El nacionalsocialismo made in USA

Las leyes raciales estadounidenses y Hitler

El hecho de que las políticas raciales y segregacionistas estadounidenses hayan servido como un fehaciente hecho de admiración y ejemplo para los líderes nazis implica que éstas se encuentran presentes en el espíritu y contenido prescriptivo y normativo, además de discursivo y formal de las Leyes de Nuremberg.

Fotografía de los años cincuenta, Historic Virginia Key Beach Park, Florida.

Durante el año 2017 James Q. Whitman (1957), profesor de Derecho Comparado e Internacional de la Fundación Ford en la Facultad de Derecho de Yale, publicó un libro intitulado Hitler’s American Model. The United States and the making of Nazi Race Law. Obra que decidió dedicar “Al fantasma de Louis B. Brodsky” (1883–1970) [For the Ghost of Louis B. Brodsky]. Brodsky fue un magistrado en la corte de The Tombs en Nueva York durante alrededor de una década. Se le conoció por diversos motivos relacionados con casos en que la desnudez y la homosexualidad, por ejemplo, provocaron no poco escándalo en aquella época, pero sobre todo por haber absuelto a cinco de los seis hombres implicados en el motín antinazi de las SS Bremen del 26 de julio de 1935, en el que resultó arrancada la esvástica nazi. Brodsky homologó el ‘emblema’ nazi con una típica bandera pirata de ‘calavera y tibias cruzadas en forma de x’. Los nazis, al enterarse, exigieron una disculpa inmediata. El asunto concluyó en una nota de ‘arrepentimiento’ por la decisión judicial dictada por el magistrado Brodsky, por parte del entonces secretario de Estado de los Estados Unidos, Cordell Hull.

Nos cuenta Whitman en su libro que, en una reunión celebrada el 5 de junio de 1934 —aproximadamente apenas año y medio después de que Hitler se alzara triunfador de las elecciones democráticas celebradas en Alemania— se encontraron los abogados más renombrados del régimen nazi para planificar lo que daría como resultado las Leyes (raciales) de Nuremberg. El transcript de esa reunión se conserva. Este último es importante como documento histórico y de memoria porque se trata del momento en el que se crea un régimen de gobierno basado en la raza. La raza como fundamento legal a partir del cual se define y delimita la aplicación de la ley, de los derechos y de las libertades ciudadanas. En el transcript es posible escuchar detalladas, extensas y claras discusiones en lengua germana sobre la legislación racial de los Estados Unidos, a la que repetidamente los asistentes citan con gran interés y excitación a lo largo de la reunión. “Sorprende” descubrir que los nazis deciden actuar determinantemente en contra de las razas no arias a las cuales las “leyes” aplicarían en breve. Se mostraban enérgicos y entusiasmados respecto de la manera en que las leyes raciales estadounidenses podrían servirles como fundamento para establecer el régimen racial que instrumentaron desde dentro del gobierno. Dejan de ser sorprendentes e innecesarias las comillas con las cuales se entrecomilló “sorprende” unas líneas arriba, cuando afloran la bibliografía y los estudios serios y críticos que acomete Whitman en su obra, en la que resulta evidente que desde finales de la década de los veinte y principios de la de los treinta los nazis, Hitler incluido, habían mostrado un interés ‘fanático’ o de ‘iniciados’ a la legislación racista de los Estados Unidos. Para Whitman:

La cuestión no es que los regímenes raciales estadounidenses y nazis fueran iguales, sino que los nazis encontraron ejemplos y precedentes en el orden racial legal estadounidense que valoraban mucho, mientras que al mismo tiempo deploraban y desconcertaban la fuerza de la contracorriente liberal en un país en cuyo contexto histórico el racismo era practicado abiertamente y sin necesidad de ofrecer disculpas.

En Mein Kampf (1925–1926), obra que fue publicada inicialmente en dos tomos, Hitler no se cansaba de elogiar a los Estados Unidos por ser, según el Führer, ‘el único Estado’ progresista que se proyectaba hacia la creación efectiva de un orden racial higiénico y saludable, acorde con lo que las Leyes de Nuremberg deseaban lograr para Alemania. Lo que el autor pretende con esta obra, como reconoce en la introducción, es dar cuenta de los esfuerzos y la inspiración que los nazis hallaron en las leyes raciales estadounidenses para elaborar las Leyes de Nuremberg. El racismo en los Estados Unidos —como es bien sabido— es mucho más anterior al que los nazis instrumentaron durante el siglo XX con su ascenso al poder en 1933 como Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP, por sus siglas en alemán) y a lo largo de lo que fue la Segunda Guerra Mundial. Un racismo que en el país del norte del continente americano hasta hace poco gobernado por el republicano Donald Trump no ha concluido, aunque oficialmente no sea gestionado en términos legales. Cabe recordar que en el mismo periodo en el cual se expiden las Leyes de Nuremberg (adoptadas por unanimidad el 15 de septiembre de 1935), en los Estados Unidos los afroamericanos no la están pasando nada bien. Esto es tan cierto como falso sería afirmar que, el ‘programa’ estadounidense de opresión racial1 en contra de los afroamericanos fue imitado y adaptado a cabalidad en el dictado y aplicación fáctica de las Leyes de Nuremberg elaboradas por el partido nazi. La singularidad de la destrucción producida por los nazis no tiene parangón en la historia de la humanidad. Whitman afirma que la mayor parte de los investigadores —con amplio reconocimiento— que se atreven a hablar sobre el tema, consideran que “Nadie quiere imaginar que Estados Unidos proporcionó alguna medida de inspiración para Hitler […] Ciertamente, Estados Unidos no tenía nada que enseñarle a Hitler”. El tema sin duda es espinoso.

Aquí lo que tenemos guarda una innegable semejanza con el concepto ideológico nazi del ‘espacio vital’ [Lebensraum]. Este aspecto resulta determinante para Whitman, al grado de permitirle afirmar que indudablemente los nazis encontraron y establecieron precedentes, paralelismos y sobre todo inspiración en los Estados Unidos en lo que a este rubro se refiere.

Tal vez, afirma Whitman pensando en las posturas de estos investigadores sobre el tema, que en todo caso lo más correcto sería pensar que los nazis pudieron considerar más apropiado rechazar que imitar las leyes raciales de los Estados Unidos, sobre todo por la estructura social y el régimen político de aquella nación que se sentía orgullosa de su realidad liberal y democrática, siendo un país de migrantes y minorías que estaban encontrando espacios sociales reales de acceso y ascenso social, ganando prestigio e influencia cultural inclusive. El jazz —mayoritariamente compuesto e interpretado por afroamericanos— para los nazis era “ruido negro” [schwarzes Rauschen]. Pero tengamos en cuenta —conviene Whitman— que al inicio del régimen nacionalsocialista, ya como partido en el gobierno, las elites dirigentes no consideraban ni por asomo a los Estados Unidos como portadores o practicantes de una ideología político–social contraria a la misma visión que los nazis tenían para su proyecto de Alemania–Reich, sobre todo si partimos de la evidencia del rico intercambio que existió desde principios del siglo XX entre eugenecistas alemanes y estadounidenses —si bien es cierto que también algunas otras naciones se interesaron en el tema.

Regresando a Mein Kampf, Hitler mostraba una gran admiración por la forma en que los Estados Unidos habían exterminado a millones de redskins en su territorio. En 1940, ya habiendo puesto en práctica matanzas y deportaciones masivas sobre todo en los territorios al este de Alemania, los nazis no dejaban de referirse a la conquista del oeste y la limpieza étnica que ello implicaba —tomando como ejemplo la conquista del oeste que los blancos estadounidenses habían logrado un siglo antes—, como un gran logro de la ‘civilización’ (blanca) y la pureza racial: “The United States policy of westward expansion”. Aquí lo que tenemos guarda una innegable semejanza con el concepto ideológico nazi del ‘espacio vital’ [Lebensraum]. Este aspecto resulta determinante para Whitman, al grado de permitirle afirmar que indudablemente los nazis encontraron y establecieron precedentes, paralelismos y sobre todo inspiración en los Estados Unidos en lo que a este rubro se refiere. Whitman establece en su obra aquí aludida que,

A inicios de los años treinta, mientras los nazis elaboraban el programa de persecución social consagrado en las Leyes de Nuremberg, se interesaron mucho no solo en la forma en que Henry Ford construyó autos para las masas o en que Hollywood construyó su propio mercado de masas y el estilo de gobierno eugenésico estadounidense, sino también en las lecciones que se pueden extraer de las técnicas de la legislación y jurisprudencia racista estadounidense.

Recordemos que Ford, además de ser un ferviente antisemita y propagandista folletinista de esa ideología ‘fundamentada’ en la raza, contribuyó a configurar el modo de producción característico de la ‘economía de masas’ que se conocería posteriormente en los estudios científicos de la administración como ‘fordismo’ —de la cual tanto el nacionalsocialismo, el fascismo y en parte el estalinismo se sirvieron para aglutinar a las masas y manipularlas ideológica y culturalmente, resultando el campeón insuperable: el capitalismo (de masas), que posteriormente llevaría a hablar de ‘postfordismo’, por ejemplo entre muchos otros pensadores, a Michel Foucault— y a servir como ejemplo de lo que sería la esencia del ‘programa’ económico de John Maynard Keynes que sostenía que la política económica era la principal herramienta para sacar a un país de una crisis. Proponía además que los gobiernos debían encargarse de estimular la demanda y el Estado ser el encargado y líder de la inversión, de modo que las empresas privadas nacionales y extranjeras se sintieran incentivadas para servir de complemento y nunca como protagonistas de la inversión total en una nación. Además, claro, de la utilización de la política fiscal como regulador de la economía. Alemania había sufrido de un periodo de hiperinflación brutal entre los años de 1921 y 1923, que magistralmente nos muestra Ingmar Bergman como contexto y protagonista en su filme El huevo de la serpiente (1977) ambientada en (el) Berlín de estos años veinte.

Para Whitman queda claro que es un acierto considerar con toda la evidencia existente que los nazis aprendieron mucho de la política segregacionista estadounidense, o lo que es lo mismo, llevar como política la ley ‘Jim Crow’ a Alemania, conectándose con lo que aquí se ha mencionado sobre el contenido del transcript que se conserva sobre lo tratado en aquella reunión mencionada del 26 de julio de 1935. Afirma Whitman que,

Es cierto que la segregación al estilo del sur de Estados Unidos no le importaba demasiado al régimen nazi, pero eso se debe a la sencilla razón de que la segregación no era tan central en el programa nazi. Las Leyes de Nuremberg no dijeron nada sobre la segregación. La abrumadora preocupación del régimen nazi de principios de la década de 1930 residía en otros dos dominios: primero, ciudadanía, y segundo, sexo y reproducción.

El autor hace alusión a la Ley de Inmigración [Immigration Act] de 1924, la cual establecía las condiciones de inmigración y naturalización que aplicaban en los Estados Unidos, cuyos orígenes nacionales se fundamentaban en la raza y de la cual Hitler en Mein Kampf se desharía en elogios, mientras —considera— que los estudiosos de la historia del derecho estadounidense han ‘extrañamente’ descuidado de manera reiterada. Los afroamericanos hasta la fecha, como lo demuestran los hechos recientes, no han dejado de ser tratados como ciudadanos de segunda, y ellos de considerarse como parte del mismo conjunto al cual se les ha conferido. De acuerdo con lo anterior, la ‘influencia’ podría no tener por qué considerase solamente como una mera influencia, fugaz e indirecta. Nos recuerda Whitman que en un inicio los nazis pensaban relocalizar y segregar a los judíos en algún lugar apartado del mundo; pensaron por ejemplo en Madagascar como punto de ubicación para la judeidad europea y que ninguno de ellos volviera a respirar ni a pisar suelo alemán. Ya luego de la intención de segregar se pasó a la de exterminar. Para hablar de influencia no tiene que haber cabal imitación. Al respecto afirma Whitman:

La influencia es un asunto complejo de traducción, adaptación creativa, préstamo selectivo e invocación de autoridad. Todos los prestatarios se comprometen a pensar y adaptar; eso es cierto tanto para los nazis como para cualquier otro régimen. Todos los prestatarios parten de modelos extranjeros y luego los remodelan para que se adapten a sus propias circunstancias; eso es cierto para los prestatarios racistas viciosos como para todos los demás.

El hecho de que las políticas raciales y segregacionistas estadounidenses hayan servido como un fehaciente hecho de admiración y ejemplo para los líderes nazis implica que, a principios de los años treinta, éstas se encuentran presentes —tanto para Whitman como para quien esto suscribe— en el espíritu y contenido prescriptivo y normativo, además de discursivo y formal de las Leyes de Nuremberg. Como insiste Whitman, no se trata de minimizar o exculpar a los nazis ni de culpar a los estadounidenses por la singular atrocidad que el nacionalsocialismo perpetró en la Alemania y Europa de aquella época. No porque los estadounidenses o la legislación racista de aquel país haya sido pionera en el segregacionismo como política sociopolítica y cultural nacional en términos legales implica necesariamente que ellos hayan sido edificadores ni causantes de las Leyes de Nuremberg ni de las atrocidades que los nazis, con Hitler a la cabeza, cometieron en contra de millones de seres humanos, respectivamente, pero no podemos dejar de preguntarnos críticamente y con honestidad intelectual: ¿hasta dónde el programa racial nazi se vio influenciado por las leyes raciales estadounidenses que Hitler y otros miembros de la cúpula nacionalsocialista leyeron? Afirma Whitman:

El nazismo no fue simplemente un paréntesis de pesadilla en la historia sin relación con lo que vino antes y después; tampoco fue un horror racista sin precedentes. Los nazis no fueron simplemente demonios que surgieron de algún inframundo oscuro para destrozar lo que era bueno y justo dentro de la tradición occidental, hasta que fueron sofocados por la fuerza de las armas y se restauraron los auténticos valores humanos y progresistas de Europa. Había en Occidente tradiciones de gobierno sobre las que el nazismo trabajó. Hubo continuidad entre el nazismo y lo que vino antes y después. Hubo ejemplos e inspiraciones en los que se basaron los nazis, y la ley racial estadounidense fue preponderante entre ellos.

Whitman concluye la introducción de su obra afirmando en el último párrafo lo siguiente:

No entenderemos la historia de la Alemania nacionalsocialista y, lo que es más importante, el lugar de Estados Unidos en la historia más amplia del racismo mundial, a menos que tengamos en cuenta estos hechos. A principios de la década de 1930, los abogados nazis se dedicaron a crear una ley racial basada en la ley en contra del mestizaje, de la inmigración basada en la raza, de la naturalización y la ley de ciudadanía de segunda clase. Fueron a buscar modelos extranjeros y los encontraron en los Estados Unidos de América. ®

Nota
1 Véase las Jim Crow Laws [Leyes de Jim Crow]. Estas leyes se aplicaron en los ámbitos estatales y locales en los Estados Unidos. Fueron promulgadas por las legislaturas estatales blancas dominadas por los demócratas después del periodo de Reconstrucción entre 1876 y 1965. Propugnaban la segregación racial en todas las instalaciones públicas por mandato de iure bajo el lema «separados pero iguales» y se aplicaban a los afroestadounidenses y a otros grupos étnicos no blancos en prácticamente todos los Estados Unidos, sistematizando un número de desventajas económicas, educativas y sociales. La segregación de iure se aplicó de manera más drástica en el sur del país, aunque en el norte la segregación fue por lo general de facto predominantemente hacia los negros que vivían en guetos urbanos.

Referencia
Whitman, James Q. (2017), Hitler’s American Model. The United States and the making of Nazi Race Law. Princeton and Oxford: Princeton University Press.

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Publicado en: Política y sociedad

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