y que ha sido extraordinariamente bien pagado por ello, una declaración como ésa lo pinta de cuerpo entero: su izquierda es la vieja izquierda romántica y sangrienta de los años sesenta y setenta, castroguevarista y ahora reeditada por el gorila venezolano y su fanfarronería. Gómez Peña tiene todo el derecho de criticar lo que no le parece del país en que vive, pero lo ha hecho siempre con total libertad, sin haber sido reprimido por ello —acaso reprendido— y mucho menos encarcelado, como sí ocurre en los países gobernados por esa novísima izquierda latinoamericana que tanto defiende y admira.
En seguida reproduzco un artículo que publiqué en la revista Milenio Semanal hace un año, el 3 de mayo de 2009, y que demuestra que a Gómez Peña no le interesa la democracia ni la izquierda ni alguna otra cosa que no sea su carrera, su prestigio, su posición:
Gómez Peña y el performance inútil
Los artistas Guillermo Gómez Peña, mexicano radicado en San Francisco, y Tania Bruguera, cubana residente en Chicago, presentaron simultáneamente el pasado 29 de marzo en la X Bienal de La Habana dos performances con la idea de que el público “transitara entre ambas obras de arte viviente y que incluso participara activamente en ellas” (“Cuando el público determina el destino final de la obra de arte”, carta pública electrónica de Gómez Peña).
Bruguera dispuso para su performance “El susurro de Tatlin no. 6”, en el Centro Cultural Wifredo Lam, un podio con un micrófono y un telón de fondo, invitando al público a pasar y “hablar sin restricciones durante un minuto” flanqueado por dos personajes con uniformes militares, quienes hacían posar sobre el hombro del participante en turno una paloma blanca, “como una reminiscencia del primer discurso de Fidel”, explica Gómez Peña en la carta citada. En tanto, éste desarrollaba su trabajo “Corpo ilícito” (véase www.pochanostra.com) con alegorías al colonialismo y la migración mientras leía un “poema épico en espanglish sobre la cultura de la violencia en Latinoamérica”.
“Ambos proyectos”, escribe Gómez Peña, “se planteaban como laboratorios efímeros para ejercer una suerte de democracia simbólica, imperfecta y radical”. Una declaración que resultaría demagogia pura ante la beligerante respuesta del público cubano. Frente al podio sucedía lo que Gómez Peña califica de “evento insólito”: después de los “testimonios conceptuales y poéticos” de artistas y curadores, de entre el público salieron varias personas “para expresar opiniones críticas en contra del gobierno, la censura y la bienal” —¿acaso esperaba que cantaran como en un karaoke? Entre los que usaron el micrófono para hablar de la falta de libertad y democracia en Cuba estuvo la bloguera Yoani Sánchez, quien remató su alocución deseando “que un día la libertad de expresión en Cuba no sea un performance” (véase en YouTube). Sin embargo, nuestro artista aún se pregunta si aquello fue un acto premeditado o “un gesto visceral inspirado por el momento”.
A las preguntas de “periodistas, curadores y artistas” que lo “acosaban” para que definiera su posición sobre la reacción del público cubano Gómez Peña se amparó en la escurridiza declaración del curador español Orlando Britto-Jinorio: “Estoy en contra de la injerencia de los extranjeros en el debate. Estoy a favor de la libertad de los pueblos para decidir su propio futuro; […], y sobre todo estoy en contra de la injerencia de los estados en otros estados, en contra de los bloqueos inmorales y en contra de la doble moral, muy arraigada en Occidente”. Sólo les faltó que a continuación exaltaran la fiesta de libertad y democracia que se vive en países como China, Irán y Arabia Saudita.
Para Gómez Peña se trató de un “escándalo político” y acusó a los cubanos de haberle “aguado la fiesta”. El mexicano, que se las da de transgresor y transfronterizo, expresa su confianza en que “las llamas del escándalo se extinguirán muy pronto y la distancia nos permitirá recuperar la posibilidad de un análisis más complejo y meticuloso de la obra”.
Vaya, al temible MexTerminator, campechano Guerrero de la Gringostroika y hierático Aztec-HighTech que con sus sobadas transfiguraciones sueña con derrumbar fronteras y prejuicios, le preocupa más la valoración de su obra de arte “viviente” que la suerte de los desesperados cubanos que se atrevieron a exigir libertad en la asfixiante isla de Castro.
III. Ya he publicado un largo artículo sobre la fraudulenta Historia del periodismo cultural mexicano, de Humberto Musacchio. Ahora, a propósito de las frecuentes discusiones sobre la ética y el periodismo, quiero presentarles un dossier que recopilé a partir de la discusión en Facebook y Excélsior entre Nicolás Cabral, director de la revista La Tempestad, y el democrático periodista y defensor de las mejores causas del pueblo de México. Saquen ustedes sus propias conclusiones. Ya nos veremos en otra emisión de Insolencia.
Sobre un fiscal en la República de las Letras
por Nicolás Cabral
FB, lunes 8 de marzo de 2010 a las 17:04
El periodismo cultural mexicano está en franco declive, declaró en 2008 Humberto Musacchio. Tristemente, su afición a levantar el dedo le impide ver un pequeño detalle: que él es uno de los síntomas de esa crisis. Y no, no me refiero a su prosa funcionarial, producto de su debilidad pequeñoburguesa por los nombres y las medallas. Tampoco a su evidente impericia discursiva, que lo priva de atisbar algo distinto del lugar común. Hablaré de un caso reciente, que afecta a La Tempestad. Así, comencemos por su columna del lunes 22 de febrero:
22-Feb-2010
La república de las letras
Humberto Musacchio
Con apoyo del gobierno mexiquense se levantará una copia kitsch de Tenochtitlan; casi seis por ciento cayeron las ventas de libros
La Tempestad, revista cultural
Hay que celebrar la aparición y permanencia de publicaciones culturales como La Tempestad, revista que suma setenta entregas con el número de enero-febrero, mismo que bajo el rubro de “mexicanos radicales” ofrece un muestrario de la producción artística mexicana de la posrevolución. El material gráfico es excelente y en muchos casos poco o nada conocido. Entre los colaboradores de este número figuran nombres prestigiosos como Víctor Jiménez, Irene Herner o Francisco Hinojosa. El equipo editor lo encabezan José Antonio Chaurand, director general, y Nicolás Cabral, director editorial, en tanto que Paula Chaurand es la directora comercial y responsable, suponemos, de los muchos anuncios que incluye la publicación, lo que está muy bien, pues ya se sabe que la publicidad es el oxígeno del periodismo.
¿Silvestre Revueltas, surrealista?
El material de La Tempestad es interesante, aunque brincan aquí y allá errores y omisiones notables, como identificar en una foto a Gilberto Owen y Xavier Villaurrutia, pero no a Antonieta Rivas Mercado y Celestino Gorostiza. En otra parte, Roberto Kolb dice que “la crítica perezosa” ubica a Silvestre Revueltas “junto a los nacionalistas de su época”, cuando que a su juicio debería considerársele surrealista, lo que resulta más que discutible. Otra nota dice que la exposición de la Bauhaus que hasta el 25 de enero estuvo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York “muestra lo que alguna vez fue una visión radical del diseño” (¿“Alguna vez”, pese a que muchas de las obras de la Bauhaus se siguen produciendo y usando masivamente?). Un artículo de Jennifer Josten dedicado a la exposición de Gabriel Orozco en el citado museo asegura que en esta muestra están ausentes “sus mesas alteradas de ping-pong y billar de mediados de los noventa”, pero lo cierto es que sí estuvieron en exhibición en el Moma, al que muy probablemente no fue doña Jennifer… Rigor, jovenazos.
El texto comienza con un ánimo celebratorio, pero previsiblemente termina con regaños. Copio la carta aclaratoria que envié a Pascal Beltrán del Río (no la leyó, según me comentó por teléfono), director editorial del periódico Excélsior:
“Antes que nada, agradecemos el espacio que Excélsior y Humberto Musacchio dieron a la edición número 70 de La Tempestad, cuyo tema es “Mexicanos radicales. La vanguardia artística de una revolución”, en la sección “Comunidad” del lunes 22 de febrero. Sin embargo, nos sorprendió el modo en el que la columna pasa del aplauso al registro notarial de nuestras supuestas pifias. He aquí lo que Musacchio llama “errores y omisiones notables”.
En primer lugar, [Musacchio] confunde omisiones con criterios editoriales. Nos reclama “identificar en una foto a Gilberto Owen y Xavier Villaurrutia, pero no a Antonieta Rivas Mercado y Celestino Gorostiza”. Efectivamente, decidimos hacer notar a Owen y Villaurrutia en una foto donde aparecen 15 personas, algunas no identificadas. ¿Es un pecado tan grande, considerando que en el pie de foto de otra imagen y en el texto se menciona profusamente a Rivas Mercado y Gorostiza, dado el papel protagónico que tuvieron en el Teatro de Ulises?
En segundo lugar, confunde errores con opiniones. Según Musacchio, Roberto Kolb dice que a Silvestre Revueltas debería considerársele surrealista, pero el musicólogo en ningún momento afirma tal cosa, simplemente señala gestos de su obra asimilables a esa vanguardia histórica. ¿Es correcto decir que la Bauhaus “alguna vez” representó “una visión radical del diseño”? Musacchio dice que no, que la visión persiste en la medida en que algunas piezas diseñadas por artistas vinculados a la escuela siguen produciéndose. Habría que aclararle que el hecho de que algo siga fabricándose 70 u 80 años después de su concepción (y a precios privativos) no quiere decir que persista la voluntad que le dio origen. Con ese criterio uno podría afirmar que la estética de Van Gogh tiene vigencia porque se siguen vendiendo reproducciones de sus cuadros.
Y, por último, lo más grave: nos acusa de un error que no es tal. Jennifer Josten echa en falta dos piezas de Gabriel Orozco en su retrospectiva del MoMA neoyorquino, las “mesas alteradas de ping-pong y billar de mediados de los noventa”. Musacchio dice que, caray, sí están en la muestra, que el problema es que “doña Jennifer” “probablemente no fue” al museo. ¿El columnista estuvo ahí? Pregunto porque nuestra colaboradora, que por cierto asistió a la retrospectiva dos veces […] (en La Tempestad no se comenta nada de oídas), no las vio por ninguna parte: es un hecho que no se exhibieron en Nueva York. No pido que se me crea de buena fe: anexo a esta carta la lista completa de piezas exhibidas, un documento que proviene justamente del MoMA. ¿Sería tan amable el señor Musacchio de indicarme dónde están las mesas de ping-pong y billar?
Pedimos respetuosamente que Excélsior publique esta aclaración. Como cualquier medio impreso, La Tempestad no está exenta de cometer errores. Sin embargo, los que Humberto Musacchio señala no lo son. Y por cierto: cuando el columnista incluye a Francisco Hinojosa entre nuestros colaboradores, olvida aclarar que no participó en el dossier “Mexicanos radicales” sino con un cuento en la sección “Cuaderno para invenciones”.
Rigor, señor periodista.”
Falto de cualquier ética profesional, el periódico no sólo no publicó la carta, sino que se la hizo llegar a Musacchio para que éste la manoseara a su antojo. El resultado es el que sigue:
01-Mar-2010
La república de las letras
Humberto Musacchio
Tempestad en un vaso de agua
Nicolás Cabral, director editorial de La Tempestad, envió a Excélsior una carta en la que luego de agradecer que este servidor se haya ocupado de esa revista, está de acuerdo en los juicios positivos que emití, pero no con los “errores y omisiones” que señalé. Dice don Nicolás: “En primer lugar, (Musacchio) confunde omisiones con criterios editoriales. Nos reclama ‘identificar en una foto a Gilberto Owen y Xavier Villaurrutia, pero no a Antonieta Rivas Mercado y Celestino Gorostiza’. Efectivamente, decidimos hacer notar a Owen y Villaurrutia en una foto donde aparecen 15 personas, algunas no identificadas. ¿Es un pecado tan grande, considerando que en el pie de foto de otra imagen y en el texto se menciona profusamente a Rivas Mercado y Gorostiza, dado el papel protagónico que tuvieron en el Teatro de Ulises?” (en el texto, pero no en la foto, porque don Nicolás ni los conoce). Más adelante, Cabral afirma que confundo errores con opiniones porque señalo que “Roberto Kolb dice que a Silvestre Revueltas debería considerársele surrealista, pero el musicólogo en ningún momento afirma tal cosa, simplemente señala gestos de su obra asimilables a esa vanguardia histórica”. Ya tiré a la basura el ejemplar de La Tempestad del que me ocupé, pero la aclaración confirma que el señor Kolb quiere enjaretarle a Revueltas la etiqueta de surrealista, así sea por “gestos” (sic) de su obra.
La Bauhaus y Gabriel Orozco
El director editorial de La Tempestad se molesta porque no estoy de acuerdo con que se diga en pasado, como hace esa revista, que la Bauhaus “alguna vez” representó “una visión radical del diseño”. Dije y sostengo, que esa visión radical mantiene su vigencia y la prueba está en que sus diseños se hallan presentes en la vida contemporánea, pero mi corresponsal sentencia que “con ese criterio uno podría afirmar que la estética de Van Gogh tiene vigencia porque se siguen vendiendo reproducciones de sus cuadros” (don Nico confunde el arte con las estampitas de la Cerillera La Central). Lo que más molesta al autor de la carta es que yo desmienta a su colaboradora Jennifer Josten, quien dice que en la retrospectiva de Gabriel Orozco en el Museo de Arte Moderno de Nueva York no estuvieron las “mesas alteradas de ping-pong y billar de mediados de los noventa”. “En La Tempestad no se comenta nada de oídas”, dice el mentirosón de don Nicolás y pregunta en tono muy Cabral: “¿El columnista estuvo ahí?” Pues fíjese usted que sí, estuve ahí y vi las mesas al igual que mis acompañantes y testigos como José Gordon. En cambio usted no fue y habla de oídas, don Nico, basado en la versión de una colaboradora que probablemente tampoco visitó la exposición, que padece problemas de la vista o que, como usted, se basó únicamente en la lista de obra que le hicieron llegar. En fin… Quien realiza una actividad pública está expuesto a la crítica, pero con el fin de evitarle un derrame biliar, le prometo a don Nico que jamás vuelvo a ocuparme de su revista. ¿Contento?
No me queda más que hacer pública, ante el desdén de Excélsior, la segunda carta que envié a su director editorial:
“Me parece muy desafortunado que un periódico dé ventaja a sus columnistas sobre quien solicita una aclaración legítima. El viernes pasado envié, dirigida a usted y no a Humberto Musacchio, una carta, en mi calidad de director editorial de la revista La Tempestad, confiando en que el trato sería distinto. Se optó no sólo por no publicarla, sino por hacérsela llegar al columnista, una persona incapaz de reconocer errores. Espero, sin embargo, que el periódico aclare lo siguiente, incluyendo una disculpa pública de Musacchio y la publicación de mi primera carta:
–El periodista afirmó en su columna del lunes 22 de febrero lo siguiente: “Un artículo de Jennifer Josten dedicado a la exposición de Gabriel Orozco en el citado museo [el MoMA de Nueva York] asegura que en esta muestra están ausentes ‘sus mesas alteradas de ping-pong y billar de mediados de los noventa’, pero lo cierto es que sí estuvieron en exhibición en el Moma, al que muy probablemente no fue doña Jennifer”.
–El viernes 26 de febrero respondí, entre otras cosas: “nos acusa de un error que no es tal. Jennifer Josten echa en falta dos piezas de Gabriel Orozco en su retrospectiva del MoMA neoyorquino, las ‘mesas alteradas de ping-pong y billar de mediados de los noventa’. Musacchio dice que, caray, sí están en la muestra, que el problema es que ‘doña Jennifer’ ‘probablemente no fue’ al museo. ¿El columnista estuvo ahí? Pregunto porque nuestra colaboradora, que por cierto asistió a la retrospectiva dos veces […] (en La Tempestad no se comenta nada de oídas), no las vio por ninguna parte: es un hecho que no se exhibieron en Nueva York. No pido que se me crea de buena fe: anexo a esta carta la lista completa de piezas exhibidas, un documento que proviene justamente del MoMA. ¿Sería tan amable el señor Musacchio de indicarme dónde están las mesas de ping-pong y billar?”
–Las pruebas parecen no bastar, y todo se reduce a una cuestión de “tu palabra contra la mía”. En su columna del lunes 1º de marzo, Musacchio insiste, con su habitual elegancia: “Lo que más molesta al autor de la carta es que yo desmienta a su colaboradora Jennifer Josten, quien dice que en la retrospectiva de Gabriel Orozco en el Museo de Arte Moderno de Nueva York no estuvieron las ‘mesas alteradas de ping-pong y billar de mediados de los noventa’. ‘En La Tempestad no se comenta nada de oídas’, dice el mentirosón de don Nicolás y pregunta en tono muy Cabral: ‘¿El columnista estuvo ahí?’ Pues fíjese usted que sí, estuve ahí y vi las mesas al igual que mis acompañantes y testigos como José Gordon. En cambio usted no fue y habla de oídas, don Nico, basado en la versión de una colaboradora que probablemente tampoco visitó la exposición, que padece problemas de la vista o que, como usted, se basó únicamente en la lista de obra que le hicieron llegar.”
Musacchio ha dado muestras suficientes de no ser un interlocutor ni intelectual ni moralmente válido. En ese sentido, no hay garantías para entablar discusión alguna con él. No hablaré más de sus opiniones desinformadas e ignorantes sobre los contenidos de nuestra publicación, tampoco de la patética y fallida ironía con la que el periodista se refiere a mí. Me importa una sola cuestión: si no miente deliberadamente, entonces está confundido y no ha tenido el tiempo o la decencia de confirmar lo que dice (¡riguroso periodista!). Y lo que dice es mentira: las piezas (Carambola con péndulo, 1996, y Mesa de ping-pong, 1998) NO ESTÁN en la exposición. Pongo a juicio de Excélsior lo siguiente:
–La lista COMPLETA de piezas incluidas en la exhibición, solicitada al MoMA y anexada en mi carta anterior (la anexo nuevamente, por si la extraviaron). Cualquier persona razonable sabe que es imposible que un museo serio incluya en una exposición piezas de gran formato no registradas en la lista OFICIAL de obras, que circula en infinidad de medios internacionales para evitar imprecisiones en la información.
–El catálogo de la exposición incluye fotos de las piezas mencionadas, pero SIN INDICAR a qué colección pertenecen, lo cual tiene un motivo. El libro advierte: “(F)or editioned works that are not included in the exhibition, no collection information is included”. Remitimos a la página 244.
–El vínculo a una nota de Holland Cotter, del New York Times, donde TAMBIÉN echa en falta cuando menos una de las piezas (la mesa de ping-pong): “Mr. Orozco has since designed things of even more complicated cleverness, like a Ping-Pong table with a lily pond in the middle; a sculptural house incorporating pianos; an outsize chessboard in which all the pieces are black, white or brown knights; and four bicycles welded together and going nowhere fast. The MoMA organizers — Ann Temkin, chief curator of sculpture and painting, and Paulina Pobocha, a curatorial assistant — have passed on these cumbersome bagatelles, but have included two of Mr. Orozco’s largest works.”
He aquí la referencia (primer párrafo)
–Si esto no fuera suficiente, tengo los testimonios de tres críticos de arte, afincados en tres países distintos, que asistieron a la exposición y confirman lo que aquí afirmamos.
Dejo en manos de Excélsior la posibilidad de aclarar este asunto desde sus propias páginas y con la seriedad debida (lo que no ha ocurrido hasta el momento). De lo contrario, me sentiré en libertad de difundir el incidente por los canales que considere convenientes.”
Quien ha llegado hasta aquí ya intuye que el periódico no estuvo interesado en aclarar nada. Y, evidentemente, el periodista no tuvo la decencia suficiente como para disculparse y corregirse. Sólo queda denunciar públicamente la impunidad con la que operan algunos periodistas y periódicos mexicanos (tan dados a lamentar la descomposición moral del país). Importa que se conozca su modo de proceder, así sea en casos aparentemente irrelevantes. Como ha escrito Alain Badiou, “El sofista no es mejor que el tirano”. ®
César Ramírez
Muy buena la revista y me gusta el chisme sofisticado, llamado también periodismo cultural, me agrada que todos los colaboradores son fieles a sus convicciones e incluso se contra argumenten entre si, sin importar que formen parte de la misma revista (lo digo por la cita que hace Gibrann Morgado de Heriberto «yepa yepa» Yepez), tienen ya un nuevo lector.