Quizás no sea el mejor álbum de Morbid Angel, pero su nuevo trabajo de estudio se resiste a complacer a sus fanáticos con tal de vender, y no cabe duda que en lo que a death metal se refiere, está claro quienes siguen siendo el rey.
I think all the REAL fans of this band understand that already. We don’t check into the scene to see what the scene people accept or don’t accept.
—Trey Azagthoth, Decibel Magazine, junio de 2011
Hoy es 6 de junio de 2011, uno de los discos más esperados del metal extremo —y también más anunciado— saldrá mañana a la venta. Yo ya lo he escuchado unas quince veces de arriba abajo. ¿Qué va a pasar con Morbid Angel? Tengo una vaga idea, no obstante, fundamentada: los van a destrozar. Serán la comidilla de la crítica. Los “expertos” intentarán hundirlos en ese mismo infierno que tanto han idolatrado los de Morbid Angel durante los últimos 25 años. Porque, como ya se sabe, la crítica es también una relación de poder.
Al momento de escribir estas líneas todavía no he leído ninguna reseña proveniente de una publicación especializada. Pero el destape vendrá en los siguientes días. Después de todo, estamos hablando de la banda de death metal más importante que jamás haya existido. Trabajos como Altars of Madness de 1989, Blessed Are the Sick de 1991 y Covenant de 1993 respaldan a cabalidad mi sentencia. Y el que no esté de acuerdo que arroje el primer esputo. Luego hay también baches en el camino, como Domination de 1995 o el que hasta hoy era el más reciente trabajo de larga duración, Heretic, de 2003. En términos generales, prácticamente todo se les había perdonado a los de Morbid Angel, pero esta vez casi puedo asegurar que el flamante Ilud Divinum Insanus será descuartizado. Así lo impone la vieja costumbre metalera cuando algo se sale de la norma. Paradójicamente, los greñudos desmadrosos de jeans, chamarras negras y playeras al final resultan ser los más reaccionarios musicalmente hablando. Lo sé bien, yo fui (¿o soy?) uno de ellos.
Wikipedia, ese fino oráculo de la posmodernidad, ya nos ha obsequiado una pista concreta, pues en la entrada referente a este nuevo material de los músicos de Florida la categoría “Género” nos informa: Experimental Metal. ¿Qué significa esto? En primera instancia, que MA ha creado un álbum totalmente original. Teniendo la opción de retomar las recetas que los llevaron hasta lo más alto hace un par de décadas, los de MA han decidido reinventarse. Y no es que les estemos especialmente agradecidos sólo por haber evitado fusilarse a sí mismos —tal como lo han hecho infinidad de bandas con mucho menos autoridad musical que MA—, pero el paso dado en Ilud…, hay que reconocerlo, es, por lo menos, valiente.
Los calificativos caerán como guillotinas sobre piezas como “Too Extreme!” o “Radikult”. La primera con un toque industrial tipo Front Line Assembly —guardando la debida distancia—, y la segunda un compendio con pasajes en los que la referencia al tecno-metal de Marilyn Manson es ineludible. Los fans más conservadores no perdonarán esto en los años por venir. Ciertamente, los casi catorce minutos que consumen este par de canciones, por separado, están plagados de momentos adolescentes que uno no esperaría de los Masters de Masters del death metal. Las letras por momentos se ponen tan irrisorias como esto: “Tu corazón latiendo y sientes el dolor, deseo la locura, tú gritas: ¡Extreme!”; así, en un torpe español. Para después continuar: “Welcome to the new religion… We are the new religion, no religion”. Al parecer, el viejo ángel del morbo ha sentado cabeza, dejando atrás la gastada retórica satánica para dar vida a un nuevo ente nihilista. De cualquier forma, la atmósfera no deja de ser oscura y malévola. El beat es demoledor, aunque uno no puede dejar de imaginarse qué hubiera pasado si Pete “Commando” Sandoval no hubiera sufrido esa lesión que lo apartó de la grabación del álbum. Pero este texto no es de lo que hubiera, sino de lo que es.
Al parecer, el viejo ángel del morbo ha sentado cabeza, dejando atrás la gastada retórica satánica para dar vida a un nuevo ente nihilista. De cualquier forma, la atmósfera no deja de ser oscura y malévola.
Morbid Angel se ha globalizado. Su apuesta no es sólo por el mercado geográficamente dividido, también lo es por nichos genéricos antes vedados para Trey Azagthoth y compañía. A los momentos de verdadero death metal —cosa que aún nadie hace como MA— se le suman episodios energéticos de punk, thrash, nu-metal y los ya mencionados industriales. El track número 5, chabacanamente titulado “I am Morbid”, por momentos suena a aquella canción de los Arrows “I Love Rock’n’Roll” —sí, la misma que en los noventa Joan Jett cantara hasta el cansancio—, pero en versión metalcore. Ritmos repetitivos, coros épicos de convocatoria tipo estadio. La consabida fórmula del rock pop de estribillo, pero con guitarras gravemente afinadas y la bestial voz de David Vincent. Si hicieramos una analogía entre MA y un candidato político hablaríamos de un candidato populista, empero, con la propuesta más inteligente y atractiva.
Resulta inquietante que después de veinte años de ser una influencia definitoria de cientos de bandas los de MA decidan, de súbito, pisar los terrenos de la imitación. Pasaron de ser la influencia a ser los influenciados, de ventrílocuos a títeres. Es innegable que lo hacen bien, pero también hay que decirlo, arriesgan demasiado.
“Destructos vs. the Earth / Atack”, el track 7, tiene un compás batiente y sonsonetero —por momentos a la Ministry—, acompañado de vocales limpias robotizadas que Vincent alterna con gruñidos. La letra pretende ser un discurso misantrópico donde unos alienígenas llamados Destructos hacen un repaso de las idioteces que los humanos hemos hecho en la Tierra durante diez mil años. Somos un experimento extraterrestre fracasado y ahora debemos ser exterminados. Poco a poco, la amenaza se va ahogando en el ridículo, hasta alcanzar simas como ésta: “You are not the first ones that we’ve destroy”. White (Rob) Zombie reloaded, camaradas.
La voz de Vincent suena más franca que nunca, su dicción es inmejorable. Nos obsequia el privilegio de entender las letras, algo que se da poco en el death metal, aun en los casos en los que existe la intención de que así sea. El desgarre laríngeo está plagado de matices que por momentos se entremezclan con coros catedralicios y cadencias semilentas. En piezas como “Beauty Meets Beast” una atmósfera de calma amenazante se prolonga sutilmente sin sofocarse en su propia densidad.
Los episodios más violentos se asoman en piezas como “Nevermore”, “Existo Vulgore”, “10 More Dead”y la que quizá es la mejor de todo el trabajo —irónicamente, compuesta por el nuevo guitarrista, el ex Zyklon, Destructhor— “Blades for Baal”. En estas demostraciones los de MA logran engancharse con aquel sonido capaz de combinar estéticamente un estruendo aplastante con instantes de maléfica parsimonia, ambos rasgos tan característicos en varios de los ya mencionados icónicos trabajos anteriores. Las secciones de mayor lucidez en Ilud… gozan también de un sonido fresco y actualizado: grescas de guitarras que, mediante un trémolo incesante, serpentean y conviven en desenfrenado contrapunteo; tarola y bombos martilleando ferozmente. Todo esto, aunado a lo que quizá sea el punto más fuerte de este nuevo trabajo: los solos de Azagthoth, que nunca sonaron más endiablados.
En Replicante, hasta la fecha, no damos estrellitas para calificar trabajos musicales. Lo que me deja la experiencia de escuchar y pensar el Ilud Divinum Insanus es que Morbid Angel es una banda madura, capaz de desafiar el purismo metalero más enquistado con esa seguridad que sólo los años y el endemoniado currículum puede brindarles. Estoy cierto en que todavía hablo de la mejor banda de death metal que este planeta ha visto pasar. ®