“General Pirri” es una paronomasia del general romano Pirro, cuya victoria contra los cartagineses pasó a la historia como una victoria más costosa que una derrota. De ahí el lugar común “victoria pírrica”.
No imaginé que me vería orillado a escribir sobre el “General Pirri”, dos veces aludido por AMLO en sus performances matutinas. Quede claro: eludo hablar en primera persona por pudor y principios de estilo, así que me incomoda tener que hacerlo ahora, con más razón en respuesta a alusiones desde el stage presidencial. Ni siquiera sé el contexto en el que esas palabras fueron pronunciadas. Me enteré de ellas por un interlocutor ocasional que me lo comentó por twitter hace unos dos meses.
Dado que las alusiones presidenciales al respecto han sido vagas debo hacer algunas aclaraciones. Resulta que “el Pirri” soy yo mismo. Este apodo me lo puso mi padre, no sé por qué, cuando recién había yo nacido. Acaso lo obtuvo de una tira cómica española, cuyo personaje era un rapaz así apodado. “Pirri” es un apodo más o menos común en España. Hubo un futbolista español con ese apodo (jugó en México en los ochenta, por cierto).
Tomo esta circunstancia como cosa de la vida, pero prefiero nombrar a las personas por su nombre propio. Quien desee corroborar este dato puede visitar mi muro en Facebook, donde tengo comunicación con mucha gente de la pequeña ciudad donde nací, Santa Rosalía, Baja California Sur. Casi todos mis interlocutores de ahí me llaman por mi apodo. Mi infancia está fundido con él. Recuerdo que en mi primer día de clases en la primaria, cuando la maestra pronunció mi nombre completo en pase de lista, no respondí “Presente” sino hasta que ella lo repitió, viéndome a los ojos, yo sentado en primera fila.
Volviendo a las alusiones presidenciales al “General Pirri”, no puedo sino conjeturar sobre la base de comentarios de morenistas que conozco. Ellos se preguntan desconcertados por qué no estoy de su lado si he sido, en su opinión, el crítico más acertado y documentado del neoliberalismo. Parecen suponer que, de acuerdo con mi trayectoria como articulista, debería estar con ellos.
Mi idea es distinta: el neoliberalismo es un sistema jurídico orientado a imponer el principio de competencia económica en todas las áreas de la vida. Es una idea totalitaria en la medida en que busca regular la sociedad bajo un solo principio: el hombre es el lobo del hombre.
En esto hay dos asuntos que aclarar: a) lo que ellos entienden por neoliberalismo, y b) mi percepción de la personalidad de AMLO. El neoliberalismo para ellos es que los ricos roban a los pobres lo que en derecho les pertenece. Mi idea es distinta: el neoliberalismo es un sistema jurídico orientado a imponer el principio de competencia económica en todas las áreas de la vida. Es una idea totalitaria en la medida en que busca regular la sociedad bajo un solo principio: el hombre es el lobo del hombre. Mi oposición al neoliberalismo es filosófica: aduzco un sentido de lo humano, aunque concuerde con determinadas políticas neoliberales específicas por razones coyunturales y pragmáticas. Me opongo al programa general del neoliberalismo. El hombre no puede ser definido como un ser que compite. No confundamos las olimpiadas con la vida en sociedad.
En cuanto a AMLO, comprendí su personalidad problemática —llamémosla así— en la elección de 2006. La sospeché desde que vi su toma de los pozos petroleros de Tabasco en 1989, si mal no recuerdo. Vi a un provinciano colérico, aferrado a una idea anacrónica de la soberanía nacional, muy regionalista. Inmediatamente pensé en Tomás Garrido Canabal, el único gobernador fascista de la postrevolución mexicana. Pero no le di importancia.
Aun así, lo defendí contra el intento de desafuero por Vicente Fox en 2004 porque pensaba que debía ser confrontado en las urnas. Fui más allá: defendí el “populismo”, definiéndolo como etiqueta plutocrática contra toda política que se saliera del redil neoliberal. Pero en la elección presidencial de 2006 comprendí la personalidad de AMLO: un hombre dispuesto a la destrucción total con tal de salirse con la suya. Me manifesté a favor de que el ejército desalojara a los ocupantes de Paseo de la Reforma. Pinté mi raya.
Fui crítico del neoliberalismo desde que empecé a escribir en El Universal en 1995 hasta 2008 y en Milenio desde 2009 hasta 2013. Pero no comprendí su esencia sino hasta que leí Nacimiento de la biopolítica, de Michel Foucault, creo que en 2004. Foucault no tiene buena prensa pero ese libro suyo es magistral —hay reseña mía en Letras Libres.
Quien se interese en corroborar esta afirmación en los artículos que escribí no la encontrarán, pues mis artículos fueron eliminados de los sitios de internet.
En mis columnas en El Universal y Milenio fui crítico de las ideas neoliberales y expuse a sus voceros como “publicistas políticos”, gente que se montó en la ola de la corriente global dominante por razones que aún no entiendo pero que son ajenas a mi idea del intelectual público independiente: el cuestionador de los discursos de poder dominantes. Quien se interese en corroborar esta afirmación en los artículos que escribí no la encontrarán, pues mis artículos fueron eliminados de los sitios de internet. Conservo los recortes en mi archivo personal.
¿Qué tiene esto qué ver con el “General Pirri”? Terreno pantanoso. En parte, “General Pirri” es una paronomasia del general romano Pirro, cuya victoria contra los cartagineses pasó a la historia como una victoria más costosa que una derrota. De ahí el lugar común “victoria pírrica”. Para los morenistas, mi crítica al neoliberalismo fue una “victoria pírrica” sólo porque no estoy con ellos. Al mismo tiempo, juegan con mi apodo que conocen por Facebook. Esto es parte del talante mexicano de tomar todo a juego, premonición del fascismo.
Todo esto me vale madre. Lo aclaro porque, después de haber sido ninguneado a lo largo de mi trayectoria, el poder político juega con mi nombre —o con mi apodo de infancia— para lanzar puyas a sus adversarios o acaso buscando que muerda yo el anzuelo. ®